La difícil tarea
de asumir la verdad:
A propósito del
Informe de la Comisión de la Verdad en Colombia
Olga Consuelo Vélez
El pasado 28 de junio se presentó el Informe de la Comisión
de la Verdad, una de las tres entidades creadas por el Acuerdo de Paz firmado
en 2016 entre el Estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC-EP), después de 60 años de conflicto interno. La Comisión de la
Verdad forma el Sistema Integral para la Paz, junto con la Unidad de Búsqueda
de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) y la Jurisdicción Especial para la
Paz (JEP).
La
Comisión de la Verdad tuvo como misión esclarecer la verdad de este conflicto
armado, dignificar a las víctimas, alcanzar el reconocimiento voluntario por parte
de los responsables, favorecer la convivencia en los territorios y formular
propuestas viables para la no repetición. Trabajó incansablemente durante tres
años y medio, escuchando a más de 30.000 víctimas en testimonios individuales y
encuentros colectivos en 28 lugares donde establecieron Casas de la Verdad, en
resguardos y comunidades afrocolombianas, en kumpañys gitanos y entre
los raizales, así como en el exilio en 24 países. Recibieron más de mil
informes de la sociedad civil organizada, empresas, organizaciones por la
defensa de los derechos humanos y la naturaleza, buscadoras de desaparecidos,
mujeres y población LGBTIQ+; de cientos de niños y miles de jóvenes. Escucharon
a todos los expresidentes vivos, a intelectuales, periodistas, artistas, políticos,
obispos, sacerdotes y pastores, comparecientes ante la JEP, excombatientes y
exparamilitares.
Con
base en todo este trabajo la comisión presentó el Informe final que está
sustentado en varios documentos que estarán disponibles próximamente para la
consulta, reflexión y diálogo, de manera que los/as colombianos/as podamos
conocer un relato sobre todo lo que hemos vivido (los comisionados aclararon
que no es “el” relato, porque no existe una única manera de ver las cosas), pero
si un relato que se sitúa desde las víctimas y que muestra la complejidad del
conflicto por el entramado de actores, intereses, instituciones que participaron
en él. No pretenden hacer un relato de “buenos y malos” -como lo
defienden algunos para evadir responsabilidades- sino un relato que nos permita
“asumir
como propio el sufrimiento de las víctimas, hacer nuestra la herida como cuerpo
de nación y reconocer la responsabilidad colectiva”.
La Comisión reconoció todo el apoyo de la comunidad
internacional -incluido el del papa Francisco- pero señaló cómo todo esto
contrasta “con la indiferencia de grandes sectores de la sociedad colombiana,
que parecen no tener conciencia del sufrimiento de millones de compatriotas por
causa del conflicto armado interno”. Justamente por eso, la Comisión espera que
“el Informe produzca el efecto de una piedra que cae en un cuerpo de agua y que
sus ondas ericen la superficie entumecida de Colombia”.
En
realidad, no es fácil despertar la conciencia frente al conflicto que hemos
vivido. Por eso las preguntas que el presidente de la Comisión, el P. Francisco
de Roux, S.J., hizo en la presentación del Informe reflejan lo que ha pasado en
este país: ¿Por
qué el país no se detuvo para exigir a las guerrillas y al Estado parar la
guerra política desde temprano y negociar una paz integral? ¿Dónde estaba el
Congreso, dónde los partidos políticos? ¿Hasta dónde los que tomaron las armas
contra el Estado calcularon las consecuencias brutales y macabras de su
decisión? ¿Nunca entendieron que el orden armado que imponían sobre los pueblos
y comunidades que decían proteger los destruía, y luego los abandonaba en manos
de verdugos paramilitares? ¿Qué hicieron ante esta crisis del espíritu los
líderes religiosos? ¿qué hicieron la mayoría de obispos, sacerdotes y
comunidades religiosas? ¿Qué hicieron los educadores? ¿Qué dicen los jueces y
fiscales que dejaron acumular la impunidad? ¿Qué papel desempeñaron los
formadores de opinión y los medios de comunicación? ¿Cómo nos atrevimos a dejar
que pasara y a dejar que continúe? ¿Por qué los colombianos vimos las masacres
en televisión día tras día y como sociedad dejamos que siguieran por décadas
como si no se tratara de nosotros?
Ninguna de
las preguntas anteriores nos puede dejar indiferentes y si se unen al “NO” que
ganó en el Plebiscito cuando se iban a firmar los Acuerdos de Paz, dan un dolor
profundo en el corazón que hace inentendible la indiferencia de tantos
compatriotas y, tantos de ellos, “creyentes”. Por supuesto las excusas para esa
indiferencia abundan y se justifican diciendo que se quiere la paz, pero “no de
esa manera” -esa fue la excusa para el “NO” en el Plebiscito- pero,
definitivamente no tienen justificación cuando, como lo dijo el informe, de las
450.000 personas asesinadas, un 80% fueron civiles no combatientes y solo 2%
murieron en combate. Sin olvidar que han sido 10 millones las víctimas de
desplazamiento, violencia sexual, secuestro, falsos positivos y tantos horrores
que se han vivido en el país a lo largo de estas seis décadas, sin que se
escaparan del conflicto tantos niños y niñas a los que les robaron su infancia
(¿dónde estaban los “pro-vida” ante esta realidad? Nunca vi una marcha por esta
causa).
Pero junto
a la indolencia de grandes sectores de la sociedad colombiana también hay
grandes mayorías que siguen apostando por el futuro. Y la verdad es la que
puede hacer posible la reconciliación porque esta no consiste en “borrón y
cuenta nueva” sino en la aceptación de la verdad para superar el negacionismo y
la impunidad y emprender la reconstrucción colectiva del país que merecemos. La
reconciliación nos pide construir juntos para que haya un futuro posible para
todos.
Y como las
circunstancias, a veces confluyen para impulsar los cambios necesarios, el
presidente Duque no fue a la entrega del Informe (se disculpó por otros
compromisos) pero allí estuvo el presidente electo Gustavo Petro y la
vicepresidenta Francia Márquez. Para ellos este Informe no es letra muerta.
Ellos saben qué es estar del lado de las víctimas y lo que sigue de aquí en
adelante parece tener más futuro con ellos. Confiamos que así sea y, aunque sea
muy largo el camino para construir la paz, nada de lo andado se pierde y,
confiando en Dios y en tanta gente que lo ha puesto todo para construir este
camino ¡lo lograremos! (Valga mi reconocimiento a los integrantes de la
Comisión de la Verdad por su coraje para realizar este trabajo a pesar de tanta
oposición y descrédito que esa porción de Colombia que se resiste al cambio les
hizo durante todo su trabajo).
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