Ganar a los pobres
como amigos para entrar a las moradas eternas
Comentario al domingo
XXV del TO 21-09-2025
Olga Consuelo Vélez
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él
de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que estoy
oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás
seguir administrando. El administrador se puso a decir para sí: ¿Qué voy a
hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas;
mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de
la administración, encuentre quien me reciba en su casa, Fue llamando uno a uno
a los deudores de su amo y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Este
respondió: Cien barriles de aceite. Él le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa,
siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él
contestó: Cien fanegas de trigo. Le dijo: Aquí está tu recibo, escribe ochenta.
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había
procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente
que los hijos de la luz. Y yo les digo: gánense amigos con el dinero de
iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas. El
que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo
poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fueron fieles en la riqueza
injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, lo de
ustedes ¿quién se los dará? Ningún
siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden
servir a Dios y al dinero. (Lc 16, 1-13).
Este evangelio desconcierta
porque cuesta trabajo entender cómo el hombre rico alaba a su administrador por
engañarlo, rebajando la deuda de los prestamistas. Por esto, es necesario
entender el género parábola ya que su objetivo es transmitir una enseñanza, con
la que se interpela a los oyentes, valiéndose de recursos que no siempre tienen
coherencia o connotación moral, sino que se usan para conseguir el objetivo que
se propone. En este caso, el objetivo de la parábola es alabar la “astucia” y,
en ningún momento, invitar a la deshonestidad del mayordomo.
Efectivamente, este administrador
actúo con mucha astucia porque supo encontrar una salida a la situación que le
esperaba cuando fuera despedido de su trabajo. Notemos que el texto dice que al
administrador le da vergüenza mendigar. Eso nos remite a la importancia que
tiene el “honor” para las sociedades mediterráneas. El administrador no solo
está procurando su sustento, sino también cuidando su honor porque es un valor
cultural que marca la vida de aquellas gentes.
La parábola termina con la
alabanza del amo a su administrador por su astucia y Jesús continua su
enseñanza a los discípulos, recordándoles la sagacidad de los hijos de las
tinieblas, frente a la de los hijos de la luz. Convendría tomar en serio estas
palabras para no ser cristianos ingenuos, sin conciencia crítica, incapaces de
considerar las realidades como ellas son, asumiendo el conflicto que supone,
etc. Muchas veces en aras de no romper la comunión se acepta cualquier cosa
desvirtuando el evangelio o, en el momento actual, en aras de tener más jóvenes
en nuestras iglesias, se acepta la presencia de grupos ultraconservadores que
no contribuyen a mostrar la frescura y actualidad de la buena nueva.
El texto continúa hablando de la necesidad
de ganar amigos con el dinero de inequidad y señala que no se puede servir a
dos señores: a Dios y al dinero. El dinero o las riquezas, tema típico de
Lucas, causa la perdición en muchos sentidos. Solo tiene sentido si se utiliza
para ganar amigos que nos reciban en las moradas eternas. Estos amigos son los
pobres y, en la medida, que el dinero se pone al servicio de la fraternidad/sororidad,
se evita la exclusión y la injusticia social, impedimentos para entrar al reino.
Recordemos la parábola del hombre rico y de Lázaro (Lc 16, 19-31). Es Lázaro
quien está en el seno de Abraham y si el hombre rico le hubiera reconocido
mientras estaba a la puerta de su casa, estaría sentado con él en las moradas
eternas. En otras palabras, Jesús pide a sus discípulos la astucia para
entender cómo los pobres son la puerta de entrada al reino y cómo, solo él amor
a ellos, nos abre sus puertas.