Gustavo Gutiérrez y la liberación
integral
Ya
anotamos en una edición pasada que estamos celebrando los 50 años de la
Conferencia de Medellín. Esta reunión de Obispos latinoamericanos y caribeños
en 1968 constituyó la puesta en marcha del Vaticano II en estas tierras y marcó
un rumbo para esta iglesia que hoy se siente muy en sintonía con el pontificado
de Francisco. Si hace 50 años la iglesia latinoamericana privilegió la realidad
de pobreza e hizo la opción por los pobres, hoy el Papa Francisco no cesa de
hablar de la “Iglesia pobre y para los pobres”. Debe ser que el Espíritu
nuevamente aletea con fuerza y nos permite escuchar su voz con más claridad.
La
Conferencia de Medellín fue fruto, en parte, del quehacer teológico y, a su
vez, este se enriqueció y desplegó con las conclusiones de Medellín. Así se da
siempre la mutua fecundación entre teología y magisterio. La teología está al
servicio del magisterio para contribuir a su comprensión y suscitar preguntas
que ayuden al magisterio a dar respuestas adecuadas a los signos de los tiempos
de cada momento histórico. Pero no siempre esta colaboración se ha vivido
pacíficamente y, por supuesto, no han faltado las tensiones. Esto ha sido
evidente con la llamada teología de la liberación que al unísono con Medellín
buscó reflexionar ese momento de puesta en marcha del Vaticano II en el
Continente. Las tensiones se hicieron mayores y se llegó a una persecución muy
fuerte de esta teología y a un cuestionamiento de algunos de sus
representantes. Ahora bien, nunca se “condenó” explícitamente esta teología y,
por el contrario, Juan Pablo II afirmó que “no solo era oportuna sino útil y
necesaria”.
Lamentablemente
a muchos sacerdotes y otros miembros del pueblo de Dios se les ha formado en
contra de la teología de la liberación y se les prohibió leer la teología que
se ha producido en esta línea. Tal vez por eso también les resulta difícil
entender al Papa Francisco. Pero lo cierto -y es lo que queremos recordar hoy-es
que uno de los grandes de esta teología, el peruano, Gustavo Gutiérrez cumplió
90 años y el pasado 28 de mayo, el Papa Francisco le felicitó con una carta en
la que hacía afirmaciones fundamentales sobre su trabajo teológico. Cabe anotar
que a Gustavo Gutiérrez se le reconoce como uno de los “padres” de la teología
de la liberación pero, precisamente por esto, se le ha perseguido y,
personalmente he sido testiga de tener que acudir a otros lugares fuera de Lima
para escuchar sus charlas porque no se le permitía hablar allí (parece que se
cumple el dicho de que nadie es profeta en su tierra y es allí donde más se le
persigue).
El
Papa en su carta se une a su acción de gracias por la vida que Dios le ha
regalado y le agradece su fidelidad y compromiso teológico: “te agradezco por
cuanto has contribuido a la iglesia y a la humanidad a través de tu servicio
teológico y de tu amor preferencial por los pobres y los descartados de la
sociedad. Gracias por todos tus esfuerzos y por tu forma de interpelar la
conciencia de cada uno, para que nadie quede indiferente ante el drama de la
pobreza y la exclusión”.
Leyendo
ese párrafo se entiende porqué se le persiguió. Cuando se anuncia el evangelio
en lo más central que tiene “su amor preferencial por los pobres” y se
interpela la conciencia de la gente sobre esta realidad, esa voz profética
despierta rechazo e indignación en todos aquellos que quieren quedarse cómodos
en su situación y seguros en una religión hecha a su medida, donde la justicia
social no tiene cabida.
Pero
Francisco con este gesto y otros que ha tenido en esta línea, está
fortaleciendo nuevamente la teología de la liberación o latinoamericana y por
consiguiente sus frutos –que no han dejado de darse sino que se les perseguía-
comienzan a ser reconocidos.
Recordemos
brevemente una de las contribuciones iniciales de la teología de la liberación
que ofreció Gustavo Gutiérrez en su libro “Teología de la liberación” (1972)
precisamente sobre el término “liberación”:
“El
término liberación expresa, en primer lugar, las aspiraciones de las clases sociales y pueblos oprimidos y
subraya el aspecto conflictual del proceso económico, social y político que los
opone a las mayorías pobres con los que ostentan su riqueza. En segundo lugar,
liberación se refiere a todas las dimensiones del ser humano que necesitan una
auténtica liberación para constituirse como persona nueva en una sociedad
cualitativamente diferente. En tercer lugar, liberación se refiere, a la
salvación que Cristo nos ofrece del pecado, raíz última de toda ruptura de
amistad, de toda injusticia y opresión, y lo hace auténticamente libre, es
decir vivir en comunión con él, fundamento de toda fraternidad humana. No se
trata de tres procesos paralelos o que se suceden cronológicamente; estamos
ante tres niveles de significación de un proceso único y complejo que encuentra
su sentido profundo y su plena realización en la obra salvadora de Cristo”.
Creo
que se comprende plenamente que al hablar de liberación no se está negando la
liberación fundamental: la del pecado del que nos libera Cristo. Pero se
encarna en la realidad personal y social sin la cual cae, como afirmaba Gustavo
Gutiérrez en ese mismo texto, en un “idealismo o espiritualismo” o con palabras
de la carta de Santiago, “La fe sin obras es muerta” (St 2,17). Necesitamos una
liberación integral y ese es el corazón de la Teología de liberación (no se
niegan desviaciones o excesos como en TODA teología), de ahí que las palabras
del Papa a Gustavo son de gran valor para él por ese reconocimiento a toda su
labor teológica pero también para todos porque se nos invita a vivir una fe y
una teología comprometida con la realidad, con la liberación en todas sus
dimensiones, desde los pobres, con ellos y para ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.