María: mujer libre y fuerte
El 15 de
agosto celebramos la Asunción de la Virgen María a los cielos. Este es un dogma
proclamado por el Papa Pío XII en 1950. El pueblo creyente entendió que María
era realmente la primera bienaventurada y por eso fue llevada al cielo. Es una
manera de expresar la plenitud de su vida, la comunión definitiva con Dios, su
papel privilegiado en la historia de salvación. Y no cabe duda del papel
definitivo que ella ha jugado en la fe cristiana. A tal punto que,
especialmente en latinoamericana, se ha afirmado que el pueblo es mariano por
encima de todo. Así lo comprueban los santuarios a los que tantos fieles acuden
con la certeza de que la madre de Dios no los abandona y responderá a todas sus
peticiones y necesidades. Además, poco a poco se ha ido recuperando una imagen
de María mucho más proactiva que ayuda a las mujeres a reivindicar su dignidad
y no sean reducidas a un papel secundario en la sociedad y en la familia. Así
lo podemos constatar en la manera como el Documento de Aparecida se refiere a
ella. La define como discípula y misionera y afirma que “del evangelio emerge
su figura de mujer libre y fuerte, conscientemente orientada al verdadero
seguimiento de Cristo” (266). Esto ayuda mucho a las mujeres porque María no
las invita a la resignación y al aguante pasivo –como se ha enseñado algunas
veces- sino a mantenerse en camino y abrir nuevas posibilidades. De la misma
manera en ese documento se reconoce a María como la que al proclamar el
Magnificat se muestra como una mujer capaz de comprometerse con su realidad y
tener una voz profética ante ella (451). Por esta manera de ser y de vivir, fue
asunta a los cielos. Por esto, celebrar esta festividad es también un compromiso
con las mujeres para que su dignidad sea reconocida plenamente en todos los
lugares y circunstancias.
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