sábado, 23 de noviembre de 2019


La indignación latinoamericana también llegó a Colombia

Desde hace tres días se lleva a cabo un Paro Nacional en Colombia con una participación inmensa de personas -muchísimos jóvenes-, en la mayoría de las ciudades. El Paro comenzó el 21 de noviembre y estaba pensado solo para ese día, pero la ciudadanía fue adquiriendo más y más conciencia de la urgencia de pedir cambios decisivos porque ya no aguanta más un gobierno que va por otro camino, privilegiando sus intereses sin escuchar las demandas del pueblo. Este “Paro Nacional” ha sido antecedido por varias marchas de universitarios en los últimos jueves de este mes, exigiendo una educación de calidad. El gobierno había prometido mayor inversión en educación, pero ha pasado el tiempo y no cumple con su palabra. Tanto en esas marchas estudiantiles como en este Paro, el ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios) se ha excedido en su función. Los manifestantes han organizado las marchas al estilo de una fiesta totalmente pacífica, pero, como en toda marcha, han entrado infiltrados generando violencia y desorden. No queda muy claro de donde provienen estos infiltrados. Pero ellos han sido la excusa para ese exceso de fuerza. Y la población ha respondido con un “cacerolazo”, es decir, espontáneamente a la tarde del primer día del Paro, la gente comenzó a sacar cacerolas y ahora se convirtieron en el instrumento para hacerse oír y mostrar que no van a parar hasta conseguir que el gobierno responda a las demandas.
El día de ayer fuera de los infiltrados se logró fomentar campañas de pánico a través de las redes que, en verdad, lograron asustar a muchos y multiplicar los mensajes sobre saqueos y robos a conjuntos residenciales, sin que nada de eso fuera verdad. Por supuesto hubo vandalismo -como se acaba de decir- y los noticieros los transmitieron una y otra vez, generando esa reacción de indignación, miedo y hasta rechazo a la protesta. Pero, esto fue mínimo, comparado con la conciencia ciudadana que entendió que la protesta también tenía que ser contra esa violencia que impide la manifestación pacífica de la gente, y así vamos en el tercer día, con cacerolazos en muchos lugares de Bogotá y de otras ciudades.
¿Qué se pide en este Paro Nacional? Como ya se dijo, que el gobierno de un viraje decisivo porque sus políticas económicas solo piensan en acumular ganancia y favorecer a los más fuertes. Para el pueblo solo existe el “típico discurso” de la necesidad de “ajustes” para poder “algún día” -día que no llega- ser el país próspero que todos deseamos.
Colombia está indignada por las reformas económicas que se quieren implementar. Por la corrupción en todos los estamentos. Por una clase política que solo busca ser elegida y se blinda entre ellos mismos para no ser castigados por sus múltiples faltas. Porque el gobierno no tiene voluntad política de apoyar los Acuerdos de Paz. Porque la salud, la vivienda, los servicios públicos y todas las necesidades que son un “derecho” de todo ciudadano, se ofrecen como oferta y demanda, solo alcanzable para quien tiene muchos medios económicos. Por la muerte de los líderes sociales sin un compromiso contundente para evitarla. Con la muerte de niños y jóvenes aduciendo falsamente que son guerrilleros. Por un presidente que no gobierna por sí mismo, sino que mantiene la nefasta sombra del expresidente Uribe en su forma de gobernar. Pero, también, en esta ocasión, se indignó por el exceso de fuerza que ha querido impedir la manifestación de los ciudadanos.
La respuesta del gobierno hasta ahora ha sido lamentable. El primer día el presidente sólo dijo que se castigaría a los violentos. Ayer dijo que entablaría una “conversación nacional” con todos los sectores a partir del próximo miércoles. Hoy, a través del twitter, dijo que iniciaría esa conversación mañana mismo con los alcaldes y gobernadores electos (iniciaran su gobierno en enero) y, a partir del lunes, con los otros sectores sociales. Mientras tanto la gente sigue concentrada en muchos puntos tocando sus cacerolas, pancartas y exigiendo una y otra vez, una respuesta efectiva. Hoy no hubo vándalos -de los que ya se dijo, no queda muy claro de donde provienen, porque lo más seguro es que tienen un objetivo -deslegitimar la protesta-.
Ayer se decretó toque de queda en Bogotá y, aun así, en algunos sitios se continuó la manifestación. Hoy no hay toque de queda y sigue la “fiesta pacífica” porque el pueblo colombiano se cansó y levantó su voz. Esperemos que se vaya a la raíz de los problemas y se den respuestas verdaderas.
Y una nota final pensando en la iglesia que se queja porque los jóvenes son cada vez más escasos en los espacios eclesiales. Los jóvenes están en la protesta, quieren un país mejor y están comprometidos con hacerlo posible. Toda su creatividad, empuje, esperanza, ilusión, presencia, está ahí, por horas, sin cansarse, con una voz que expresa muy bien sus deseos cuando son entrevistados (…) ¿será capaz de salir a las periferias geográficas y existenciales donde se juega la vida digna y justa para caminar con los jóvenes y acompañar todos sus sueños? ¿será capaz de acompañar a los pueblos en su lucha por la justicia social, denunciando claramente las causas y no solo invocando la necesidad de reconciliación -que es necesaria, pero sin cambiar las causas no puede ser posible-? Que el Dios de la vida nos fortalezca para estar donde, sin duda, Él está.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

¿La esperanza de los pobres nunca se frustrará?

El próximo 17 de noviembre se celebrará la III Jornada Mundial de los pobres que el Papa Francisco estableció hace tres años para el domingo anterior a la fiesta de Cristo Rey. El Papa publicó su mensaje sobre esta jornada en el mes de junio y, a partir de esta invitación, algunos episcopados han elaborado subsidios para preparar la Jornada.  Solo leí uno de estos subsidios, pero responde tan poco -desde mi punto de vista- a lo que el Papa pretende con esta jornada, que he colocado el título de esta reflexión con signo de interrogación, porque si es por este documento, los pobres si se verán frustrados. Los talleres de ese subsidio no denuncian la injusticia, no se ponen del lado de los pobres para cambiar su situación. Son como un tranquilizador de conciencia invitando a reconocer que los pobres tienen riquezas que no da el dinero o que no importa ser pobre porque Dios se hace presente en la pobreza. Sin duda, los pobres tienen una riqueza que bien podemos envidiar, pero eso no es lo más importante a recordar en una Jornada de los pobres. Las palabras de Francisco indican, muy claramente, qué debemos conmemorar el próximo domingo.

Comienza su mensaje reafirmando la situación de los pobres: injusticia, sufrimiento y precariedad de su vida. Y el salmista señala muy bien las causas: “la arrogancia de quienes los oprimen” (Sal 10, 1-10). Ante eso Dios no se queda indiferente y por eso se puede afirmar que la esperanza de los pobres no se frustrará. Pero la situación que describe el salmista es la que seguimos viviendo hoy: “La crisis económica no ha impedido a muchos grupos de personas un enriquecimiento que con frecuencia aparece aún más anómalo si vemos en las calles de nuestras ciudades el ingente número de pobres que carecen de lo necesario y que en ocasiones son además maltratados y explotados” (n.1)[1].

El Papa continúa mostrando las numerosas formas de esclavitudes a que son sometidos los pobres. (Fijémonos que el Papa habla con claridad “a que son sometidos”, es decir, unos seres humanos provocan la injusticia y someten a otros): las familias que se ven obligadas a abandonar su tierra para subsistir, los huérfanos que han perdido a sus padres o han sido violentamente separados de ellos, jóvenes a los que se les impide acceso al trabajo, los millones de inmigrantes, las numerosas personas marginadas y sin hogar que deambulan en nuestras ciudades (…) y continua describiendo toda la violencia y arbitrariedad que se ejerce sobre tantos pobres. Y, nuevamente invoca al salmista que denuncia la actitud de los ricos: “están al acecho del pobre para robarle, arrastrándolo a sus redes” (Sal 10,9). (n.2).

Solo describiendo la realidad de esta situación de opresión que viven los pobres, es que se puede hablar de los valores que ellos tienen. Su situación nos muestra “la confianza que ellos tienen en el Señor” (Sal 10,11). Los que no tienen nada y son sometidos por otros, muestran lo que es en realidad la confianza en Dios y su esperanza inquebrantable (n.3).

El Dios bíblico es el que escucha, interviene, protege, defiende, redime, salva … a los pobres. Dios no es indiferente o silencioso, por el contrario, acude siempre en su ayuda, denunciando la injusticia y buscando caminos de liberación. Los profetas describen “el día del Señor” que destruirá las barreras construidas entre los países y sustituirá la arrogancia de unos pocos por la solidaridad de muchos. El Papa no habla con lenguaje cifrado. Habla de lo que pasa hoy en nuestro mundo. Los muros que se construyen y las injusticias que se cometen. Y sabemos muy bien quienes son los protagonistas (n.4).

Una vez más, Francisco insiste (porque sabe de la tendencia a “espiritualizar” la pobreza) que los pobres son los que no tienen los medios para vivir, son los oprimidos, indigentes, todos estos con los que Jesús se identifica (Mt 25, 14ss). No reconocerlos es “falsificar el evangelio”. Las bienaventuranzas (Lc 6,20) son claras al afirmar que el reino pertenece a los pobres porque el Dios de Jesús viene a liberarlos, en primera instancia, a ellos, porque son los que no tienen quien los defienda. Pero ese anuncio de Jesús depende de nuestra fidelidad a la misión que nos encomendó: “Él ha inaugurado (el Reino), pero nos ha confiado a nosotros, sus discípulos, la tarea de llevarlo adelante, asumiendo la responsabilidad de dar esperanza a los pobres. Es necesario, sobre todo en una época como la nuestra, reavivar la esperanza y restaurar la confianza. Es un programa que la comunidad cristiana no puede subestimar. De esto depende que sea creíble nuestro anuncio y el testimonio de los cristianos” (n.5).

Los compromisos que se deberían desprender de esta jornada “no consisten solo en iniciativas de asistencia” aunque estas son encomiables y necesarias (n.7), supone darles un acompañamiento permanente (n.8), porque los pobres no son solo estadísticas sino personas a las que hay que ir a encontrar, descubriendo en ellos el rostro de Cristo (n.9). Es urgente “no olvidar el grito de los pobres” (Sal 9, 13) Por eso, “la condición que se pone a los discípulos del Señor Jesús, para ser evangelizadores coherentes, es sembrar signos tangibles de esperanza” (n.10).

En tiempos tan convulsionados en nuestra América Latina, ponerse del lado de los pobres es una opción que no puede negociarse. Pero, lamentablemente, no solo se escriben subsidios bastante superficiales, sino que no parece haber una defensa clara y profética de los más pobres. Un hecho, para mí, bastante sorprendente es que en la situación boliviana se invoca la Biblia para restaurar el orden ¿neoliberal? y se rechazan las creencias indígenas. Me parece recordar que Bolivia es un estado pluricultural y que se celebró un sínodo Panamazónico donde no solo se habló de la creación sino del respeto y valoración de los pueblos ancestrales y sus cosmovisiones. Es bastante incoherente que no se levante la voz para hacer respetar el pluralismo cultural y religioso y denunciar que la Biblia no puede ser utilizada de la manera como se ha hecho. Pero algo queda claro: una cosa es hablar de los pobres y teorizar sobre ellos y otra cosa es amarlos en el aquí y ahora de cada realidad concreta.








[1] Señalaremos entre paréntesis el numeral donde dice esto en el mensaje del Papa Francisco, mensaje que puede verse en:  http://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/poveri/documents/papa-francesco_20190613_messaggio-iii-giornatamondiale-poveri-2019.html