viernes, 24 de marzo de 2017


Dios no necesita “defensores” sino “seguidores”

En el 2011 se escuchó una noticia sobre la quema del Corán -libro sagrado de los musulmanes- por el pastor Terry Jones en la Florida y los consiguientes disturbios y muertes causados por musulmanes en Afganistán como represalia ante ese hecho. Esto nos invita a pensar en la violencia que se ejerce tantas veces en nombre de Dios. En efecto, el Pastor Jones aducía “que algunas partes del Corán si se toman literalmente llevan a la violencia y actividades terroristas, promueven el racismo y los prejuicios contra las minorías, contra cristianos y contra mujeres”.  Pero, lamentablemente, él parece no darse cuenta de la violencia que suscitó con el “juicio” que según dice, le hizo al Corán y por lo cual decidió quemarlo. Y así el espiral de violencia creció de un lado y de otro, todos creyéndose “salvadores” de Dios, cuando con certeza Él no necesita ninguna defensa y menos desea que en su nombre se produzcan tales situaciones absurdas.

Los cristianos podemos entender esa situación porque la muerte de Jesús que conmemoramos en cada Semana Santa fue fruto también de esa intolerancia religiosa. A Jesús lo matan por anunciar un Dios que no se mueve por estas pretensiones humanas de acabar con los “malos” y determinar quiénes son los “buenos”, sino por el Dios que opta por los más necesitados, que se inclina siempre a favor del más débil, que gratuitamente da su amor y gracia a todos, sin excepción. Pero los líderes religiosos de su tiempo no pudieron aguantar ese Dios que los privaba de sentirse poseedores de la verdad y les cuestionada su autoridad basada en su seguridad personal de ser garantes hasta de “Dios mismo”. Así deciden matar a Jesús. Pero ante esa violencia, Jesús no responde con más violencia. Él, como profetizó Isaías: “No clamó, no gritó, no alzó en las calles su voz. No rompió la caña quebrada,  ni aplastó la mecha que estaba por apagarse” (Cfr. 42, 2-3) y bien sabemos que “fue maltratado y El se humilló y no dijo nada, fue llevado cual cordero al matadero, como una oveja que permanece muda cuando la esquilan” (53, 7).

Y fue su fidelidad al Dios que anunciaba, la que nos posibilitó experimentar la resurrección que celebramos en la Pascua. A ese actuar de Jesús sin violencia y sin pretender acabar con los “malos”, fue al que Dios le dio su “SI”, resucitándolo y haciéndonos partícipes de su misma resurrección. Desde entonces, la vida de “resucitados” que estamos llamados a testimoniar, ha de mostrar al Dios que no teme morir con tal de no engendrar enfrentamientos en su nombre o descalificación mutua en defensa de principios divinos que ni Él mismo defiende. Para Dios lo verdaderamente importante es salvar la dignidad de los seres humanos, respetando su libertad y sus convicciones.

La vida de resucitados hoy, a la luz de los signos de los tiempos, nos llama a mantener una verdadera apertura a la diversidad religiosa, un auténtico respeto a la pluralidad teológica, una actitud profunda de conversión frente a la verdad que nadie posee en plenitud sino que se revela a través de todo el pueblo de Dios con sus luchas, desafíos y nuevas realidades que afronta continuamente. Necesitamos pedir sabiduría para discernir sin enfrentarnos con los que piensan diferente, para aceptar la pluralidad sin renunciar a la fidelidad personal, para caminar todos tras el Dios de la historia que no teme que exista la diferencia cuando se trata de favorecer el amor, la libertad, la paz, la dignidad de las personas y de los pueblos.

Y lo que es más importante: no olvidemos que Dios no necesita “defensores” ni “cruzadas” de pureza moral o intelectual. Dios quiere seguidores que amen, construyan, animen, cooperen, apoyen, favorezcan, posibiliten todo lo que contribuya al bien común y a la felicidad de todos los seres humanos. Definitivamente, como dice San Juan en su primera carta, no es posible decir que amamos a Dios (4,20) si en su nombre atropellamos a otros seres humanos y no damos verdadero testimonio de respeto, tolerancia y apertura a lo distinto, por negativo que pueda parecernos e, inclusive, que efectivamente lo sea. Sólo desde una verdadera praxis de amor, todos iremos liberándonos de las lecturas fundamentalistas de los libros sagrados y nos entenderemos en el Dios que sigue revelándose en los desafíos de cada tiempo presente.

viernes, 17 de marzo de 2017

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario cuaresma 3A

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario cuaresma 3A: Jesús sale al encuentro de nuestras necesidades DOMINGO TERCERO DE CUARESMA – “A” Eduardo de la Serna Lectura del libro d...

domingo, 12 de marzo de 2017

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario cuaresma 2A

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario cuaresma 2A: La Ley y los Profetas se encuentran en un monte DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA – “A” Eduardo de la Serna Lectura del libro del...

viernes, 10 de marzo de 2017


Derribar los muros y tender puentes

Una de las noticias más preocupantes que se escucharon una vez asumió el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, fue su decisión de construir un muro en la frontera con México. Fue una de sus consignas de campaña y no tardó en ponerla en práctica. Cuesta creer que haya inmigrantes –ya con sus papeles en regla en Estados Unidos- que apoyen endurecer las leyes para otras personas que están pasando por las situaciones que ellos ya vivieron. Lógicamente no fueron sólo estos los que votaron por el presidente. También lo hicieron muchos norteamericanos de clase media que quieren recuperar su poder adquisitivo y, por supuesto, todos aquellos que no miden las consecuencias globales de lo que implican determinadas promesas porque solo se fijan en su bien particular o inmediato.
Pero desde otro contexto, no es la primera vez que con la construcción de muros se intenta “aparentemente” solucionar problemas. Por ejemplo, en Rio de Janeiro en el 2009, se comenzó a construir un muro en las favelas (barrios de invasión) para evitar, según el gobierno, que se expandieran por la ciudad y afectarán el bosque nativo aunque, en realidad, fue una forma de ocultar el drama social que vive Brasil: un país con tanta riqueza y, al mismo tiempo, con tantos pobres.
El Papa Francisco, al inicio de su pontificado, dijo que “el cristiano no levanta muros sino que construye puentes” (8-05-2013) y, más recientemente, que debemos derribar los muros que nos dividen y construir puentes que permitan disminuir las desigualdades, que aumenten el bienestar, la libertad y los derechos, porque “a mayores derechos, mayor libertad” (11-11-2016). Los cristianos, por tanto, no podemos ser ajenos a este momento actual, donde el drama de la migración clama por una respuesta humanitaria y, por supuesto, cristiana. El migrante no puede ser un problema sino una oportunidad de repensar las injusticias que originan esas situaciones y un compromiso para buscar soluciones adecuadas a la dignidad de todo ser humano.
En nuestra realidad colombiana, también hay una llamada a no construir muros sino a tender puentes. Concretamente, con el proceso de paz que hemos iniciado, no podremos avanzar si no existe esta actitud en nuestros corazones. En cierto sentido, construir muros es más fácil porque existen muchas razones que pueden avalar esa situación y no exige nada de nuestra parte. Esos, “los otros”, detrás del muro, son los culpables y nosotros nos estamos defendiendo. Solución rápida pero muy engañosa. En cambio, tender puentes, nos pide salir de nosotros mismos para acoger a los demás y no sólo esto, sino ayudarlos hasta las últimas consecuencias. A semejanza de la parábola del Samaritano (Lc 10,9-37), no basta con detenernos en el camino sino que hay que levantar a los caídos, sanar sus heridas y cuidarlos hasta que puedan reiniciar la vida. Algunos estarán pensando: y, ¿quiénes son esos caídos en el camino? ¿los campesinos desplazados y víctimas del conflicto armado? ¡Por supuesto! Pero también todos los desmovilizados que necesitan ser reintegrados a la sociedad y a quienes no se les puede negar un futuro, no sólo por ser seres humanos sino, desde nuestra fe, por ser hijos de nuestro mismo Dios Padre-Madre.
Lamentablemente, los medios de comunicación que deberían servir para apoyar estos procesos tan difíciles, a veces hacen lo contrario. Estos días, no es extraño escuchar que cualquier cosa negativa que pasa en el país, parece perpetrada por los desmovilizados o los disidentes del proceso de paz. Seguro, algunos hechos así lo serán, pero no todos. Por el contrario, no se ve, en los medios de comunicación, el esfuerzo por comunicarnos la esperanza que se va viviendo en algunas zonas campamentarias, como por ejemplo, en La Paloma, corregimiento de Madrigal (Nariño), donde la gente del pueblo recibió a trece guerrilleros implicados en el proceso de dejación de armas, con una inmensa bandera blanca y cantando a coro: “se vive, se siente, la  paz está presente” (14 de enero de 2017).
En el Antiguo Testamento el libro de Josué nos relata la dificultad para conquistar Jericó porque tenía un muro que la protegía. Pero Yahvé le dice a Josué que al llegar allí, rodeen la ciudad dando vueltas durante seis días, y al séptimo día, los sacerdotes toquen la trompeta y todo el pueblo implore a Dios. De esa manera el muro de la ciudad se vendrá abajo. Así lo hicieron y así conquistaron Jericó (Jos 6, 1-5).  Esto puede suceder también hoy: los muros se derriban cuando el pueblo se reúne con un propósito, cuando se alza la voz y se reclama justicia, cuando se cree en la fuerza de la solidaridad y del amor.
No sabemos cómo seguirán las políticas de los Estados Unidos. Tampoco como seguirá el proceso de paz. Pero si sabemos que está en nuestras manos identificar los muros construidos por el egoísmo y transformarlos en puentes que hagan “otro mundo posible”. Como tantas veces Jesús le dijo a sus discípulos: “no teman, hombres de poca fe” (Mt 8, 26), hoy también nos lo dice a nosotros. Hay esperanza y hay vida porque Dios está de nuestro lado y no nos dejará nunca de su mano. Él sólo necesita nuestra apertura de corazón y mente para tener una mirada positiva sobre la historia humana, sin dejar de soñar con otra manera de vivir y de amar acorde con el querer divino. Y necesita, efectivamente, nuestras obras para que con ellas derribemos todos los muros –de cualquier índole- y tendamos puentes para abrazar, ayudar, comprender, acoger, respetar y, sobre todo, transformar, las políticas injustas en vida y oportunidad para todos y todas en todo lugar de este bello planeta que habitamos.

lunes, 6 de marzo de 2017

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER


El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Pero es una conmemoración mal entendida en algunos contextos. Se cree que es para regalar a las mujeres dulces y flores y, en verdad, hasta algunas de ellas se sienten halagadas con eso. No se duda de la buena voluntad de los varones al tener ese tipo de detalles o de las empresas al mandar algún regalo a sus empleadas ese día. Pero con eso se constata que el significado de esta conmemoración no se ha entendido suficientemente. 

Por eso no sobra intentar explicitar, una vez más, su verdadero sentido. Lo que se pretende conmemorar es la lucha que se ha tenido que hacer para que las mujeres puedan ser reconocidas en igualdad de derechos que los varones. Y esa lucha no ha sido fácil hasta el día de hoy. Todavía, en algunos lugares, no es verdad que las mujeres ganen el mismo salario que los varones realizando el mismo trabajo. Tampoco se ha alcanzado que las tareas del hogar sean responsabilidad compartida donde no se diga a modo de alabanza que el esposo “ayuda” mucho en la casa. ¡No! las tareas que hace el varón no han de ser ayuda, son su responsabilidad en la tarea común que la pareja comparte. Todavía no es verdad que todos los varones se hayan comprometido con superar esa desigualdad que sufren las mujeres. Para ellos e incluso para algunas mujeres, aquellas que trabajan por conseguir esa igualdad son mujeres desadaptadas o incomodas, que han perdido su feminidad. ¿Cuál feminidad? ¿la de mantener la desigualdad y el estereotipo de mujer que solo vive para el servicio de los varones?  

Y qué decir de los feminicidios y la violencia de género que todavía tantas mujeres sufren. No sólo física sino también psicológica. En fin, los hechos se podrían multiplicar indefinidamente. Pero lo que interesa resaltar es que el Día Internacional de la Mujer ha de llevarnos –a todos en la sociedad- a examinar nuestro compromiso con erradicar toda violencia contra las mujeres y toda desigualdad que se base en el hecho de ser mujeres. Y esto, tanto social como eclesialmente. No es una moda pasajera. Tampoco es un asunto de mujeres y menos de mujeres desadaptadas. Es una exigencia ética que cobija a todos en la sociedad y en la Iglesia. 

sábado, 4 de marzo de 2017

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario cuaresma 1A

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario cuaresma 1A: Todo listo para comenzar DOMINGO DE CUARESMA – 1 “A” Eduardo de la Serna Las lecturas de Cuaresma –como todas las de lo...