Todas y todos llamados a transparentar el rostro
materno de Dios
Si acudimos a la tradición bíblica vemos que la metáfora
materna de Dios no es desconocida. Pero se ha necesitado el trabajo teológico,
propiciado en gran parte por las mujeres, para que la explicitación del rostro
materno de Dios influyera más en la vida cristiana. También vale la pena hacer
memoria del corto pontificado de Juan Pablo I al que se le recuerda, entre otras
cosas, por su afirmación: “Dios es Padre, pero sobre todo es Madre”.
Hablar de Dios
como Padre y Madre no significa atribuir a cada sexo unos rasgos y mantener la
diferencia de roles. El texto del Génesis nos
señala que toda la humanidad –varón y mujer- ha sido creada a imagen y
semejanza de Dios (Gén 1, 27) y, por lo tanto, hombres y mujeres estamos
llamados a ser presencia de Dios en nuestra historia. Significa que Dios tiene
en sí mismo todos esos rasgos y, al mismo tiempo, los supera. Dios no es ni
hombre, ni mujer pero uno y otro son imagen suya.
Explicitar hoy los
rasgos femeninos es una tarea actual. Propiciar que sean vividos por hombres y
mujeres. No limitarlos al espacio íntimo y privado. Llevarlos también al ámbito
público. Textos de Óseas como “Con gestos de ternura, con lazos de amor, los
atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas y se inclina
hasta él para darle de comer” (11, 3-4) o de Isaías "¿Acaso olvida una
mujer a su hijo, y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque se
encontrara alguna que lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti" (Is 49,
14-15) nos invitan a hacer presente en lo social la ternura de Dios y su
capacidad de sentir compasión y misericordia por todos aquellos que ven
amenazada su suerte y que no encuentran salida para su situación. Establecer
relaciones que pasen por el encuentro, por el cariño, el cuidado, el perdón, la
atención particular a cada uno, podrán hacer posible un ámbito público más
humano, más cristiano. Hasta ahora las mujeres han vehiculado con más fuerza
esos rasgos femeninos. Deben seguir haciéndolo. Pero también los varones están
llamados a vivirlos. Así nuestras familias y nuestra sociedad podrán
aproximarse más a lo que Dios es y lograremos una manera de ser hombres y mujeres
más acordes con el querer de Dios.
Cuánta razón, Consuelo. Retomar en estos tiempos que corren los rasgos femeninos y reivindicarlos como propios de Dios nos puede ayudar a humanizar esta sociedad, que buena falta nos hace. Gracias por la reflexión.
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