¡A COMENZAR DE NUEVO!
Van corriendo los días en este nuevo año y sería
bueno no olvidar lo vivido –en cierto sentido hacer balance del año que pasó- para
no empezar este nuevo año con saldo en rojo. Pero el balance de la vida
cristiana va en contra vía de los balances económicos de las empresas. En éstas
se mira cuánta ganancia se obtuvo, cómo se adquirieron más acciones, cómo se
consolidó más la economía de la empresa. En la vida cristiana, aunque las
preguntas podrían ser las mismas, las repuestas dependen de otra lógica. La
ganancia que se obtuvo no va en la línea de acumular para sí, sino de entrega y
servicio a los otros; las acciones que se adquieren no significan aumento de
capital, sino mayor libertad interior; la consolidación de la economía no es
para tener más seguridades, sino para conseguir mayor integridad personal.
¿En qué consiste esta
“otra” lógica?
Acabamos de señalar por donde van las
respuestas a la lógica del evangelio. Añadamos algo más.
El evangelio es una buena noticia. Nos anuncia
que la felicidad, la paz, la realización personal no depende exclusivamente de
lo que nos viene de fuera sino de lo que somos capaces de gestar, hacer crecer
y desarrollar por dentro. La fuente de la felicidad viene del propio corazón y
no solamente de las circunstancias externas que nos rodean. El corazón humano
tiene una capacidad inmensa de gestar el bien, de favorecer la armonía, de
construir la fraternidad, de ver todo con una nueva luz. Ahora bien, esta
capacidad de hacer el bien no depende de nuestras propias fuerzas. Esa es la
buena noticia: ¡Dios trabaja con nosotros para lograrlo!
¿Con qué contamos para
comenzar de nuevo?
Acabamos de decirlo: con la fuerza que viene de
Dios mismo para seguir apostando por un futuro mejor para todos. Esto es muy
importante ya que aunque comience un nuevo año y tantas cosas puedan ser
distintas, no partimos de “cero”. Comenzamos con todo lo que hemos vivido hasta
ahora, con lo positivo y lo negativo. Podemos alegrarnos de todo lo conseguido
pero también necesitamos asumir nuestros errores, aceptar nuestros límites y
volver a comenzar, cuántas veces sea necesario, para lograr aquello que todavía
no hemos alcanzado. La toma de conciencia de la presencia de Dios en nuestra
vida, nos ayuda a vivir todo esto con esperanza. Sin él tal vez se haría muy
difícil perdonar nuestros errores, los de los demás, aceptar lo que no depende
de nosotros y ponernos nuevamente en camino. Contamos entonces con la gracia de
Dios y nuestro esfuerzo renovado. (Otra reflexión ameritaría la situación
social y política con la que comenzamos el año pero lo dejaremos para otro
momento).
Señalando la
prospectiva
No es suficiente hacer el balance de lo
realizado sino que debemos señalar la prospectiva. Es bueno trazarse metas para
el año que comienza. Cuando no tenemos propósitos podemos caer en la rutina de
acostumbrarnos a lo de siempre y no abrir nuevos caminos. La vida se nos ofrece
como una oportunidad de siempre “más”. No hay que proponernos imposibles pero
si posibles que canalicen nuestras fuerzas, que nos hagan crecer, que nos cojan
el corazón, que nos dinamicen la vida. El 2019 se nos ofrece como oportunidad
para comenzar de nuevo, hay mucho por hacer y mucho por crecer. Confiemos en el
Dios que nos acompaña y pongamos en camino.
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