miércoles, 15 de octubre de 2025

 

Nuestro Dios “siempre” hace justicia

XXIX Domingo del TO (19-10-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme. Y el Señor añadió: Fíjense en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?
(Lucas 18, 1-8).

En este evangelio Jesús continúa enseñando a sus discípulos por medio de parábolas. El tema del que se va a ocupar en esta ocasión, es el de la oración. Recordemos que Lucas presenta muchas veces a Jesús en oración y enseñándoles a los discípulos a orar. En este caso, quiere mostrar el valor de la “insistencia” en la oración y para eso presenta dos personajes. Un juez no muy recomendable y una viuda que necesitaba justicia. Al final esta obtiene la ayuda del juez, no por su idoneidad sino porque prefiere hacerle justicia para quitársela de encima ya que le importunaba con tanta insistencia.



Pero es curioso que este juez no atienda a la viuda cuando para Israel es tan importante la atención al “huérfano y a la viuda” (Dt 27, 19). Tal vez la reflexión que hace el juez consigo mismo es una llamada a pensar que si no actúa como debería hacerlo, puede perder el honor y, esto para el pueblo de Israel, es muy importante. Ahora bien, igual que en la parábola del administrador astuto, este juez no es ejemplo de justicia, pero justamente la parábola quiere señalar ese contraste para mostrar que si un juez injusto, al final, hace justicia, cómo Dios no va a hacerlo con sus hijos e hijas.

Es importante señalar que ese ejemplo de la insistencia de la viuda no es para reforzar la idea de que entre más le pidas a Dios, más te concederá o no lo hará si no le pides con insistencia. Dios no está contando los rezos. No va por ahí el mensaje. Lo que interesa es ver la actitud de Dios: siempre dispuesto a hacer justicia. La oración es la actitud confiada en el Dios que siempre hace justicia y esto es lo que Jesús quiere enseñar a sus discípulos.

El texto termina con una pregunta que parece de otro tema: “cuando venga el Hijo de hombre ¿encontrará fe en esta tierra?” y, efectivamente, además de la oración Jesús invita a la confianza en su segunda venida y en la fe que se precisa para ello. Lo que Jesús pide a sus discípulos es la fe inquebrantable, hasta que él vuelva.

Repitamos una vez más: la fe, la oración, la insistencia no se refiere a fomentar en los creyentes una actitud de pedir mucho para ver si logramos sensibilizar a Dios y conseguir lo que se pide. Por parte de Dios, está dándonos todo su amor, mejor aún, “su espíritu se ha derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5). A lo que se refiere es a la actitud de fe como respuesta al amor de Dios, la oración como actitud confiada en ese amor y la insistencia en no dejar de construir el reino de Dios, “a tiempo y a destiempo”, como dice Pablo en la carta a Timoteo (2 Tim 4,2).

lunes, 13 de octubre de 2025

 

¿A qué nos invita la Dilexi te?

Olga Consuelo Vélez

 





El 4 de octubre el Papa León XIV firmó la Exhortación Apostólica DILEXI TE “Sobre el amor hacia los pobres”. Este documento se dio a conocer el 9 de octubre y desde entonces ya son muchos los comentarios, apreciaciones y valoraciones de este documento. Me permito compartir algunas de las reflexiones que me suscitó su lectura.

“El amor a los pobres representa la prueba tangible de la autenticidad del amor a Dios” (n. 26)

Esta afirmación y muchas otras de la identificación de Cristo con los pobres me parecen fundamentales y decisivas para responder a tantas personas que escucho relativizando la centralidad de los pobres en la vida cristiana. También escucho a muchos relativizando la pobreza material, prefiriendo hablar de la pobreza espiritual. Esta exhortación no deja de señalar los números rostros de los pobres y de la pobreza, refiriéndose especialmente a los que no tienen medios de sustento material, los marginados socialmente, los que no tienen voz para dar voz a su dignidad, sus derechos, su espacio, su libertad y, por supuesto todos los rostros de la pobreza moral, espiritual, cultural (n. 9).

Otros también consideran que trabajar con los pobres lleva a descuidar a los ricos. La exhortación critica “la pastoral de élites que argumenta que, en vez de perder tiempo con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos, de los poderosos y de los profesionales, para que, por medio de ellos, se puedan alcanzar soluciones más eficaces. Es fácil percibir la mundanidad que se esconde detrás de estas opiniones; estas nos llevan a observar la realidad con criterios superficiales y desprovistos de cualquier luz sobrenatural, prefiriendo círculos sociales que nos tranquilizan o buscando privilegios que nos acomodan” (n. 114).

“Las palabras fuertes y claras del evangelio deberían ser vividas sin comentario, sin elucubraciones y excusa que le quiten fuerza” (n. 28)

En consonancia con lo que ya decía el papa Francisco, León XIV también se pregunta por qué si las escrituras son tan claras, hay tantos que no admiten esta centralidad de los pobres (n. 23). Más aún la Palabra revelada es tan clara, tan directa, tan simple (al referirse a la centralidad de los pobres) que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a relativizarla (n. 31). Y por si alguien tiene dudas, al hablar de los pobres no se refiere a beneficencia sino a la revelación de Dios (n. 5).

“Opción preferencial de Dios por los pobres, una expresión nacida en el contexto del continente latinoamericano (…) integrada en el magisterio de la Iglesia” (n. 16)

La exhortación reconoce el caminar magisterial (y porqué no decir teológico -aunque el documento no lo explicite-) latinoamericano con todo lo que este ha traído: las cuatro Conferencias Episcopales Latinoamericanas (Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida), la fundamentación bíblica (cap.2), patrística (cap.3) y magisterial (cap.4) de la inseparabilidad de la opción por los pobres y la vida cristiana. El Dios del Antiguo Testamento, amigo y liberador de los pobres, Aquel que escucha el grito del pobre e interviene para liberarlo (n. 17). Jesús, presentándose al mundo no sólo como Mesías sino como Mesías de los pobres y para los pobres (n.19). Los padres de la Iglesia con mensajes claros y contundentes: “no dar a los pobres es robarles, es defraudarles la vida, porque lo que poseemos les pertenece” (Crisóstomo) (n. 42) o “lo que no das al pobre no es tuyo, es suyo” (Agustín) (n. 43).

 

“Se recomiendan las obras de misericordia como signo de autenticidad del culto” (n. 27)

En tiempos en que algunos pretenden instalar un culto más ritual que existencial, la exhortación vuelve sobre el sentido verdadero del culto. “El rigor doctrinal sin misericordia es una palabra vacía” (n. 48). “No se puede rezar ni ofrecer sacrificios mientras se oprime a los más débiles y los más pobres (n. 17). “En el centro de la liturgia cristiana, no se puede separar el culto a Dios de la atención a los pobres (Justino)” (n. 49). “Aprendamos, pues, a reflexionar y a honrar a Cristo como Él quiere. Cuando queremos honrar a alguien, debemos prestarle el honor que él prefiere y no el que más nos gusta (…) Así también tú debes prestarle el honor que Él mismo ha ordenado, distribuyendo tus riquezas entre los pobres. Dios no necesita vasos de oro, sino almas de oro (…) si los fieles no encuentran a Cristo en los pobres a su puerta, tampoco lo encontraran en el altar (…) (San Juan Crisóstomo)” (n. 41). “Así pues, la caridad no es una vía opcional sino el criterio del verdadero culto” (n. 42).

“Es preciso seguir denunciando la dictadura de una economía que mata” (n. 92)

Aunque la exhortación es más eclesiológica que social, no deja de hacer referencias explícitas a la necesidad de un compromiso con los pobres que denuncie las estructuras de pecado y la mentalidad que pone en la acumulación la solución de los problemas sin darse cuenta lo absurdo de ello. “Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e impecable sus leyes y sus reglas (…) aunque no falten diferentes teorías que intentan justificar el estado actual de las cosas, o explicar que la racionalidad económica nos exige que esperemos a que las fuerzas invisibles del mercado resuelvan todo, la dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana (n. 92). “En Dilexit nos el Papa Francisco nos ha recordado cómo el pecado social toma la forma de ‘estructura de pecado’ en la sociedad (…) se vuelve normal ignorar a los pobres y vivir como si no existieran. Se presenta como elección racional organizar la economía pidiendo sacrificios al pueblo, para alcanzar ciertos objetivos que interesan a los poderosos; mientras que a los pobres solo les quedan promesas de ‘gotas’ que caerán, hasta que una nueva crisis global los lleve de regreso a la situación anterior” (n.93). Estas afirmaciones cuestionan profundamente la actitud de tantos cristianos que apoyan esa economía de muerte con la elección de gobiernos con este tipo de visión que se fortalecen cada vez más en nuestro mundo.

La exhortación también se refiere al a degradación ambiental (n. 96), la importancia de los movimientos populares (n. 80) y sociales, especialmente superando “la idea de las políticas sociales concebidas como una política hacia los pobres, pero nunca con los pobres, nunca de los pobres y mucho menos inserta en un proyecto que reunifique a los pueblos” (n. 81)

“La vida consagrada es un camino de amor en las periferias existenciales del mundo” (n. 78)

La Exhortación hace referencia a la vida monástica y consagrada como experiencias concretas a lo largo de la historia de compromiso con los pobres, sea con la asistencia a los más vulnerables (n. 56-s7), o respondiendo al drama de la esclavitud y el cautiverio (n. 59-60), o haciéndose pobre con ellos (63), o con la educación de los pobres (n. 68.72) o el acompañamiento a los migrantes (n. 75).

“El cristiano no puede considerar a los pobres solo como un problema social (…) son de los nuestros” (n. 104)

Este aspecto es muy importante porque nos recuerda que los pobres no son objetos sino sujetos. “No se trata de llevarles a Dios sino de encontrarlo entre ellos. No es un gesto de arriba hacia abajo, sino un encuentro entre iguales” (n. 79). Dejarnos evangelizar por los pobres y reconocer la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos (n. 102)

“Se pide a la Iglesia una opción firme y radical en favor de los más débiles” (n. 16)

Este último aspecto que resaltamos intenta ser la respuesta a la pregunta con la que iniciamos esta reflexión. La Dilexi te le pide al a Iglesia un compromiso con la transformación social. Si retomamos las citas bíblicas con las que comienza el documento (Ap 3, 8-9 y Lc 1, 52-53) que sirven de orientación, Dios mismo se compromete con cambiar las situaciones y, por eso, el llamado es a “participar en su obra de liberación, como instrumentos para la difusión de su amor” (n. 2). “Si (la Iglesia) quiere ser de Cristo, debe ser la Iglesia de las Bienaventuranzas, una Iglesia que hace espacio a los pequeños y camina pobre con los pobres, un lugar en el que los pobres tienen un sitio privilegiado” (n. 21). Según el testimonio de los Padres, la Iglesia aparece como madre de los pobres, lugar de acogida y justicia (n. 39) La misión de la Iglesia, cuando es fiel a su Señor, es siempre proclamar la liberación (n. 61).

Finalmente, en referencia a la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) queda muy clara la invitación o exhortación que se nos hace: “Ve y procede tú de la misma manera” (n. 107).

Para seguir pensando…

El magisterio pontificio continua en deuda con las mujeres. Aunque explícita la pobreza vivida por ellas: “exclusión, maltrato, violencia, menos posibilidades de defender sus derechos y denuncia la organización de las sociedades en todo el mundo que todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones” (n. 12), ¿por qué no es capaz de mirarse a sí misma y darse cuenta su incoherencia frente la igualdad de las mujeres en la Iglesia?

Sigue presente ese pensamiento dual en el que no se valora la organización social como espacio real de la presencia de Dios en el mundo y por eso se advierte que la Iglesia se diferencia “tanto en las motivaciones, el etilo y las actividades de cualquier otra organización humanitaria” (n. 103) ¿no sería ya hora de vivir en un único plano de la realidad y unir fuerzas con todos aquellos que construyen humanidad donde sin duda la gracia de Dios está presente? Talvez por esta visión, la exhortación adolece de darle un protagonismo al laicado y solo hace referencia a comunidades religiosas. Tampoco explicita la pobreza vivida por los pueblos indígenas y afro y mucho menos a la población LGTBIQ+, todos ellos preferidos de Dios por la exclusión sistemática que sufren por su condición étnica o su opción sexual.

Ojalá que esta exhortación no se quede simplemente en una sensibilización frente a los pobres, sino que desestabilice a la iglesia monárquica y clerical, a los grupos conservadores centrados en la doctrina o en la liturgia y a todo el pueblo de Dios que tantas veces acomoda la fe a sus privilegios y no asume la radicalidad de la revelación de un Dios que “se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9).

 

 

 

 

 

Consuelo Vélez

martes, 7 de octubre de 2025

 

Un samaritano es quien da testimonio de fe

XXVIII Domingo del TO (12-10-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

Al ir de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaría y Galilea; y, cuando iba a entrar en un pueblo, le salieron al paso diez leprosos, que se detuvieron a distancia y le dijeron gritando: Jesús, Maestro, ¡ten piedad de nosotros! Al verlos, les dijo: Vayan y preséntense a los sacerdotes. Y mientras iban quedaron limpios. Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, y fue a postrarse a sus pies dándole gracias. Y éste era samaritano. Ante lo cual dijo Jesús: ¿No son diez los que han quedado limpios? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero? Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado (Lc 17, 11-19).



Este texto nos habla de diez hombres curados de lepra y, cómo solo uno, samaritano, vuelve a agradecer. Lucas ya nos había hablado de la curación de un leproso en el capítulo 5, un texto que posiblemente proviene de Marcos. El texto de este capítulo solo aparece en este evangelio y, a grandes rasgos sigue los mismos pasos del primer relato de curación de un leproso, pero en este pasaje añade, la parte final del agradecimiento por este samaritano.

Conviene recordar lo que significa la lepra en el contexto judío. Esta enfermedad hace a las personas impuras, teniendo que permanecer a distancia de cualquier prescripción ritual y gritando que es “impuro” para no manchar a los que van a realizar tales prescripciones. Pero en este texto los leprosos no gritan que son impuros, sino que Jesús tenga compasión de ellos. Es costumbre de Lucas poner esa petición de compasión en los que están sufriendo por algo y, según la tradición judía, cuando Dios visita a su pueblo, les muestra su compasión. Pero este texto destaca que los nueve curados que eran judíos, no parecen reconocer esa visita de Dios. Solo el samaritano, un extranjero, lo hace.

Los gestos que realiza el samaritano, nos aportan elementos interesantes. Al volver, se postra a los pies de Jesús. De alguna manera esa actitud reverencial está mostrando que ese samaritano reconoce en Jesús la presencia del mismo Dios y la referencia a los “pies” nos hace pensar en el discipulado. Además, este hombre curado “da gracias”, introduciendo un elemento eucarístico en este texto. Por otra parte, recordemos la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 30-37), un texto también propio de Lucas, en la que es el samaritano quien tiene “compasión” del caído en el camino. En este caso el samaritano es testimonio de amor mientras que, en el evangelio de hoy, el samaritano es testimonio de fe. El texto termina con las palabras de Jesús “tu fe te ha curado”, reafirmando, así, ese testimonio de fe.

Una vez más, Jesús enfatiza la dificultad que tienen los que se creen mejores que los demás por su cumplimiento de la ley para reconocer al Dios que sale a su encuentro, mientras que son los excluidos los que sí le reconocen. Esperemos que, esta vez, nosotros también, como el samaritano, reconozcamos la misericordia de Dios que nos alcanza en tantos momentos y de tantas formas.

martes, 30 de septiembre de 2025

 

El don de la fe y de la misión encomendada

XXVII Domingo del TO  5-10-2025

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían a este sicomoro: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y los obedecería ¿Quién de ustedes, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Ven enseguida y ponte a la mesa”? ¿No le dirán más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso tienen que estar agradecidos con el criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo ustedes: cuando hayan hecho todo lo que se les ha mandado, digan: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc 17, 5-10)



El evangelio de hoy corresponde a un discurso de Jesús a los apóstoles en su viaje a Jerusalén. Les habla de los escándalos, las ofensas entre los hermanos, la fe y el servicio. Nos referiremos a los dos últimos temas que corresponden al texto de este domingo.

La petición sobre auméntanos la fe, aparece en los sinópticos, con algunas diferencias. En Mateo hay dos referencias a la fe, como un grano de mostaza. La primera, en Mateo 17, hablando del grano de mostaza y del monte que se movería si tuvieran fe y nada sería imposible para ellos. Y, la segunda, en Mateo 21, después de que Jesús seca la higuera y los discípulos se asombran, les dice que si tuvieran fe no solo secarían una higuera, sino que, si le dijeran a un monte que se arrojara al mar, así lo haría. Por tanto, si algo se pide con fe en la oración, se cumplirá. En Marcos 11 encontramos el mismo texto refiriéndose a la higuera y terminando con la referencia a la oración. Lucas es el único que habla de un sicomoro y de arrojarse en el mar, pero añadiendo: plantarse en el mar. También se refiere a un sicomoro en el texto de Zaqueo (Lc 19, 4). El mensaje del texto es claro: no hace falta pedir que les aumente la fe. Si esta existe, lo que se pide, se cumplirá.

Los siguientes versículos sobre los siervos inútiles, son totalmente contrario a lo que Lucas dijo unos capítulos atrás (Lc 12, 37) donde el amo llega y si encuentra despiertos a sus siervos los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles. En este texto dice que los siervos le servirán al Señor y lo harán porque es lo que tienen que hacer, terminando con la afirmación “son siervos inútiles que han hecho lo que tenían que hacer”. Como vemos, los ejemplos o parábolas que pone Jesús, según lo hemos dicho en otros comentarios, pueden tener diversos significados todo depende del objetivo que se pretenda en cada ocasión. En este texto, aunque les está enseñando a sus discípulos y a la gente que le sigue (que, ciertamente, no deben tener siervos por no ser de los ricos del tiempo de Jesús), nos hace pensar que le está hablando a los fariseos y les quiere enseñar sobre la necesidad de la humildad para no sentirse mejores por cumplir los preceptos, sino que hacen lo que tienen que hacer.

Al querer entender estas enseñanzas de Jesús para nosotros, conviene no caer, en el primer caso referido a la fe, en entenderla como un poder mágico que nos obtendrá sucesos extraordinarios. La fe es la aceptación confiada en el mensaje del reino y si apostamos por vivirlo, con seguridad lo lograremos. Y, en el segundo caso, siempre es necesario saber que ni la llamada ni nuestras realizaciones nos hacen mejores ante Dios. Es una misión que se nos confía gratuitamente y, al aceptarla, hemos de realizarla con la misma gratuidad porque, llevarla a término no es solo fruto de nuestro propio esfuerzo sino, sobre todo, de la gracia divina que el mismo Señor nos regala.

martes, 23 de septiembre de 2025

 

Los bienes eternos dependerán de nuestro compromiso con los pobres

Comentario al domingo XXVI del TO 28-09-2025

Olga Consuelo Vélez

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. Pero Abrahán le dijo: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y ustedes se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia ustedes no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros. Él dijo: Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento. Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen. Pero él le dijo: No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán. Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán, ni, aunque resucite un muerto (Lc 16, 19-31)


(Disculpen que hay un error al início del video, pero lo que sigue a continuación si corresponde al evangelio de hoy)

El domingo pasado terminamos nuestra reflexión haciendo referencia a la parábola que el evangelio de hoy nos trae. Jesús enseña con parábolas y, en esta ocasión, dirigiéndose a los fariseos, les habla del hombre rico y de Lázaro, personajes que conviene presentar como lo hace la parábola. El hombre rico no tiene nombre (aunque por algunos manuscritos apócrifos se le ha dado el nombre de Epulón), goza de muchos bienes y banquetea todos los días; no dice que haya obtenido su riqueza de manera injusta, pero no parece haber visto nunca a Lázaro quien, según el relato, siempre estaba a su puerta. Por su parte, el pobre tiene nombre -Lázaro-, nombre que significa “Dios te ayuda” y está en las peores condiciones ya que hasta los perros lamen sus llagas. Tampoco nos dice que Lázaro sea bueno, simplemente que es pobre. Después de presentar a los personajes, Jesús continúa relatando la suerte de cada uno después de su muerte. Lázaro está en el seno de Abraham siendo consolado, mientras que el rico está siendo atormentado. Es entonces cuando el hombre rico le pide a Abraham que mandé a Lázaro a refrescarle con una gota de agua, pero la respuesta de Abraham es que “recuerde” que él ya recibió bienes en la vida y Lázaro no. El término “recordar” es muy diciente para el pueblo de Israel. Constantemente se pide que el pueblo “recuerde” o “no olvide” que Dios los sacó de Egipto. El relato continúa con la nueva petición del hombre rico de que mande a Lázaro a avisar a sus hermanos para que no corran su misma suerte. Abraham le responde que ya tienen “a Moisés y a los profetas”, es decir, todo el Antiguo Testamento, pero son incapaces de escucharlo.

El mensaje es muy claro, como ya lo hemos comentado en otros textos. El criterio definitivo e importante para participar de los bienes eternos es el compromiso con la vida de todas las personas, el trabajar por garantizar la justicia social, el no acaparar para sí sino compartir para que nadie pase necesidad. Hay demasiadas urgencias en nuestras puertas, pero pasamos de largo. Demasiadas injusticias y no nos interesan porque no nos afectan. Y muchos cristianos siguen empeñados en poner el énfasis en el rito y la norma y no se fijan en lo realmente importante: la vida de todas las personas, comenzando por los más pobres.

Es llamativo pensar que tantas veces se toma las palabras de la Sagrada Escritura el pie de la letra (casi siempre para reforzar ritos y normas) y estos pasajes que hablan de la riqueza, de la injusticia, de la fraternidad/sororidad, se relativizan, se “domestican” para no acoger lo central del evangelio: si no se trabaja por la justicia social y la vida para todos, no nos sentaremos en la mesa del Reino. El prójimo es el criterio definitivo para la salvación, de lo contrario, bien ciertas serán estas palabras: “Ay de ustedes los ricos porque ya recibieron su consuelo” (Lc 6, 24).

viernes, 19 de septiembre de 2025

Lo que llevo en el corazón de mi viaje a India

Olga Consuelo Vélez

 





Todo comienza y todo llega a su final. Mi estadía en India finalizó porque solo dan, máximo, tres meses de visa de turista. Se podría sacar visa de estudio o de trabajo, pero requiere muchas condiciones que no son posibles en mi situación particular.  Por esto quiero compartir unas últimas palabras de la experiencia vivida allí.

Mi anterior escrito fue valorado por mucha gente, lo cual agradezco, pero, algunas personas se molestaron por haber señalado aspectos negativos de este país. Siento que así haya sido, mi intención no era hablar mal del país, sino contar lo que me había impactado o costado. Esta es de nuevo, mi intención, en esta última reflexión sobre mi experiencia de lo vivido en India, con lo cual, pido excusas de antemano por todo lo que pueda decir que solo responde a mi visión parcial, limitada, ignorante, pequeña, de lo que seguramente es esta realidad.

Quiero compartir lo que me llevo en el corazón. Lo más importante, el ser de las personas con las que he tenido más cercanía. Me parece que son personas “muy buenas”. Me queda la experiencia de verlas trabajando, sirviendo, insertas en el día a día con dedicación, generosidad, delicadeza. También, agradezco mucho su acogida, comprensión, disponibilidad para ayudarme en todo lo que necesité.

Me llevo la generosidad de las personas con las que conviví en la casa. Su fe, su convicción personal y la particularidad de cada una que fui descubriendo a lo largo de la convivencia y, con la que fui conectando, en la medida de las posibilidades. Podría decirse que me llevo lo “propio” de cada una de ellas, eso que poco a poco, se fue develando, creando lazos de entendimiento mutuo, de cierta “complicidad”, de “confianza”, de relación interpersonal que hace que las personas comiencen a formar parte de tu vida y sean importantes para ti, deseando que las relaciones puedan continuar con el paso del tiempo, aunque sea a la distancia.

Me llevo la riqueza de la pluralidad cultural y religiosa. Tantos lenguajes distintos, tantas religiones, tantos rostros, tantos colores, tanta historia, tantos monumentos arqueológicos, tantos templos, tanta naturaleza diversa, tantos sonidos, tantos olores, tantas especies y condimentos, tantos mercados, en otras palabras, tanta diversidad. Y en ese arco iris de diferencias, la capacidad de convivir, de respetarse, de compartir espacios, por ejemplo, las escuelas, universidades y trabajos en los que toda esa diversidad convive, sin exclusiones, ni señalamientos.

Me llevo la riqueza de lo que hemos llamado, en Latinoamérica, “dar desde la pobreza”. Existen muchos proyectos sociales: escuelas infantiles, refuerzo escolar, escuela para niños y niñas con dificultades de aprendizaje, proyectos con mujeres, etc. Estos proyectos cuentan, muchas veces, con muy pocos recursos económicos, pero con la generosidad inmensa de la gente, o bien de manera voluntaria sin ningún pago, o recibiendo un pago muy pequeño, contando con que estas últimas personas también son necesitadas, pero su generosidad es desbordante. Cabe decir que vi muchas personas dando limosna, mostrando la convicción de hacerlo como compromiso y no simplemente por quitarse de encima a la persona que pide, como a veces se hace en mi país.

Me llevo el impacto de tantas cosas distintas. El conducir por la derecha, hizo que yo no lograra acertar en dar el paso correcto cuando otra persona venía de frente. El no encontrar fácilmente un cuchillo porque aquí se come con cuchara y tenedor y no hace falta tener demasiados. El barrer con escobas pequeñas porque así son aquí. El no tener separación entre el sanitario y la ducha (o mejor el balde con el cubo, que es lo más corriente), con lo cual el piso del baño está, casi siempre, mojado. El no poder entender ni una sola palabra de lo que hablan por la calle porque todo el mundo se expresa en sus lenguas locales, muchas personas no saben inglés o lo dejan para espacios formales o para responder cuando se les pregunta en esa lengua, pero prima la lengua local. Como ya dije en mi anterior escrito, el ruido del tráfico, de las bocinas y de los cuervos me parece demasiado fuerte. Aunque la gente de aquí lo vive con tranquilidad, creo que, algún efecto auditivo debe provocar, aunque no se le dé importancia.

Me llevo, como también lo señalé en mi escrito anterior, el dolor de tanta pobreza. Y no porque no la haya visto en mi país y en otros países, sino porque estoy aquí y la vi, día tras día, en demasiada gente en las calles que caminé, una y otra vez, muchas veces, durante todo este tiempo. No debería existir esa pobreza en nuestro mundo. No es humano que no haya donde dormir resguardados. No es posible que una vida transcurra con tantísima precariedad. Que se coma de la basura, no se tenga agua, no se cuente con los derechos básicos que hacen posible la dignidad humana. Pero así es, en tantas partes, y cuando te rodea tan de cerca, se toma mucha más consciencia de la injusticia estructural de nuestro mundo.

Nunca me he preocupado demasiado por los animales, pero aquí, me dolió ver tanto perro en tan malas condiciones, lo mismo que mucho gato, peleando por un pequeño trozo de comida, lo mismo que vacas y caballos en una delgadez extrema. No falta quien saca huesos o arroz o algo de comida y la deja en la calle para que los animales se alimenten, pero no es suficiente. Eso sí, fue una bonita experiencia poder subirme a un elefante y estar muy cerca de ellos, aunque si se reflexiona más a fondo, ese turismo con animales, tiene una parte de explotación que no siempre es adecuado, no solo aquí sino en tantos lugares donde los animales salvajes forman parte de las atracciones turísticas.

Me llevo, especialmente, las “largas” conversaciones con la persona que me ayudó a mejorar el inglés, una mujer adulta, encantadora, con una mente abierta, reflexiva, critica, llena de generosidad y receptividad frente a todas mis preguntas sobre la cultura, todas mis dudas y extrañezas. Además, ella siempre estuvo deseosa de escuchar mi teología bastante “revolucionaria”, frente a su propia experiencia de mujer muy creyente, pero en un contexto más tradicional. Fue tan receptiva de todo lo que le compartí, que creo pude realizar un diálogo intercultural y teológico con ella.

Pero, al mismo tiempo, me llevo la dificultad del diálogo intercultural, porque se necesita mucha apertura, de lado y lado, para dejarse interpelar por los otros y que todas las culturas sean capaces de cambiar, de crecer, de renovarse, al ritmo de los tiempos que siempre nos exige nuevos horizontes. Me parece que todos tenemos tan arraigadas las propias cosmovisiones y tradiciones que es muy difícil la apertura, la aceptación e incluso la transformación de lo propio. Es muy fácil escribir y pensar sobre el diálogo intercultural pero muy difícil realizarlo.

Me llevo las conversaciones con algunas jóvenes, porque me representaron a la juventud inquieta y disconforme con muchas situaciones de su ciudad y, especialmente, de la situación de la mujer. A mí, que me encanta pensar en cambios y novedades, sus inquietudes y su forma de ser me conectaron con esa parte de la juventud rebelde y atrevida. En este mismo sentido, me encantó asistir a un concurso de jóvenes en Mumbai, realizando bailes “urbanos”. La globalización llega a muchos sitios, aunque en algunos países se nota más que en otros. No faltó un pequeño diálogo con una joven musulmana, totalmente convencida de la visión de la mujer como un “diamante” que es muy valioso y por eso se ha de cubrir al salir a la calle y, de esa manera preservarse para su esposo. Muy abierta para que yo le preguntara y comentará mi percepción, pero totalmente convencida de ese relato. En este mismo sentido me impresionó ver a otra joven musulmana, en un restaurante, en el que se quitó el “niqab” (el velo con el que cubren el rostro) para comer, pero no movió la cabeza hacia ningún lado, ni una sola vez. Su cabeza permaneció agachada, mirando el plato y, tan pronto terminó, volvió a usar el velo. A su lado estaba su marido y otro varón (tal vez el padre de su marido) y su pequeño hijo, los cuales hablaban y se expresaban libremente. Esta realidad musulmana es bien compleja, se sabe que las mujeres expresan con su vestimenta la identidad musulmana, perseguida en tantos contextos, pero que también, limita demasiado la libertad de las mujeres, desde mi punto de vista.

Muchas otras experiencias me llevo en el corazón y con el paso del tiempo irán saliendo más. Pero, lo importante ahora, es agradecer este tiempo vivido aquí, la riqueza que he tenido de conocer nuevas realidades y la toma de conciencia sobre las propias limitaciones y posibilidades en una situación distinta. No sabía, cuando vine aquí, si podría regresar. Poder, siempre se puede, pero por las propias limitaciones y por las posibilidades reales de poder realizar alguna tarea significativa, me parece que es inviable pensar en un pronto regreso. Eso sí, esta experiencia marcara profundamente mi vida y estoy, muy agradecida, por todo lo recibido. ¡Gracias India! y gracias a todos los rostros concretos que llevo en el corazón, unos con nombre, otros solo vistos muchas veces en la misma calle o tienda, pero que hicieron posible mis días en ese país rico y exuberante, lleno de contrastes y con inmensos desafíos.