domingo, 28 de diciembre de 2025

1. Santa María Madre de Dios Lc 2, 16-21 (1 01 2016)



SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Como María, recibir con atención y compromiso al Hijo de Dios

(1-01-2026)

 

Olga Consuelo Vélez

Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado. Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido (Lucas 2, 16-21).


Comenzamos el año con la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Este es el primer título que se le va a dar a María, título más cristológico que mariológico. Es decir, lo que se quiere mostrar es que Jesús es Hijo de Dios y no tanto que María es un ser extraordinario. Y, precisamente por esto, el relato que hoy nos ofrece Lucas está situado en el pesebre y quien va a reconocer al Mesías prometido en ese niño que acaba de nacer, son los pastores. Ellos, personas humildes, sin reconocimiento social, han sido los destinatarios privilegiados de la revelación divina y han sabido responder. Este relato también es para nosotros, preguntándonos si sabremos reconocer que Dios se ha hecho ser humano, compartiendo nuestra suerte o preferiremos fijarnos en situaciones extraordinarias donde, con mucha certeza, no encontraremos al Dios revelado en Jesús.

Situados en el misterio cristológico que se nos revela -Jesús es Hijo de Dios- el texto pasa a hablar de María diciendo que ella “conservaba y meditaba todo esto en su corazón”. Estas palabras hemos de reinterpretarlas para no imaginarnos a una María callada, pasiva, sumisa, obediente, sin iniciativa, ni protagonismo. Estas palabras reflejan más bien la agudeza de María para descubrir el misterio de Dios que se revela en ella y precisamente su meditación muestra la profundidad de su vida, la seriedad con que asume su papel en la historia de salvación, su capacidad de comprometerse. Todo esto se revelará en la vida pública de su Hijo, haciéndose discípula del reino.

Los pastores muestran su recepción del misterio que se les ha revelado con las alabanzas que realizan por todo lo que han visto y oído. Ahora bien, lo que vieron fue un niño en un pesebre y oyeron una palabra que les anunció que ese niño era el Mesías. Lo maravilloso es que ellos creyeron y así lo testificaron.

El texto termina mostrando a José y María llevando al niño a circuncidarlo y a ponerle el nombre que les había indicado el ángel, es decir, cumpliendo la ley judía, como cualquier otro niño. La encarnación del Hijo de Dios ha sido real en la historia humana con las prácticas y tradiciones culturales y religiosas de su época. En esa humanidad concreta, situada en el espacio y el tiempo, se continuará realizando la salvación de Dios para su pueblo.

Que, en esta solemnidad de María, Madre de Dios, también nosotros acojamos de manera consciente, activa y comprometida la salvación que creemos, llegó con ese niño del pesebre y sigue presente a través de nuestras vidas.

jueves, 25 de diciembre de 2025

Sagrada Familia Mt 2, 13-15.19-23 (28-12-2025)

Construir también la familia del reino

SAGRADA FAMILIA (28-12-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

Cuando se fueron, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.  Se levantó, todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, donde residió hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que anunció el Señor por el profeta: De Egipto llamé a mi hijo. A la muerte de Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban contra la vida del niño. Se levantó, tomó al niño y a su madre y se volvió a Israel. Pero, al enterarse que Arquelao había sucedido a su padre Herodes como rey de Judea, tuvo miedo de ir allí. Y avisado en sueños, se retiró a la provincia de Galilea y se estableció en una población llamada Nazaret, para que se cumpliera lo anunciado por los profetas: será llamado Nazareno (Mateo 2, 13-15.19-23).



La liturgia nos propone la celebración de la Sagrada Familia y, por eso, el evangelio de Mateo se refiere a la familia de José, María y el Niño. Recordemos que el evangelista Mateo escribe a los judíos y por eso le interesa mostrar que se cumple lo anunciado por los profetas. En esta ocasión la profecía se refiere a "de Egipto llamé a mi hijo" y "será llamado nazareno". No hay que entender esas profecías como una historia predeterminada por Dios en la que los seres humanos son marionetas a las que Dios conduce a su capricho. Lo que significa es mostrar la continuidad del plan salvífico de Dios con la humanidad que se va concretando en los acontecimientos históricos.

Mateo acude a los sueños como mediación de la voluntad de Dios para José y su familia. Esto nos hace recordar a José el menor de los hijos de Jacob, al cual Dios también le revela su voluntad a través de los sueños. En el caso de José, en un sueño es alertado del peligro que corre el niño con Herodes y por eso huye hacia Egipto. En otro sueño, el ángel del Señor le dice que puede volver a Israel porque ya murió Herodes, con lo cual cesó el peligro para Jesús. Pero, una vez más, cuando se entera de que subió al trono Arquelao hijo de Herodes, siente miedo y es avisado en sueños para que vaya a Nazaret, donde sabemos Jesús vivirá hasta que comience su misión.

El texto es breve, situado en los llamados relatos de la Infancia, transmitiendo muy pocos datos, solamente aquellos que lo vayan vinculando a lugares que sirven para explicar su procedencia y las situaciones que tuvo que vivir desde niño. Como toda persona humana, cuenta con una familia que será su horizonte vital para crecer y, más adelante, desarrollar su misión. No tenemos más datos sobre la sagrada familia. José desaparece de la escena igual que María y solo será en la vida pública donde la referencia a su madre cobra alguna notoriedad, aunque muy escasa. Y será en la cruz donde María vuelva a aparecer como destinataria de la confianza de su Hijo frente a los discípulos que le han seguido. La familia del reino, de la que María sin duda participa, va más allá de los vínculos de sangre y se instaura con la fraternidad/sororidad vivida alrededor de la proclamación de la Buena Noticia.

En esta celebración de la sagrada familia es bueno agradecer la encarnación de Jesús con todas las circunstancias humanas de necesidad de una familia, pero también, trabajar por constituir la familia del reino, donde nadie está excluido y todos se sienten y se tratan como hijos e hijas del mismo Dios Padre/Madre. Está es la familia querida por Dios, sin descartar la necesidad de contextos familiares para crecer y madurar adecuadamente. De todas maneras, es importante no olvidar que no siempre la familia está constituida de padre, madre e hijos, sino de abuelas, tías, primos y tantas y otros tipos de familia, sin los cuales resulta muy difícil constituirnos como seres humanos íntegros y responsables de nuestros actos.  

lunes, 22 de diciembre de 2025

Navidad Lc 2, 1 14 (24-12-2025)


Acoger al Niño del pesebre y quedarnos a su lado

NATIVIDAD DEL SEÑOR (24-12-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

Por entonces se promulgó un decreto del emperador Augusto que ordenaba a todo el mundo inscribirse en un censo. Éste fue el primer censo, realizado siendo Quirino gobernador de Siria. Acudían todos a inscribirse, cada uno en su ciudad. José subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a la Ciudad de David en Judea, llamada Belén –pues pertenecía a la Casa y familia de David–, a inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Estando ellos allí, le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada. Había unos pastores en la zona que cuidaban por turnos los rebaños a la intemperie. Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor y ellos sintieron un gran temor. El ángel les dijo: –No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy les ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Al ángel, en ese momento, se le juntó otra gran cantidad de ángeles, que alababan a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres amados por él! (Lucas 2, 1-14).




Este evangelio corresponde al de la noche del 24. Es un texto muy conocido y muy sencillo donde Lucas nos relata el nacimiento de Jesús. Comienza con el Decreto del emperador Augusto que obliga a todas las personas a ir empadronarse en su ciudad de origen. Así justifica el viaje de José y María a Belén, ciudad de David, donde nacerá Jesús. Llega la hora del parto y María tuvo que tener a Jesús en un pesebre porque no encontraron posada. Los únicos que parecen enterarse de tal nacimiento son los pastores que cuidaban sus rebaños a la intemperie. A ellos se les aparece un ángel, causándoles mucho temor. Pero el ángel les invita a no temer y les da la buena noticia de la llegada del Mesías y Señor. La señal que les permitirá reconocerlo es la del niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Los ángeles continúan alabando a Dios y proclamando la paz para los seres humanos amados por él.

Año tras año leemos este pasaje, hacemos los pesebres recreando estas circunstancias y la pregunta que surge, una vez más, es qué tanto entendemos este misterio central de nuestra fe y qué tanto la celebración que hacemos se corresponde con este acontecimiento. Sobre el primer aspecto, si entendiéramos que Dios se hace carne en Jesús, tendríamos otra actitud frente a todo lo humano. Jesús lo asumió en su encarnación y, por tanto, el lugar privilegiado para encontrarle y amarle es en esta realidad. Sin embargo, muchas personas siguen buscando a Dios en los templos o en los ritos, despreciando a los seres humanos concretos y, en especial, a los pobres. El Niño Jesús nace en la periferia de la ciudad, despojado de toda comodidad material y el hecho de que sean los pastores los primeros destinatarios de esa buena noticia, nos habla de la lógica de nuestro Dios. En su venida no hay poder, no hay riqueza, no hay ostentación, no hay imposición. Hay simplicidad, cotidianidad, marginalidad, gratuidad sin límites.

Todo lo anterior nos da razones para cuestionar nuestras actuales celebraciones. Demasiada sociedad de consumo, pesebres que se han convertido en exposiciones de artículos navideños que nada tienen que ver con ese pesebre de Belén y lejanía de los más necesitados, aquellos que Dios escogió para darles, en primer lugar, la buena noticia de su presencia entre nosotros.

Ojalá que en esta navidad recuperemos la esencia de lo que celebramos, buscando transformar esta fiesta en pesebres vivos donde la acogida, la generosidad y el compromiso con los más necesitados, sean los frutos que testimonien que hemos acogido al Niño del pesebre y queremos quedarnos a su lado.







lunes, 15 de diciembre de 2025

Como José, colaborar con el plan de Dios para la humanidad

Cuarto Domingo de Adviento (21-12-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

El nacimiento de Jesús, Mesías, sucedió así: su madre, María, estaba comprometida con José, y antes del matrimonio, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, pensó abandonarla en secreto. Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la criatura que espera es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta: Mira, la virgen está embarazada, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel –que significa: Dios con nosotros. Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa (Mateo 1, 18-24).



Estamos en el IV domingo de Adviento, muy cerca de la navidad. El texto de Mateo quiere explicarnos los antecedentes del nacimiento de Jesús recordando que María estaba comprometida con José, pero quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Por esto se puede afirmar que el hijo de María es Hijo de Dios. Ahora bien, ¿qué papel juega José en este nacimiento? Por una parte, el evangelista deja claro que José es un hombre justo y, en ese sentido, el ángel se le aparece para que no rechace a María y, por el contrario, la reciba en su casa. El “no temas” que le dice el ángel no se refiere a un temor humano ante una situación inesperada, sino el temor reverencial ante Dios mismo que lo está vinculando a la historia de salvación y le dará un papel en este acontecimiento. El ángel le da la tarea a José de ponerle el nombre al niño. Y, una vez José despierta, hace todo lo que el ángel le había dicho.

Mateo escribe a los judíos y por eso es tan importante para él que se cumplan las escrituras. Antes del pasaje que hoy consideramos, Mateo señala la genealogía de Jesús porque quiere mostrar que es descendiente de David como lo habían anunciado las escrituras. Pero recordemos que en esa genealogía cuando llega a José no afirma que él engendró a Jesús sin que era el esposo de María de quien nació Jesús. De esa manera logra completar esa genealogía. Por eso era importante el pasaje que hoy consideramos para entender cómo José recibe a María en su casa y de esa manera puede unirlo a la descendencia de David. Además, Mateo señala que con este acontecimiento se está cumpliendo lo dicho por el profeta Isaías; un virgen está embarazada y dará a luz un hijo al que pondrán el nombre de Emanuel, que significa Dios con nosotros. No queda duda, entonces, que las escrituras se están cumpliendo y el Mesías esperado está a punto de llegar.

Preparemos el corazón para la llegada del Niño, alegrándonos por el Dios que se va a quedar entre nosotros y del cual recibiremos toda gracia y salvación, en la medida que, cómo José estemos dispuestos a secundar el plan de Dios sobre la humanidad, confiando en su palabra y haciendo todo lo que Dios nos pida.


lunes, 8 de diciembre de 2025

III Domingo de Adviento Mt 11, 2 11 (14-12-2024)

Adviento es la alegría del Dios que se queda en medio de su pueblo

III Domingo de Adviento (14-12-2025)

Olga Consuelo Vélez

 

Juan oyó hablar en la cárcel de la actividad del Mesías y le envió este mensaje por medio de sus discípulos: ¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús respondió: Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia; y, ¡feliz el que no tropieza por mi causa! Cuando se fueron, se puso Jesús a hablar de Juan a la multitud: ¿Qué salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Miren, los que visten elegantemente habitan en los palacios reales. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Les digo que sí, y más que profeta. A éste se refiere lo que está escrito: Mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Les aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y, sin embargo, el último en el reino de los cielos es mayor que él (Mateo 11, 2-11).

El domingo pasado se nos ofrecía la figura de Juan el Bautista como precursor del Señor que viene. En esta ocasión Mateo continúa hablando del Bautista, pero nos dice que está encarcelado y oye hablar de la actividad del Mesías. Por eso envía a sus discípulos a preguntarle si es él quien ha de venir o han de esperar a otro. Y Jesús le responde con las obras que realiza: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la Buena noticia. Como se puede ver, la transformación de las situaciones que viven las personas es la señal visible del reino y por eso Jesús es el Mesías esperado. Caigamos en cuenta de que la buena noticia que recibirán los pobres supone que dejaran de ser pobres, en consonancia con lo que acaba de decir sobre los ciegos, cojos, leprosos, etc. En esta ocasión, como a lo largo del evangelio, al hablar de pobreza es, especialmente socioeconómica, fruto de la “economía que mata” como dijo el papa Francisco, porque es la que roba la dignidad de las personas, las que efectivamente les quita la vida digna a la que todo ser humano está llamado.


Notemos que Jesús dice a los discípulos de Juan, después de señalarles porque él es el Mesías esperado, “feliz el que no tropieza por mi causa” o, en otras traducciones, “dichoso el que no se escandaliza de mí”. Y esto se debe a que muchos esperan que el reino de Dios sea una especie de atmosfera sagrada, alejada del mundo concreto. Pero no, el reino anunciado por Jesús es para este mundo y se refiere a la transformación de la realidad para que la vida sea abundante para todos.

Si el domingo pasado Juan hablaba de Jesús, ahora Jesús habla de Juan y lo avala como profeta. Recordemos, está en la cárcel y, justamente a ese que las autoridades están persiguiendo por lo que predica, Jesús lo reconoce como el mayor de los profetas, nacido de mujer. Una vez más, el evangelio nos presenta el contraste entre lo que esperan los que habitan en palacios y lo que significa el reinado de Dios. Juan Bautista muestra claramente ese contraste. Sin embargo, Jesús también hace una ruptura con Juan, último profeta del Antiguo Testamento. El más pequeño en el reino de los cielos es mayor que Juan Bautista. Con Jesús comienza una buena noticia distinta a la de Juan. Si él predicaba la conversión, Jesús va a anunciar la buena noticia del reino. El énfasis no es el castigo sino el amor, no es el reproche sino la misericordia, no es la destrucción sino la vida en abundancia.

Y esta es la alegría que podemos celebrar en este tiempo de adviento: con Jesús llegan los tiempos donde el amor de Dios se desborda en el mundo, a través de la encarnación de su Hijo en nuestra historia, haciendo posible que Dios viva en medio de su pueblo.  

domingo, 7 de diciembre de 2025

 

María, Madre del pueblo fiel pero también mujer y primera discípula

Olga Consuelo Vélez

 






A propósito de la fiesta de la Inmaculada concepción de este 8 de diciembre y de la figura de María en todo este tiempo de navidad, quiero comentar algo de la Nota Doctrinal publicada el pasado 7 de octubre por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (Mater Populi Fidelis), sobre los títulos marianos. En este Nota se pretenden revisar los títulos que se han dado a María a lo largo del tiempo por sus consecuencias cristológicas, eclesiológicas y antropológicas (n. 2). En general el texto mantiene la línea de Vaticano II, situando a María en el discurso eclesiológico, como lo hace la Constitución Lumen Gentium (Cap. 8) y su principal objetivo es mostrar que los títulos que se le han dado a María han de revelar sin confusión su papel en el plan de salvación, salvaguardando a Cristo como el único mediador (n. 3).

La Nota Doctrinal señala que desde los primeros concilios ecuménicos se comienza a delinear el dogma de María como Madre de Dios, pero leído en el misterio de Cristo, no como un culto colocado al lado del de Cristo (n. 11). A partir del S. XII se relaciona a María con la obra de redención en el calvario (n. 12) y como cooperadora con el Hijo en la obra de la salvación (n 13). El dogma de la Inmaculada Concepción (Pío IX, 1854) destaca a María como la primera redimida por Cristo (n. 14).

El título de corredentora aparece en el S. XV, pero Vaticano II evita utilizarlo para reafirmar la única redención que proviene de Cristo. En 1992, Ratzinger respondió negativamente a una nueva petición en el mismo sentido y lo reafirmó en 2002 por considerarlo un vocablo erróneo que impediría ver a Jesucristo como el único redentor (n. 19). Es verdad que Juan Pablo II lo utilizó, al menos en siete ocasiones, pero relacionándolo con el valor salvífico de nuestro dolor ofrecido junto al de Cristo, al cual se une María sobre todo en la cruz (n. 18).

El título de mediadora se utiliza en oriente desde el S. VI y en occidente desde el S XII hasta el S. XVI. Aunque se solicitó su definición dogmática, Benedicto XV solo lo aprobó como fiesta en 1921 (n. 23).

El título de Madre de los creyentes tiene raíces bíblicas y de los santos padres porque María engendra en la fe a todos los cristianos que son miembros del Cuerpo Místico de Cristo (n. 36). El texto aclara que esa maternidad no es una mediación sacerdotal como la de Cristo, sino que se sitúa en el orden y la analogía de la maternidad y esa función materna de ninguna manera disminuye la única mediación de Cristo y se desarrolla con la Iglesia, en la Iglesia y para la Iglesia (n. 37).

Porque María está unida a Cristo de un modo único por su maternidad y por ser llena de gracia, su oración por nosotros tiene un valor y una eficacia que no se puede comparar con ninguna otra intercesión (n. 38) y ella nos dispone a la vida de la gracia sin que se entienda con esto que María tiene un depósito de gracia diferente al de Cristo (n. 45-46).

María es más discípula que madre (n. 73), es la primera que ha creído (n. 74) y se aclara que los “presuntos fenómenos sobrenaturales” que hayan recibido juicio positivo por parte de la Iglesia, no se convierten en objeto de fe y, por lo tanto, los fieles no están obligados a darle un asentimiento de fe (n. 75). Esta posición es muy importante para contrarrestar tanto énfasis que algunos grupos ponen en las apariciones marianas.

Finaliza el documento haciendo alusión a cómo los pobres encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María y lo expresan en la piedad mariana “popular” que tiene tantas expresiones diversas, principalmente en las peregrinaciones a los santuarios marianos donde encuentran fortaleza y consuelo para salir adelante (n. 79-80).

El breve resumen que hemos presentado nos permite decir que estas aclaraciones pueden ayudar al diálogo ecuménico porque es bien sabido que el culto a María, por las distorsiones que se han presentado a lo largo del tiempo, ha constituido una de las dificultades para dicho diálogo.

Además, el documento resulta oportuno para contrarrestar movimientos marianos que, en la actualidad, insisten en dar culto a María, desligándola de su relación con Cristo y mucho más orientados a un tradicionalismo basado en prácticas externas (uso del velo, arrodillarse para comulgar, confesarse a menudo, etc.) y a una fijación en la moral sexual, bastante alejada de los desarrollos actuales de la teología moral. Muchos de estos grupos son de clase media-alta, privilegiando el uso de rosarios costosos, usados incluso como joyería (collares, pulseras, imágenes de lujo) y promocionando peregrinaciones a los santuarios marianos de Europa (de poco alcance para la mayoría del pueblo sencillo). Un detalle interesante es que a estos grupos están asistiendo jóvenes, lo cual alimentaría la esperanza de un acercamiento de ellos a la Iglesia, pero, curiosamente, no salen del círculo del propio grupo y, como ya dijimos, están más propensos a fomentar las distorsiones que la nota del dicasterio señala que una vivencia eclesial más acorde con el espíritu de Vaticano II.

El énfasis dado a la maternidad de María, no es suficiente para las mujeres de hoy, ni es coherente con el desarrollo de la mariología actual. Las mujeres de hoy, no se sienten identificadas solamente con la maternidad de María, sino que aspiran en ver en ella todas las dimensiones que han de ser desplegadas por las mujeres y que la cultura patriarcal ha invisibilizado con esa sobrevaloración de la maternidad.

El documento reconoce a María como primera discípula (n. 73) e incluso cita a Agustín quien dice que “es más importante para María ser discípula que madre de Cristo” (n. 73), pero no destaca a la María profeta -con su canto del Magnificat- e insiste en la actitud de obediencia, humildad, silencio, disponibilidad de María al plan de Dios, actitudes que siendo válidas para la vida de todo ser humano, han contribuido a mantener a las mujeres en resignación y aceptación callada de su sufrimiento.

La mariología actual ha recuperado la humanidad de María (por ejemplo, el magnífico trabajo de Elizabeth Johnson “María, verdadera hermana nuestra” (1993) y ha insistido en una relectura de los dogmas desde el punto de vista cristológico y eclesiológico -como lo hace esta Nota Doctrinal-, pero que no es el discurso que se ofrece en las predicaciones o catequesis sobre María. Hubiera sido interesante que la Nota Doctrinal valorara este trabajo y lo impulsara para que inspirara más no solo la vida de las mujeres sino también de los varones, en la vivencia del discipulado y en la puesta en práctica de la corresponsabilidad eclesial, por el bautismo recibido.

Finalmente, sigue siendo un desafío recuperar una imagen de María como modelo de seguimiento para varones y mujeres (no solo para mujeres) pero capaz de decir algo a la sociedad actual que lucha por liberarse de los estereotipos de género tan fomentados también por las religiones y en los cuales se sigue invocando la figura de María para mantenerlos. La Nota Doctrinal es teológicamente correcta pero, tal vez, insuficiente para decir algo a las mujeres y varones de hoy.

viernes, 5 de diciembre de 2025

 


La jerarquía eclesiástica sigue empeñada en no escuchar al Espíritu

(A propósito del diaconado femenino)

Olga Consuelo Vélez

 

En el Documento Final del Sínodo de la sinodalidad (n. 60) dice lo siguiente: “No hay nada que impida que las mujeres desempeñen funciones de liderazgo en la Iglesia: lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse”. Sin embargo, las comisiones de estudio sobre el Diaconado Femenino y el respaldo del actual Papa al informe de la última comisión, dicen lo contrario.

Por lo menos el informe de esta segunda comisión, liderada por el Cardenal Petrocchi, es honesta. Muestra que hay dos tendencias, en empate técnico (5 contra 5). Con respecto a los argumentos para conceder o no el diaconado a las mujeres, unos lo apoyan porque esto va en plena consonancia con la igualdad fundamental entre varones y mujeres, testificada en la Sagrada Escritura en muchos textos, pero el informe hace referencia al a cita de Gál 3,28: en Cristo Jesús, “ya no hay diferencia entre hombre y mujer”. Pero el otro grupo no lo concede porque considera que la masculinidad de Cristo no es accidental sino parte integral de la identidad sacramental. Dicho en palabras más sencillas, solo los varones pueden representar a Cristo en el ejercicio de los ministerios ordenados, justamente por eso, por ser varón. Además, añaden que, si no se mantiene esta masculinidad, se alteraría el significado nupcial de la salvación. Este grupo olvida que las metáforas no se pueden tomar por realidad, son indicativas, y que, si se apela a la masculinidad, se está reconociendo el sexismo en el plan de salvación y eso es una afrenta, una exclusión, una violencia contra las mujeres, es decir, todo lo contrario de la igualdad fundamental e inclusión de todos y todas, propias del reino de Dios anunciado por Jesús.

El segundo punto que anota la comisión, es sobre la consideración del diaconado para el ministerio y no para el sacerdocio, lo cual posibilitaría que se otorgara el diaconado a las mujeres. Pero, el grupo contrario, afirma que el diaconado forma parte de los tres grados del sacramento del orden, con lo cual, conceder el diaconado a las mujeres abriría inmediatamente las puertas al sacerdocio y al episcopado para las mujeres. Aquí no se da cuenta del número de votos a favor o en contra de cada postura, pero se muestra con claridad el miedo clerical a perder la hegemonía masculina en el ejercicio ministerial.

Como “premio de consolación” para las mujeres, se pide que “se amplie el acceso de las mujeres a los ministerios instituidos para el servicio de la comunidad”. Lo llamativo es que, de los diez votos, uno estuvo en contra. Es decir, en esa comisión hay alguien que ni siquiera vislumbra el acceso de las mujeres a los ministerios laicales.

El informe también dice que “es indispensable, un riguroso y amplio examen crítico realizado sobre el diaconado en sí mismo, es decir, sobre su identidad sacramental y su misión eclesial, aclarando algunos aspectos estructurales y pastorales que actualmente no están enteramente definidos”. Los miembros de esa comisión se escudan en la necesidad de seguir estudiando un tema en el que abundan serios, fundamentados e irrefutables estudios.

Algo llamativo es considerar que las peticiones que recibieron, siendo “numerosas” y “abundantes” no pueden considerarse como la voz del sínodo y menos del Pueblo de Dios en su conjunto. O sea, lo que deciden diez personas en una comisión, tiene más peso que un material numeroso y abundante y un proceso sinodal al que llegó, innegablemente, la petición de conceder los ministerios ordenados a las mujeres.

¡Qué vergüenza! que la Iglesia que le pide a la sociedad civil justicia, equidad, inclusión, igualdad, es incapaz de avanzar en su seno con los cambios necesarios para hacerlo realidad, con respecto a las mujeres. Y ¡qué desproporción! considerar que invocar la masculinidad de Jesús sigue siendo un argumento válido para la conciencia teológica y eclesial actual.

El Informe concluye afirmando que “a la luz de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio eclesiástico”, la valoración dada es “sólida”, aunque no permite formular hoy un juicio definitivo, “como en el caso de la ordenación sacerdotal”. Esta última frase reafirma la seguridad que tienen del rechazo al ministerio ordenado para las mujeres, seguridad que tal vez llevó a borrar de plano esa petición en el proceso sinodal, como si no hubiera sido una insistente solicitud hecha en el mismo.

En las democracias ganan las mayorías y, muchas veces, esas mayorías también retrasen el devenir histórico. Pero la Iglesia que se gloria de no ser una democracia y tiene la misión de “escuchar lo que viene del Espíritu”, no parece dispuesta a escucharlo.

(Foto tomada de: https://www.reflexionyliberacion.cl/ryl/2025/12/05/el-vaticano-distorsiona-el-diaconado-femenino/)