jueves, 29 de septiembre de 2016

                                                              La apuesta por la paz
A puertas de celebrar el Plebiscito para refrendar los Acuerdos de Paz, como ya lo he escrito varias veces, espero que triunfe la sensatez... que, para mí, es que gane el voto afirmativo. Lógicamente todas las posturas son respetables y lo importante es la propia coherencia personal. Pero cualquiera sea el resultado, quiero enfatizar “la apuesta por la paz”. Los cristianos no podemos renunciar a la búsqueda de la paz: “Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
¿Qué significa trabajar por la paz? La paz nunca será un hecho ya consumado sino una tarea por realizar. La paz supone hacerla posible, mantenerla, proyectarla en cada circunstancia de nuestra vida. La paz nace de dentro del corazón -de ahí la importancia de desarmar los corazones- pero también se expresa en las estructuras externas. Y esa paz del corazón se relaciona con el perdón –como tantas víctimas del conflicto armado colombiano lo han expresado-, se relaciona con la autenticidad personal, con el bien actuar, con el respeto a lo diferente, con el discernimiento constante frente a todas las situaciones, con la búsqueda del bien común, etc.
Ahora que hemos llegado a este momento límite de preguntarnos por cómo superar la guerra, caemos en cuenta de la importancia de la paz y lo difícil que es alcanzarla. No ha sido por falta de ocasiones que no nos lo hayamos preguntado antes, sino tal vez, por falta de esa conexión profunda entre fe y vida. De hecho en la Eucaristía dominical, por citar uno de tantos ejemplos, tenemos varios momentos en los que la paz se hace evidente. Al rezar el Gloria comenzamos reconociendo la grandeza de Dios y pedimos que haya paz en la tierra: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor…”. Y, en el último momento de la eucaristía, hay referencia a este Dios de la paz, cuando el sacerdote dice: “Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles: la paz les dejo, mi paz les doy. No tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe de tu iglesia y conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad…”. Continua el sacerdote diciendo: “La paz esté con ustedes” y nos invita a dárnosla mutuamente. Después de este gesto, invocamos al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” y en la tercera aclamación decimos “danos la paz”. Finalmente, la eucaristía termina con las palabras del sacerdote: “Pueden ir en paz”. Y respondemos: “Demos gracias a Dios”.
Ha sido una lástima que con toda esta vinculación que la eucaristía expresa entre Dios, la paz y nuestra fe, no se haya notado en el pueblo colombiano que la participación en la eucaristía nos comprometía directamente con el trabajar por la paz. Nos acostumbramos a vivir en guerra y si alguien de fuera hubiera participado de nuestras eucaristías no creo que notara que aquí teníamos hambre de paz, compromiso con ella, deseo inmenso de hacerla posible. Pero esta circunstancia actual nos permite tomar consciencia de esta realidad y vivir esta relación –que debería ser indisoluble- entre fe y vida.
Si gana el sí en el plebiscito, cada Eucaristía ha de ser ese “pan para el camino” para día a día tejer de nuevo las redes de la paz, en lo pequeño y en lo grande. Acompañar con esperanza la puesta en práctica de los acuerdos, tener el ánimo suficiente para aceptar los fracasos y no decaer por ello. No olvidar nunca más que al Dios al que seguimos es el Dios de la paz (1 Cor 14,33) y por eso no podemos acostumbrarnos a que ella no exista sino a buscar cómo hacerla posible. Y, si gana el no, con más razón hemos de preguntarnos qué caminos debemos emprender y cómo no seguir viviendo en situación de apatía, letargo, costumbre o desinterés frente a la guerra. Que el “Dios de la paz, que sobrepasa todo entendimiento” (Fil 4,9) nos impulse y comprometa con una apuesta decidida y total por la paz.

sábado, 17 de septiembre de 2016


Después de leer los Acuerdos sobre la Paz…

Mucho se ha escrito sobre los Acuerdos de Paz. Personalmente, he escrito varias reflexiones, pero va otra porque leí el texto de los Acuerdos –como tanto se ha recomendado-, texto que no es fácil por lo largo y por muchas cosas técnicas pero que, a fin de cuentas, es lo que va a determinar nuestro futuro inmediato y a largo plazo. Pues bien, mi palabra no es de experta sino de quien leyó los Acuerdos y quiere decir algo de lo que le suscitaron los mismos.

Desde el principio he estado con el “SI”, pero al leer los Acuerdos tuve ganas –bromeando- de votar por el “NO”. Mis razones siguen siendo por el SI, pero –como acabo de decir irónicamente casi que votaría por el NO, porque leí tantas cosas positivas para las víctimas, para el país, para las mujeres, para los campesinos, para las comunidades afro e indígenas, para la población LGBTI y para el país en general, que me entra como temor frente a tanto por hacer y de la condición humana que se cansa tan rápido de los grandes proyectos y que con facilidad se desvía de camino, olvida la mirada transparente y generosa , empieza a sacar provecho propio y a irse por la vía del “chanchullo” o de la “mermelada” como tantas veces se ha constatado.

Entendí porque tardaron cuatro años para llegar a este Acuerdo: la situación es muy compleja. Por esto tal vez el mismo texto tiene algún error de numeración, se ve hecho a varias manos y busca asegurar por un lado y por otro, algunos aspectos. Siempre quedarán planteamientos que hubieran podido hacerse mejor y no faltarán las afirmaciones que podrían haberse dicho o concretado de otra manera. Pero lo escrito allí es mucho y muy bueno y, sin duda, su puesta en práctica hará de nuestro país, un país mejor.

No voy a hacer un resumen de los Acuerdos porque ya hay cartillas, videos, etc., donde los explican supremamente bien. Pero quiero pensar en voz alta, como ya lo hice en los párrafos anteriores.

Con este Acuerdo no se logrará la paz pero es el inicio del camino. Y, sin dar este paso, imposible pensar en cambiar nuestra historia. El Acuerdo es necesario porque los colombianos y colombianas somos todos: los que son guerrilleros y los que no lo somos. Los guerrilleros/as también son compatriotas. Ni sabemos bien el número. ¿7000? ¿20.000? ¿habrá muchos colados, como en el proceso de “Justicia y paz”? Pues todos ellos son colombianos/as y el país se construye con ellos o no se construye. Sería más fácil desear que desaparecieran del planeta o que se “pudrieran en la cárcel” como invocan tantos. Pero ni humanamente y menos, cristianamente, eso respeta la dignidad de todo ser humano y su reconocimiento como hijo/a de Dios de los que nos decimos creyentes.

Para que el país salga de su conflicto de más de 50 años necesita el diálogo entre todos y con todos. Y esto es imposible sin ponernos de acuerdo, sin dar y recibir, sin reconocer los errores y buscar soluciones, sin verdad y sin reparación, sin justicia y sin restitución, sin perdón y sin reconciliación, sin compromiso de no repetición. Y todo esto está presente en los Acuerdos. No hay cárcel para toda la vida, ni castigos en los que parece que la venganza se regocija. Pero hay acuerdos de cómo reconocer los crímenes y cómo enmendarlos. Y hay compromiso de que víctimas y victimarios puedan restituir sus vidas y vuelvan a creer en la dignidad humana y en la posibilidad de un país donde la convivencia sea posible. Por todo esto el SI es innegociable.

Ahora bien, algunos han dicho desde el principio que en un país democrático es posible que unos digan SI y otros NO. Esto es verdad. Pero es posible cuando no se cae en la “dictadura del relativismo” como invoca tanto la jerarquía eclesiástica –es decir- cuando hay razones de peso, fundamentos auténticos y a fondo y no sólo “imaginarios, estereotipos, afectos irracionales o lo que parecen datos objetivos pero cuando se escudriñan, caen con bastante facilidad –si se dejan escudriñar, cosa que casi nunca ocurre-.

Y, retomando lo que decía de mi tentación de votar por el NO-por lo grande que veo la empresa en la que nos embarcamos-, estos Acuerdos de Paz deben estar acompañados de claridad en ciertos aspectos.

Los enemigos del país no han sido solamente los grupos armados. Han sido la pobreza, la injusticia estructural, “esta economía que mata” –como afirmó el obispo de Roma, Francisco, en la Encíclica Laudato Si-, la indiferencia, la corrupción y muchos otros aspectos que hacen , que la pobreza de la mayoría en un país tan rico naturalmente como Colombia no se logre superar y, por el contrario, la brecha aumente cada día.

Firmar los Acuerdos ataca un frente –el conflicto armado- y si este deja de existir todo ese dinero que se ha empleado en la guerra, especialmente en los últimos años- puede cambiar muchos aspectos de la vida del país. Pero estos Acuerdos con todo lo que esperan corregir, fomentar, facilitar, apoyar, impulsar, constituyen una oportunidad sin igual de repensar el país y buscar una vida más digna, más justa, más humana, más auténtica para todos y todas.

Finalmente los Acuerdos me han hecho sentir la profunda división que hemos vivido en todos estos años: los que han padecido la guerra de primera mano y los que vivimos en las grandes ciudades que algún efecto más o menos fuerte hemos sentido pero que, a fin de cuentas, hemos vivido de espaldas a ella. Entre estos, tantos creyentes que asistiendo a la eucaristía dominical, o comprometidos en grupos y obras sociales, cuando se les pregunta que les preocupa del país, no hacen referencia al conflicto armado ni a las miles de víctimas. ¡Extraña fe que nos hace vivir lejos de los caídos en el camino! Y que a la hora de pararnos a recogerlos (Parábola del Buen Samaritano) no quieren hacerlo sino que siguen aferrados a la ley de la fuerza, al poder del vencedor.

En definitiva, apoyo el SI y animo a todos a votar por el SI. Advierto: lo que nos espera es muy difícil. Saldrán tantas cosas mal que pronto nos estarán diciendo: ¿si ven que ya no se está cumpliendo esto o aquello? Pero en la historia de la humanidad se avanza a fuerza de apostar por el bien, una y otra vez, y en esto, para los creyentes, Jesús ha ido por delante: su anuncio fue de liberación y esperanza y no temió enfrentar el fracaso y la derrota, cuando de salvar la vida y la esperanza se trata. Que este momento único en la historia de nuestro país encuentre mucha gente deseosa de ponerse en camino, aunque este sea difícil, largo, complejo pero posible. Con certeza, el Dios de la vida, no nos dejará de su mano.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 25C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 25C: Fuera de los pobres no hay salvación DOMINGO VIGESIMOQUINTO - "C" Eduardo de la Serna Lectura de la profecía de Amós...

domingo, 11 de septiembre de 2016

El enfoque de género en los Acuerdos de paz en Colombia

Uno de los aspectos positivos que tiene el Acuerdo de paz entre el gobierno y la FARC es el llamado “enfoque de género”. La palabra género, actualmente, sufre las más extrañas contradicciones. Se le invoca para llamarla “ideología” pero también se le reconoce como imprescindible en aspectos de la vida humana, en este caso, en los Acuerdos de Paz, para que las mujeres sean realmente reconocidas, valoradas en su dignidad, restituidas en su condición de mujeres y nunca más les ocurra que, por su ser mujer, se invisibilicen los efectos que la mentalidad patriarcal ha producido en ellas. Y es que en esta guerra de más de 50 años, las mujeres han sido arma y botín de guerra, medio para derrotar al enemigo. ¿Cómo ha sucedido esto? Por la mentalidad patriarcal, es decir, la sociedad donde el que tiene el poder es el varón y la mujer, de alguna manera, está supeditada a él, ha sido posible que los grupos armados hayan violado a muchas mujeres para mostrarle al bando contrario que ellos son más fuertes y les humillan en su condición varonil. Ahí no ha contado la mujer, ella es objeto con lo que los hombres pueden hacer lo que quieren. Más aún, para las mujeres no es fácil denunciar las violaciones de que han sido víctimas porque eso las estigmatiza, no se cree que sea un crimen castigable – se toma como un mal menor en medio de la guerra-, entre muchos otros aspectos que se invocan en ese sentido. De ahí lo valioso de introducir este enfoque de género porque las consecuencias que han sufrido las mujeres hay que repararlas, de manera diferenciada, porque el ser mujer no es un accesorio sino una dignidad fundamental. De esto no es ajena la fe. También ella ha de tener ese enfoque de género para denunciar todos los atropellos que sufren las mujeres en razón de su ser mujeres y no decaer en la lucha porque a ellas se les reconozca su dignidad e igualdad fundamental en la sociedad y en la iglesia. 

domingo, 4 de septiembre de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Un acuerdo para soñar la PAZ

Blog de Eduardo de la Serna: Un acuerdo para soñar la PAZ: Un acuerdo para soñar la paz Eduardo de la Serna Los conflictos humanos no suelen ser cosas gratas, pero existen. Y los hay e...

sábado, 3 de septiembre de 2016


El Acuerdo de paz en Colombia
Mucho se está escribiendo y discutiendo sobre la situación que vive Colombia frente a los Acuerdos de Paz entre el gobierno y las FARC. Se encienden los ánimos entre los que apoyan el acuerdo y los que no lo apoyan. Se esgrimen argumentos para decir por qué hay que definirse por una postura o porque tomar el camino contrario. Casi parece imposible dejar los ánimos acalorados para exponer razones objetivas y todos estar dispuestos a escucharlas para un discernimiento que nos permita avanzar. Pero lo cierto es que, en este mes, se toman posturas a favor y en contra, frente a algo que estamos esperando hace tanto tiempo. De los últimos años ya tuvimos tres años de “esperanza” cuando se intentó firmar el acuerdo en el gobierno de Pastrana. Esperanza que se quebró porque los diálogos se rompieron. Volvimos a tener esperanza cuando se creyó que por la fuerza, en el gobierno de Uribe, se iban a derrocar las guerrillas. No se logró porque toda guerra solo trae muerte y destrucción y el espiral de violencia, degenera la guerra, de lado y lado, porque la guerrilla masacró, hizo atentados, secuestro, etc., cada vez con más sevicia, pero el ejército también tuvo sectores de corrupción, manifestados, especialmente, los llamados, “falsos positivos”. Los acuerdos con los paramilitares en algo aliviaron al país aunque sabemos también de las contradicciones y resultados ambiguos que tuvieron. Y ahora se llega al final de un acuerdo de Paz, no perfecto, sin duda, pero avalado por muchas instancias nacionales e internacionales que aseguran que es el mejor de los acuerdos logrado hasta ahora en estas situaciones de conflicto y hay tantas actitudes de resistencia.  ¿Será que preferimos renunciar a la esperanza de que termine esta guerra fratricida? Ojala que no sea esta nuestra postura. La vida, el nuevo comienzo, el diálogo, los acuerdos, son mil veces mejor que la guerra y la muerte. Que el Dios de la esperanza nos mantenga firmes en ella.