miércoles, 18 de junio de 2025

 

Eucaristía y justicia social van de la mano

CORPUS CHRISTI

22-05-2025

Olga Consuelo Vélez Caro

 

El los recibió, les habló del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". Él les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de cincuenta". Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirviera a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas (Lucas 9, 11b-17)

 

Este texto de la multiplicación de los panes está en los cuatro evangelios. En Marcos y Mateo se cuenta dos veces, con muy pocas diferencias, haciendo pensar que debió existir un solo relato que luego, los evangelistas repiten. Lucas lo debió tomar de la fuente marcana, pero omitiendo muchos detalles. Y el evangelio de Juan lo cuenta en el contexto eucarístico que más adelante va a mostrarse más claramente con la afirmación de Jesús como pan de vida (Jn 6, 35). Del hecho histórico lo que interesa decir es que este relato se suma a los signos con los que Jesús predica el reinado de Dios y, en este caso, muestra la super abundancia de los frutos que el reino trae. Se alimentan cinco mil hombres. Como un dato curioso, Mateo añade “sin contar mujeres, ni niños”, mientras que los demás evangelistas no hacen ninguna referencia a las mujeres. En cualquier caso, vemos como las mujeres son un grupo que se relativiza o invisibiliza, muchas veces, en los evangelios.

Volviendo al texto de Lucas, su intencionalidad al narrar este pasaje es claramente eucarística. Esto se ve en las palabras y acciones que realiza Jesús: “toma los cinco panes y peces, levanta los ojos al cielo, pronuncia sobre ellos la bendición, los parte y los entrega a los discípulos para que ellos lo entreguen a la gente”. En efecto, esta es la fiesta que celebramos hoy, la entrega de Jesús en el pan y vino, quedándose para siempre con nosotros.

Ahora bien, tener presente el pasaje de la multiplicación de los panes en la festividad de hoy nos puede ayudar a mantener esa dimensión comunitaria que es inherente a la eucaristía y que muchas veces se olvida. Se pone más énfasis en el encuentro de cada persona con Jesús en las especies del pan y el vino y se olvida que el pan eucarístico es para dar y repartir, para que todos se sacien, para que nadie se quede sin los frutos del reino. La eucaristía va de la mano de la solidaridad, de la justicia social, del bien común. Jesús nos deja su cuerpo y sangre para alimentar la vida comunitaria, para fortalecerla y sostenerla.

Que el conmemorar la entrega total de Jesús en la Eucaristía, renueve nuestra entrega a los demás para que ese pan llegue a muchos a través de nuestro compromiso solidario y se siga repitiendo el milagro de la abundancia en todas las situaciones de carencia, de pobreza, de injusticia, de falta de solidaridad.

miércoles, 11 de junio de 2025

 

Llamados a vivir una fe trinitaria que se exprese en el amor mutuo

FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

15-05-2025

Olga Consuelo Vélez Caro

 

Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: "Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes" (Juan 16, 12-15)

 

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. En la Biblia no encontramos referencias explícitas a la Trinidad como la formulamos en la doctrina -tres personas distintas y un solo Dios verdadero-, sino que los textos bíblicos nos permiten ver como Jesús nos revela al Padre y nos deja al Espíritu Santo. Por esto, el evangelio de Juan, que se caracteriza por su referencia al Espíritu, ayuda a esta formulación ya que Jesús les dice a sus discípulos que les dejará el Espíritu de la verdad quien será el encargado de revelarles todo lo que viene de Dios y también les dice que todo lo que es del Padre es suyo.

Por tanto, la formulación dogmática sobre la Trinidad es fruto de reconocer en la historia de la salvación que Dios se ha revelado como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Y lo más importante, más que intentar comprender como tres son uno o viceversa -lo que respondería a la racionalidad humana-, interesa comprender que el Dios que nos reveló Jesús es comunidad, es amor recíproco, es don de sí que se manifiesta en la creación y en la historia de amistad que ha entablado con la humanidad.

Lamentablemente, el dogma de la trinidad sigue siendo algo lejano a la cotidianidad de la vida cristiana porque se pone énfasis en que no se puede comprender, más que en mostrar a Dios trinidad es decir que Dios es comunidad y por eso nuestra fe no puede ser individualista ni, mucho menos, centrada en las leyes o ritos, dejando de lado las relaciones personales, la fraternidad-sororidad.

La teología actual también hace mucho énfasis en descubrir un Dios Trino que no se identifica con un Padre anciano, un hijo varón y una paloma sino en el Dios amor que se revela como Padre y Madre, en un Jesús resucitado que ofrece este don de la vida definitiva a varones y mujeres en igualdad de condiciones y un Espíritu Santo que es el mismo Espíritu de Jesús, impulsándonos a vivir como él vivió para hacer experiencia la vida trinitaria en nuestro aquí y ahora.

Necesitamos vivir una fe más trinitaria para que la vida comunitaria, la Iglesia, sea una experiencia que nos convoque más fuertemente y la solidaridad con todos sea el distintivo de nuestra fe en el Dios que es comunidad, amor, entrega recíproca.

viernes, 6 de junio de 2025

miércoles, 4 de junio de 2025

 

PENTECOSTÉS: Anunciar a Jesús con la fuerza de su mismo Espíritu

8-05-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió "Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan" (Juan 20, 19-23)

 

Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés y, en consonancia con lo que Jesús les dijo a los discípulos en la lectura del domingo pasado, de que él cumpliría la promesa del Padre, en el texto de hoy, se hace real esa promesa. Jesús sopla sobre los discípulos e infunde en ellos el Espíritu Santo, don de Dios, cumplimiento de la promesa del Padre, con el que podrán discernir los desafíos que comienzan para ellos en la tarea que han de realizar. Previo a darles el espíritu, les ha dado el don de la paz, saludo que usa cuando se les aparece, adelantando posiblemente los dones que vienen del Espíritu. Recordemos, según la carta a los gálatas 5, 22, los dones o frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, paciencia. afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí.

Un detalle importante: el texto nos dice que los discípulos estaban encerrados por temor a los judíos. Precisamente será el espíritu el que les ayude a vencer el miedo y a abrir todas las puertas para llegar hasta los confines de la tierra.

El evangelio no nos ofrece más detalles, pero en este día se lee también Hechos (2, 1-13) donde se relata de otra manera este acontecimiento. Están en Jerusalén porque es el lugar donde los judíos van a celebrar sus fiestas (las tiendas, la pascua) y, en este caso, la fiesta de pentecostés. Y justamente estando todos reunidos comienzan a sentir un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso que llena toda la casa. Junto a esto se les aparecen unas lenguas como de fuego que, al posarse sobre cada uno de los presentes, los llena del Espíritu Santo. Recordemos que al inicio de Hechos se nos dice que todos estaban reunidos en Jerusalén, incluidas algunas mujeres, María la madre de Jesús y sus hermanos. De ahí viene que se reconozca que María está presente en la experiencia de Pentecostés. Lamentablemente, esta presencia de mujeres no ha tenido como consecuencia que se reconozca su protagonismo en los inicios de la Iglesia y en su estar llenas del Espíritu Santo, al igual que los doce, para realizar la misión encomendada.  

Volviendo al relato de Hechos, los presentes comienzan a hablar en otras lenguas y lo maravilloso es que todos les entienden en su propia lengua. Es una forma de mostrar la predicación que han de realizar los discípulos a todos los confines de la tierra y cómo, este mensaje, puede ser entendido por todos a pesar de las diferencias. Eso no significa que no vayan a encontrar también rechazo. En este mismo texto vemos que algunos no ven nada extraordinario, sino que aducen que están borrachos, sin entender el don de Dios que se está haciendo presente.

En definitiva, esta fiesta nos recuerda que estamos en el tiempo del Espíritu y sus dones no le faltan a nadie que acoja su presencia y siga sus insinuaciones. El espíritu nos invita a predicar a Jesús y esas palabras, respaldadas por el testimonio, pueden ser entendidas por muchos. Como ya lo dijimos el domingo pasado, Jesús ya no está entre nosotros. Su espíritu es quien puede hacerlo presente. Que nos abramos a su acción y lo dejemos actuar en el aquí y ahora de nuestra historia.

miércoles, 28 de mayo de 2025

 

ASCENSIÓN DEL SEÑOR: dejar de mirar al cielo para comprometernos con la historia presente

1-05-2025

 

Olga Consuelo Vélez Caro

Y les dijo: "Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.  Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios (Lucas 24, 46-53)

 

Los domingos anteriores hemos visto la aparición de Jesús a los suyos en diversos textos y hoy el evangelio de Lucas va a cerrar estas apariciones con la ascensión de Jesús, terminando así su evangelio, para pasar al libro de Hechos que, también se le atribuye a Lucas, donde comenzará la vida de la Iglesia. En Hechos, Lucas, después de dar las razones de por qué va a escribir este libro, relata nuevamente la ascensión de Jesús.

Notemos que Jesús se aparece a los suyos y les hace una especie de resumen de lo que ha pasado diciéndoles:   “así estaba escrito, el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día y en su nombre se ha de predicar el perdón de los pecados a todas las naciones”. Para Lucas todo sucede en Jerusalén, mientras que, para Marcos y Mateo, Jesús se aparece en Galilea. Jerusalén será, entonces, el lugar desde donde el mensaje se ha de expandir a todas las naciones.

Jesús continúa dando la razón de por qué les está diciendo esto. Ellos han sido los testigos de esos acontecimientos y llega el momento de dar testimonio. Pero esta predicación no la podrán hacer por sus propias fuerzas, de ahí que les recuerda la promesa que el Padre les ha hecho -nosotros sabemos que es el Espíritu Santo, pero el texto no lo dice-, y se compromete, él mismo, a cumplir esa promesa.

Aunque les dice que permanezcan en la ciudad, o sea, en Jerusalén, hasta que se cumpla la promesa, se los lleva a Betania, ciudad a unos 3 km de Jerusalén y allí se va a dar la ascensión. Primero Jesús eleva las manos y los bendice y luego es llevado a los cielos. Los términos que se usan en el relato -levantar las manos, ser elevado- acompañan el acontecimiento que se está realizando. Jesús, efectivamente se va a ir, no se aparecerá más y el legado queda en manos de los discípulos.

El texto concluye diciendo que ellos volvieron llenos de alegría a Jerusalén y no cesaban de alabar a Dios en el Templo.

La ascensión es entonces, la fiesta que nos recuerda que los testigos de Jesús ahora somos nosotros y hemos de predicar la buena noticia del reino con la alegría que este trae. Ya nadie puede ver a Jesús si no es a través de nuestras palabras y obras. En el relato de la ascensión del libro de Hechos, se aparecen dos hombres que dicen a los discípulos: ¿qué hacen mirando al cielo? Estas palabras podrían ayudarnos a tomar en serio la tarea que tenemos en la tierra. En otras palabras, la ascensión no es para mirar al cielo sino para trabajar en la tierra. Sentirnos discípulos de Jesús es reconocer su envío, confiar en la fuerza de su Espíritu y con gozo realizar la misión evangelizadora de la Iglesia que ahora está en nuestras manos.