martes, 17 de julio de 2018


En Colombia: Momentos difíciles para los pobres y para la paz

Colombia se aproxima a tener nuevo congreso, nuevo presidente, nueva vicepresidenta. Claro que lo de “nuevo” es verdad solo en parte. Muchos de los mismos continúan con sus curules. La renovación no es muy clara ni en personas, ni en políticas. Los cambios son muy difíciles y tardan muchos años en producirse. A veces se logran pero son duramente perseguidos. Así ha pasado en Argentina, Brasil y Ecuador. Otras veces se logran y la condición humana -frágil y llena de intereses personales y egoísmos- hace que se degenere. Así parece estar pasando en Venezuela y en Nicaragua. En Colombia no conseguimos un cambio de horizontes (sabiendo de la limitación de lo que podríamos llamar cambio) sino un recrudecimiento de lo que siempre fue así y con más fuerza. Y esto lo representa el actual gobierno del que me preocupan muchas cosas pero quiero detenerme en tres de distinta categoría: el neoliberalismo, la paz y la mujer.

Sobre el sistema económico que nos espera para los próximos años parece encarnarse en el nombramiento del ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, quien ya había sido ministro en el primer período del gobierno de Uribe y de quien ya conocemos algunas de sus frases desafortunadas: “el salario mínimo es muy alto”, “los pensionados reciben más de lo que aportaron”, o “Chocó es una carga para el país”. Pero no es cuestión de poner el énfasis sólo en las frases que dijo en el pasado sino en la orientación económica de su gestión. La prioridad está en la ganancia y no en los pobres y ese es el problema.

Esto es lo que el Papa Francisco dijo con claridad en la Evangelii Gaudium refiriéndose a ese tipo de proyecto económico: “No a una economía de la exclusión” (…) “esa economía mata (…) Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al débil. Como consecuencia de esa situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas” (…) “En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando (,,,). Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia”. (EG 53-54)  ¿Cuándo nos dejaremos tocar por esas palabras y buscar otros caminos que no sean los del libre mercado y la libre competencia que solo favorece a unos pocos?

Y, sobre la paz, está siendo muy difícil construirla. Este año han sido asesinados 124 líderes sociales, hay disidencias de la FARC que están presentes en distintos lugares del territorio, se están poniendo muchos tropiezos a la Justicia Especial para la Paz (JEP), se levantan calumnias contra el P. Francisco de Roux, presidente de la comisión de la verdad para demeritar el trabajo de esa comisión y este nuevo gobierno aspira a “modificar” los acuerdos después de haber dedicado tantos años a conseguirlos y sabiendo que si no se cumple con la palabra dada no hay cómo confiar para seguir adelante y menos construir otro acuerdo de paz con el ELN. Sin olvidar, que la paz se construye desde la justicia social y lo que acabamos de anotar antes, no permite una economía que apoye esta urgencia.

Otro comentario que puede hacerse, es sobre el tener una vicepresidenta mujer. Esto sigue ayudando a cambiar el imaginario masculino que rodea la política. Lamentablemente ella no se caracteriza por incluir temas de igualdad para la mujer. Fue la primera mujer ministra de Defensa, candidata a la presidencia, senadora, es decir, ha ocupado puestos tradicionalmente reservados a los varones y eso es un buen paso. Pero no basta con una presencia femenina para garantizar todos los cambios que todavía se necesitan en la sociedad patriarcal en la que vivimos. No se pueden esperar, por tanto, muchas propuestas en este campo.

Es decir, no son tiempos fáciles y la Colombia que todos merecemos avanza en algunos aspectos pero está estancada en muchos otros. Por eso el trabajo continúa. Los políticos se posesionarán en su tarea, nuestra vida parece que sigue igual pero nos afectará todo lo que se vaya decidiendo. Por eso, no podemos bajar la guardia sino seguir trabajando porque algunos cambios se vayan logrando y, sin perder la esperanza, de que cambios profundos algún día serán posibles.



martes, 10 de julio de 2018


¡América en misión, el evangelio es alegría!

Este lema del V Congreso Americano (CAM) a realizarse en Santa Cruz (Bolivia) del 10 al 14 de julio, nos conecta inmediatamente con la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco publicada en 2013. Con esta Encíclica volvió a ponerse en primer lugar “la alegría” que conlleva la Buena Noticia del reino, dejando en segundo lugar lo que ha de desprenderse de ella: el compromiso y la responsabilidad de vivirla a fondo y con todas las consecuencias. Por tanto, el congreso es una oportunidad de seguir asimilando la propuesta de este pontificado -o, mejor aún, del evangelio de Jesús- y encarnarla con mucha más radicalidad.

Como todos los congresos, contará con la participación de los Delegados de cada país y se estructurará desde la metodología ver-juzgar-actuar, re-asumida desde la Conferencia de Aparecida (2007) como una metodología que ha hecho mucho bien al caminar teológico pastoral de América Latina: Muchas voces venidas de todo el Continente ofrecieron aportes y sugerencias en tal sentido, afirmando que este método ha colaborado a vivir más intensamente nuestra vocación y misión en la Iglesia, ha enriquecido el trabajo teológico y pastoral, y en general ha motivado a asumir nuestras responsabilidades ante las situaciones concretas de nuestro continente. Este método nos permite articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen de la fe y de la razón para su discernimiento y valoración con sentido crítico; y, en consecuencia, la proyección del actuar como discípulos misioneros de Jesucristo” (Documento de Aparecida, 19).

Según se propuso en el Intrumentum laboris preparado por la Comisión Teológica del Congreso, los temas centrales que se abordarán serán: el Evangelio, la alegría, la comunión y reconciliación, la misión y el profetismo. Todo esto para desarrollar el objetivo del congreso: “Fortalecer la identidad y el compromiso misionero Ad Gentes de la Iglesia en América, para anunciar la alegría del Evangelio a todos los pueblos, con particular atención a las periferias del mundo de hoy y al servicio de una sociedad más justa, solidaria y fraterna”. No todos podremos participar del V CAM pero todos podemos orar para que logren los objetivos propuestos. Y, en cierto sentido, podemos desde ya profundizar en los temas que allí se tratarán para sentirnos en camino y abiertos a apoyar las conclusiones e iniciativas que salgan del congreso.

Los temas señalados son apasionantes. El “evangelio de la alegría”, como bien lo expresa el Papa Francisco, nos hace mirar hacia la “buena noticia”. En efecto, evangelio es precisamente la buena noticia que Jesús nos anunció y por la que dio su vida. Y la misión ha de perfilarse en esa línea: anuncio de una Buena Noticia que sorprende, desinstala y transforma la vida. La misión consiste en anunciar al amor de Dios por toda la humanidad y la invitación inquebrantable a hacernos partícipes de su vida. Sólo así la misión tendrá ese carácter profético que nunca debe perderse. A veces el evangelio se “domestica”, es decir, se acomoda a lo que quieren oír los oyentes o a la medida del que lo predica para no comprometer su propia vida. Pero no es esto lo propio del evangelio y de su anuncio misionero. Por el contrario, la profecía ha de ser característica indispensable de este anuncio, sin temor a encontrar opositores y a sentir que se levantan obstáculos para no dejar que esa palabra viva, cuestione la realidad en la que se vive. En América esta realidad tiene grandes desafíos: la injusticia social sigue afectando a inmensas mayorías. El fenómeno de la migración para encontrar la sobrevivencia aumenta. La corrupción ha permeado muchos estamentos en la mayoría de los países. Hay giros políticos que preocupan y no siempre favorecen a los más pobres. La situación de violencia contra la mujer continúa. El compromiso con el cuidado de la casa común no es aún una prioridad. La búsqueda de la paz, la reconciliación, la verdad y la reparación son metas pendientes en varios lugares, especialmente, en Colombia, con su camino hacia la paz que no deja de encontrar opositores. Estos y muchos otros desafíos de cada realidad particular de nuestra América son el campo de misión al que las conclusiones de este congreso tienen que llegar.

El congreso además quiere hacer presente a la Beata Nazaria Ignacia quien fundó la congregación “Misioneras Cruzadas de la Iglesia” en Bolivia, ya que se destacó por su ser misionera incansable sabiendo llegar a las periferias de su tiempo desde su compromiso eclesial a toda prueba. A ella se le pide en esta ocasión interceda por los logros del Congreso en esa tierra boliviana que vio los frutos de su celo misionero.

Finalmente, el símbolo de la cruz que acompañará el Congreso, recuerda la evangelización en el oriente boliviano, lugar de las misiones jesuíticas, mostrando los dos lados de la misión: la pasión y muerte que implica pero también la resurrección que engendra un verdadero compromiso misionero. Por eso es una cruz con flores –como se ha diseñado este símbolo- expresando ese doble movimiento.

Acompañemos, por tanto, el V CAM, renovando la dimensión misionera de nuestra vocación y animando a muchos a que la vivan en todo lo que hacen, especialmente, en su compromiso con los más pobres de cada momento, aquellos destinatarios privilegiados de la “Iglesia en salida” tal y como no se cansa de predicar Francisco, Obispo de Roma.


lunes, 2 de julio de 2018


El Papa a la Iglesia de Chile: “Que El crezca y yo disminuya”

Los acontecimientos vividos por la Iglesia de Chile no nos pueden ser ajenos. El sufrimiento que se ha vivido allí es sufrimiento de toda la Iglesia. Y la conversión necesaria que se necesita en la iglesia chilena, es conversión para toda la iglesia.

Recordemos brevemente los hechos que sucedieron. Cuando el Papa viajo a Chile en enero de este año le preguntaron sobre el obispo Juan Barros a quien lo acusan de encubrir los abusos sexuales contra menores cometidos por el sacerdote Fernando Karadima. El Papa respondió que eso eran “calumnias” y que hasta que no le llevaran pruebas no haría nada. Las víctimas quedaron muy dolidas por esas declaraciones del Papa porque previamente en uno de sus discursos había expresado que sentía dolor y vergüenza por lo sucedido en ese aspecto pero, con esas palabras, parecía que no iba a hacer nada y así su pedido de perdón no guardaba ninguna coherencia.

Pero el papa no se hizo sordo a este reclamo de las víctimas y reconoció haber cometido “graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada”. Pidió perdón a las víctimas y decidió mandar al arzobispo Charles Scicluna a Chile para que se entrevistara con las víctimas y escuchara las denuncias contra el obispo Barros. Una vez se terminó esa visita y el Papa recibió los resultados, convocó a todo el Episcopado Chileno a reunirse con Él en Roma.  Esa reunión tuvo lugar el pasado 15 de mayo y allí el Papa les leyó un documento que les pidió meditar durante su estadía en Roma para, a la luz de esas reflexiones, tomar las medidas pertinentes. En el momento de escribir esta reflexión lo que sabemos es que todos los obispos presentaron su renuncia al Papa para que, con libertad, tomara las decisiones más adecuadas de aceptar la renuncia o ratificarlos en su cargo en el esfuerzo de reparar todo el daño causado y devolver el vigor y autenticidad que la iglesia chilena nunca debió perder en la persona de sus ministros. (Tal vez cuando esto se publique ya se hayan tomado decisiones).

Pero lo que interesa reflexionar aquí son algunos apartes de ese documento porque a todos nos conviene meditarlos y vivirlos. El papa sitúa sus palabras en la cita de Jn 3,30 en la que Juan el Bautista dice “Es necesario que Él crezca y yo disminuya”.  La iglesia de Chile y la Iglesia universal ha de reconocer que por su organización institucional, el poder adquirido socialmente y su influencia en muchos espacios, puede olvidarse de que ella no ha de vivir para sí misma sino para anunciar a Jesucristo. Él es quien tiene que ser el centro, la razón y fin de toda la actividad de la Iglesia. Solo entonces, cuando no tema perder su prestigio puede sentirse libre para tener una voz profética que anuncie a Jesucristo y lo testimonie verdaderamente.

Francisco les invitó a ser una Iglesia profética que sabe poner a Jesús en el centro y por eso es capaz de “promover una acción evangelizadora que mira al Maestro”, “de hacer fiesta por la alegría que el evangelio provoca”, “de engendrar en la santidad a un hombre que supo proclamar con su vida que a Dios se le encuentra en los más pobres (refiriéndose al chileno San Alberto Hurtado)”,  “de generar espacios que acompañen y defiendan la vida de los diferentes pueblos, reconociendo la riqueza multicultural y étnica”, “de confesar que en nuestra historia ha habido injusticia, mentira, odio, culpa, indiferencia y por eso se ha de ser sincero, humilde y decir al Señor ¡Hemos pecado contra ti! (recogía las palabras del Cardenal Silva Henriquez en su homilía al terminar el año santo en Chile, 1974). Sintetizaba estos rasgos de una iglesia profética con lo que él mismo escribió en su Exhortación Gaudete et Exultate 6-9, recordando a Edith Stein de que la invitación más grande y fecundamente vital nace de la confianza y convicción de que “en la noche más oscura surgen los más grandes profetas y los santos” que cambian la historia aunque permanezcan invisibles muchas veces.

La segunda parte de la carta se centró en el “que yo disminuya” de la cita de Juan porque el Papa lo afirmó con todas las letras: la iglesia “dejó de mirar y señalar al Señor para mirarse y ocuparse de sí misma. Concentró en sí la atención y perdió la memoria de su origen y misión”. Una de estas consecuencias ha sido la realidad de los abusos sexuales pero podríamos decir que todas las otras realidades negativas que enfrenta la iglesia, son fruto de lo mismo. Allí donde no está Cristo la iglesia se aferra al poder, al honor o al tener y deja su misión verdadera.

El Papa concluye su carta señalando la urgencia de generar dinámicas eclesiales en consonancia con el Evangelio, evitar todo tipo de mesianismo que la haga creer que es la única intérprete de la voluntad de Dios olvidando que “la conciencia es el núcleo más secreto y sagrario del ser humano”. El Papa remarca una y otra vez la centralidad del bautismo que nos hace a todos miembros del Pueblo de Dios donde no pueden darse elitismos ni clericalismos. Lo único importante es el servicio al Señor en el hambriento, en el preso, en el sediento, en el desalojado, en el desnudo, en el enfermo, en el abusado…”. Esta Iglesia servidora es la que puede dar testimonio de que su centro es el Señor y su misericordia su inaplazable tarea.

Pidamos por la Iglesia chilena pero también por la nuestra y por toda la iglesia universal. Toda ella necesita conversión para avivar su carácter profético y cumplir su verdadera misión en el mundo.