En este espacio se consignan reflexiones sobre los hechos que suceden vistos desde la fe y con el ánimo de suscitar conciencia crítica, reflexión y compromiso cristiano.
sábado, 27 de agosto de 2016
Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 22C
Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 22C: El desafío de medir con la medida del reino DOMINGO VIGESIMOSEGUNDO - "C" Eduardo de la Serna Lectura del libr...
viernes, 26 de agosto de 2016
Blog de Eduardo de la Serna: Con las alas abiertas hacia el "sí"
Blog de Eduardo de la Serna: Con las alas abiertas hacia el "sí": Con las alas abiertas hacia el «sí» Eduardo de la Serna Conozco Colombia desde 1973. ¡Hace mucho! Y después de eso he venido ...
jueves, 25 de agosto de 2016
El 26 de Agosto
se conmemora la fiesta de la Transverberación de Santa Teresa de Jesús. Muchas
personas no conocen esta fiesta porque está más ligada a la espiritualidad del
Carmelo. Pero esta santa como doctora y mística de la Iglesia universal bien
merece la pena ser más conocida y celebrada. La palabra transverberación se
refiere a una experiencia de unión con Dios que la santa relato de la siguiente
manera en uno de sus escritos llamado “Libro de la vida” (cap. 29): “Vi a un
ángel hacia el lado izquierdo en forma corporal, muy hermoso, y vi en sus manos
un dardo de oro largo y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Me
parecía que me lo metía en el corazón y me llegaba a las entrañas. Al sacarlo,
me dejaba toda abrazada en amor grande por Dios”. También en una de sus poesías
lo expresó así: “Me hirió con una flecha enherbolada de amor, y mi alma quedó
hecha una con sus criador. Yo ya no quiero otro amor, pues a mi Dios me he
entregado, y mi Amado es para mí y yo soy para mí Amado”. Es decir, en esta fecha
se conmemora esa experiencia mística de unión de la Santa con el Señor, unión
que manifestó en el compromiso de su vida como reformadora del Carmelo pero,
sobre todo, como maestra de oración, legado invaluable para tradición
cristiana. Y es que en esa experiencia se resume la finalidad de la oración:
identificarse con el Señor de tal manera que sus asuntos sean los nuestros y su
voluntad sea la nuestra. No es algo reservado para santos excepcionales sino
para todo cristiano que busca un seguimiento fiel del Señor. La unión con Dios
es don suyo pero no es tan extraordinario como se creería. Es cuestión de
apertura al Señor, de disposición a escucharle, de fidelidad a las mociones del
Espíritu. De dejarse llenar de su amor y disponerse a servirle. Pidamos,
conociendo más a la santa, la capacidad de orar como ella para sentirnos unidos
al Señor de tal manera que sus caminos sean, efectivamente, los nuestros.
sábado, 20 de agosto de 2016
Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 21C
Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 21C: Jesús nos invita a un banquete si somos hacedores de justicia Domingo 21º durante el año – “C” Eduardo de la Serna Lectura d...
ALFABETIZACIÓN
TEOLÓGICA”: NECESARIA PARA UN LAICADO ADULTO
Alfabetizar
a la población es un deber ineludible y un derecho humano que no puede ser
negado a nadie. Por eso el interés de que los gobiernos garanticen ese derecho
a toda su población. Pero la alfabetización es mucho más que leer y escribir,
como afirmaba Paulo Freire: “Es la habilidad de leer el mundo, es la
habilidad de continuar aprendiendo y es la llave de la puerta del conocimiento.
Por eso no se deben detener los esfuerzos de los Gobiernos y la cooperación
internacional en este sentido".
En un sentido análogo podríamos hablar de la “alfabetización
teológica”. ¿Qué quiere decir esto? Que nuestra experiencia de fe no puede
quedarse solamente en experiencia –aunque esto sea lo fundamental y decisivo
para un encuentro con el Señor-. Necesita también entenderse, crecer y
desarrollarse continuamente, abrir mejores caminos para vivirla mejor y
fortalecerla. De ahí la necesidad de una adecuada catequesis y un cuidado de
esa vida de fe en todos los sentidos: sacramental, litúrgica, de servicio, etc.
Pero se puede apuntar un poco más alto: tener una formación teológica adecuada
de manera que “podamos dar razón de nuestra fe a todo el que lo pida” (1 Pe
3,15). Esto sería lo ideal para todo creyente y no simplemente por sacar un
título universitario –de eso no estamos hablando, aunque sería muy bueno que
más cristianos tuvieran una sólida formación teológica- sino por madurar en la
fe a la medida de la capacidad humana de reflexionar y entender
sistemáticamente toda su realidad.
Algunos le “temen” a la teología. Creen que su fe se pone en
peligro cuando les empiezan a explicar que la Sagrada Escritura hay que
interpretarla, que la manera de entender a Jesucristo, la Iglesia, la Virgen
María, los sacramentos, etc., ha evolucionado a lo largo de la historia, se han
dado avances y retrocesos, se han propuesto diferentes comprensiones, todo esto
como esfuerzos humanos por entender nuestra fe, sin que eso ponga en juego lo
fundamental: nuestra creencia en Jesús como Hijo de Dios, Salvador nuestro. Pero
quien tiene la suerte de recibir una buena formación teológica, esta se
convierte en fuente de crecimiento y de razonabilidad de la fe que se profesa.
Además la formación da sustento para modificar lo que se ve necesario cambiar,
para dejar de lado lo que han sido cargas históricas válidas para un tiempo
pero sin significado para el nuestro y, lo que es más importante, para
encontrar maneras de hablar de Dios “a la altura de estos tiempos actuales”, es
decir, en medio de un desarrollo científico y tecnológico y de una pluralidad
cultural y religiosa que exige reflexiones sólidas, propuestas razonables,
testimonios coherentes para este momento actual del que somos protagonistas.
Es verdad que hay diferentes corrientes teológicas y uno
puede sentirse perdido por no saber cuál privilegiar. A grandes rasgos hay una
teología que podríamos llamar “clásica” que sistematiza los misterios de
nuestra fe y hace mucho bien a la vida cristiana. Pero también se han abierto
camino, en estas últimas décadas, a lo que llamamos “teologías contextuales”
que nos han abierto los ojos a una fe que tiene que explicar y dar respuesta a
los problemas acuciantes de nuestra época: la situación de pobreza de muchos,
las discriminaciones vividas en razón del sexo, de la etnia, de la religión,
etc., la falta de cuidado del medio ambiente, las distintas culturas que hoy
ganan carta de ciudadanía y no pueden negarse como ocurrió en el pasado, la
pluralidad religiosa y, muchas otras realidades que surgen como desafíos a
nuestra fe y no podemos evadir si queremos ser responsables con el valor de la
religión para la vida. A todo eso se le llama teología de la liberación,
teología feminista, teología del pluralismo religioso, ecoteología, teología
intercultural, teología india, teología afro, etc.
Alfabetización teológica, por tanto, va más allá de la experiencia
de fe y nos invita a vivir la teología como “reflexión crítica sobre la
intelección de la fe”, reflexión que todos hemos de hacer para pasar de una fe
ingenua a una fe madura. En otras palabras, la teología no está reservada, como
en el pasado, para los clérigos. Es para todo el pueblo de Dios y con más razón
para un laicado que quiere ser adulto y comprometerse con la acción
evangelizadora de la iglesia con madurez y responsabilidad, con criterio y
reflexión, buscando hacer significativos los misterios de nuestra fe en esta
historia presente.
sábado, 13 de agosto de 2016
María: mujer libre y fuerte
El 15 de
agosto celebramos la Asunción de la Virgen María a los cielos. Este es un dogma
proclamado por el Papa Pío XII en 1950. El pueblo creyente entendió que María
era realmente la primera bienaventurada y por eso fue llevada al cielo. Es una
manera de expresar la plenitud de su vida, la comunión definitiva con Dios, su
papel privilegiado en la historia de salvación. Y no cabe duda del papel
definitivo que ella ha jugado en la fe cristiana. A tal punto que,
especialmente en latinoamericana, se ha afirmado que el pueblo es mariano por
encima de todo. Así lo comprueban los santuarios a los que tantos fieles acuden
con la certeza de que la madre de Dios no los abandona y responderá a todas sus
peticiones y necesidades. Además, poco a poco se ha ido recuperando una imagen
de María mucho más proactiva que ayuda a las mujeres a reivindicar su dignidad
y no sean reducidas a un papel secundario en la sociedad y en la familia. Así
lo podemos constatar en la manera como el Documento de Aparecida se refiere a
ella. La define como discípula y misionera y afirma que “del evangelio emerge
su figura de mujer libre y fuerte, conscientemente orientada al verdadero
seguimiento de Cristo” (266). Esto ayuda mucho a las mujeres porque María no
las invita a la resignación y al aguante pasivo –como se ha enseñado algunas
veces- sino a mantenerse en camino y abrir nuevas posibilidades. De la misma
manera en ese documento se reconoce a María como la que al proclamar el
Magnificat se muestra como una mujer capaz de comprometerse con su realidad y
tener una voz profética ante ella (451). Por esta manera de ser y de vivir, fue
asunta a los cielos. Por esto, celebrar esta festividad es también un compromiso
con las mujeres para que su dignidad sea reconocida plenamente en todos los
lugares y circunstancias.
domingo, 7 de agosto de 2016
Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 19C
Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 19C: Felices los que estén siempre al servicio de los hermanos/as DOMINGO DECIMONOVENO - "C" Eduardo de la Serna Lectura d...
viernes, 5 de agosto de 2016
Evangelizar más con obras que con argumentos
La
evangelización es una tarea que no depende sólo de nosotros. Es Dios mismo quien
nos invita a dar testimonio de lo que El realiza en nuestras vidas y en nuestra
realidad y sólo su gracia puede sostenernos en este empeño. Pero también es
esfuerzo nuestro y supone la responsabilidad de buscar los mejores medios para hacer llegar a muchos el anuncio.
Si miramos el
libro de los Hechos de los Apóstoles donde se nos narran los primeros esfuerzos
misioneros de dos grandes figuras de los orígenes cristianos –Pedro y Pablo-,
podemos aprender de ellos. Pablo, el apóstol de los gentiles, no tuvo el camino
fácil. Cuando pretendió evangelizar a los atenienses a fuerza de argumentos,
recibió como respuesta las burlas de unos y la salida más diplomática de otros:
“sobre esto te escucharemos en otra ocasión” (17,32). Y, aunque algunos
creyeron, no tuvo más remedio que marcharse. Más adelante parece que Pablo
aprende de esa experiencia y su mensaje se centra más en la acción del Señor
Jesús en su propia vida: “Sépanlo, no me envió Cristo para bautizar, sino para
anunciar el evangelio y no envolverlo en discursos sabios: de otra manera se
desvirtuaría la cruz de Cristo” (1 Cor 1,17). Pablo entiende que su anuncio ha
de centrarse en el Mesías crucificado “fuerza de Dios y sabiduría de Dios”
porque “la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana y la debilidad
de Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres” (1 Cor 1, 23-25).
Por su parte,
Pedro evangelizando se evangeliza a sí mismo –podríamos decir hoy-. Es en su
encuentro con Cornelio -quien no era judío- es donde se da cuenta que el
Espíritu desciende sobre judíos y no judíos y exclama: “¿quién podría negar el
agua del bautismo a quienes han recibido el Espíritu Santo, igual que
nosotros?” (Hc 10,47). Ya sus palabras no son una teoría aprendida –el señor le
había revelado que no debía considerar impuro a ninguna persona (Hc 10,28)-
sino una realidad que le cambia su corazón y su mente.
¿Qué aprendemos entonces de estos pasajes? No es la sabiduría de las
doctrinas lo que llega a los demás sino la cruz de Cristo. Pero esta cruz no
quiere decir un cristianismo de sufrimiento y tristeza sino la consecuencia de
quien viviendo como Jesús se empeña en transformar el mal a fuerza de bien. La
cruz es la consecuencia de no tomar el camino de las armas, ni el de la
imposición de las ideas por la fuerza, sino el camino del testimonio y la
fidelidad, a semejanza del siervo de Yahvéh: “no rompiendo la caña quebrada, ni
apagando la mecha que está por apagarse” (Is 42, 3). Esa cruz es la que tiene
valor redentor. Y, por otra parte, al estilo de Pedro, ir con los ojos bien
abiertos para dejarnos sorprender por los caminos de Dios que no siempre
coinciden con lo que creíamos saber de él. Es el caso de Cornelio que rompe con
toda la lógica establecida en la fe que profesaba Pedro y le hace reconocer al
Dios vivo presente en otras realidades nunca antes imaginadas.
La evangelización no es transmitir doctrinas sino comprometernos con
la transformación de nuestra realidad. En otras palabras “pasar haciendo el
bien” (Hc 10,38) como Jesús, para que sean las obras las que penetren en el
corazón del mundo y los frutos de la evangelización abarquen la complejidad y
novedad de esta historia que vivimos.
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