jueves, 29 de diciembre de 2016

Comenzar un nuevo año ...
Es una oportunidad para abrirnos a nuevos horizontes. No porque el tiempo vaya a cambiar ni porque mágicamente se solucionen los problemas que traíamos. Pero sí, porque el calendario nos ayuda a fortalecer la esperanza y abrirnos a nuevos retos. Más aún cuando hemos celebrado las fiestas navideñas y hemos constatado que nuestra vida no está regida por un destino ciego sino por un amor divino que viene a quedarse con nosotros y a compartir por entero nuestra suerte. Entonces, lo que cambia no son las circunstancias pero si la renovada esperanza de que Dios está de nuestro lado. Comencemos nuevamente nuestras labores profesionales o estudiantiles con una fe despierta, atenta, disponible a dejarnos sorprender por Dios y a fortalecernos con su presencia. Si Él está de nuestro lado, nada puede faltarnos. Si Él nos ofrece su gracia, nada podrá derrumbarnos. Si Él se hace uno de nosotros, todo lo humano se vuelve oportunidad para encontrarlo. Tenemos por tanto, un nuevo año para crecer en nuestra fe y en la confianza en nuestro Dios. Dispongámonos entonces, a emprender nuestras tareas con corazón dispuesto para hacer de este año una experiencia de más entrega, más amor, más comprensión, más solidaridad. Muchas necesidades encontraremos a nuestro lado: no dejemos pasar la oportunidad de salir al encuentro y hacer todo lo que podamos para solucionarlas. Y en todo ello veamos la concreción de nuestra fe, el testimonio de nuestra esperanza. Como bien dice la carta de Santiago, la fe sin obras es muerta. Y las obras de la fe se realizan en el amor concreto y efectivo a nuestros hermanos, especialmente, los más necesitados. Obras de misericordia puntual a quien este en necesidad pero también trabajando por la justicia social y la defensa de los derechos humanos para que nadie quede fuera del plan divino y todos puedan reconocerse como hijos e hijas del mismo Dios Padre.

viernes, 23 de diciembre de 2016


Anunciar el evangelio desde la sencillez del pesebre
“Noche de paz, noche de amor…” Así comienza este bello villancico, entre los muchos que acostumbramos a cantar en Navidad, y que hablan de paz, de alegría, de fraternidad, de esperanza, de amor. Pero ¿cómo hacer realidad todos estos buenos deseos en lo concreto de la historia colombiana, tejida por tanto dolor y envuelta en tantas contradicciones? Este es el desafío para los cristianos –depositarios de un mensaje tan lleno de vida y plenitud para la humanidad-, mensaje que parece no logramos comunicar con la suficiente fuerza a los que nos rodean. 
La sociedad de consumo nos impondrá sus modas y nuestras casas se vestirán con los colores, adornos y luces que el comercio nos ofrece este año. Pero desde nuestra fe ¿qué ofrecemos? ¿qué compartimos? ¿qué estamos dispuestos a comunicar con la fuerza del testimonio? 
Hemos de mirar una y otra vez la escena de Belén para dejarnos impregnar de su significado y hacernos mensajeros del mismo. En Belén no hay ostentación ni opulencia. No están los grandes del mundo, ni se hacen presentes los títulos y jerarquías que dividen la sociedad en diferentes estratos económicos y culturales. En Belén no hay honores ni poderes. Por el contrario, en Belén todo es sencillez, simplicidad, desprendimiento, naturalidad, paz. El Niño Jesús nace en un pesebre (Lc 2,7) y son los pastores, sin ningún protagonismo en la sociedad de ese tiempo, los que reciben el anuncio y se disponen a ir hasta aquel lugar para conocer al Niño (Lc 2,15). Y en ese ambiente tan sencillo y desconocido para tantos, se hace presente el Salvador del mundo (Lc 2,11) y esa Buena Noticia se ofrece a quien quiera escucharla.
Nuestra vida tiene, por tanto, el desafío de situarse en un ambiente de sencillez y naturalidad. Y desde allí anunciar aquello que se nos ha confiado. No será por imposición o con las estrategias del mundo como podremos comunicar el mensaje de salvación que el Niño de Belén nos trae. Será con un verdadero testimonio de desprendimiento y libertad como la presencia de Dios podrá llenar los ambientes que frecuentamos. Y será sobre todo yendo a los pobres, los últimos de la sociedad, los que no son tenidos en cuenta por nadie, como la Buena Noticia se hará fecunda en nuestro mundo. 
No es que la iglesia tenga que dejar de hacer su apostolado con la clase rica o clase media pero no será allí donde el evangelio se hará más fecundo. No por acaso Marcos nos relata la historia del joven rico que al escuchar la llamada de Jesús y sentir su mirada cariñosa, no fue capaz de seguirlo y “se fue triste porque tenía muchos bienes” (Mc 10, 17-22). Tantos siglos de educación de las élites por parte de estamentos eclesiales, no parecen haber dado el fruto esperado, según se puede constatar en la organización social promovida por estas élites educadas por la Iglesia. Para hacer posible un mundo fraterno y sororal, con justicia social, donde nadie quiera acaparar más de lo que necesita, se requiere otra escala de valores que no pretenda combinar los intereses personales con el bien común. El evangelio es una oferta osada y radical: poner en el centro de la vida y de las opciones a los más pobres para desde allí generar estructuras de inclusión y de reparto equitativo de todos los bienes.
Navidad nos recuerda todo esto y nos invita a dejar de lado nuestras búsquedas personales para preocuparnos por la justicia social y la paz. Y en Colombia estas son imperativos inaplazables. Sin justicia social no puede haber paz. Por eso buscar otros modelos económicos y romper con lo que “siempre fue así” es una tarea que debemos asumir, aunque sea tan difícil y luego se pague tanto por intentarlo (algunos gobernantes sufren real persecución por sus políticas sociales). Y la paz es tarea de todos pero se necesita que todos la queramos y no pongamos tantos tropiezos, ni busquemos impedirla (como se ha visto recientemente por algunos que siguen creyendo que será con las armas como se consigue la paz).
Dispongamos, entonces, a vivir desde el pesebre de Belén esta Navidad, asumiendo las actitudes que de allí se desprenden, renovando nuestro compromiso con el anuncio de las Buenas Noticias al estilo del evangelio: Dios viene a los más pobres, nos invita a su encuentro desde ellos, nos confía la construcción de la justicia social para que pueda haber inclusión de todos sus hijos e hijas. Sólo entonces, “la paz de Dios, que es mucho mayor de lo que se puede imaginar, guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fp 4,7).

lunes, 19 de diciembre de 2016


Un Niño nos ha nacido: “Príncipe de la paz”



Nos acercamos a una época muy bonita: la navidad. Todo se vuelve alegría y fiesta y parece que la gente se llena de amabilidad y simpatía. Mucho depende del ambiente exterior, por supuesto, pero también hay una fe sincera, especialmente, en la gente más sencilla, que disfruta de hacer el pesebre, rezar la novena, adornar su casa y esperar al Niño Dios con esa confianza que solo los pobres saben vivir con tanta autenticidad. Pero esa alegría no será completa en Colombia porque vamos con dos meses de retraso de la oportunidad de haber emprendido el camino hacia la paz. Algunos dirán que no se ha perdido el tiempo porque repensar los Acuerdos de Paz permitirá mejorarlos. Ojala que así sea. Pero lo cierto, es que seguimos urgidos de comenzar un nuevo momento en nuestra historia.
En estas circunstancias, las palabras del profeta Isaías pueden reforzar nuestra esperanza y hacer de esta navidad tiempo propicio para empeñarnos en abrir caminos a la paz, sin descanso, ni tregua. Somos el pueblo que todavía anda en la oscuridad pero que necesita ver esa gran luz que nos trae el Niño Jesús. Un Niño que “ha deshecho la esclavitud que oprimía al pueblo, la opresión que lo afligía, la tiranía a la que estaba sometido” (Is 11, 4). Un niño que nace de nuevo con un solo poder: el de ser “Príncipe de la paz” (Is 9, 5). Pero un principado basado en la “justicia y el derecho” (Is 9,6), capaz de crear “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Is 65, 17) donde “no habrán allí más niños que vivan pocos días o ancianos que no llenen sus días (…) edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán de su fruto (…) disfrutarán del trabajo de sus manos (…) lobo y cordero pacerán juntos, el león comerá paja como el buey y la serpiente se alimentará del polvo, no harán más daño ni prejuicio en todo mi santo monte” (Is 65, 20-25).
No es suficiente afirmar que con invocar a Dios y pedirle por la paz, esta llegará. Con consignas parecidas algunos se escudan del compromiso sociopolítico al que todo cristiano está llamado. Y no porque Dios no sea la fuente y garante de la auténtica paz, sino porque precisamente en el misterio de la encarnación que celebramos en cada navidad –Dios hecho ser humano entre nosotros- el verdadero seguimiento de Jesús no se hace en el ámbito de lo privado, de lo íntimo, de un cierto “espiritualismo”, sino en el ámbito de la historia, la vida, la alegría, la justicia, las relaciones humanas, los proyectos de todo tipo, la vida misma en la que nos jugamos todos los días la veracidad de nuestra fe y el sentido del Dios en quien decimos creer.
El Niño Jesús se hizo ser humano para vivir con todas las consecuencias la historia de su tiempo. No ahorró esfuerzos para compartir la suerte de sus contemporáneos. Se puso del lado de los pobres y mostró con su cercanía y acciones el amor de Dios hacia ellos. Por eso se ganó la cruz y en fidelidad al Dios que anunciaban sus palabras y obras, asumió el desenlace de su vida. Y la última palabra no la tuvo la muerte sino el amor de Dios que levanta a todos los caídos de la historia.
Por esto, la paz en Colombia necesita cristianos comprometidos con la vida, el perdón, la misericordia, la reconciliación, la esperanza en que un nuevo comienzo es posible. Es tiempo de dejar los intereses personales y mirar el bien común, especialmente, el bien de las víctimas directas del conflicto armado. El Niño Dios, Príncipe de la paz, nace para quedarse entre nosotros ¿le sabremos acoger en este presente desafiante que vivimos? ¿seremos como Él verdaderos gestores y artesanos de la paz? ¿cambiaremos nuestra idea de que unos son los malos y otros los buenos para reconocer que en este conflicto todos llevamos mucha responsabilidad? Ojala sepamos responder afirmativamente estas preguntas y en esta navidad comience en Colombia una historia distinta donde la paz sea nuestro empeño y el perdón y la reconciliación el medio para alcanzarla.  

viernes, 9 de diciembre de 2016


Adviento: tiempo de alegría y conversión

Llegó adviento y pronto estaremos celebrando la navidad. Una vez más el misterio de la encarnación se ofrece a nuestra consideración y tendremos la oportunidad de profundizarlo e intentar entender lo que significa. Pero tal vez una vez más el ruido, la fiesta y el consumo desmedido nos van a impedir contemplar esta realidad. ¿Qué significa que el Hijo de Dios se encarne en nuestra historia? ¿qué se haga uno de los nuestros? ¿qué comparta su suerte con los más pobres y excluidos de la tierra? Es importante no desvincular una pregunta de la otra porque Jesús se encarna pero no en una realidad neutra. Escoge un lugar social que tiene mucho que decirnos a todas las generaciones.

El que Jesús nazca entre los pobres es un signo profético a la manera de la profecía de Isaías “Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel” (Is 7, 14) o el signo que recibieron los pastores “y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2, 12). Pero estos signos no son acogidos por los contemporáneos y el Dios cercano y comprometido con su pueblo no puede hacer efectivo su reinado en medio de ellos. Y eso sucede tantas veces en nuestra celebración anual de navidad. El Niño del Pesebre sigue allí en tantos pesebres pero no alcanzamos a verlo, no entendemos lo que significa su venida.

Es verdad que la navidad rompe barreras sociales, culturales y religiosas y en nuestro país esos días se convierten en posibilidad de encuentro y celebración. Pero también es verdad que mientras navidad no sea un tiempo de compromiso solidario y ayuda eficaz a los hermanos, no tiene nada que ver con el misterio de nuestra fe. Jesús no necesita que cantemos villancicos ni recemos la novena. Tampoco necesita que hagamos colectas de regalos para los pobres. Somos nosotros los que necesitamos entender que mientras todos no compartamos los bienes de la tierra y no trabajemos por la justicia social, el Niño Dios del Pesebre no habita entre nosotros. Y si Él no habita, las novenas, los villancicos y los regalos que damos, se convierten en tranquilizadores de conciencia que nos alejan cada vez más del Dios vivo y desdicen nuestra fe y testimonio.

Adviento es tiempo de alegría y de conversión. Convertirnos al Niño del Pesebre que nos habla de los pobres de este mundo y nos compromete con ellos. Que nos invita a despojarnos de las cosas que nos atan y esclavizan. Que nos hace recuperar la sencillez que brota del amor hacia todos y de la libertad de los que no se apoyan en los privilegios y honores de este mundo.

En un país como el nuestro que celebra tanto la navidad, no se puede comprender que no haya más conciencia crítica, más justicia social, más solidaridad, más ciudadanía, más honestidad, más fe. Es urgente aprovechar este tiempo de adviento para pedir la gracia de la conversión porque la vitalidad de nuestra fe y la eficacia de la evangelización, se juega en la autenticidad de nuestras celebraciones y en los cambios que efectivamente producen.

lunes, 5 de diciembre de 2016


Comenzando el Adviento

Entramos al tiempo de Adviento, tiempo de preparación gozosa para la celebración del misterio central de nuestra fe: la encarnación del Hijo de Dios.
Como todo tiempo de preparación, hemos de estar atentos, alertas, dispuestos para la llegada de este inicio del año litúrgico. Pero este tiempo tiene una característica propia: es una preparación alegre, confiada, gozosa. Y no es para menos: Dios mismo viene a nuestra historia, se hace pequeño y frágil para entrar a nuestro mundo sin imposiciones ni arrogancias, sino desde lo sencillo, lo escondido, lo que pasa tantas veces desapercibido.
Adviento nos conecta con la esperanza cristiana que fundamenta nuestra vida. Una esperanza no en algo sino en Alguien, en un ser humano como nosotros, Jesús –el Hijo de María- que porque asumió en verdad nuestra condición humana, pudo darnos la vida de Dios, meta de nuestra esperanza.
Ahora bien, ¿cómo vivir este tiempo con fecundidad? Es necesario preparar todas las dimensiones de nuestro ser. Por una parte, la dimensión afectiva. Aprender a acoger con el corazón estos misterios que nos desbordan y que no podemos explicar con la racionalidad, so pena de quedar en un laberinto sin salida. Adviento es tiempo de oración, escucha, atención, acogida, disposición. Tiempo de admirarnos y sorprendernos porque nuestro Dios haya escogido este camino para entrar en nuestra historia. Es momento de agradecimiento porque Dios mismo se ha puesto en camino para salir a nuestro encuentro, para hablar nuestro lenguaje, compartir nuestra precariedad.
Pero también hemos de trabajar la dimensión racional no tanto para buscar explicaciones lógicas –como acabamos de decir-, sino para tener una formación adecuada al discipulado misionero, tan necesaria y urgente para una vivencia de nuestra fe responsable y acorde con los desafíos actuales. Una formación que no sea adoctrinamiento o basada en el principio de autoridad –esto es así porque lo dijo tal o cual autoridad- sino una formación que asume las preguntas de hoy, las reflexiona, las debate y busca caminos de solución. A modo de ejemplo, el cuestionario que se presentó para preparar el Sínodo extraordinario sobre la familia en 2014, es una buena muestra de una fe que quiere darle nombre a los problemas actuales, preguntar directamente por ellos, no evadirlos, sino afrontarlos. Sin duda la Exhortación Apostólica Amoris laetitia recoge algo de esas inquietudes pero, precisamente por eso, este documento está levantando polémica y no hay que tener miedo. Es necesario pensar y avanzar en lo que puede ser distinto.
No menos importante es la dimensión relacional que nos conecta con todos los seres de la creación y nos invita a sentirnos parte de un todo mayor para el que no es ajeno ningún ser creado –animado o inanimado. Esto hoy se llama una mirada holística, más englobante, más integral, más compleja. Formamos parte de un cosmos, nuestra casa común, y todo lo que en él existe está llamado a la salvación en Cristo.
Y en el centro de toda esta preparación, hay que preguntarse por lo más importante del adviento: ¿quién es el Dios que viene? ¿cómo hemos de reconocerlo? ¿dónde podemos encontrarlo? Y ahí es donde nuestra mirada ha de situarse en el lugar donde Jesús nace: en los más pobres, en lo que son excluidos por no adaptarse a lo establecido, en los que la lógica del mundo y aún más, la lógica de las normas cristianas establecidas- no considera valiosos porque no cumplen con los preceptos. El Dios que viene es el del amor incondicional que no está esperando méritos de sus hijos/as. Precisamente él ha decidido venir a los que no los tienen, a los que no los pueden cumplir. Es el Dios que come con pecadores y publicanos (Lc 15, 2) y que no utiliza la fuerza, la cohesión o el miedo para llamarlos al cambio de vida. El amor es la única mediación que emplea y no teme el fracaso que pueda traer consigo. Por eso asume con libertad su muerte y confía en la última palabra que viene de Dios mismo: la muerte no es el fin sino la resurrección del Hijo de Dios. Porque Él ha resucitado, nuestra esperanza sigue firme y no tememos escoger el mismo camino escogido por él para comunicar la Buena Noticia del Reino.  
Vivamos entonces desde el espíritu alegre y confiado la “preparación de los caminos del Señor” (Mt 3,3) para que este año, el Niño Jesús que viene, sea acogido, aceptado y reconocido en tantos pesebres de la historia que lejos de ser estigmatizados o excluidos han de ser incluidos y aceptados, señal del Dios amor que viene y con su presencia transforma todos los corazones y todas las realidades.

domingo, 27 de noviembre de 2016


En adviento: desarmar los corazones para construir la paz

La ciudad se vistió de navidad desde hace mucho y los almacenes se preparan para vender más que los años anteriores. No hay límite a la creatividad y a la innovación para hacer novedoso este tiempo e involucrar a más personas en el consumo desmedido. El ambiente envuelve a todos y no hace falta ser creyente para involucrarse en la fiesta, los regalos y la alegría que permea, en estos días, los hogares y los establecimientos públicos.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con el nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros? Es verdad que el sentimiento de alegría y de encuentro se relaciona, en cierto sentido, con la venida del Niño Jesús. Pero el consumo y el derroche de estos días, desdice totalmente el significado profundo de este misterio de fe que celebramos.

Adviento -tiempo de preparación y de cambio- es posibilidad de transformar nuestra vida y nuestra realidad para acoger al Dios que viene. No es sólo cambiar de color en los signos litúrgicos –pasamos del ‘verde’ del tiempo ordinario al ‘morado’ del tiempo de adviento- o adornar el templo -a veces de manera tan similar a los almacenes comerciales que no se nota mucho la diferencia- sino prepararnos por dentro, revisar nuestras actitudes, abrirnos al don divino que se acerca.

La lectura de Isaías de este primer domingo de Adviento nos invita a este cambio: “caminar a la luz del Señor” (Is 2, 5) y transformar “las espadas en arados y las lanzas en podaderas” (Is 2, 4). Es decir, el “Dios con nosotros” se comprometió a vivir nuestra historia, a acompañarnos en nuestro camino, a iluminar todas nuestras sendas. Pero no sólo esto. También se comprometió a transformar nuestra vida del egoísmo a la vida que surge del amor, de la solidaridad, de la entrega generosa.

Esta Palabra de Dios puede hacerse viva hoy en nuestro contexto colombiano. Aunque sea tan difícil “desarmar” las estructuras de guerra –las dificultades para apoyar los Acuerdos de Paz, lo muestra -, no es imposible. Por el contrario, la tarea depende también de nosotros y no sólo de las estructuras “oficiales” que decidirán sobre los Acuerdos. Podemos dejarnos iluminar por “la luz del Señor que viene” para descubrir en nuestra vida todas aquellas actitudes que no construyen bien y verdad. Nadie nos impide crear espacios cotidianos llenos de apertura y solidaridad, de encuentro y acogida de lo diferente. Podemos dar de lo que tenemos y reconocer en todas las personas la presencia de Dios mismo. Dejarnos tocar por tantas situaciones de dolor que golpean a nuestros contemporáneos y buscar solucionarlas.

Empeñarnos también en transformar personal y comunitariamente toda actitud beligerante, toda idea que cree división, toda postura que impida la fraternidad. En el día a día se puede desarmar el corazón. Más capacidad de desprendimiento y menos de posesión. Más entrega y menos egoísmo. Más comprensión y tolerancia y menos exigencia y descalificación. Construir la paz en nuestro microcosmos para que se extienda y transforme lo macro.

Los corazones desarmados hacen posible el deseo de Dios sobre la humanidad: aquella tierra nueva dónde “una nación no se levante contra otra y no se adiestren más para la guerra” (Is 2, 4). Palabras que parecerían vacías en este contexto actual donde la guerra amenaza constantemente. Pero tarea propicia para la vida cristiana que no cesa de apostar por la paz aunque tantas veces sólo tenga el pequeño “grano de mostaza” (Mt 13, 31) –un Dios hecho carne en un pesebre- entre sus manos.

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario adviento 1A

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario adviento 1A: En nuestro presente, nuestra vida debe testimoniar lo que esperamos DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO - "A" Eduardo de la Ser...

viernes, 25 de noviembre de 2016

Eliminación de toda violencia contra la mujer

Hoy 25 de noviembre se conmemora el día internacional de eliminación de la violencia contra la mujer. Conviene que no pase desapercibida esta fecha porque cada vez se reconoce más que por el hecho de "ser mujer" se sufre más violencia. Duele constatar que algunas mujeres no reconocen esta realidad todavía y desprestigian a quienes se ocupan de esta causa. Según datos registrados por el Observatorio Nacional de Derechos Humanos, desde enero de 2015 hasta hoy se han registrado al menos 105.729 episodios de violencia basada en el hecho de ser mujer (es decir en el género femenino). En más del 80% de los casos de violencia sexual, física y psicológica, las víctimas fueron mujeres. Más de 4 millones han sido víctimas del conflicto armado. Y muchas mujeres siguen sufriendo violencia en el seno del hogar, algunas o muchas con violencia física pero muchas otras con violencia psicológica y subordinación callada a lo que decida su esposo y, en otros casos, sus hijos. Y todavía estamos lejos de una sociedad donde se vea que los puestos de responsabilidad son ocupados en condiciones de igualdad por mujeres y varones. Hay mucha tarea por hacer. Pero sobre todo hay mucha mentalidad que cambiar en varones y mujeres. Ellos, no saliendo con la excusa de que también sufren y que les cansa que las mujeres estén denunciando la realidad que viven. Por supuesto que sufren pero no en razón de su género. Esa es la diferencia. Y no deben cansarse porque también es su responsabilidad lograr que todos los seres humanos gocen de plena dignidad. Y las mujeres liberándose de esa mentalidad colonizada por el patriarcado que las hace rechazar la causa de las mujeres -que es la suya- y las lleva a afirmar que no sufren ninguna violencia o discriminación. Si fuera así, bien por ellas, que no se olviden que muchas otras mujeres si continúan sufriendo esta realidad.
Conmemoremos pues, con compromiso y audacia. Sin cansarnos en denunciar esa situación y sin renunciar al sueño de una sociedad donde mujeres y varones tengan las mismas posibilidades y no sufren ningún tipo de violencia en razón de su género.

jueves, 24 de noviembre de 2016

De nuevo despertando la esperanza! Firma definitiva del Acuerdo de paz

No ha sido fácil superar el traspiés del NO al Plebiscito. Y más difícil ver a gente empeñada en que no se comience el camino de la paz. Ni la constatación de los engaños que manejaron los voceros del NO, ni los cambios efectivos que se han dado en este nuevo acuerdo, ni la voz de tantos jóvenes y tantas personas que reconocieron el error cometido al no votar o al votar por el no, ni el darse cuenta que e...sa postura testaruda solo sirve para empoderar a personajes tan nefastos para el país como Uribe y Ordoñez.... nada de eso ha logrado que algunas personas dejen de empeñarse en poner trabas al camino de la paz....
pero, afortunadamente, hoy vuelven a firmarse los Acuerdos y esperamos, el congreso los refrende.
Somos conscientes de que la firma del Acuerdo no trae de inmediato la paz pero es el único e imprescindible paso para comenzar a forjarla.
Estimula que la Iglesia colombiana (al menos el presidente de la Conferencia Episcopal - Mons. Luis Augusto Castro) ha expresado claramente su apoyo a este nuevo acuerdo. Pero sobre todo anima la postura decidida y firme de las víctimas, de tantos defensores de los derechos humanos, de tantísimos jóvenes y de muchas personas que no han descansado en todos estos días porque no se perdiera el esfuerzo de todos estos años y se firmara este nuevo acuerdo.
Sigamos acompañando este momento tan crucial para nuestro país. Ahora sí, "que prime la sensatez" en nuestros corazones y dejemos la mirada miope y egoísta que sólo trae dolor, violencia y retraso para la paz, y con la esperanza que nace de la bondad humana que anida en tantos corazones y, por supuesto, de la fe de los que nos decimos creyentes, trabajemos por la paz, seamos "artesanos de la paz" (Mt 5, 9)

martes, 1 de noviembre de 2016


El “género”: ¿Teoría o ideología?

En el país se han levantado grandes controversias por la llamada “ideología de género” que según se dice se quiere introducir en los colegios o que atraviesa los Acuerdos de paz o a la que se ha referido el Obispo de Roma, Francisco, por ejemplo, en la Exhortación Amoris Laetitiia (56): “Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada ‘gender’ que ‘niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer (…) No hay que ignorar que ‘el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender) se pueden distinguir pero no separar”. Sin embargo, junto a esto, en la academia, en los proyectos sociales y en otras instancias políticas y culturales, se incorpora cada vez más la “teoría de género” porque es una categoría de análisis que, por una parte, deconstruye estereotipos culturales y, por otra, permite incluir a los que, con base en esos estereotipos, se les ha dejado de lado o en condiciones de subordinación. Es decir, es muy importante distinguir que una cosa es lo que se llama “ideología de género”, que parece negativa; y muy otra cosa es una teoría de género, que es necesaria e indispensable. De ahí la necesidad de discernir y “quedarse con lo bueno”.
Concordamos con la explicación que da Francisco sobre la ideología de género en su Exhortación. Pero también estamos de acuerdo con la “teoría de género”, entendida como aquella que nos ha hecho comprender que el hecho de nacer mujer o varón (biológicamente hablando) no debe determinar (culturalmente hablando) que la mujer sea “sentimental, intuitiva, impulsiva, casi irracional por todo lo anterior”, etc., y el varón sea “racional, frío, independiente, de grandes proyectos, capaz de dirigir naciones y empresas, líder innato”, etc.
Esas actitudes que se atribuyen a las mujeres y a los varones en razón de su sexo biológico han llevado a que las mujeres sean consideradas de segunda categoría, se les haya negado la posibilidad de estudiar, limitadas a los oficios domésticos, dependientes de los varones, incapaces de llevar su propia vida y, a los varones, se les haya hecho sentir dueños de todo, incluidas las mujeres y, además, se les haya impedido ser tiernos, llorar, ocuparse de la crianza de los hijos, etc. Todo esto se corresponde a lo que antes llamamos “estereotipo cultural” y que ha hecho mucho daño a varones y mujeres. La categoría “género” ha permitido darnos cuenta de que eso no debe ser así.
También esta categoría ha permitido “incluir” a los que han permanecido excluidos. Cuando se habla de perspectiva o enfoque de género lo que se pide es que se incluya, especialmente a las mujeres –porque han sido las más excluidas en el sistema patriarcal de nuestras sociedades (machismo que el Papa también señala) en todas aquellas instancias en las que no se les ha permitido entrar o no se les quiere dejar entrar o no se toma conciencia de que deben entrar. Y también este enfoque de género quiere responder a las necesidades particulares de mujeres y varones frente a la realidad. En el caso de los Acuerdos de Paz, hay claramente un enfoque diferencial de género que toma en cuenta las situaciones particulares de las mujeres –especialmente- pero también de los varones, para restituirlos tal y como cada género precisa. Ciertamente este enfoque no es negativo ¡sino todo lo contrario!
Pero lo que ha asustado tanto, por ejemplo, en los Acuerdos de Paz es que también los excluidos de nuestra sociedad son la población LGBTI y un país que pretende construir la paz no puede dejarlos fuera. Son colombianos, compatriotas, verdaderos hijos e hijas de nuestro Dios. Ante este hecho inobjetable el mismo Papa dijo: “Si una persona es gay, ¿quién soy yo para juzgarla?
En fin, todo lo anterior implica muchos aspectos y no alcanza este espacio para tratarlos. Pero lo que interesa desde una responsabilidad humana y cristiana es tomar conciencia de que cuando se habla de “género” hay que distinguir entre “ideología” y “teoría” y no es ético ni cristiano, llamar a todo ideología, cuando lo que hay en juego es la dignidad de las personas y la superación de estereotipos de opresión. El cristiano ha de saber dialogar y no puede actuar bajo imaginarios sino con razones válidas, que permitan la convivencia, la tolerancia y la verdad, en este mundo actual, irreversiblemente plural a nivel cultural y religioso. Además, un mundo en el que la Palabra de Dios sigue vigente, siempre y cuando sepamos ofrecerla como Buena Noticia de salvación y no como arma de condena y exclusión, tan lejano esto a la praxis del Reino anunciada por Jesús.

viernes, 21 de octubre de 2016


Busquen primero el reino de Dios

Hemos hablado en varias ocasiones de entender bien el mensaje de la Sagrada Escritura y hoy reflexionaremos sobre un conocido versículo que invocamos muchas veces, en la Misa, antes de la lectura del evangelio. Me refiero al texto de Mateo: “Busquen primero el reino y la justicia de Dios y todas esas cosas vendrán por añadidura” (6, 33). “Esas cosas” a las que se refiere este pasaje según lo que dice el mismo texto, versículos antes, son las preocupaciones básicas para una vida digna tales como el comer, el beber, el vestido, y no las “riquezas y lujos” que, en la situación de pobreza que vive nuestro mundo, constituyen un escándalo y contradicción con nuestro ser cristiano (Documento de Puebla, 28). 

Sin embargo, en más de una ocasión he escuchado a personas aplicarse a sí mismas este pasaje porque entienden por “reino” el ser muy “piadoso”, es decir, rezar mucho, frecuentar los sacramentos, invocar el nombre de Dios muchas veces al día, y, como ellas se perciben así, se sienten seguras de estar “buscando el reino”. Pero ahí no acaba todo. Concluyen que las riquezas que poseen –que generalmente son bastantes - son la bendición que Dios les da por esa fe tan grande que tienen (esto, sin duda, remite fácilmente al fariseo del evangelio que podía gloriarse ante Dios por no ser como el publicano -Lc 18,9-14 y hace pensar por qué será que Dios no bendice a tantos pobres que lo invocan continuamente…).

Pero volviendo a nuestro tema, en esa manera de interpretar las cosas, es que se puede distinguir entre una fe al servicio de justificar el status social –que casi siempre corresponde a un nivel alto económicamente hablando- de la fe que surge del seguimiento al Jesús de los evangelios. Cuando Mateo no habla del reino de Dios se refiere a la praxis de Jesús que, conviene recordar, sus mismos contemporáneos rechazaban: “Este acoge a los pecadores y come con ellos” (Lc 15,2). Más aún, lo criticaban duramente diciendo: “Ahí tienen a un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores” (Lc 7, 33-34). Y es que Jesús se dedicaba a sentarse a la mesa con los despreciados de la sociedad, bien fuera por estar enfermos, por ser pobres, por ser pecadores, por no ser judíos, por ejercer una profesión considerada no digna, por ser mujer, etc., y esto lo hacía porque la mejor imagen del reino que El anunciaba era la de la “mesa común” donde todos pueden sentarse en condiciones de igualdad por ser hijos e hijas del mismo Dios Padre-Madre.

Para Jesús el reino nunca fue rezar todo el día. Oraba y, muchas veces, pero para no decaer en el anuncio del reino que, como acabamos de ver, le traía tantas críticas e incomprensiones. Rezaba para no dejar de ver a los excluidos de su tiempo como hijos e hijas de Dios. Rezaba para dedicarse a la construcción de la fraternidad, de la inclusión, de la casa común, de la justicia social, como lo único “absoluto”. Y porque se dedicaba a lo único absoluto, no tenía tiempo para dedicarse a otras realidades, por buenas que sean, comenzando por el garantizar las condiciones básicas para vivir o el formar una familia o dedicarse a una profesión.

Es a eso a lo que el texto de Mateo se refiere. Buscar “primero” el reino, por lo tanto, más que remitirnos a tener un tipo de piedad intimista nos remite a esa dedicación real y efectiva “con toda la mente, corazón y fuerzas” (Dt 6,4) al amor al prójimo y al servicio de los más débiles. Nos compromete con la justicia social. Nos hace imposible pensar en nuestro propio bienestar cuando la pobreza está tan presente en nuestra realidad. Nos hace proclamar que no se puede ser cristiano y no velar por la suerte de los más pobres. La consecuencia de esa dedicación exclusiva al reino –a éste, al anunciado por Jesús- nunca serán riquezas materiales y menos lujos excesivos, será la misma suerte de Jesús y la de tantos otros santos y santas que han entregado su vida por la dedicación exclusiva al reino de Dios.

Ojala que el encuentro con el Jesús de la historia, con el que se encarnó en nuestra realidad, con el que se jugó la vida por los últimos de su tiempo, llene de contenido y significado el “reino” y, se note entonces, que tenemos libertad efectiva de las cosas porque nuestro corazón esta acaparado, dedicado, entregado a la construcción de la mesa común, lugar donde Dios, efectivamente, reina.

lunes, 17 de octubre de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Ideología de género

Blog de Eduardo de la Serna: Ideología de género: “Ideología de género” Eduardo de la Serna Campaña del ex procurador en favor del "no" argumentando "ideología de gé...

domingo, 16 de octubre de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 29C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 29C: Dios har á justicia a sus amigos DOMINGO VIGESIMONOVENO - "C Eduardo de la Serna Lectura del libro del Exodo     1...

sábado, 15 de octubre de 2016

Recordando la memoria de Santa Teresa y Santa Teresita
El 1 de Octubre celebramos la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús y el 15 de octubre la de Santa Teresa de Jesús. Ambas, religiosas carmelitas de clausura, de épocas distintas –Santa Teresita nace en 1873 y muere a la edad de 24 años. Santa Teresa en 1515 y muere en 1582. La primera francesa, la segunda española. Las dos proclamadas “Doctoras de la Iglesia” lo cual significa que las dos dejaron un legado espiritual para la humanidad. Santa Teresita sin salir del convento fue nombrada patrona de las misiones. Santa Teresa conocida como la “andariega” porque aunque era de clausura su espíritu renovador la llevó a muchas correrías apostólicas fundando más de 12 Carmelos más fieles a los orígenes. Las dos, personas de oración profunda y de confianza absoluta en Dios y ambas capaces de enseñarnos cómo vivir la espiritualidad con audacia y espíritu renovador.
De la mano de Teresa de Jesús podemos introducirnos en el camino de oración. Para ella la oración es “tratar de amistad muchas veces, a solas, con quien sabemos nos ama”. Es decir la oración es un encuentro de amigos, un encuentro asiduo, un encuentro basado en la confianza y en el amor. Un encuentro íntimo que no significa individualismo ni intimismo, un encuentro a solas con Dios que no significa lejanía de los otros ni del mundo. En estos tiempos en que se buscan experiencias espirituales de recogimiento, silencio, comunión con la naturaleza, armonía interior, escucha del yo profundo el legado de santa Teresa recobra todo su vigor. Pero hay que practicarlo para comunicarlo, hay que disfrutarlo para mostrar sus posibilidades. Los cristianos estamos en deuda de aportar al mundo la capacidad de silencio y oración. De encuentros con Dios que transforme nuestra vida y de experiencias de oración que nos comprometan con el mundo mejor que deseamos.
Con Teresita del Niño Jesús podemos aprender la dinámica de la confianza. Esta actitud nos permite relacionarnos auténticamente con el Dios de Jesús porque no es una confianza que cae en la pasividad o la resignación sino es la confianza activa de quien sabe que realmente el amor de Dios es total y gratuito y no depende de nuestros méritos. Cuando se confía en el otro se encuentran las fuerzas necesarias para empeñarse en el trabajo diario sabiendo que “Él cuida de los lirios del campo y si hace esto con las flores ¿no hará mucho más por nosotros?” (Mt 6,28.30). La confianza de Teresita la llevó a hacer todo como si sólo dependiera de ella pero sabiendo que todo dependía de Dios. Para un mundo que vive desconfiado y una sociedad basada en la ganancia que se obtiene, una espiritualidad que confía y se entrega puede aportar otra lógica para las relaciones, otra manera de valorar y producir fruto.
La vida de estas dos santas ha sido muy fecunda a nivel de reflexiones, estudios, escritos. Pero, lo más importante, ha sido luz y camino para la vida de muchas personas a lo largo de los siglos. Las dos supieron vivir con Dios y no tuvieron su esperanza defraudada. Las dos siguen dando fruto y por eso “maestras y doctoras” para la humanidad. Las dos invitándonos nuevamente a vivir el seguimiento de Jesús con riesgo y audacia, con confianza y generosidad.

Que su recuerdo, como el de tantas otras mujeres y hombres que celebramos a lo largo del año litúrgico, nos atraiga y entusiasme a “ser de Jesús como Jesús es de Teresa” (Santa Teresa) o a vivir la “confianza en el amor” (Santa Teresita). Nuestro mundo necesita personas de fuerte y sólida espiritualidad, de mirada amplia y corazón confiado, de deseo apostólico y un seguimiento que convoque a otros y de fruto por generaciones.

sábado, 8 de octubre de 2016


¿Cómo continuar después de que perdió el SI en el Plebiscito?
El Plebiscito nos ha mostrado con claridad cómo es de difícil llegar a consensos y estar todos apuntando en la misma dirección. Aunque hubiera razones para una postura o para la otra, la capacidad de tener un consenso común y tomar decisiones que abrieran caminos que favorecieran a los más afectados por la guerra, no parece haber sido la predominante. Lógicamente no se pierde la esperanza y hay que seguir trabajando por la construcción de la paz. Pero se ha producido un retraso que no sabemos bien que otras consecuencias conlleva y de nuevo estamos a la espera de poder fijar el camino y emprenderlo definitivamente. Ahora bien, desde nuestra fe, es el momento de comprometernos mucho más con la situación del país. Si nos habíamos acostumbrado a una guerra de más de 50 años sin que la fe se viera profundamente desafiada por ella, esta circunstancia nos invita a que no podemos seguir así. Hay que seguir adelante abriendo caminos de paz. Esto no puede volver para atrás. Y nuestra fe ha de desafiarnos cada día a acompañar el desarrollo de esta situación y expresarlo en todas las dimensiones de nuestra vida. La eucaristía no puede ser más un sacramento ajeno a la construcción de la paz. La oración mucho menos. Y la praxis cristiana no puede tener otro objetivo que callar definitivamente las armas y volver a reconstituir a todas las personas que participaron directamente de esta guerra fratricida. Las periferias del país que tan claramente expresaron que querían ya un acuerdo de paz, merecen ser escuchadas y atendidas en todas sus necesidades. Y el centro del país que se inclinó por seguir pensando cómo hacer la paz, no puede poner palos en la rueda, sino agilizar el proceso para que pronto, la tan anhelada paz, pueda ser una realidad. Que el Señor nos de la capacidad de no detener la marcha sino de apurarnos para que la meta llegue pronto y la esperanza no quede defraudada.  

domingo, 2 de octubre de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: La difícil y fascinante artesanía de la paz

Blog de Eduardo de la Serna: La difícil y fascinante artesanía de la paz: La difícil y fascinante artesanía de la paz Eduardo de la Serna En las Bienaventuranzas, en el Sermón de la Montaña hay una b...

jueves, 29 de septiembre de 2016

                                                              La apuesta por la paz
A puertas de celebrar el Plebiscito para refrendar los Acuerdos de Paz, como ya lo he escrito varias veces, espero que triunfe la sensatez... que, para mí, es que gane el voto afirmativo. Lógicamente todas las posturas son respetables y lo importante es la propia coherencia personal. Pero cualquiera sea el resultado, quiero enfatizar “la apuesta por la paz”. Los cristianos no podemos renunciar a la búsqueda de la paz: “Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
¿Qué significa trabajar por la paz? La paz nunca será un hecho ya consumado sino una tarea por realizar. La paz supone hacerla posible, mantenerla, proyectarla en cada circunstancia de nuestra vida. La paz nace de dentro del corazón -de ahí la importancia de desarmar los corazones- pero también se expresa en las estructuras externas. Y esa paz del corazón se relaciona con el perdón –como tantas víctimas del conflicto armado colombiano lo han expresado-, se relaciona con la autenticidad personal, con el bien actuar, con el respeto a lo diferente, con el discernimiento constante frente a todas las situaciones, con la búsqueda del bien común, etc.
Ahora que hemos llegado a este momento límite de preguntarnos por cómo superar la guerra, caemos en cuenta de la importancia de la paz y lo difícil que es alcanzarla. No ha sido por falta de ocasiones que no nos lo hayamos preguntado antes, sino tal vez, por falta de esa conexión profunda entre fe y vida. De hecho en la Eucaristía dominical, por citar uno de tantos ejemplos, tenemos varios momentos en los que la paz se hace evidente. Al rezar el Gloria comenzamos reconociendo la grandeza de Dios y pedimos que haya paz en la tierra: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor…”. Y, en el último momento de la eucaristía, hay referencia a este Dios de la paz, cuando el sacerdote dice: “Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles: la paz les dejo, mi paz les doy. No tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe de tu iglesia y conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad…”. Continua el sacerdote diciendo: “La paz esté con ustedes” y nos invita a dárnosla mutuamente. Después de este gesto, invocamos al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” y en la tercera aclamación decimos “danos la paz”. Finalmente, la eucaristía termina con las palabras del sacerdote: “Pueden ir en paz”. Y respondemos: “Demos gracias a Dios”.
Ha sido una lástima que con toda esta vinculación que la eucaristía expresa entre Dios, la paz y nuestra fe, no se haya notado en el pueblo colombiano que la participación en la eucaristía nos comprometía directamente con el trabajar por la paz. Nos acostumbramos a vivir en guerra y si alguien de fuera hubiera participado de nuestras eucaristías no creo que notara que aquí teníamos hambre de paz, compromiso con ella, deseo inmenso de hacerla posible. Pero esta circunstancia actual nos permite tomar consciencia de esta realidad y vivir esta relación –que debería ser indisoluble- entre fe y vida.
Si gana el sí en el plebiscito, cada Eucaristía ha de ser ese “pan para el camino” para día a día tejer de nuevo las redes de la paz, en lo pequeño y en lo grande. Acompañar con esperanza la puesta en práctica de los acuerdos, tener el ánimo suficiente para aceptar los fracasos y no decaer por ello. No olvidar nunca más que al Dios al que seguimos es el Dios de la paz (1 Cor 14,33) y por eso no podemos acostumbrarnos a que ella no exista sino a buscar cómo hacerla posible. Y, si gana el no, con más razón hemos de preguntarnos qué caminos debemos emprender y cómo no seguir viviendo en situación de apatía, letargo, costumbre o desinterés frente a la guerra. Que el “Dios de la paz, que sobrepasa todo entendimiento” (Fil 4,9) nos impulse y comprometa con una apuesta decidida y total por la paz.

sábado, 17 de septiembre de 2016


Después de leer los Acuerdos sobre la Paz…

Mucho se ha escrito sobre los Acuerdos de Paz. Personalmente, he escrito varias reflexiones, pero va otra porque leí el texto de los Acuerdos –como tanto se ha recomendado-, texto que no es fácil por lo largo y por muchas cosas técnicas pero que, a fin de cuentas, es lo que va a determinar nuestro futuro inmediato y a largo plazo. Pues bien, mi palabra no es de experta sino de quien leyó los Acuerdos y quiere decir algo de lo que le suscitaron los mismos.

Desde el principio he estado con el “SI”, pero al leer los Acuerdos tuve ganas –bromeando- de votar por el “NO”. Mis razones siguen siendo por el SI, pero –como acabo de decir irónicamente casi que votaría por el NO, porque leí tantas cosas positivas para las víctimas, para el país, para las mujeres, para los campesinos, para las comunidades afro e indígenas, para la población LGBTI y para el país en general, que me entra como temor frente a tanto por hacer y de la condición humana que se cansa tan rápido de los grandes proyectos y que con facilidad se desvía de camino, olvida la mirada transparente y generosa , empieza a sacar provecho propio y a irse por la vía del “chanchullo” o de la “mermelada” como tantas veces se ha constatado.

Entendí porque tardaron cuatro años para llegar a este Acuerdo: la situación es muy compleja. Por esto tal vez el mismo texto tiene algún error de numeración, se ve hecho a varias manos y busca asegurar por un lado y por otro, algunos aspectos. Siempre quedarán planteamientos que hubieran podido hacerse mejor y no faltarán las afirmaciones que podrían haberse dicho o concretado de otra manera. Pero lo escrito allí es mucho y muy bueno y, sin duda, su puesta en práctica hará de nuestro país, un país mejor.

No voy a hacer un resumen de los Acuerdos porque ya hay cartillas, videos, etc., donde los explican supremamente bien. Pero quiero pensar en voz alta, como ya lo hice en los párrafos anteriores.

Con este Acuerdo no se logrará la paz pero es el inicio del camino. Y, sin dar este paso, imposible pensar en cambiar nuestra historia. El Acuerdo es necesario porque los colombianos y colombianas somos todos: los que son guerrilleros y los que no lo somos. Los guerrilleros/as también son compatriotas. Ni sabemos bien el número. ¿7000? ¿20.000? ¿habrá muchos colados, como en el proceso de “Justicia y paz”? Pues todos ellos son colombianos/as y el país se construye con ellos o no se construye. Sería más fácil desear que desaparecieran del planeta o que se “pudrieran en la cárcel” como invocan tantos. Pero ni humanamente y menos, cristianamente, eso respeta la dignidad de todo ser humano y su reconocimiento como hijo/a de Dios de los que nos decimos creyentes.

Para que el país salga de su conflicto de más de 50 años necesita el diálogo entre todos y con todos. Y esto es imposible sin ponernos de acuerdo, sin dar y recibir, sin reconocer los errores y buscar soluciones, sin verdad y sin reparación, sin justicia y sin restitución, sin perdón y sin reconciliación, sin compromiso de no repetición. Y todo esto está presente en los Acuerdos. No hay cárcel para toda la vida, ni castigos en los que parece que la venganza se regocija. Pero hay acuerdos de cómo reconocer los crímenes y cómo enmendarlos. Y hay compromiso de que víctimas y victimarios puedan restituir sus vidas y vuelvan a creer en la dignidad humana y en la posibilidad de un país donde la convivencia sea posible. Por todo esto el SI es innegociable.

Ahora bien, algunos han dicho desde el principio que en un país democrático es posible que unos digan SI y otros NO. Esto es verdad. Pero es posible cuando no se cae en la “dictadura del relativismo” como invoca tanto la jerarquía eclesiástica –es decir- cuando hay razones de peso, fundamentos auténticos y a fondo y no sólo “imaginarios, estereotipos, afectos irracionales o lo que parecen datos objetivos pero cuando se escudriñan, caen con bastante facilidad –si se dejan escudriñar, cosa que casi nunca ocurre-.

Y, retomando lo que decía de mi tentación de votar por el NO-por lo grande que veo la empresa en la que nos embarcamos-, estos Acuerdos de Paz deben estar acompañados de claridad en ciertos aspectos.

Los enemigos del país no han sido solamente los grupos armados. Han sido la pobreza, la injusticia estructural, “esta economía que mata” –como afirmó el obispo de Roma, Francisco, en la Encíclica Laudato Si-, la indiferencia, la corrupción y muchos otros aspectos que hacen , que la pobreza de la mayoría en un país tan rico naturalmente como Colombia no se logre superar y, por el contrario, la brecha aumente cada día.

Firmar los Acuerdos ataca un frente –el conflicto armado- y si este deja de existir todo ese dinero que se ha empleado en la guerra, especialmente en los últimos años- puede cambiar muchos aspectos de la vida del país. Pero estos Acuerdos con todo lo que esperan corregir, fomentar, facilitar, apoyar, impulsar, constituyen una oportunidad sin igual de repensar el país y buscar una vida más digna, más justa, más humana, más auténtica para todos y todas.

Finalmente los Acuerdos me han hecho sentir la profunda división que hemos vivido en todos estos años: los que han padecido la guerra de primera mano y los que vivimos en las grandes ciudades que algún efecto más o menos fuerte hemos sentido pero que, a fin de cuentas, hemos vivido de espaldas a ella. Entre estos, tantos creyentes que asistiendo a la eucaristía dominical, o comprometidos en grupos y obras sociales, cuando se les pregunta que les preocupa del país, no hacen referencia al conflicto armado ni a las miles de víctimas. ¡Extraña fe que nos hace vivir lejos de los caídos en el camino! Y que a la hora de pararnos a recogerlos (Parábola del Buen Samaritano) no quieren hacerlo sino que siguen aferrados a la ley de la fuerza, al poder del vencedor.

En definitiva, apoyo el SI y animo a todos a votar por el SI. Advierto: lo que nos espera es muy difícil. Saldrán tantas cosas mal que pronto nos estarán diciendo: ¿si ven que ya no se está cumpliendo esto o aquello? Pero en la historia de la humanidad se avanza a fuerza de apostar por el bien, una y otra vez, y en esto, para los creyentes, Jesús ha ido por delante: su anuncio fue de liberación y esperanza y no temió enfrentar el fracaso y la derrota, cuando de salvar la vida y la esperanza se trata. Que este momento único en la historia de nuestro país encuentre mucha gente deseosa de ponerse en camino, aunque este sea difícil, largo, complejo pero posible. Con certeza, el Dios de la vida, no nos dejará de su mano.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 25C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 25C: Fuera de los pobres no hay salvación DOMINGO VIGESIMOQUINTO - "C" Eduardo de la Serna Lectura de la profecía de Amós...

domingo, 11 de septiembre de 2016

El enfoque de género en los Acuerdos de paz en Colombia

Uno de los aspectos positivos que tiene el Acuerdo de paz entre el gobierno y la FARC es el llamado “enfoque de género”. La palabra género, actualmente, sufre las más extrañas contradicciones. Se le invoca para llamarla “ideología” pero también se le reconoce como imprescindible en aspectos de la vida humana, en este caso, en los Acuerdos de Paz, para que las mujeres sean realmente reconocidas, valoradas en su dignidad, restituidas en su condición de mujeres y nunca más les ocurra que, por su ser mujer, se invisibilicen los efectos que la mentalidad patriarcal ha producido en ellas. Y es que en esta guerra de más de 50 años, las mujeres han sido arma y botín de guerra, medio para derrotar al enemigo. ¿Cómo ha sucedido esto? Por la mentalidad patriarcal, es decir, la sociedad donde el que tiene el poder es el varón y la mujer, de alguna manera, está supeditada a él, ha sido posible que los grupos armados hayan violado a muchas mujeres para mostrarle al bando contrario que ellos son más fuertes y les humillan en su condición varonil. Ahí no ha contado la mujer, ella es objeto con lo que los hombres pueden hacer lo que quieren. Más aún, para las mujeres no es fácil denunciar las violaciones de que han sido víctimas porque eso las estigmatiza, no se cree que sea un crimen castigable – se toma como un mal menor en medio de la guerra-, entre muchos otros aspectos que se invocan en ese sentido. De ahí lo valioso de introducir este enfoque de género porque las consecuencias que han sufrido las mujeres hay que repararlas, de manera diferenciada, porque el ser mujer no es un accesorio sino una dignidad fundamental. De esto no es ajena la fe. También ella ha de tener ese enfoque de género para denunciar todos los atropellos que sufren las mujeres en razón de su ser mujeres y no decaer en la lucha porque a ellas se les reconozca su dignidad e igualdad fundamental en la sociedad y en la iglesia. 

domingo, 4 de septiembre de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Un acuerdo para soñar la PAZ

Blog de Eduardo de la Serna: Un acuerdo para soñar la PAZ: Un acuerdo para soñar la paz Eduardo de la Serna Los conflictos humanos no suelen ser cosas gratas, pero existen. Y los hay e...

sábado, 3 de septiembre de 2016


El Acuerdo de paz en Colombia
Mucho se está escribiendo y discutiendo sobre la situación que vive Colombia frente a los Acuerdos de Paz entre el gobierno y las FARC. Se encienden los ánimos entre los que apoyan el acuerdo y los que no lo apoyan. Se esgrimen argumentos para decir por qué hay que definirse por una postura o porque tomar el camino contrario. Casi parece imposible dejar los ánimos acalorados para exponer razones objetivas y todos estar dispuestos a escucharlas para un discernimiento que nos permita avanzar. Pero lo cierto es que, en este mes, se toman posturas a favor y en contra, frente a algo que estamos esperando hace tanto tiempo. De los últimos años ya tuvimos tres años de “esperanza” cuando se intentó firmar el acuerdo en el gobierno de Pastrana. Esperanza que se quebró porque los diálogos se rompieron. Volvimos a tener esperanza cuando se creyó que por la fuerza, en el gobierno de Uribe, se iban a derrocar las guerrillas. No se logró porque toda guerra solo trae muerte y destrucción y el espiral de violencia, degenera la guerra, de lado y lado, porque la guerrilla masacró, hizo atentados, secuestro, etc., cada vez con más sevicia, pero el ejército también tuvo sectores de corrupción, manifestados, especialmente, los llamados, “falsos positivos”. Los acuerdos con los paramilitares en algo aliviaron al país aunque sabemos también de las contradicciones y resultados ambiguos que tuvieron. Y ahora se llega al final de un acuerdo de Paz, no perfecto, sin duda, pero avalado por muchas instancias nacionales e internacionales que aseguran que es el mejor de los acuerdos logrado hasta ahora en estas situaciones de conflicto y hay tantas actitudes de resistencia.  ¿Será que preferimos renunciar a la esperanza de que termine esta guerra fratricida? Ojala que no sea esta nuestra postura. La vida, el nuevo comienzo, el diálogo, los acuerdos, son mil veces mejor que la guerra y la muerte. Que el Dios de la esperanza nos mantenga firmes en ella.

sábado, 27 de agosto de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 22C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 22C: El desafío de medir con la medida del reino DOMINGO VIGESIMOSEGUNDO - "C" Eduardo de la Serna Lectura del libr...

viernes, 26 de agosto de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Con las alas abiertas hacia el "sí"

Blog de Eduardo de la Serna: Con las alas abiertas hacia el "sí": Con las alas abiertas hacia el «sí» Eduardo de la Serna Conozco Colombia desde 1973. ¡Hace mucho! Y después de eso he venido ...

jueves, 25 de agosto de 2016

El 26 de Agosto se conmemora la fiesta de la Transverberación de Santa Teresa de Jesús. Muchas personas no conocen esta fiesta porque está más ligada a la espiritualidad del Carmelo. Pero esta santa como doctora y mística de la Iglesia universal bien merece la pena ser más conocida y celebrada. La palabra transverberación se refiere a una experiencia de unión con Dios que la santa relato de la siguiente manera en uno de sus escritos llamado “Libro de la vida” (cap. 29): “Vi a un ángel hacia el lado izquierdo en forma corporal, muy hermoso, y vi en sus manos un dardo de oro largo y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Me parecía que me lo metía en el corazón y me llegaba a las entrañas. Al sacarlo, me dejaba toda abrazada en amor grande por Dios”. También en una de sus poesías lo expresó así: “Me hirió con una flecha enherbolada de amor, y mi alma quedó hecha una con sus criador. Yo ya no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado, y mi Amado es para mí y yo soy para mí Amado”. Es decir, en esta fecha se conmemora esa experiencia mística de unión de la Santa con el Señor, unión que manifestó en el compromiso de su vida como reformadora del Carmelo pero, sobre todo, como maestra de oración, legado invaluable para tradición cristiana. Y es que en esa experiencia se resume la finalidad de la oración: identificarse con el Señor de tal manera que sus asuntos sean los nuestros y su voluntad sea la nuestra. No es algo reservado para santos excepcionales sino para todo cristiano que busca un seguimiento fiel del Señor. La unión con Dios es don suyo pero no es tan extraordinario como se creería. Es cuestión de apertura al Señor, de disposición a escucharle, de fidelidad a las mociones del Espíritu. De dejarse llenar de su amor y disponerse a servirle. Pidamos, conociendo más a la santa, la capacidad de orar como ella para sentirnos unidos al Señor de tal manera que sus caminos sean, efectivamente, los nuestros. 

sábado, 20 de agosto de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 21C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 21C: Jesús nos invita a un banquete si somos hacedores de justicia Domingo 21º durante el año – “C” Eduardo de la Serna Lectura d...
ALFABETIZACIÓN TEOLÓGICA”: NECESARIA PARA UN LAICADO ADULTO
Alfabetizar a la población es un deber ineludible y un derecho humano que no puede ser negado a nadie. Por eso el interés de que los gobiernos garanticen ese derecho a toda su población. Pero la alfabetización es mucho más que leer y escribir, como afirmaba Paulo Freire: “Es la habilidad de leer el mundo, es la habilidad de continuar aprendiendo y es la llave de la puerta del conocimiento. Por eso no se deben detener los esfuerzos de los Gobiernos y la cooperación internacional en este sentido".
En un sentido análogo podríamos hablar de la “alfabetización teológica”. ¿Qué quiere decir esto? Que nuestra experiencia de fe no puede quedarse solamente en experiencia –aunque esto sea lo fundamental y decisivo para un encuentro con el Señor-. Necesita también entenderse, crecer y desarrollarse continuamente, abrir mejores caminos para vivirla mejor y fortalecerla. De ahí la necesidad de una adecuada catequesis y un cuidado de esa vida de fe en todos los sentidos: sacramental, litúrgica, de servicio, etc. Pero se puede apuntar un poco más alto: tener una formación teológica adecuada de manera que “podamos dar razón de nuestra fe a todo el que lo pida” (1 Pe 3,15). Esto sería lo ideal para todo creyente y no simplemente por sacar un título universitario –de eso no estamos hablando, aunque sería muy bueno que más cristianos tuvieran una sólida formación teológica- sino por madurar en la fe a la medida de la capacidad humana de reflexionar y entender sistemáticamente toda su realidad.
Algunos le “temen” a la teología. Creen que su fe se pone en peligro cuando les empiezan a explicar que la Sagrada Escritura hay que interpretarla, que la manera de entender a Jesucristo, la Iglesia, la Virgen María, los sacramentos, etc., ha evolucionado a lo largo de la historia, se han dado avances y retrocesos, se han propuesto diferentes comprensiones, todo esto como esfuerzos humanos por entender nuestra fe, sin que eso ponga en juego lo fundamental: nuestra creencia en Jesús como Hijo de Dios, Salvador nuestro. Pero quien tiene la suerte de recibir una buena formación teológica, esta se convierte en fuente de crecimiento y de razonabilidad de la fe que se profesa. Además la formación da sustento para modificar lo que se ve necesario cambiar, para dejar de lado lo que han sido cargas históricas válidas para un tiempo pero sin significado para el nuestro y, lo que es más importante, para encontrar maneras de hablar de Dios “a la altura de estos tiempos actuales”, es decir, en medio de un desarrollo científico y tecnológico y de una pluralidad cultural y religiosa que exige reflexiones sólidas, propuestas razonables, testimonios coherentes para este momento actual del que somos protagonistas.
Es verdad que hay diferentes corrientes teológicas y uno puede sentirse perdido por no saber cuál privilegiar. A grandes rasgos hay una teología que podríamos llamar “clásica” que sistematiza los misterios de nuestra fe y hace mucho bien a la vida cristiana. Pero también se han abierto camino, en estas últimas décadas, a lo que llamamos “teologías contextuales” que nos han abierto los ojos a una fe que tiene que explicar y dar respuesta a los problemas acuciantes de nuestra época: la situación de pobreza de muchos, las discriminaciones vividas en razón del sexo, de la etnia, de la religión, etc., la falta de cuidado del medio ambiente, las distintas culturas que hoy ganan carta de ciudadanía y no pueden negarse como ocurrió en el pasado, la pluralidad religiosa y, muchas otras realidades que surgen como desafíos a nuestra fe y no podemos evadir si queremos ser responsables con el valor de la religión para la vida. A todo eso se le llama teología de la liberación, teología feminista, teología del pluralismo religioso, ecoteología, teología intercultural, teología india, teología afro, etc.

Alfabetización teológica, por tanto, va más allá de la experiencia de fe y nos invita a vivir la teología como “reflexión crítica sobre la intelección de la fe”, reflexión que todos hemos de hacer para pasar de una fe ingenua a una fe madura. En otras palabras, la teología no está reservada, como en el pasado, para los clérigos. Es para todo el pueblo de Dios y con más razón para un laicado que quiere ser adulto y comprometerse con la acción evangelizadora de la iglesia con madurez y responsabilidad, con criterio y reflexión, buscando hacer significativos los misterios de nuestra fe en esta historia presente. 

sábado, 13 de agosto de 2016


María: mujer libre y fuerte
El 15 de agosto celebramos la Asunción de la Virgen María a los cielos. Este es un dogma proclamado por el Papa Pío XII en 1950. El pueblo creyente entendió que María era realmente la primera bienaventurada y por eso fue llevada al cielo. Es una manera de expresar la plenitud de su vida, la comunión definitiva con Dios, su papel privilegiado en la historia de salvación. Y no cabe duda del papel definitivo que ella ha jugado en la fe cristiana. A tal punto que, especialmente en latinoamericana, se ha afirmado que el pueblo es mariano por encima de todo. Así lo comprueban los santuarios a los que tantos fieles acuden con la certeza de que la madre de Dios no los abandona y responderá a todas sus peticiones y necesidades. Además, poco a poco se ha ido recuperando una imagen de María mucho más proactiva que ayuda a las mujeres a reivindicar su dignidad y no sean reducidas a un papel secundario en la sociedad y en la familia. Así lo podemos constatar en la manera como el Documento de Aparecida se refiere a ella. La define como discípula y misionera y afirma que “del evangelio emerge su figura de mujer libre y fuerte, conscientemente orientada al verdadero seguimiento de Cristo” (266). Esto ayuda mucho a las mujeres porque María no las invita a la resignación y al aguante pasivo –como se ha enseñado algunas veces- sino a mantenerse en camino y abrir nuevas posibilidades. De la misma manera en ese documento se reconoce a María como la que al proclamar el Magnificat se muestra como una mujer capaz de comprometerse con su realidad y tener una voz profética ante ella (451). Por esta manera de ser y de vivir, fue asunta a los cielos. Por esto, celebrar esta festividad es también un compromiso con las mujeres para que su dignidad sea reconocida plenamente en todos los lugares y circunstancias.

domingo, 7 de agosto de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 19C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 19C: Felices los que estén siempre al servicio de los hermanos/as DOMINGO DECIMONOVENO - "C" Eduardo de la Serna Lectura d...

viernes, 5 de agosto de 2016


Evangelizar más con obras  que con argumentos

La evangelización es una tarea que no depende sólo de nosotros. Es Dios mismo quien nos invita a dar testimonio de lo que El realiza en nuestras vidas y en nuestra realidad y sólo su gracia puede sostenernos en este empeño. Pero también es esfuerzo nuestro y supone la responsabilidad de buscar los mejores medios para  hacer llegar a muchos el anuncio.

Si miramos el libro de los Hechos de los Apóstoles donde se nos narran los primeros esfuerzos misioneros de dos grandes figuras de los orígenes cristianos –Pedro y Pablo-, podemos aprender de ellos. Pablo, el apóstol de los gentiles, no tuvo el camino fácil. Cuando pretendió evangelizar a los atenienses a fuerza de argumentos, recibió como respuesta las burlas de unos y la salida más diplomática de otros: “sobre esto te escucharemos en otra ocasión” (17,32). Y, aunque algunos creyeron, no tuvo más remedio que marcharse. Más adelante parece que Pablo aprende de esa experiencia y su mensaje se centra más en la acción del Señor Jesús en su propia vida: “Sépanlo, no me envió Cristo para bautizar, sino para anunciar el evangelio y no envolverlo en discursos sabios: de otra manera se desvirtuaría la cruz de Cristo” (1 Cor 1,17). Pablo entiende que su anuncio ha de centrarse en el Mesías crucificado “fuerza de Dios y sabiduría de Dios” porque “la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres” (1 Cor 1, 23-25).

Por su parte, Pedro evangelizando se evangeliza a sí mismo –podríamos decir hoy-. Es en su encuentro con Cornelio -quien no era judío- es donde se da cuenta que el Espíritu desciende sobre judíos y no judíos y exclama: “¿quién podría negar el agua del bautismo a quienes han recibido el Espíritu Santo, igual que nosotros?” (Hc 10,47). Ya sus palabras no son una teoría aprendida –el señor le había revelado que no debía considerar impuro a ninguna persona (Hc 10,28)- sino una realidad que le cambia su corazón y su mente.

¿Qué aprendemos entonces de estos pasajes? No es la sabiduría de las doctrinas lo que llega a los demás sino la cruz de Cristo. Pero esta cruz no quiere decir un cristianismo de sufrimiento y tristeza sino la consecuencia de quien viviendo como Jesús se empeña en transformar el mal a fuerza de bien. La cruz es la consecuencia de no tomar el camino de las armas, ni el de la imposición de las ideas por la fuerza, sino el camino del testimonio y la fidelidad, a semejanza del siervo de Yahvéh: “no rompiendo la caña quebrada, ni apagando la mecha que está por apagarse” (Is 42, 3). Esa cruz es la que tiene valor redentor. Y, por otra parte, al estilo de Pedro, ir con los ojos bien abiertos para dejarnos sorprender por los caminos de Dios que no siempre coinciden con lo que creíamos saber de él. Es el caso de Cornelio que rompe con toda la lógica establecida en la fe que profesaba Pedro y le hace reconocer al Dios vivo presente en otras realidades nunca antes imaginadas.

La evangelización no es transmitir doctrinas sino comprometernos con la transformación de nuestra realidad. En otras palabras “pasar haciendo el bien” (Hc 10,38) como Jesús, para que sean las obras las que penetren en el corazón del mundo y los frutos de la evangelización abarquen la complejidad y novedad de esta historia que vivimos.

viernes, 29 de julio de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 18C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 18C: La vida y los bienes compartidos son signo visible de que Dios está reinando DOMINGO 18º DURANTE EL AÑO - "C" Eduardo ...

Dios no necesita “defensores” sino “seguidores”

Una noticia en el 2011, hablaba de la quema del Corán -libro sagrado de los musulmanes- por el pastor Terry Jones en la Florida. Ante este hecho, los disturbios y muertes causados por musulmanes en Afganistán como represalia ante ese hecho, no se hicieron esperar. Noticias como estas y otras que tenemos en la actualidad, nos invitan a pensar en la violencia que se ejerce tantas veces en nombre de Dios. En efecto, el Pastor Jones aducía “que algunas partes del Corán si se toman literalmente llevan a la violencia y actividades terroristas, promueven el racismo y los prejuicios contra las minorías, contra cristianos y contra mujeres”.  Pero, lamentablemente, él parece no darse cuenta de la violencia que suscitó con el “juicio” que según dice, le hizo al Corán y por lo cual decidió quemarlo. Y así el espiral de violencia creció de un lado y de otro, todos creyéndose “salvadores” de Dios, cuando con certeza Él no necesita ninguna defensa y menos desea que en su nombre se produzcan tales situaciones absurdas.

Los cristianos podemos entender esa situación porque la muerte de Jesús que conmemoramos en cada Semana Santa fue fruto también de esa intolerancia religiosa. A Jesús lo matan por anunciar un Dios que no se mueve por estas pretensiones humanas de acabar con los “malos” y determinar quiénes son los “buenos”, sino por el Dios que opta por los más necesitados, que se inclina siempre a favor del más débil, que gratuitamente da su amor y gracia a todos, sin excepción. Pero los líderes religiosos de su tiempo no pudieron aguantar ese Dios que los privaba de sentirse poseedores de la verdad y les cuestionada su autoridad basada en su seguridad personal de ser garantes hasta de “Dios mismo”. Así deciden matar a Jesús. Pero ante esa violencia, Jesús no responde con más violencia. Él, como profetizó Isaías: “No clamó, no gritó, no alzó en las calles su voz. No rompió la caña quebrada,  ni aplastó la mecha que estaba por apagarse” (Cfr. 42, 2-3) y bien sabemos que “fue maltratado y El se humilló y no dijo nada, fue llevado cual cordero al matadero, como una oveja que permanece muda cuando la esquilan” (53, 7).

Y fue su fidelidad al Dios que anunciaba, la que nos posibilitó experimentar la resurrección que celebramos en la Pascua. A ese actuar de Jesús sin violencia y sin pretender acabar con los “malos”, fue al que Dios le dio su “SI”, resucitándolo y haciéndonos partícipes de su misma resurrección. Desde entonces, la vida de “resucitados” que estamos llamados a testimoniar, ha de mostrar al Dios que no teme morir con tal de no engendrar enfrentamientos en su nombre o descalificación mutua en defensa de principios divinos que ni Él mismo defiende. Para Dios lo verdaderamente importante es salvar la dignidad de los seres humanos, respetando su libertad y sus convicciones.

La vida de resucitados hoy, a la luz de los signos de los tiempos, nos llama a mantener una verdadera apertura a la diversidad religiosa, un auténtico respeto a la pluralidad teológica, una actitud profunda de conversión frente a la verdad que nadie posee en plenitud sino que se revela a través de todo el pueblo de Dios con sus luchas, desafíos y nuevas realidades que afronta continuamente. Necesitamos pedir sabiduría para discernir sin enfrentarnos con los que piensan diferente, para aceptar la pluralidad sin renunciar a la fidelidad personal, para caminar todos tras el Dios de la historia que no teme que exista la diferencia cuando se trata de favorecer el amor, la libertad, la paz, la dignidad de las personas y de los pueblos.

Y lo que es más importante: no olvidemos que Dios no necesita “defensores” ni “cruzadas” de pureza moral o intelectual. Dios quiere seguidores que amen, construyan, animen, cooperen, apoyen, favorezcan, posibiliten todo lo que contribuya al bien común y a la felicidad de todos los seres humanos. Definitivamente, como dice San Juan en su primera carta, no es posible decir que amamos a Dios (4,20) si en su nombre atropellamos a otros seres humanos y no damos verdadero testimonio de respeto, tolerancia y apertura a lo distinto, por negativo que pueda parecernos e, inclusive, que efectivamente lo sea. Sólo desde una verdadera praxis de amor, todos iremos liberándonos de las lecturas fundamentalistas de los libros sagrados y nos entenderemos en el Dios que sigue revelándose en los desafíos de cada tiempo presente.

jueves, 21 de julio de 2016

Ojalá que prime la sensatez
Colombia atraviesa por un gran momento: poner fin a un conflicto de más de 50 años. Pero las opiniones se dividen y parece que la polarización es el camino escogido. Sin duda en todos estos procesos priman los sentimientos, los afectos, las tradiciones, los imaginarios, las creencias por encima de las razones fundamentadas y veraces. Y la fuerza de los medios de comunicación es casi irresistible. Establecen una manera de comprender la realidad que es casi imposible de rebatir. Si lo hicieran para lo bueno, ¡qué sociedad más maravillosa tendríamos! Pero casi siempre están supeditados al poder dominante y nos hacen creer lo que quieren y como quieren.
En concreto frente al plebiscito, las opiniones se dividirán entre el “sí” y el “no”, como es lógico, porque esa es la respuesta que se pedirá frente a los acuerdos firmados en La Habana. Pero aquí es donde se exige una gran dosis de apertura, de comprensión, de madurez para que prime la “sensatez”. Eso es lo mejor a lo que podemos aspirar. Y para mí, la sensatez va de la mano a darle un cambio a nuestra historia de guerra y apostar por la salida negociada. No será un tratado perfecto. Humanamente se desearía que los horrores vividos pudieran ser reparados hasta sus últimas consecuencias. Pero, según dicen expertos en resolución de conflictos internacionales, este tratado es de los mejores que se ha logrado y conlleva reparación, verdad, restitución y, por supuesto, justicia que no puede ser otra que “transicional” –especial- porque nadie se va a sentar a una mesa a dialogar para ser juzgados con la justicia ordinaria, lo que les llevaría a no tener futuro, sino una cárcel para toda la vida.
Y la sensatez tiene razones que la justifican. Ya tuvimos más de ocho años de ataque militar contra los grupos armados y no se consiguió vencerlos. Y desde el evangelio, vencer al enemigo no es ninguna ganancia. Convencerlo es lo que vale le pena porque vencer por la fuerza solo engendra revancha. Convencerlo crea futuro porque abre las puertas para un nuevo comienzo. Además, lo propio de los seres humanos es el diálogo, las razones, los acuerdos, las negociaciones, el saber caminar en la misma dirección contando con las limitaciones mutuas. Esto es lo humano y lo cristiano. La guerra es inhumana y, por supuesto, anticristiana. ¿Cómo no inclinarnos hacia lo que construye humanidad y futuro en lugar de apostar por la inhumanidad y la muerte? Esto es realmente insensato.
En el imaginario guerrerista se vende la idea de que el país se entregará al comunismo, a la guerrilla, al socialismo, al chavismo, en fin, una cantidad de ideas tan irreales como ingenuas. Pero eso no es así. El país se abrirá a la construcción de un país plural, donde han de coexistir distintas visiones políticas, sociales, culturales, religiosas que expresan diferentes preocupaciones y la urgente necesidad de solucionar muchos problemas. El tratado de paz no va a solucionar las cuestiones sociales que están a la base de toda esta guerra de más de 50 años. Nos ha de colocar en la tarea de buscar alternativas para que la situación social pueda transformarse y, por eso, a nadie se le ocurra de nuevo, que las armas son el camino para ello. Pero esta todo por hacer y lo más sensato es apostar por el sí para ponernos en camino de cambiar la situación.

No es por tanto un momento fácil sino una oportunidad de vivir la responsabilidad al máximo. Responsabilidad con la vida y el futuro. Con la paz y la dignidad humana. Con este país que no puede desangrarse más. Lo que personalmente he podido percibir es que la gente que ha sido afectada más directamente por la guerra, valoran, apoyan y apuestan por la paz. De los que están en contra, muchos no han vivido la guerra de cerca y si lo han sentido por alguna afectación concreta, están más presos de los sentimientos de odio y rencor que del perdón y la reconciliación. Sinceramente yo pido por que triunfe la sensatez y está no la puedo ver independiente del “sí” en el plebiscito. Ni quiero imaginar lo que pasará si llegará a ganar el “no”. Se habría perdido una oportunidad única de creer en el ser humano, en la posibilidad de cambio, de vida, de futuro, de paz. 

sábado, 16 de julio de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 16C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 16C: El desafío subversivo del Reino Domingo 16 º durante el año “C” Eduardo de la Serna Lectura del libro del Génesis     ...

domingo, 10 de julio de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 15C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario domingo 15C: “Vete a practicar la compasión para que vivas” DOMINGO DECIMOQUINTO - "C" Eduardo de la Serna Lectura del libr...

jueves, 7 de julio de 2016

La esperanza de la paz

Colombia vive un clima de esperanza por la firma de los acuerdos de la paz. Pero ese inicio tiene todavía un camino largo y, como todos sabemos, con muchos tropiezos, entre ellos, los que parecen ser abanderados por la oposición para procesos de este tipo. Sin embargo, especialistas internacionales han manifestado la bondad de este tratado, su fortaleza y la capacidad de tener en cuenta muchos aspectos para garantizar que el acuerdo final pueda tener viabilidad. Llegar a este momento no puede hacerse sin una gran dosis de gratuidad ymisericordia, sin una fe firme que se apoya en el Dios de la vida para seguir apostando por la salida dialogada y no por el vencimiento por la fuerza. Por eso es tan importante el apoyo de los cristianos a todo lo que de paso a la paz, a la vida, a la posibilidad de un nuevo comienzo. El que afirmemos que nuestro Dios es el Dios de la vida no es solamente para los buenos sino, como dice el evangelio, para los buenos y malos sobre los que Dios hace salir el sol cada día, por los que él se desvive en amor eternamente. Lógico que pueden haber retrocesos, engaños, errores, intereses creados, doble moral, como decimos. Pero sabiendo que todo eso puede pasar, nuestra fe no se ha de dejar intimidar por los temores sino, con actitud vigilante, seguir apostando por la paz. Justamente la paz es uno de los dones del resucitado. Cuando se aparece a sus discípulos así lo afirma: “Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como la da el mundo”, es decir, su paz que es auténtica y para siempre, no se deja abalar por las dificultades sino que sigue dándola así los seres humanos reneguemos tantas veces de los dones divinos. Su fidelidades nuestra garantía y ha de ser la fuerza para seguir apostando por este proceso. Apoyemos pues, todos juntos, para hacer posible la paz en nuestro país.