Que sea lo que Dios
quiera
Olga Consuelo Vélez
Cuando uno ha puesto todo lo que puede para apoyar una causa
y siente que no hay nada más que hacer, brota, espontáneamente, la siguiente
frase: “Que sea lo que Dios quiera”. Sin embargo, es bueno reflexionar sobre
esta expresión porque tiene su sentido positivo y su sentido negativo. Como
positivo está el hecho de que uno deja en manos de Dios el futuro que no puede
controlar y confía que Él siga presente, venga lo que venga. Pero lo negativo
es que parece que Dios será el artífice de lo que suceda y esto, en realidad,
no es así. Y, en este sentido podemos hacer preguntas en torno a la oración de
petición, a la figura de Dios, a la responsabilidad humana. Sobre esto quiero
decir alguna palabra.
Sobre la oración de petición, teniendo esta oración, el
profundo sentido de reconocer la limitación humana y la apertura confiada a
Dios, es la más manipulada y deformada porque puede evadir la responsabilidad
humana y, por otra parte, se convierte en medio de pedirle a Dios las cosas más
absurdas. Conocemos las muchas peticiones que se hacen a Dios para que gane un
equipo de futbol u otro. Lo mismo para que ganemos la lotería o cualquier
concurso en el que se participa. O en la política, para que gane un candidato u
otro. Si hiciéramos un mínimo de reflexión crítica, nos daríamos cuenta de lo irracional
de estas peticiones porque Dios no puede manipular la realidad para que suceda
lo que le pedimos, máximo cuando los peticionarios están pidiendo cosas
opuestas. Si creyéramos que Dios intervino por la fuerza de nuestras oraciones
en esos asuntos, podríamos quedar rápidamente decepcionados porque gana el contradictor
y, entonces parecería, que Dios no está de nuestra parte. Otras peticiones como
por la salud, el trabajo, la paz, los seres queridos, etc., son más razonables
porque, en verdad, son situaciones que las intentamos vivir desde la fe,
reconociendo la presencia de Dios en todas ellas. Pero, en todos los casos,
hemos de tener claro el sentido de la oración de petición que se conecta
directamente con la imagen de Dios que tenemos y con la responsabilidad humana
que no podemos evadir.
El conocido texto de Mateo (7,7): “Pidan y se les dará, busquen
y hallarán, llamen y se les abrirá, porque todo el que pide recibe; el que busca
halla; y al que llama, se le abrirá” parece que justifica que pidamos mucho y
que al final ganará el que más haya pedido. Esto se usa bastante para manipular
con la psicología de masas a muchas personas que reunidas en las llamadas vigilias
de oración o reuniones similares, el dirigente incita a los participantes a que
griten con más fuerza, oren con más intensidad, pidan con más convencimiento,
en fin, mueve las masas a esos estados de histeria colectiva que, sinceramente,
tienen muy poco que ver con la experiencia cristiana y si mucho con la
manipulación colectiva que se hace en nombre de muchos asuntos, pero
lamentablemente, también en nombre de Dios.
Las cosas que resultan de cualquier situación que vivimos, no
son “lo que Dios quiere” sino lo que nosotros hemos querido que sean. Por
supuesto hay algo de azar como un partido de futbol, pero eso no exime que
entre mejor jueguen, hay mucha más probabilidad de ganar. En los juegos de
azar, son precisamente eso, “azar”. A veces pareciera que hay gente más
afortunada que otra, pero no por ser mejor, sino por el azar que así lo
determina. En la política, saldrá el candidato que elijamos, de eso no hay
duda. Si fuera así, Dios tendría la culpa de tanto dictador o presidente
nefasto que se ha tenido en la historia.
Por lo tanto, “que sea lo que Dios quiera” nos puede evadir
de nuestra responsabilidad en cada una de las situaciones que vivimos. Hasta el
último momento, lo que cuenta son nuestras acciones. El bien común depende de nosotros.
El cambio climático es consecuencia de nuestros comportamientos. Los resultados
electorales dependerán de la conciencia con que se haya votado, pero también de
la pasividad, la indiferencia, la falta de conciencia crítica, los intereses propios
y tantas otras realidades humanas que son las que, en definitiva, producen unas
consecuencias u otras.
Y, entonces ¿tiene sentido la oración de petición? Tiene sentido
si es para pedirle a Dios que nos haga responsables, comprometidos, generosos,
auténticos. Tiene sentido para que nos ayude con su presencia a realizar todo
lo que esta en nuestros manos hacer. Tiene sentido para que purifique nuestros
intereses egoístas y podamos hacer cada vez mayor bien. Hay que “pedir”, pero
no que Dios mande mágicamente del cielo algo sino pedir que no nos cansemos de
hacer todas las acciones necesarias para que las cosas sean mejores para todos.
Hay que “buscar” nuevas maneras de mirar la realidad para cambiar todo aquello
que no ha funcionado, hay que “llamar” a la conciencia humana para que no se
canse de hacer el bien. De esa manera “se recibe, se encuentra, se halla” (retomando
el texto de Mateo que señalamos antes) un mundo más justo, un mundo más fraterno/sororal,
un mundo no excluyente, en otras palabras, un mundo como Dios quiere.
Lo que Dios quiere es que prime la justicia y la vida digna
para todos. Lo que Dios quiere es que no haya exclusiones, marginaciones,
opresiones por razón de sexo, género, etnia, condición socioeconómica, etc. Lo
que Dios quiere es que construyamos la paz, que haya reconciliación y posibilidad
de comenzar de nuevo. Lo que Dios quiere es que en este mundo se les garantice
la vida a todos los seres humanos. Pero cuenta absolutamente con la libertad humana
para hacerlo posible. La oración nos introduce en este horizonte donde el querer
de Dios se confía al querer humano y el querer humano cree que Dios no lo deja de
su mano y lo expresa en la oración de petición, sin esperar una intervención
mágica de Dios ni muchos menos sin dejar de sentirse responsable por cada una
de sus acciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.