domingo, 13 de marzo de 2016

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario cuaresma 5C

Blog de Eduardo de la Serna: Comentario cuaresma 5C: La misericordia como camino Domingo 5º de cuaresma “C” [13 de marzo] Eduardo de la Serna Lectura del profeta Isaías     43...

domingo, 6 de marzo de 2016


¿SOY FEMINISTA?

A propósito del Día internacional de la mujer



Esta conmemoración se remonta a 1911 cuando en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza más de un millón de personas exigieron para las mujeres el derecho al voto y el de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, la formación y la no discriminación laboral. Una semana después más de 140 jóvenes trabajadoras murieron en un trágico incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de New York convirtiéndose, este hecho, en un referente para impulsar esta conmemoración, exigiendo condiciones laborales adecuadas. La feminista Alexandra Kollontai consiguió en 1965 que el 8 de marzo se considerara fiesta oficial en la Unión Soviética. En 1975 la ONU comenzó a celebrar este día como Día Internacional de la Mujer y en 1977 lo proclamó como “Día internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz internacional”. Para este 2016, el lema es “Por un planeta 50-50 en 2030: Demos el paso para la igualdad de género”. Esto se enmarca en la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, donde la iniciativa “Demos el paso” se refiere a la igualdad de género, el empoderamiento definitivo de las mujeres y los derechos humanos para ellas.

Este breve recorrido es para contestar la pregunta inicial a la cuál muchas mujeres responden, todavía hoy, negativamente. Se piensa que declararse no feminista ayuda a separarse de este movimiento que en la cultura patriarcal se le considera opuesto al machismo o ligado exclusivamente al aborto o al lesbianismo. Pero estas mujeres no se dan cuenta que los derechos de los que hoy gozan son fruto del feminismo como movimiento social y que si este no hubiera existido, nuestra suerte estaría confinada al espacio doméstico y a ningún goce de derechos civiles, políticos, sociales y culturales.

Muy bien puede decirse, “yo no milito en el movimiento feminista” –como en tantos otros movimientos en los que no participamos aunque luego nos beneficiemos con sus logros-. Pero afirmar que no se goza de los frutos de este movimiento, ya supone una gran miopía que es necesario corregir. Por tanto, conmemorar este día supone, en primer lugar, “hacer memoria” de la historia de subordinación, opresión, invisibilidad que las mujeres han sufrido a lo largo de la historia -para que no se repita ¡nunca más!-, como también de todas las mujeres osadas, libres, auténticas, luchadoras que no se contentaron con que las cosas fueran así sino que buscaron cambiarlas. Y, en segundo lugar, seguir trabajando por construir un mundo donde la dignidad plena de todas las mujeres sea una realidad.

Y es interesante notar que muchas de estas mujeres “adelantadas a su tiempo” fueron creyentes (lo cual debería ayudar a las mujeres de Iglesia que a veces tienen más temor, por motivos religiosos, de reconocer las bondades del feminismo), tal vez porque liberadas del destino exclusivo de “madre y esposa” que la sociedad patriarcal impone a las mujeres, pudieron pensar y buscar nuevas posibilidades. Figuras tan relevantes como santa Teresa de Jesús –santa, mística, fundadora y doctora de la Iglesia- fue capaz de expresarse así de las ataduras que las mujeres tenían en su tiempo: “¿no basta, Señor, que nos tenga el mundo acorraladas e incapaces para que no hagamos cosa que valga nada por vos en público ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habéis de oír petición tan justa?  No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez, y no como los jueces del mundo, que como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa. (Camino de Perfección 4,1 –primera redacción)”. Lógicamente Santa Teresa no se auto llamaría feminista porque no era un movimiento de su tiempo pero, precisamente por esa visión adelantada, la llamaron: "...femina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de la clausura, contra el orden del Concilio Tridentino y Prelados, enseñando como maestra, contra lo que San Pablo enseñó, mandando que las mujeres no enseñasen” (Palabras atribuidas al nuncio del Papa).

En fin, podrían ponerse muchos ejemplos de mujeres que han abierto caminos pero lo interesante del Día internacional de la mujer es reconocer todos los avances que se han dado y todo lo que aún falta. Ser feminista no es cuestión de gusto. Es cuestión de conciencia, de ética, de querer que la plena dignidad no se le niegue a ninguna mujer y de trabajar por hacerlo realidad. Por eso las flores o los chocolates en este día van en contravía de lo que se conmemora. Tal vez el mejor regalo es afirmar con convicción “Soy feminista”, sin miedo, sin prejuicios sino con libertad y compromiso. Ah, y una nota ulterior: no sólo las mujeres han de proclamarse feministas sino todos los varones que reconocen lo absurdo de la sociedad patriarcal y se comprometen a cambiarla.

martes, 1 de marzo de 2016


La paz una apuesta irrenunciable desde nuestra fe
Esperamos que en este año si podamos conseguir la paz en Colombia. Por lo menos que se celebren los acuerdos y se pueda comenzar un nuevo momento. Bien sabemos que no será fácil. Lograr que los desmovilizados retomen su vida y logren hacer de ella lo mejor, además de necesidad de recursos, precisa la voluntad humana que no siempre se dispone a hacer aquello que ve bueno y valioso. Y si a eso le añadimos la capacidad de toda la sociedad colombiana para asumir ese momento, se hace más difícil aún. Pero no es algo imposible y confiamos que, contando con todas las limitaciones, esta vez se haga realidad un paso adelante en esta búsqueda de la paz. Lástima que hay tantos puntos de vista que se contraponen y el mismo tema en vez de traer consensos, trae enfrentamientos encendidos. Sin duda, por parte del gobierno no hay sólo buena voluntad sino intereses políticos que le rinden ganancias para provecho propio. Por parte de los afectados directamente en el conflicto, hay muchos que han perdonado, lo cual es admirable y refleja la bondad que existe en el corazón humano. Pero también están los que no han podido hacerlo y esta actitud es muy comprensible porque no hay palabras para exigir tal actitud a quienes les truncaron la vida con minas antipersonales, los despojaron de todo, les cegaron un futuro que ya nunca podrá ser como lo hubieran deseado.
Y los que hemos sido más ‘espectadores’ del conflicto –porque no hemos tenido directamente una afectación, aunque prácticamente casi nadie puede estar totalmente ajeno porque la realidad de ser un país con semejante conflicto y por tanto tiempo, de alguna manera permea todos los estamentos y estamos marcados por esta guerra interna-, hemos de contribuir decisivamente, poniendo todo lo que está de nuestra parte para que avance y se consolide el proceso de paz. Mucho más si nos decimos creyentes. Ojala nos convenciéramos de una vez por todas: la guerra no engendra sino más guerra, el odio no trae sino más odio, la venganza no deja ninguna salida. Es verdad que no queremos una paz con “perdón y olvido” –como se ha realizado en algunos lugares o se pide por algunos estamentos-. El olvido no permite sanar. Es sólo la capacidad de nombrar de nuevo y de que no quede en el olvido la memoria de las víctimas lo que puede abrir caminos de futuro. En el país se ha avanzado en ese sentido y por eso la verdad, justicia y reparación se impone y los centros de memoria son mediaciones indispensables para que la historia vivida forme parte de lo que somos y permita soñar con un futuro que sabe de dónde parte y tiene certeza de lo que no debe permitir que pase ¡nunca más!
El anuncio del reinado de Dios que hizo Jesús, nos muestra esa apuesta por la paz de todas las formas. Él no callo su palabra profética. Supo denunciar a los victimarios de su tiempo. Incomodó, interpeló, y se “ganó la muerte” –como se dice hoy en la reflexión teológica sobre la cruz de Jesús-. Pero creyó en el corazón humano, en la capacidad de conversión y en la posibilidad de un nuevo comienzo. Sus milagros son signos de que se puede incorporar a los excluidos de la sociedad –por la causa que sea- y que se puede ser casa que acoja y posibilite la vida de los que –en muchos casos- por el sistema injusto se vieron abocados a tomar las armas o simplemente se fueron metiendo en el espiral del mal que envuelve y parece no dejar salida.
¿Cómo desmontar este aparato de guerra construido durante tantos años para ventaja de unos y de otros? Y ¿cómo desmontar nuestros corazones que tantas veces sólo ven la realidad de un lado y no quiere o no puede acoger y escuchar la verdad del otro? La cuota del cristianismo es indispensable en este momento. El Dios que ama a todos y a nadie le niega la vida. El Dios que interpela pero que perdona. El Dios que exige verdad y conversión y no se desdice de su promesa de salvación. Ese Dios quiere hacerse presente a través nuestro y la apuesta por la paz es una ocasión única y definitiva.