domingo, 21 de enero de 2018


Francisco en Perú: “Unidos en la esperanza”


Esperanza es lo que despierta Francisco y no ha sido menos en su viaje a Perú. El lema ya lo decía todo pero cada acto y palabra del Papa lo confirmaron. Situado en el corazón de la Amazonía, una vez más puso en primer plano un desafío actual: el cuidado de la casa común pero en el horizonte de una ecología integral, es decir, devolviendo la dignidad a los pueblos originarios que por siglos han sido invisibilizados, explotados, violentados, a quienes se les quiso robar su cultura y su sabiduría ancestral pero a los que hoy el Papa llama: “auténticos y primeros interlocutores” de cualquier decisión que se tome en las tierras que les pertenecen. Por eso, el encuentro con los pueblos originarios en Puerto Maldonado fue muy conmovedor. Ellos exigieron sus derechos y con sus trajes, bailes y lenguas propias, defendieron su dignidad y afirmaron que no están dispuestos a dejársela quitar una vez más. Y el Papa apoyó esas peticiones proclamando la defensa de la vida, de la tierra y de las culturas. Más aún, la lectura de algunos extractos de la Laudato Si en lenguas autóctonas, mostraba esas palabras proféticas que trae la encíclica y que van en perfecta consonancia con la urgencia de liberación que actualmente tiene no solo la creación sino todos los pobres, entre ellos, los pueblos indígenas. En otras palabras, el Papa apoyó incondicionalmente la pluralidad eclesial abogando por una iglesia con rostro amazónico e indígena y señaló el Sínodo de Amazonía del 2019 como momento privilegiado para que todo eso pueda ser realidad.

Dirigiéndose a la población de esa misma región Francisco fue enfático: “Ustedes no son tierra de nadie. Esta tierra tiene nombres, tiene rostros: ustedes”. Y evocó a María como madre lo cual los hace hijos, familia, comunidad. Con la Virgen no desaparecen los problemas pero ella fortalece para enfrentarlos. El Papa denuncia que “algunos quieren volver esa tierra anónima, un lugar para comercializar y explotar”, como consecuencia lógica de la cultura del descarte que quiere tratar a la creación y a las personas con la lógica del uso irracional para aprovecharse y dejarlas luego como “inservibles”. Se refirió también a la trata de personas y algo aún más grave: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual y esclavitud del lucro. Por todo esto el Papa les animó a seguir organizándose en movimientos y comunidades de todo tipo para superar las situaciones que los agobian. Y esto, porque la salvación no es abstracta sino concreta. Dios mira personas concretas, rostros e historias concretas. De ahí la necesidad de amar la tierra, sentirla suya, enamorarse de ella para cuidarla y preservarla para sus hijos. A los jóvenes del Hogar El principito les invitó a no renunciar a sus sueños, no contentarse con ser “vagón de cola”, sino motor que empuje una historia nueva para ellos. Preservar sus tradiciones y desde ellas seguir construyendo un mundo para todos y todas.

Uno de los temas que acompañó la visita del Papa en Perú fue el tema de la mujer. Definitivamente para todos aquellos que les cuesta que ese tema se privilegie y dicen que no hace falta más denuncias al respecto, Francisco les muestra con sus palabras la urgencia del mismo y la necesidad de no callarlo. Cabe anotar que en sus discursos saluda con el masculino y el femenino “Hermanos y hermanas” (muchos siguen resistiéndose a este lenguaje inclusivo) y no teme decirlo con todas las letras: “todavía hoy, hay muchas mujeres desvalorizadas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. No podemos naturalizar la violencia, tomarla como algo natural. No se puede sostener la cultura machista que no asume el papel protagónico de las mujeres en sus comunidades. No se puede mirar para otro lado y dejar que se pisotee la dignidad de las mujeres”. También en la celebración mariana se refirió al feminicidio como una plaga que afecta nuestro continente y frente a la cual hay que luchar con una legislación y una cultura que repudie toda forma de violencia contra la mujer.

Para todos aquellos que siguen insistiendo en la separación entre fe y política, una vez más, el Papa mostró la dimensión política de la fe y con su lenguaje claro y directo interpeló, desde lo que Él es – un hombre de fe- a las autoridades del país: Hay que luchar no solo contra la degradación ambiental sino también a esa otra degradación que lo contamina todo. “la corrupción. Cuánto mal hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese ‘virus’ social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados”. Exhortó a una cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil, sin excluir a las organizaciones eclesiásticas. “Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y exige el compromiso de todos”. Perú tiene que ser una tierra para todos y no para unos pocos, un Perú con espacio para todas las sangres.

En Trujillo, se privilegió la valoración y vivencia de la religiosidad popular. Esa fe sencilla, herencia del pueblo latinoamericano que lo invade todo y da ese cariz profundamente católico a estas tierras, especialmente, con el amor a la Virgen, en la advocación de la Virgen de la Puerta, a la que el Papa llamó también madre de la esperanza y de la misericordia. En ese contexto, al dirigirse a los sacerdotes, religiosos/as y seminaristas les recordó que fue en esa piedad popular en el que conocieron a Dios y no deben dejar de beber de esa fuente. “Memoriar” esa vocación primera para que el árbol de la vocación tenga raíces fuertes que la mantengan viva. Liberarse de los mesianismos y autoritarismos que desdicen de la vocación al servicio al que están llamados. No han de ser profesionales de lo sagrado sino contagiar el amor a Jesús con la fuerza del testimonio.

En Trujillo también se solidarizó con todos los afectados por los fenómenos naturales y que aún hoy no han podido reconstruir sus hogares. Además se refirió a toda la violencia organizada como el sicariato, la inseguridad, la falta de oportunidades educativas y laborales, especialmente, en los más jóvenes que les impide construir un futuro con dignidad. Todas esas situaciones que destruyen la confianza mutua e impiden construir una red de contención y esperanza, no puede tener la última palabra. Por eso hay que llenar la vida de Jesús y no dejarse robar la esperanza. Ese encuentro con la población lo terminó pidiéndole a todos que cantaran la marinera virgencita de la puerta que tanto expresa el sentir del pueblo creyente.

Con las religiosas de vida contemplativa el Papa rezó la hora tercia y las animó a renovar su llamado, dejando de lado los corazones encogidos que han perdido la fecundidad y les impide vivir su vocación misionera y universal. Ellas son necesarias en la vida de la Iglesia porque su oración es imprescindible para presentar a Dios las necesidades del mundo, “sin vergüenza”, como hicieron los que bajaron por el techo al paralítico para que Jesús lo curara. Es decir, la contemplación no las exime de sentir el sufrimiento del mundo y trabajar por él desde su vocación específica. Una nota menor: les dijo que no fueran “chismosas” y comparó el chisme con el terrorismo, como una bomba que causa mucho mal. Es verdad que el chisme causa mucho mal. Pero personalmente creo que es necesario superar el estereotipo de “mujer chismosa”. ¿Habría dicho esto el Papa a los varones monjes o religiosos? Creo que no. Y el chisme existe en todos los seres humanos y hay que combatirlo. Pero las mujeres no somos las únicas depositarias del mismo.

En el discurso a los Obispos, a partir de la historia de Santo Toribio de Mogrovejo, los invitó a salir de sus comodidades para llegar a los destinatarios. Querer llegar “a la otra orilla” y llevar el evangelio con la audacia con que lo hizo Santo Toribio y su capacidad de amar a aquellos pueblos, aprendiendo su lengua y defendiéndolos por encima de todo. Una iglesia que, como lo dijo también en su discurso, ha de cuidarse de la tentación de la división y debe promover la unidad que no es ajena a los conflictos pero que pasa por el diálogo honesto y sincero. Una iglesia que no puede dejar la situación social de lado sino que esta forma parte de la evangelización porque la caridad siempre va de la mano de la justicia y por eso, es inherente a ella, denunciar todo lo que atente la vida de todos pero, sobre todo, de los más pobres y vulnerables. Se podría decir de este discurso “El que quiera entender que entienda” (Mc 4,9), como dice el pasaje de la parábola de la semilla porque más claro no puede hablar el Papa a los jerarcas de la Iglesia, ojala entiendan todo lo que les dice de tantas maneras.

Dirigiéndose a la gente reunida en la Plaza de Armas le invitó a hacerse una pregunta: ¿qué me confío el señor? porque en esa tierra “ensantada” (haciendo referencia a los santos peruanos frente a los cuales el Papa hizo una oración) Jesús les invitó a seguirlo y a pedirle las fuerzas para poder hacerlo de verdad.

Finalmente con una multitudinaria misa en la Base aérea de Las Palmas terminó su viaje por Perú hablando de lo que lleva su corazón: los pobres, los marginados, los excluidos. Refiriéndose a las grandes ciudades dijo que algunos consiguen tener los medios adecuados para vivir pero son muchísimos los “no ciudadanos”, “los ciudadanos a media” o los “sobrantes urbanos” que están al borde de nuestros caminos, que van a vivir a las márgenes de nuestras ciudades sin condiciones necesarias para llevar una vida digna y duele constatar que muchas veces entre estos “sobrantes humanos” se encuentran rostros de tantos niños y adolescentes. Se encuentra el rostro del futuro”. Esta situación revela una sociedad cruel e inhumana. Ante esto cabe preguntarse: “¿Cómo encenderemos la esperanza si faltan profetas? ¿Cómo encararemos el futuro si nos falta unidad? ¿Cómo llegará Jesús a tantos rincones, si faltan audaces y valientes testigos? Hoy el Señor te invita a caminar con Él la ciudad, te invita a caminar con Él tu ciudad. Te invita a que seas su discípulo misionero, y así te vuelvas parte de ese gran susurro que quiere seguir resonando en los distintos rincones de nuestra vida: ¡Alégrate, el Señor está contigo!”.

Se acabó la jornada, el Papa volverá a Roma. Como en todas sus visitas son muchos los gratos y buenos sentimientos que suscitó con su presencia. Son muchas e intensas las palabras que pronunció todas ellas “cargadas de evangelio”. Pero como ya lo dije antes, la parábola del sembrador se hace actual. Las semillas se han esparcido por todas partes pero, ¿entenderemos lo que nos ha dicho? Ya que el Papa invitó con tanta fuerza a la esperanza, desde allí quiero concluir con esperanza: tanta semilla ha de florecer en esas tierras y en nuestra iglesia universal. Pero sinceramente, como tanto repite Francisco, recemos por cada uno de nosotros para que escuchemos en verdad y pongamos en práctica tanto que hemos visto y oído en estos días.

viernes, 19 de enero de 2018


El papa Francisco en Chile: Dignidad, perdón, justicia, unidad


No es fácil decir una palabra sobre este viaje porque no es lo mismo estar presente a simplemente leer sus mensajes y ver una que otra noticia por televisión. Además no se participa del “sentir” del pueblo chileno porque no se conoce la situación de primera mano. Sin embargo, no se puede ser ajeno a lo que pasa en los países hermanos y también interesa lo que hace y dice Francisco porque Él ha despertado una esperanza de cambio en la iglesia y hablar de esto puede ayudar a que pueda ser posible.

De nuevo Francisco muestra esa “otra manera” de ser Papa. Rompe protocolos, habla de la realidad y no de la “doctrina”, expresa afecto y cercanía, interpela, cuestiona, invita, anima, despierta esperanza y entusiasmo. En Chile esto no parecía ser fácil. La iglesia chilena ha sido muy afectada por los abusos de algunos clérigos y la gente reclama una acción contundente frente a esto. En este aspecto parece que los logros no fueron suficientes. Aunque el papa pidió perdón por esa realidad en su discurso a las autoridades –“Y aquí no puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza, vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. Me quiero unir a mis hermanos en el episcopado, ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir”- al final defendió al Obispo Barros profundamente cuestionado por encubrimiento de esa situación. El Papa debe tener razón pero a una porción del Pueblo de Dios le duele esta situación y tal vez otro tipo de respuesta hubiera sido más sanadora. El tiempo lo dirá.

Ahora bien, todos los mensajes del Papa (con las autoridades; en la misa en Santiago; con las reclusas; en el encuentro con los sacerdotes, religiosos/as y seminaristas; con los obispos; en la misa en Temuco; con los jóvenes; en la Universidad Católica de Chile y en la misa en Iquique) continúan alentando la esperanza y comprometiendo el caminar eclesial en la línea de la misericordia, del compromiso con los más pobres, del trabajo por la justicia, la vivencia de ser Pueblo de Dios –libres de clericalismo-, la valoración de los pueblos originarios y de la palabra audaz y propositiva de los jóvenes.

No es posible hacer referencia a toda la riqueza señalada, pero retomemos algunos puntos. A las autoridades las invito a “escuchar” (así lo hizo también en Colombia) “a los parados, que no pueden sustentar el presente y menos el futuro de sus familias; a los pueblos originarios, frecuentemente olvidados y cuyos derechos necesitan ser atendidos y su cultura cuidada para que no se pierda parte de la identidad y riqueza de esta nación. Escuchar a los migrantes (…), a los jóvenes (…), a los ancianos (…), a los niños”, y recordó la responsabilidad con la casa común.

Con lenguaje que conecta con el caminar latinoamericano en la homilía de la Misa en el Parque O´Higgins, retomando las palabras del Card. Raúl Silva (pastor de la década de los 70s) y a partir de las Bienaventuranzas afirmó: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia. Y si alguien nos pregunta ¿Qué es la justicia? O si acaso consiste solamente en no robar, le diremos que existe otra justicia: la que exige que cada hombre sea tratado como hombre”. En el mismo sentido retomó las palabras de San Alberto Hurtado: “está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien”.

En su discurso a las reclusas apeló a la dignidad de las personas como fundamental desde el querer de Dios: “Ser privado de la libertad no es lo mismo que estar privado de la dignidad, no, no es lo mismo. La dignidad no se toca a nadie, se cuida, se custodia, se acaricia. Nadie puede ser privado de la dignidad”.

Y, una vez más, dirigiéndose al clero, religiosos/as y seminaristas se centró en el clericalismo tan urgente de erradicar. Más aún dijo que los laicos no “no son nuestros peones, ni nuestros empleados. No tienen que repetir como loros lo que les decimos”. El clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes y propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de los pueblos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios y no solo a unos pocos elegidos e iluminados. Recomendó especialmente que se vele por la formación de los seminaristas en este sentido. Además la formación ha de asumirse para un mundo secularizado y no para “mundos o estados ideales”. 

En Temuco fue importante el encuentro con los pueblos originarios, especialmente con los Mapuches, que vienen reclamando sus derechos y no encuentran una respuesta en justicia. El papa los saludo en su lengua y haciendo eco de las palabras de Violeta Parra dijo: “Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticias de siglos que todos ven aplicar”. Hizo memoria de las graves violaciones a los derechos humanos que tuvieron lugar en el aeródromo donde estaban celebrando la misa y llamó a la unidad que no puede ser uniformidad ni puede alcanzarse por la fuerza. Valoró la riqueza cultural y la urgencia de dejarse enriquecer por esa sabiduría ancestral a la que no le pueden violar su derecho a decidir qué hacer con la tierra que en justicia les pertenece y no puede sacrificarse por proyectos que atacan la armonía de la creación.

Los jóvenes fueron animados a seguir soñando y no renunciar a sus sueños. Los invitó a participar activamente del próximo sínodo sobre los jóvenes y a no perder la “conexión” (haciendo semejanza con la conexión a internet) con Jesús e implementar la “contraseña” que tenía San Alberto Hurtado: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?”

A la Universidad Católica de Chile la invito a una formación que integre los diversos lenguajes que constituyen a las personas: el intelecto, los afectos y las manos (cabeza, corazón y acción) y a crear espacios donde la fragmentación no sea el esquema dominante sino que ha de fomentar la verdadera universitas. Además ha de dialogar desde una episteme capaz de asumir la interdisciplinariedad y la interdependencia del saber. Destaco el aporte de los pueblos originarios con sus tradiciones culturales y ellos deben ser los principales interlocutores sobre todo a la hora de avanzar en los grandes proyectos que afecten a sus espacios.

La visita del Papa terminó con la celebración de la misa en el Campus Lobito, en Iquique, zona de migrantes y por eso, haciendo eco al evangelio de las bodas de Caná, invito a no tener miedo para alzar la voz y decir que “no tienen vino”. El clamor del pueblo de Dios pobre muestra las situaciones de injusticia y las nuevas formas de explotación que exponen a tantos hermanos a perder la alegría de la fiesta. Por eso estar atentos a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares, a los que aprovechan de la irregularidad de muchos migrantes para  explotarlos, atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias. Nuestra solidaridad y nuestro compromiso con la justicia han de ser parte del baile o la canción que podemos entonarle al Señor.

En definitiva, llamó a no perder la capacidad de soñar con una opción misionera  y profética que sea capaz de transformarlo todo para que las costumbres, estilos, horarios, lenguaje y estructura eclesial se conviertan en cauce adecuado para la evangelización. Esta es la iglesia con la que sueña Francisco. Esta es la que intenta mostrar con sus palabras y obras en todos sus viajes. ¿Nos estaremos acostumbrando a sus palabras y gestos sin comprometernos a ponerlos en práctica? Un serio examen sobre esto sería muy importante. Francisco se mueve pero nuestra iglesia parece que va a paso muy lento.  
(Foto tomada de: http://images.telemetro.com/internacionales/Papa-migrantes-Chile-viajar-Peru_MEDIMA20180118_0007_5.jpg)


domingo, 14 de enero de 2018


¿Qué nos espera en este 2018?

Es importante comenzar el año con mucha esperanza, con mucho amor, con mucha fe porque cada día que Dios nos regala es un don ¡realmente gratis! Don que es bueno agradecer, acoger y potenciar lo que más podamos. En efecto, aunque muchas circunstancias difíciles no las podemos evitar porque nos llegan de fuera, nuestra actitud hacia ellas, hará que se conviertan en fuente de vida y aprendizaje o en obstáculo y sufrimiento. De cada uno dependerá, en  mucho, lo positivo que podamos cosechar durante este año.

Mirando hacia los meses que siguen, nos esperan muchos acontecimientos. A nivel político las elecciones legislativas y presidenciales en Colombia. No podemos estar ajenos a ellas porque de nuestra participación dependerá el futuro. A veces se cree que se es cristiano porque se reza mucho pero se olvida la dimensión política de nuestra fe. En ella se juega la solidaridad, la justicia, el bien común que se supone vivimos por nuestra opción creyente. Por tanto, es muy grande nuestra responsabilidad. Ojala la vivamos a fondo discerniendo muy bien los programas políticos que nos proponen, votando por aquellos que más favorezcan el bien común –especialmente el de los más pobres-, y sin dejarnos engañar por esa “posverdad” que se volvió el móvil de las campañas y que solo coapta nuestros miedos para hacernos votar por quienes buscan sus intereses personales y no la vida digna para todos y todas.

A nivel eclesial, tal vez el acontecimiento más significativo serán los 50 años de la Conferencia de Medellín. Providencialmente esta celebración coincide con el pontificado de Francisco, quien ha vuelto a “revivir y actualizar” el camino de la Iglesia latinoamericana trazado desde aquel entonces, pero tan lleno de tropiezos, incomprensiones y hasta persecuciones a lo largo de estos años. La conocida frase del Papa Francisco “quiero una Iglesia pobre y para los pobres” (Evangelii Gaudium 198) ya había sido pronunciada por Juan XXIII al inicio del Concilio Vaticano II pero sin demasiada repercusión y fue la Conferencia de Medellín –verdadero aterrizaje del Vaticano II en este Continente- la que se sintió llamada a ser una iglesia de los pobres, capaz de sentir compasión por ellos y trabajar por su liberación. Consecuentemente, la opción por los pobres se gestó en esa conferencia y denunció la miseria que margina a grandes grupos humanos, esa miseria que como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo (Medellín, Justicia 1). En otras palabras, Medellín explicitó lo que nunca debemos olvidar: la íntima relación entre promoción humana y evangelización, entre justicia social y reino de Dios, entre la esperanza escatológica y el compromiso transformador de esta realidad. Con seguridad habrá distintos eventos para la conmemoración de este cincuentenario. Estaremos atentos a su realización y, especialmente, a los frutos que puedan salir de ellos.

Desde la dimensión misionera, se celebrará el V Congreso Americano Misionero (CAM) en Santa Cruz de la Sierra en el mes de julio. Su objetivo será “Fortalecer la identidad y el compromiso misionero de nuestra Iglesia, para responder con mayor valentía, generosidad y eficacia a los desafíos de la Nueva Evangelización”. Esperemos que sea un verdadero impulso misionero para una evangelización atenta a los signos de los tiempos, capaz de captar lo que la realidad “clama” –como lo expresó la Conferencia de Medellín- para responder efectivamente a ella. Ojala no se quede solo en las preocupaciones intraeclesiales sino que potencie la “Iglesia en salida” que también propone el Papa Francisco. Una Iglesia que no tema salir y ser herida, que no le tenga miedo a este mundo con sus desafíos actuales sino que sepa abrir nuevos caminos para comprenderlos, secundarlos o ayudar a purificarlos cuando, efectivamente, sea pertinente y no por incapacidad de comprenderlos.

Y, en medio de estos y otros acontecimientos que sin duda viviremos, que sigamos apostándole a la paz en nuestra querida tierra colombiana. El 2017 fue un año donde no hubo soldados heridos o muertos, no hubo masacres, ni secuestros, prácticamente no hubo muertes como fruto del conflicto armado. Solo por eso, el tratado de paz, valió la pena. Pero la paz no es un tratado sino un horizonte por seguir construyendo en todas las instancias y dimensiones de la vida pública y personal. Esta es una tarea irrenunciable y no puede dejar de ser nuestro empeño en este 2018. Los obstáculos son muchos. Las dificultades se presentaran en muchos aspectos. Seguirán existiendo enemigos de la paz. También muchos “ingenuos” o “mal informados” o “confundidos” que podrán obstáculos a la paz. Pero ojala que no seamos los cristianos los que formemos esos grupos. Por el contrario, que el Dios de la paz nos regale la lucidez suficiente y la audacia necesaria para decir la palabra oportuna, actuar en el camino correcto, apoyar las opciones adecuadas.

El Dios anunciado por Jesús es un Dios de misericordia, de reconciliación, de verdad, de perdón, de un nuevo comienzo. A este Dios decimos seguir, mostrémoslo con nuestros pensamientos, palabras y obras. Merecemos una Colombia en Paz y el 2018 es un año más que el Señor nos regala para hacerla posible. No defraudemos su confianza. Por el contrario, empeñémonos por ser y testimoniar este Dios del reino, de la vida, de la paz.

sábado, 6 de enero de 2018


Discernimiento para ser libres


Ante la multitud de ofertas que nos trae la vida es muy importante aprender a discernir para optar por algunas y ser responsable de las opciones hechas. Y si se es persona de fe, discernir supone -además de la conveniencia personal y social-, hacerlo en el horizonte del amor incondicional a Dios y a los hermanos, propio de quien dice tener fe.

Pero ¿qué es discernir? Hay una larga tradición en algunas espiritualidades sobre el discernimiento. La espiritualidad ignaciana, por ejemplo, señala el discernimiento como medio de “buscar y hallar la voluntad de Dios” en nuestra vida. Los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio van en esa línea de descubrir a Dios como “principio y fundamento” de la vida para orientarla hacia el querer de Dios. Pero esto no es exclusivo de esta espiritualidad ni siempre se pueden hacer ejercicios espirituales para discernir. Hay que aprender a captar la voluntad de Dios en todos los momentos de nuestra vida y secundarla con lo mejor que cada uno tiene.

¿Cuál es la voluntad de Dios sobre mi vida? ¿Sobre la vida de cada mujer y varón en particular? ¿dónde se escucha ese querer de Dios? La voluntad de Dios no es un deseo particular de Dios sobre una persona y menos, como a veces se ha entendido, un deseo que exige nuestro sacrificio, renuncia o negación, para poder secundar eso que Dios nos pide. En realidad la voluntad de Dios sobre sus creaturas es que seamos felices descubriendo el origen amoroso del que procedemos –su mismo amor creador- y la llamada a la comunión definitiva con Él saboreada y vivida en el amor concreto y real que vivimos a cada momento.

No hay un plan de Dios “predeterminado” sobre nuestra vida. Sí así fuera, no contaría nuestra libertad y hubiéramos sido hechos como marionetas para realizar lo que ya estaba escrito. Por el contrario, Dios nos regaló el don de ser libres y creativos, únicos e irrepetibles, responsables por nuestro destino, llamados a realizar lo mejor que cada uno es y tiene. Por eso cuando nos disponemos a escuchar la voluntad de Dios sobre nuestra vida, en realidad, lo que hacemos es disponernos a dejarle ser en nosotros, a que su amor nos inunde y transforme, nos guíe en cada momento para escoger lo que Él escogería en una situación semejante y a amar lo que Él ama.

Querer descubrir la voluntad de Dios es, entonces, buscar ejercer nuestra libertad con la mayor responsabilidad y desde el amor. Nada está hecho y la vida se nos presenta como un horizonte inabarcable de opciones entre las que sólo podemos elegir unas pocas. Y esas pocas son las que han de estar en consonancia, en sintonía con el origen de amor del que procedemos y con el amor infinito que buscamos. Pero hemos de ir paso a paso. Nada se consigue de golpe y nunca lo tendremos plenamente. Supone la cotidianidad de cada día, la particularidad de cada gesto, cada encuentro, cada tarea, cada esfuerzo. No se ahorran las fatigas, ni se está exento de equivocaciones. Pero si podemos volver al camino todas las veces que sean necesarias para reorientar mejor nuestras opciones.

La tarea de ser libres supone un ejercicio de muchas opciones que hacemos en el día a día en el horizonte en el que nos movemos. Pero también supone las grandes opciones que implican cambiar de rumbo y de dirección en la vida, que nos invitan a dejar lo que hemos hecho hasta ahora para seguir un camino totalmente nuevo. En los dos casos, el móvil, el origen, la causa ha de ser el amor y éste cada vez más profundo, cada vez más auténtico.

La voluntad de Dios, en definitiva, nos pone en la dinámica del seguimiento. Un seguimiento que ha de renovarse cada día para que no pierda la vitalidad y el entusiasmo primero. Una voluntad de Dios que no es más que una llamada a que seamos libres (Gál 5, 1) libres para amar, libres para servir, libres para optar por el bien y la verdad todos los días y en todos los momentos de nuestra vida. De esa manera vivimos fundamentados en su amor, abriendo caminos -con nuestra vida- a la voluntad de Dios en esta historia presente.