Recordando la memoria de Santa Teresa y Santa Teresita
El 1 de Octubre
celebramos la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús y el 15 de octubre la de
Santa Teresa de Jesús. Ambas, religiosas carmelitas de clausura, de épocas
distintas –Santa Teresita nace en 1873 y muere a la edad de 24 años. Santa Teresa
en 1515 y muere en 1582. La primera francesa, la segunda española. Las dos
proclamadas “Doctoras de la Iglesia” lo cual significa que las dos dejaron un
legado espiritual para la humanidad. Santa Teresita sin salir del convento fue
nombrada patrona de las misiones. Santa Teresa conocida como la “andariega”
porque aunque era de clausura su espíritu renovador la llevó a muchas correrías
apostólicas fundando más de 12 Carmelos más fieles a los orígenes. Las dos,
personas de oración profunda y de confianza absoluta en Dios y ambas capaces de
enseñarnos cómo vivir la espiritualidad con audacia y espíritu renovador.
De la mano de
Teresa de Jesús podemos introducirnos en el camino de oración. Para ella la
oración es “tratar de amistad muchas veces, a solas, con quien sabemos nos
ama”. Es decir la oración es un encuentro de amigos, un encuentro asiduo, un
encuentro basado en la confianza y en el amor. Un encuentro íntimo que no
significa individualismo ni intimismo, un encuentro a solas con Dios que no
significa lejanía de los otros ni del mundo. En estos tiempos en que se buscan
experiencias espirituales de recogimiento, silencio, comunión con la
naturaleza, armonía interior, escucha del yo profundo el legado de santa Teresa
recobra todo su vigor. Pero hay que practicarlo para comunicarlo, hay que
disfrutarlo para mostrar sus posibilidades. Los cristianos estamos en deuda de
aportar al mundo la capacidad de silencio y oración. De encuentros con Dios que
transforme nuestra vida y de experiencias de oración que nos comprometan con el
mundo mejor que deseamos.
Con Teresita del
Niño Jesús podemos aprender la dinámica de la confianza. Esta actitud nos
permite relacionarnos auténticamente con el Dios de Jesús porque no es una
confianza que cae en la pasividad o la resignación sino es la confianza activa
de quien sabe que realmente el amor de Dios es total y gratuito y no depende de
nuestros méritos. Cuando se confía en el otro se encuentran las fuerzas
necesarias para empeñarse en el trabajo diario sabiendo que “Él cuida de los
lirios del campo y si hace esto con las flores ¿no hará mucho más por
nosotros?” (Mt 6,28.30). La confianza de Teresita la llevó a hacer todo como si
sólo dependiera de ella pero sabiendo que todo dependía de Dios. Para un mundo
que vive desconfiado y una sociedad basada en la ganancia que se obtiene, una
espiritualidad que confía y se entrega puede aportar otra lógica para las
relaciones, otra manera de valorar y producir fruto.
La vida de estas
dos santas ha sido muy fecunda a nivel de reflexiones, estudios, escritos. Pero,
lo más importante, ha sido luz y camino para la vida de muchas personas a lo
largo de los siglos. Las dos supieron vivir con Dios y no tuvieron su esperanza
defraudada. Las dos siguen dando fruto y por eso “maestras y doctoras” para la
humanidad. Las dos invitándonos nuevamente a vivir el seguimiento de Jesús con
riesgo y audacia, con confianza y generosidad.
Que su recuerdo,
como el de tantas otras mujeres y hombres que celebramos a lo largo del año
litúrgico, nos atraiga y entusiasme a “ser de Jesús como Jesús es de Teresa”
(Santa Teresa) o a vivir la “confianza en el amor” (Santa Teresita). Nuestro
mundo necesita personas de fuerte y sólida espiritualidad, de mirada amplia y
corazón confiado, de deseo apostólico y un seguimiento que convoque a otros y
de fruto por generaciones.
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