¿SOY FEMINISTA?
A propósito del Día internacional de
la mujer
Esta conmemoración se remonta
a 1911 cuando en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza más de un millón de
personas exigieron para las mujeres el derecho al voto y el de ocupar cargos
públicos, el derecho al trabajo, la formación y la no discriminación laboral.
Una semana después más de 140 jóvenes trabajadoras murieron en un trágico
incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de New York
convirtiéndose, este hecho, en un referente para impulsar esta conmemoración,
exigiendo condiciones laborales adecuadas. La feminista Alexandra Kollontai
consiguió en 1965 que el 8 de marzo se considerara fiesta oficial en la Unión
Soviética. En 1975 la ONU comenzó a celebrar este día como Día Internacional de
la Mujer y en 1977 lo proclamó como “Día internacional por los Derechos de la
Mujer y la Paz internacional”. Para este 2016, el lema es “Por un planeta 50-50
en 2030: Demos el paso para la igualdad de género”. Esto se enmarca en la
Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, donde la iniciativa “Demos el paso”
se refiere a la igualdad de género, el empoderamiento definitivo de las mujeres
y los derechos humanos para ellas.
Este breve recorrido
es para contestar la pregunta inicial a la cuál muchas mujeres responden,
todavía hoy, negativamente. Se piensa que declararse no feminista ayuda a separarse
de este movimiento que en la cultura patriarcal se le considera opuesto al
machismo o ligado exclusivamente al aborto o al lesbianismo. Pero estas mujeres
no se dan cuenta que los derechos de los que hoy gozan son fruto del feminismo
como movimiento social y que si este no hubiera existido, nuestra suerte
estaría confinada al espacio doméstico y a ningún goce de derechos civiles,
políticos, sociales y culturales.
Muy bien puede
decirse, “yo no milito en el movimiento feminista” –como en tantos otros
movimientos en los que no participamos aunque luego nos beneficiemos con sus
logros-. Pero afirmar que no se goza de los frutos de este movimiento, ya
supone una gran miopía que es necesario corregir. Por tanto, conmemorar este
día supone, en primer lugar, “hacer memoria” de la historia de subordinación,
opresión, invisibilidad que las mujeres han sufrido a lo largo de la historia -para
que no se repita ¡nunca más!-, como también de todas las mujeres osadas,
libres, auténticas, luchadoras que no se contentaron con que las cosas fueran
así sino que buscaron cambiarlas. Y, en segundo lugar, seguir trabajando por
construir un mundo donde la dignidad plena de todas las mujeres sea una
realidad.
Y es interesante notar
que muchas de estas mujeres “adelantadas a su tiempo” fueron creyentes (lo cual
debería ayudar a las mujeres de Iglesia que a veces tienen más temor, por
motivos religiosos, de reconocer las bondades del feminismo), tal vez porque liberadas
del destino exclusivo de “madre y esposa” que la sociedad patriarcal impone a
las mujeres, pudieron pensar y buscar nuevas posibilidades. Figuras tan
relevantes como santa Teresa de Jesús –santa, mística, fundadora y doctora de
la Iglesia- fue capaz de expresarse así de las ataduras que las mujeres tenían
en su tiempo: “¿no
basta, Señor, que nos tenga el mundo acorraladas e incapaces para que no
hagamos cosa que valga nada por vos en público ni osemos hablar algunas
verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habéis de oír petición tan
justa? No lo creo yo, Señor, de vuestra
bondad y justicia, que sois justo juez, y no como los jueces del mundo, que
como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no
tengan por sospechosa. (Camino de Perfección 4,1 –primera redacción)”.
Lógicamente Santa Teresa no se auto llamaría feminista porque no era un
movimiento de su tiempo pero, precisamente por esa visión adelantada, la
llamaron: "...femina inquieta,
andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas,
andando fuera de la clausura, contra el orden del Concilio Tridentino y
Prelados, enseñando como maestra, contra lo que San Pablo enseñó, mandando que
las mujeres no enseñasen” (Palabras atribuidas al nuncio del Papa).
En fin, podrían ponerse muchos ejemplos de
mujeres que han abierto caminos pero lo interesante del Día internacional de la
mujer es reconocer todos los avances que se han dado y todo lo que aún falta.
Ser feminista no es cuestión de gusto. Es cuestión de conciencia, de ética, de
querer que la plena dignidad no se le niegue a ninguna mujer y de trabajar por
hacerlo realidad. Por eso las flores o los chocolates en este día van en
contravía de lo que se conmemora. Tal vez el mejor regalo es afirmar con
convicción “Soy feminista”, sin miedo, sin prejuicios sino con libertad y
compromiso. Ah, y una nota ulterior: no sólo las mujeres han de proclamarse
feministas sino todos los varones que reconocen lo absurdo de la sociedad
patriarcal y se comprometen a cambiarla.
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