Cristianos ¿de
Izquierda o de derecha?
Olga Consuelo Vélez
Ya pasó una semana desde las elecciones presidenciales en
Colombia y parece que la hecatombe profetizada por algunos no se ha dado.
Curiosamente, más de un partido que podría ser de oposición, está acercándose
al Pacto Histórico para sumar fuerzas. Ojalá que todo esto sirva para llevar a
cabo el programa propuesto y, verdaderamente, se puedan abrir caminos para
construir una Colombia con justicia social y en paz. No faltarán las
dificultades y, muy seguramente, estaremos escribiendo en estas páginas, sobre
las incoherencias que encontremos. Veremos que sigue pasando.
Pero, a propósito de todo lo vivido, surge la pregunta por
la línea que deben tener los cristianos en política. Algunos afirman que lo
importante es Dios y por eso ellos no se meten en política y se limitan a rezar
por el país. Incluso lo fundamentan en la cita en que a Jesús le presentan una
moneda que tenía la imagen del César, preguntándole si hay que pagar impuestos.
Él responde: “den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt
22, 21). Con esta cita fundamentan que religión y política no se relacionan.
Esto es un error. En realidad, la cita se refiere a que Jesús afirma que el
único que merece adoración es Dios y no el César y por eso al ver la imagen del
César en la moneda, denuncia la usurpación que este ha hecho del lugar que solo
corresponde a Dios. Por tanto, ese argumento esta desenfocado, solo que a la
Biblia se le hace decir lo que no dice, por falta de una interpretación
adecuada con los avances actuales de la hermenéutica bíblica.
Lo que sí podemos afirmar que es los cristianos han de
participar en política como parte de la dimensión social de su fe. No pueden
ser neutrales -porque la neutralidad no existe- y porque todos, como ciudadanos,
hemos de tomar alguna decisión para ejercer el derecho al voto. No hacerlo es
falta de compromiso con el destino de nuestros pueblos. Más aún, como bien lo
expresó el papa Francisco en su última encíclica Fratelli Tutti (n. 180), la política
“es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad,
porque busca el bien común”. Por supuesto esto no quiere decir que toda persona
ha de militar en un partido, pero no puede ser ajena a discernir a quien elegir
en cada contienda electoral.
Pero aquí viene la pregunta que encabeza esta reflexión: los
cristianos han de ser ¿de derecha o de izquierda? La respuesta es que cada
persona escogerá la postura que crea adecuada, incluidas todas las demás
opciones, pero haciéndolo con los fundamentos válidos para ello. Ahora bien, lo
que quiero remarcar y que, parece siguió vigente en estas elecciones, es que
muchos creen que la única opción para el cristiano es ser de derecha. A la
izquierda la identifican con el demonio. Así lo expresaron, insistentemente,
bastantes clérigos y laicos en sus charlas, predicaciones e intervenciones en
las redes sociales. Y lo ambiguo es que, en ciertos imaginarios eclesiásticos,
estas intervenciones no parecen ser negativas, no se critican, no se consideran
violentas, agresivas e incluso falsas. Y aquí es donde viene el cuestionamiento
profundo sobre la mentalidad tan condicionada y fundamentalista que, a veces,
se alimenta en ciertos sectores de Iglesia.
Escuché a varios clérigos afirmar una y otra vez que Gustavo
Petro era guerrillero y por eso no se podía votar por él. Petro fue guerrillero
y se reinsertó sin violar ni una sola vez esa opción. ¿Dónde queda la
misericordia que proclama el evangelio? ¿qué apertura a garantizar una nueva
oportunidad? ¿Cómo superar desde el diálogo las divisiones que arrastramos
desde hace tantas décadas?
Ni que decir de las posturas frente a Francia Márquez. Eso
de amor a los pobres, del compromiso hacia ellos, del cuidado de la casa común,
no parece que fuera la agenda de la vida cristiana. Mucho clasismo, racismo, y
aporofobia (desprecio a los pobres) fue lo que escuché y leí de gente que se
precia de ser de Iglesia.
Pero lo que más me sorprendió fue todo lo que se tejió
alrededor de las bendiciones y rituales que tanto Petro como Francia recibieron
de los pueblos indígenas. Se consideraron brujería, maleficio, prácticas
demoniacas, etc. Y así lo afirmaron en programas radiales y televisivos “muy
católicos”. Pareciera que no conocen nada del respeto a las diferentes culturas
y menos del valor y sentido de sus tradiciones ancestrales. Parece que no saben
tampoco de la exigencia del diálogo interreligioso y de que un signo de los
tiempos es la necesidad de aceptar, acoger y respetar la pluralidad.
Esta campaña se caracterizó como de muchos odios y actitudes
violentas frente a los contrincantes. Pero de eso no se escaparon los
cristianos. La violencia contra la izquierda fue demasiado grande. La
benevolencia con la derecha fue también demasiado grande. Fue tanta que, por
ejemplo, aunque Rodolfo Hernández dijo que apoyaba todas las políticas para
favorecer las poblaciones de diversidad sexual, parece que eso ni se consideró
a la hora de valorar las propuestas de la derecha, aunque siempre ese aspecto
moral es el que se esgrime para no votar por las izquierdas.
Todo lo dicho es de algunos sectores y, afortunadamente
muchos otros no son así. Pero si conviene tomar conciencia que aunque hay que
respetar la opción política de cada persona, es necesario quitar tantos
prejuicios alimentados sobre la izquierda -que casi siempre parece con más
valores cercanos al evangelio, aunque haya errores y contradicciones, como en
todo lo humano-, y desmitificar la bondad de la derecha que no es tan cierta
como se quiere hacer ver, porque si hay un sistema económico que ha llevado a
tanta pobreza, ha sido el mantenido por las derechas, no solo en Colombia sino
en tantos países latinoamericanos.
En fin, los cristianos no necesariamente han de ser de
derecha o de izquierda, mejor aún, han de evolucionar porque las izquierdas no
son, en la actualidad, comunismo, ni el comunismo es el diablo en persona, ni
la derecha es garantía de los valores cristianos, ni la ultra derecha es la postura
cristiana válida. Convendría que muchos cristianos se liberaran de esa
mentalidad tan cerrada, tan fundamentalista, tan conservadora, tan moralista, que
tanto se alimenta y se ha visto en esta campaña, para contribuir a la
construcción de un mejor país. Me parece que la gente no se aleja de la
Iglesia, sino que la Iglesia se aleja de la gente y por eso no me extraña que
jóvenes, intelectuales, mujeres y, especialmente, el pueblo que lucha por sus
derechos, no encuentre en la Iglesia un interlocutor válido con quien puedan
“caminar juntos”. La sinodalidad no es cosa de llevarnos mejor los que
participamos de espacios eclesiales, es una Iglesia que sabe vivir su fe en
medio del mundo y no clasifica el mundo en izquierdas trasnochadas o derechas
católicas, sino que entiende el sentir del pueblo de Dios en cada momento histórico
y se dispone a acompañar su caminar. Ojalá también aprendamos de estas elecciones
que la política evoluciona para salir de esos prejuicios preestablecidos sobre
derechas e izquierdas y, en este caso concreto, sepamos acompañar este gobierno
progresista (no de izquierda, no comunista, no guerrillero, etc.), deseando que
le vaya bien para que nos vaya bien a todos.
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