miércoles, 29 de agosto de 2018


Congreso Eclesial: Profecía, comunión y participación



La II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, celebrada en la ciudad de Medellín (1968) constituyó la puesta en marcha de Vaticano II en estas tierras. Esa conferencia marcó un nuevo rumbo para la Iglesia del continente porque respondió, desde la fe, a la realidad de pobreza e injusticia estructural y delineó una Iglesia pobre, profética y misionera. 



Por ese motivo este año se han celebrado varios simposios y congresos y otros seguirán celebrándose, en lo que resta del año. Pero quiero referirme a uno que, por quienes lo convocaron y en el lugar que se hizo, resulta especialmente significativo. Fue precisamente el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), es decir, el mismo organismo que realizó la II Conferencia de Medellín, y se llevó a cabo en el Seminario Mayor de Medellín, lugar donde hace 50 años se dio ese “paso del Espíritu”. El congreso se realizó del 23 al 26 de Agosto con el título “Congreso Eclesial: Profecía, comunión y participación”. También lo convocaron, la CLAR (Confederación Latinoamericana de religiosos/as), Cáritas de América Latina y el Caribe y la Arquidiócesis de Medellín.  


El congreso tuvo ponencias por la mañana y trabajos en grupo por la tarde. Estos grupos (Comunidades de vida y aprendizaje) profundizaron en los mismos temas de la Conferencia de Medellín, añadiendo otros desafíos: Justicia/paz/reconciliación, Familia, Educación, Juventud, Pastoral popular/religiosidad popular, Pastoral de Élites/Pastoral Urbana, Catequesis, Liturgia, Pueblos indígenas/afroamericanos, Protagonismo de los laicos, Sacerdotes, Vida consagrada, Formación del clero, La iglesia y los pobres, Pastoral de conjunto, Medios de comunicación social, La mujer en la Iglesia, ecología integral/cuidado de la creación, Formación de discípulos misioneros/vocaciones en la Iglesia, Comunidades eclesiales de Base/pequeñas comunidades, Migración /refugio/trata de personas y Animación Bíblica de la pastoral. Además se compartió la oración y Eucaristía diaria, junto con algunos momentos festivos. Participaron más de 500 personas.

Se inició con la presentación del libro “Obispos de la Patria Grande: Pastores, profetas y mártires”, obra colectiva compilada por la Dra. Ana María Bidegain y publicada por el CELAM en el que se recogió la vida de 21 obispos que “tuvieron una particular experiencia de lo que se reflexionó hace 50 años en Medellín y luego lo hicieron vida en su trabajo pastoral”. El Presidente del CELAM, Mons. Rubén Salazar, resumió el significado de la vida de estos profetas de la Patria Grande, señalando que se constituían en marco para la conmemoración de los 50 años de Medellín: “21 pastores que supieron realizar en la historia el proyecto salvífico de Dios, 21 profetas que hicieron resonar la voz de los sin voz, 21 mártires que con su vida dieron testimonio del amor misericordioso de Dios (…). Dios quiere para América Latina y el Caribe, más allá de las dificultades que enfrentamos, una iglesia en salida misionera, pobre y para los pobres, en conversión permanente, en diálogo con el mundo. Una Iglesia donde lo que acabo de decir no sea un simple slogan, una frase de cajón o un sueño romántico. Él quiere darnos la oportunidad, en los 50 años de Medellín, de soñar una iglesia distinta, más fiel a sus orígenes, más coherente con su misión, más evangelizada y evangelizadora”.


Precisamente esas palabras se profundizaron en las distintas ponencias y trabajos en grupo. El segundo día, acorde con el método latinoamericano del “Ver-Juzgar-Actuar”, se “vio” la realidad social, política, económica, cultural y ecológica de América Latina, sus retrocesos, avances y nuevos escenarios con relación a hace 50 años. Los panelistas, Dr. Juan Luis Hernández, P. Francisco de Roux, S.J. y Mons. José Luis Azuaje, ofrecieron una visión de la injusticia que todavía golpea al continente y que no puede dejarnos tranquilos. Este día también, la Dra. Yolanda Valero, P. Guillermo Campuzano, CM y Card. Pedro Barreto, S.J., presentaron la realidad socio religiosa y pastoral de América Latina.


El tercer día, destinado al “Juzgar”, Pedro Trigo, S.J., habló sobre los fundamentos bíblico-teológicos de Medellín y la Dra. María Clara Bingemer hizo una valoración pastoral del Documento de Medellín a la luz del Magisterio del Papa Francisco. En un segundo momento, correspondiente al paso del “Actuar”, la H. María Cristiana Robaina, STJ, H. Alonso Murad, FMS y P. Augusto Zampini, trazaron las perspectivas de futuro para la Iglesia Latinoamericana. El último día, la Hna. Mercedes Casas, hizo una relectura de Medellín en una iglesia misionera, pobre con los pobres. También se presentaron las líneas de acción que los grupos de trabajo propusieron para el futuro eclesial.


Imposible mostrar aquí los contenidos de todo lo que se habló, discutió y propuso para la Iglesia del Continente (en la página del CELAM, se encuentran las ponencias). Pero sí se puede afirmar que, en líneas generales, las opciones de Medellín se volvieron a reafirmar no sin reconocer que esta manera de ser Iglesia ha sido perseguida, calumniada y hasta suprimida en los mismos ambientes eclesiales. Sin embargo, el Espíritu que no deja de soplar, vuelve a través del Magisterio del Papa Francisco a conectar con esa inspiración de Medellín y nos lanza al desafío de responder a los signos de los tiempos, respuesta que exige profecía, audacia y mucho amor a los pobres desde una real conversión eclesial. 


Cabe anotar que faltó la presencia de más laicos/as en el congreso. Aún la iglesia parece concentrase en los jerarcas cuando hay eventos convocados por ellos. Y, cuando los convocan los laicos, solo pocos jerarcas acuden. También faltó una liturgia más “Pueblo de Dios” donde todos -Jerarcas, religiosos/as y laicos/as- comparten la mesa común en la que los que presiden no se separan del pueblo sino que están en medio de él (Evangelii Gaudium 31). Pero, por encima de estos aspectos que no son centrales, el congreso fue un espacio de reflexión donde la voz profética de Medellín volvió a escucharse: “Patria Grande, Profetas, mártires, opción por los pobres, signos de los tiempos, conversión eclesial, iglesia pobre y para los pobres, protagonismo de los laicos/as, la mujer en la iglesia, pueblos originarios y afroamericanos, conversión ecológica, ecumenismo y diálogo interreligioso, etc.”. Todas estas palabras hablan mucho del gran significado de Medellín. Pero aquí cabe decir: “el que pueda entender, que entienda” (Mt 19,12; Ap 2,7). Esperemos que se acoja la voz del Espíritu y una Iglesia según el querer de Dios sea realidad en nuestro Continente.

lunes, 20 de agosto de 2018


Todas y todos llamados a transparentar el rostro materno de Dios

En las últimas décadas se tomó conciencia de que la realidad familiar de tantos padres ausentes o de su figura machista y autoritaria hacía muy difícil hablar de la figura de Dios Padre en la catequesis. Los destinatarios no podían reconocer en la figura paternal que tenían, los rasgos de un Dios Padre amoroso que salía al encuentro de sus hijos. Se comenzó entonces a explicitar más la figura materna de Dios. Pero esta no fue la única razón. También la conciencia que se ha adquirido últimamente de la visión patriarcal del mundo –donde lo masculino se erigió como patrón de organización y valoración-, ha permitido prestar más atención a esos rasgos femeninos de Dios y, más aún, replantearse los roles atribuidos tradicionalmente a cada uno de los sexos. Hemos tomado conciencia de las consecuencias del sistema patriarcal: una sociedad asimétrica en la que los rasgos femeninos se quedan reducidos al ámbito privado y con una cierta connotación de debilidad y los masculinos se viven en el ámbito público como muestra de superioridad y fuerza. Además, cada sexo siente una cierta “prohibición” de pretender vivir los roles del otro. Es así como, por ejemplo, en algunas ocasiones, a  los hombres “tiernos” se les considera débiles o se duda de la “capacidad intelectual” de las mujeres. (Afortunadamente, todo esto va cambiando, aunque lentamente).

Si acudimos a la tradición bíblica vemos que la metáfora materna de Dios no es desconocida. Pero se ha necesitado el trabajo teológico, propiciado en gran parte por las mujeres, para que la explicitación del rostro materno de Dios influyera más en la vida cristiana. También vale la pena hacer memoria del corto pontificado de Juan Pablo I al que se le recuerda, entre otras cosas, por su afirmación: “Dios es Padre, pero sobre todo es Madre”.

Hablar de Dios como Padre y Madre no significa atribuir a cada sexo unos rasgos y mantener la diferencia de roles. El texto del Génesis nos señala que toda la humanidad –varón y mujer- ha sido creada a imagen y semejanza de Dios (Gén 1, 27) y, por lo tanto, hombres y mujeres estamos llamados a ser presencia de Dios en nuestra historia. Significa que Dios tiene en sí mismo todos esos rasgos y, al mismo tiempo, los supera. Dios no es ni hombre, ni mujer pero uno y otro son imagen suya. 

Explicitar hoy los rasgos femeninos es una tarea actual. Propiciar que sean vividos por hombres y mujeres. No limitarlos al espacio íntimo y privado. Llevarlos también al ámbito público. Textos de Óseas como “Con gestos de ternura, con lazos de amor, los atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas y se inclina hasta él para darle de comer” (11, 3-4) o de Isaías "¿Acaso olvida una mujer a su hijo, y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque se encontrara alguna que lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti" (Is 49, 14-15) nos invitan a hacer presente en lo social la ternura de Dios y su capacidad de sentir compasión y misericordia por todos aquellos que ven amenazada su suerte y que no encuentran salida para su situación. Establecer relaciones que pasen por el encuentro, por el cariño, el cuidado, el perdón, la atención particular a cada uno, podrán hacer posible un ámbito público más humano, más cristiano. Hasta ahora las mujeres han vehiculado con más fuerza esos rasgos femeninos. Deben seguir haciéndolo. Pero también los varones están llamados a vivirlos. Así nuestras familias y nuestra sociedad podrán aproximarse más a lo que Dios es y lograremos una manera de ser hombres y mujeres más acordes con el querer de Dios.

martes, 14 de agosto de 2018


 María -la  del evangelio- y las advocaciones marianas

Las diferentes advocaciones o nombres de la Virgen María confunden a veces al Pueblo de Dios. Aunque tienen la riqueza de manifestar la particularidad de cada cultura y es una manera de apropiarse de la presencia mariana en una realidad concreta, muchas personas piensan que se habla de “diferentes” vírgenes o que una es más “milagrosa” que la otra. Ante esto, se hace necesario rescatar la figura de María, la mujer sencilla y pobre de Nazaret, la que acompañó a su Hijo Jesús en su misión y la que hoy, realmente, puede ser modelo de seguimiento.

Antes de hablar de María de los Evangelios, señalemos dos aspectos de las advocaciones. El  primero, muy positivo, se refiere a algunos de estos rostros de María, tan proféticos y llenos de sentido. Es el caso, por ejemplo, de la “Virgen de Guadalupe” -patrona de América Latina-.  Con su rostro indígena, nos interpela sobre la incorporación real y efectiva de estos pueblos en la comunidad cristiana y en la sociedad, incorporación que fue negada al inicio del cristianismo en este continente y que aún hoy no es plena en algunos estamentos. De una realidad similar nos habla el rostro negro de “Nuestra Señora Aparecida” –patrona de Brasil-. La esclavitud siempre será un pecado histórico del que no se salvó nuestra experiencia de fe y que exige todavía hoy, la restitución de la dignidad del pueblo negro y el compromiso con el reconocimiento de todos sus derechos.

Un segundo aspecto, menos positivo, es que algunas de las advocaciones marianas ofrecen una María blanca, cabello rubio, ojos azules, llena de joyas y adornos que hacen difícil reconocer en ella  la imagen de la mujer mestiza de nuestro Continente y mucho menos la de la mujer judía que sin duda fue María de Nazaret. Hay que entender que estas advocaciones también tienen contextos y realidades históricas que las hacen válidas y no niegan su profundo significado de fe. Pero también es bueno  acercarnos más a la María de los Evangelios, a la mujer libre y fuerte, primera discípula y misionera, modelo de seguimiento y compromiso cristiano (Documento de Aparecida 266.269).

María -la de los Evangelios- nos habla de justicia y solidaridad. Nos habla de escucha y compromiso. Nos habla de anuncio y fidelidad. El Magnificat –cantico puesto en labios de María al visitar a su prima Isabel (Lc 1,46-55)- anuncia el plan de salvación querido por Dios: derribar el sistema que hace que unos sean poderosos y otros oprimidos, repletar a los hambrientos de todo lo que es bueno,  despojar de todo a los que ponen su fuerza en las riquezas. Esa misma María capaz de anunciar proféticamente ese “otro mundo posible”, es la que también pregunta cómo ha de colaborar en el plan de salvación (Texto de la anunciación Lc 1,26-38) y se empeña en solucionar las necesidades de los otros cuando su Hijo parece rehusarse (Las bodas de caná, Jn  2, 1-10). Es también la que se mantiene firme al pie de la cruz (Jn 19,25) -no por el sufrimiento abnegado al que parecen estar destinadas las mujeres según el estereotipo patriarcal- sino por fidelidad al seguimiento y por compromiso con los valores del Reino.

Este 15 de agosto celebramos la Asunción de María, es decir, esa mujer como una de nosotros que supo vivir su vida plenamente y el pueblo de Dios así lo reconoce. No se proclama que fue subida a los cielos por méritos extraordinarios sino por la vida real y comprometida que tuvo. Por su fe vivida día a día. Es por tanto ocasión de querer vivir como ella para alcanzar y alcanzar así esa plenitud definitiva.

martes, 7 de agosto de 2018


LA NUEVA ERA EN COLOMBIA: MÁS DE “URIBE”

Hoy en Colombia se posesionó el presidente Iván Duque, candidato del partido Centro Democrático, partido del expresidente Uribe. Es decir, de nuevo tendremos un gobierno al estilo Uribe por otros cuatro años. ¡Qué susto! Ya lo expresé así en otra ocasión. Increíble que un país con más de 50 años de conflicto armado que logró hacer un proceso de paz con uno de los grupos armados más fuertes, no siga para adelante buscando hacer realidad la paz sino que se atrinchere en poner “palos a la rueda” y vuelva a proponer la “mano dura” (de Uribe) con una nueva expresión “el que la hace la paga”. Sin duda gobernará para los empresarios quienes tienen asegurado la baja de impuestos, al servicio de los Estados Unidos como lo reconoció repetidamente, con las Fuerzas Armadas en primera línea para que la actitud guerrerista no se pierda y con un maquillaje de justicia social, “la de Él” que no es “populismo” porque la derecha puede ofrecer lo que sea y eso sí es viable.

Las palabras del presidente del senado, Ernesto Macías, de terror. Alabanzas al presidente Uribe, ataque frontal al gobierno de Santos –logró asustarnos con este país de terror que dejó Santos –nada, absolutamente nada positivo-, y quitándole protagonismo al que debería tenerlo: el nuevo presidente. En minutos los tweets le dieron nombre a ese discurso: “#ErnestoMacíasVerguenzaNacional”.

El discurso de Duque bastante populista: con él se acaban todas las divisiones y se abren todas las posibilidades. Qué país más maravilloso vamos a tener con sus políticas. Contradecía al presidente del Senado porque sí reconoció que seguirá lo bueno –o sea que si había cosas buenas- y mejorará todo lo malo. Está bien esto, es lo que se espera de todo el que asume un gobierno. Pero en medio de tanta palabra aparentemente positiva, si se analiza bien, se destaca lo que ya señalamos antes.

Es interesante ver la cara de satisfacción de todos los amigos de Duque y como se peleaban por darle el abrazo. Sí, como dice el adagio popular, lo malo es no estar en la rosca. Pero sí uno está dentro, procurará estar más dentro para que le llegue alguna prebenda. Y, en un país como el nuestro donde las “palancas” siguen funcionando, conviene hacerse ver.

Valioso que llegue una mujer a la vicepresidencia, aunque la mentalidad que conocemos de Martha Lucía Ramírez, no augura muchos apoyos al cambio de la mentalidad patriarcal porque no olvidemos, el sistema patriarcal también mantiene a las mujeres en sus filas, las valora y les da responsabilidades, pero sabe mantener el orden masculino que ha imperado en nuestra historia.

La Tv solo nos transmitió la posesión presidencial –como es de esperar- pero no hay que olvidar que hubo concentraciones en varias ciudades del país para seguir afirmando que “otra Colombia es posible” y aunque no se gane el poder, se puede seguir pensando distinto y buscando distintas alternativas. Gracias a Dios la vida se construye desde muchas orillas y no todo viene del poder establecido aunque este tenga tanta fuerza.

La posesión estuvo acompañada de mal tiempo y sobre todo de un viento fuerte. Debe ser presagio de los vientos fuertes que nos esperan. En fin, comienza un nuevo gobierno, con mucho de Uribe, pero esperemos que la realidad sea más fuerte y esta obligue, conduzca, oriente al nuevo presidente y sea capaz de abrir caminos distintos. Confiemos con atención y sigamos acompañando sus decisiones para, como él mismo dijo, apoyar todo lo bueno y alertar sobre todo lo malo y, especialmente, estar atentos a todo lo que afecte a los más pobres, no sólo por nuestra responsabilidad ciudadana sino también por nuestra opción cristiana. Lástima que ésta, a veces no se nota en algunos sectores, que parece se alinean más con el orden establecido que con la suerte de los más pobres, los preferidos de nuestro Dios. Pero así es la vida política y la vida de la Iglesia. Mucha pluralidad, muchas oposiciones y en ellas, tejiéndose la historia, con muchos momentos de trigo y otros de cizaña. Eso sí, sin perder la confianza en que nuestro Dios tiene la última palabra y en ella nos apoyamos para seguir trabajando día a día por un país mejor.

viernes, 3 de agosto de 2018


Gustavo Gutiérrez y la liberación integral



Ya anotamos en una edición pasada que estamos celebrando los 50 años de la Conferencia de Medellín. Esta reunión de Obispos latinoamericanos y caribeños en 1968 constituyó la puesta en marcha del Vaticano II en estas tierras y marcó un rumbo para esta iglesia que hoy se siente muy en sintonía con el pontificado de Francisco. Si hace 50 años la iglesia latinoamericana privilegió la realidad de pobreza e hizo la opción por los pobres, hoy el Papa Francisco no cesa de hablar de la “Iglesia pobre y para los pobres”. Debe ser que el Espíritu nuevamente aletea con fuerza y nos permite escuchar su voz con más claridad.


La Conferencia de Medellín fue fruto, en parte, del quehacer teológico y, a su vez, este se enriqueció y desplegó con las conclusiones de Medellín. Así se da siempre la mutua fecundación entre teología y magisterio. La teología está al servicio del magisterio para contribuir a su comprensión y suscitar preguntas que ayuden al magisterio a dar respuestas adecuadas a los signos de los tiempos de cada momento histórico. Pero no siempre esta colaboración se ha vivido pacíficamente y, por supuesto, no han faltado las tensiones. Esto ha sido evidente con la llamada teología de la liberación que al unísono con Medellín buscó reflexionar ese momento de puesta en marcha del Vaticano II en el Continente. Las tensiones se hicieron mayores y se llegó a una persecución muy fuerte de esta teología y a un cuestionamiento de algunos de sus representantes. Ahora bien, nunca se “condenó” explícitamente esta teología y, por el contrario, Juan Pablo II afirmó que “no solo era oportuna sino útil y necesaria”.


Lamentablemente a muchos sacerdotes y otros miembros del pueblo de Dios se les ha formado en contra de la teología de la liberación y se les prohibió leer la teología que se ha producido en esta línea. Tal vez por eso también les resulta difícil entender al Papa Francisco. Pero lo cierto -y es lo que queremos recordar hoy-es que uno de los grandes de esta teología, el peruano, Gustavo Gutiérrez cumplió 90 años y el pasado 28 de mayo, el Papa Francisco le felicitó con una carta en la que hacía afirmaciones fundamentales sobre su trabajo teológico. Cabe anotar que a Gustavo Gutiérrez se le reconoce como uno de los “padres” de la teología de la liberación pero, precisamente por esto, se le ha perseguido y, personalmente he sido testiga de tener que acudir a otros lugares fuera de Lima para escuchar sus charlas porque no se le permitía hablar allí (parece que se cumple el dicho de que nadie es profeta en su tierra y es allí donde más se le persigue). 


El Papa en su carta se une a su acción de gracias por la vida que Dios le ha regalado y le agradece su fidelidad y compromiso teológico: “te agradezco por cuanto has contribuido a la iglesia y a la humanidad a través de tu servicio teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la sociedad. Gracias por todos tus esfuerzos y por tu forma de interpelar la conciencia de cada uno, para que nadie quede indiferente ante el drama de la pobreza y la exclusión”.


Leyendo ese párrafo se entiende porqué se le persiguió. Cuando se anuncia el evangelio en lo más central que tiene “su amor preferencial por los pobres” y se interpela la conciencia de la gente sobre esta realidad, esa voz profética despierta rechazo e indignación en todos aquellos que quieren quedarse cómodos en su situación y seguros en una religión hecha a su medida, donde la justicia social no tiene cabida. 


Pero Francisco con este gesto y otros que ha tenido en esta línea, está fortaleciendo nuevamente la teología de la liberación o latinoamericana y por consiguiente sus frutos –que no han dejado de darse sino que se les perseguía- comienzan a ser reconocidos.


Recordemos brevemente una de las contribuciones iniciales de la teología de la liberación que ofreció Gustavo Gutiérrez en su libro “Teología de la liberación” (1972) precisamente sobre el término “liberación”:

“El término liberación expresa, en primer lugar, las aspiraciones de  las clases sociales y pueblos oprimidos y subraya el aspecto conflictual del proceso económico, social y político que los opone a las mayorías pobres con los que ostentan su riqueza. En segundo lugar, liberación se refiere a todas las dimensiones del ser humano que necesitan una auténtica liberación para constituirse como persona nueva en una sociedad cualitativamente diferente. En tercer lugar, liberación se refiere, a la salvación que Cristo nos ofrece del pecado, raíz última de toda ruptura de amistad, de toda injusticia y opresión, y lo hace auténticamente libre, es decir vivir en comunión con él, fundamento de toda fraternidad humana. No se trata de tres procesos paralelos o que se suceden cronológicamente; estamos ante tres niveles de significación de un proceso único y complejo que encuentra su sentido profundo y su plena realización en la obra salvadora de Cristo”.


Creo que se comprende plenamente que al hablar de liberación no se está negando la liberación fundamental: la del pecado del que nos libera Cristo. Pero se encarna en la realidad personal y social sin la cual cae, como afirmaba Gustavo Gutiérrez en ese mismo texto, en un “idealismo o espiritualismo” o con palabras de la carta de Santiago, “La fe sin obras es muerta” (St 2,17). Necesitamos una liberación integral y ese es el corazón de la Teología de liberación (no se niegan desviaciones o excesos como en TODA teología), de ahí que las palabras del Papa a Gustavo son de gran valor para él por ese reconocimiento a toda su labor teológica pero también para todos porque se nos invita a vivir una fe y una teología comprometida con la realidad, con la liberación en todas sus dimensiones, desde los pobres, con ellos y para ellos.