En Colombia: Momentos difíciles para los pobres
y para la paz
Colombia se aproxima a tener nuevo congreso,
nuevo presidente, nueva vicepresidenta. Claro que lo de “nuevo” es verdad solo en
parte. Muchos de los mismos continúan con sus curules. La renovación no es muy
clara ni en personas, ni en políticas. Los cambios son muy difíciles y tardan
muchos años en producirse. A veces se logran pero son duramente perseguidos.
Así ha pasado en Argentina, Brasil y Ecuador. Otras veces se logran y la condición
humana -frágil y llena de intereses personales y egoísmos- hace que se
degenere. Así parece estar pasando en Venezuela y en Nicaragua. En Colombia no
conseguimos un cambio de horizontes (sabiendo de la limitación de lo que podríamos
llamar cambio) sino un recrudecimiento de lo que siempre fue así y con más
fuerza. Y esto lo representa el actual gobierno del que me preocupan muchas
cosas pero quiero detenerme en tres de distinta categoría: el neoliberalismo, la
paz y la mujer.
Sobre el sistema económico que nos espera para
los próximos años parece encarnarse en el nombramiento del ministro de
hacienda, Alberto Carrasquilla, quien ya había sido ministro en el primer
período del gobierno de Uribe y de quien ya conocemos algunas de sus frases desafortunadas:
“el salario mínimo es muy alto”, “los pensionados reciben más de lo que
aportaron”, o “Chocó es una carga para el país”. Pero no es cuestión de poner
el énfasis sólo en las frases que dijo en el pasado sino en la orientación
económica de su gestión. La prioridad está en la ganancia y no en los pobres y
ese es el problema.
Esto es lo que el Papa Francisco dijo con
claridad en la Evangelii Gaudium refiriéndose a ese tipo de proyecto económico:
“No a una economía de la exclusión” (…) “esa economía mata (…) Hoy todo entra
dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el
poderoso se come al débil. Como consecuencia de esa situación, grandes masas de
la población se ven excluidas y marginadas” (…) “En este contexto, algunos
todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento
económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo
mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido
confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad
de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema
económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando (,,,). Para
poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder
entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la
indiferencia”. (EG 53-54) ¿Cuándo nos
dejaremos tocar por esas palabras y buscar otros caminos que no sean los del
libre mercado y la libre competencia que solo favorece a unos pocos?
Y, sobre la paz, está siendo muy difícil
construirla. Este año han sido asesinados 124 líderes sociales, hay disidencias
de la FARC que están presentes en distintos lugares del territorio, se están
poniendo muchos tropiezos a la Justicia Especial para la Paz (JEP), se levantan
calumnias contra el P. Francisco de Roux, presidente de la comisión de la
verdad para demeritar el trabajo de esa comisión y este nuevo gobierno aspira a
“modificar” los acuerdos después de haber dedicado tantos años a conseguirlos y
sabiendo que si no se cumple con la palabra dada no hay cómo confiar para
seguir adelante y menos construir otro acuerdo de paz con el ELN. Sin olvidar,
que la paz se construye desde la justicia social y lo que acabamos de anotar
antes, no permite una economía que apoye esta urgencia.
Otro comentario que puede hacerse, es sobre el
tener una vicepresidenta mujer. Esto sigue ayudando a cambiar el imaginario
masculino que rodea la política. Lamentablemente ella no se caracteriza por incluir
temas de igualdad para la mujer. Fue la primera mujer ministra de Defensa,
candidata a la presidencia, senadora, es decir, ha ocupado puestos
tradicionalmente reservados a los varones y eso es un buen paso. Pero no basta
con una presencia femenina para garantizar todos los cambios que todavía se
necesitan en la sociedad patriarcal en la que vivimos. No se pueden esperar,
por tanto, muchas propuestas en este campo.
Es decir, no son tiempos fáciles y la Colombia
que todos merecemos avanza en algunos aspectos pero está estancada en muchos
otros. Por eso el trabajo continúa. Los políticos se posesionarán en su tarea,
nuestra vida parece que sigue igual pero nos afectará todo lo que se vaya
decidiendo. Por eso, no podemos bajar la guardia sino seguir trabajando porque
algunos cambios se vayan logrando y, sin perder la esperanza, de que cambios
profundos algún día serán posibles.
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