DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
El 8 de
marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Pero es una conmemoración
mal entendida en algunos contextos. Se cree que es para regalar a las mujeres
dulces y flores y, en verdad, hasta algunas de ellas se sienten halagadas con
eso. No se duda de la buena voluntad de los varones al tener ese tipo de
detalles o de las empresas al mandar algún regalo a sus empleadas ese día. Pero
con eso se constata que el significado de esta conmemoración no se ha entendido
suficientemente.
Por eso no sobra intentar explicitar, una vez más, su
verdadero sentido. Lo que se pretende conmemorar es la lucha que se ha tenido
que hacer para que las mujeres puedan ser reconocidas en igualdad de derechos
que los varones. Y esa lucha no ha sido fácil hasta el día de hoy. Todavía, en
algunos lugares, no es verdad que las mujeres ganen el mismo salario que los
varones realizando el mismo trabajo. Tampoco se ha alcanzado que las tareas del
hogar sean responsabilidad compartida donde no se diga a modo de alabanza que
el esposo “ayuda” mucho en la casa. ¡No! las tareas que hace el varón no han de
ser ayuda, son su responsabilidad en la tarea común que la pareja comparte.
Todavía no es verdad que todos los varones se hayan comprometido con superar
esa desigualdad que sufren las mujeres. Para ellos e incluso para algunas
mujeres, aquellas que trabajan por conseguir esa igualdad son mujeres
desadaptadas o incomodas, que han perdido su feminidad. ¿Cuál feminidad? ¿la de
mantener la desigualdad y el estereotipo de mujer que solo vive para el
servicio de los varones?
Y qué decir de
los feminicidios y la violencia de género que todavía tantas mujeres sufren. No
sólo física sino también psicológica. En fin, los hechos se podrían multiplicar
indefinidamente. Pero lo que interesa resaltar es que el Día Internacional de
la Mujer ha de llevarnos –a todos en la sociedad- a examinar nuestro compromiso
con erradicar toda violencia contra las mujeres y toda desigualdad que se base
en el hecho de ser mujeres. Y esto, tanto social como eclesialmente. No es una
moda pasajera. Tampoco es un asunto de mujeres y menos de mujeres desadaptadas.
Es una exigencia ética que cobija a todos en la sociedad y en la Iglesia.
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