En este espacio se consignan reflexiones sobre los hechos que suceden vistos desde la fe y con el ánimo de suscitar conciencia crítica, reflexión y compromiso cristiano.
viernes, 28 de febrero de 2025
miércoles, 26 de febrero de 2025
Ser
personas auténticas para dar buenos frutos
Comentario
al evangelio del VIII domingo del TO (2-03-2025)
Olga Consuelo Vélez
Y añadió una
comparación: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?
El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su
maestro. ¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no
miras la viga que hay en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano,
déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo?
¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente
para sacar la pelusa del ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto
podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano. Cada árbol se reconoce por sus
frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos.
El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca
lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lc 6, 39-45)
Los domingos anteriores, el evangelio
de Lucas presentó a Jesús explicándole a sus discípulos en qué consiste el
programa del reino de Dios. En el evangelio de hoy, Jesús sigue dirigiéndose a
sus discípulos para mostrarles, con tres breves parábolas, las actitudes que
han de vivir. La intencionalidad de Lucas es que este mensaje llegue a las
comunidades y, especialmente, a los dirigentes. Estas mismas parábolas están
también en el evangelio de Mateo, pero con el objetivo de rebatir a los
fariseos.
Las parábolas son bastante claras y no
suponen demasiada explicación. La primera se refiere a los discípulos que han
de aprender de su maestro y solo, cuando estén instruidos, podrán hablar con
autoridad. Parece que algunos se atrevían a actuar como maestros sin tener la
suficiente preparación, de ahí que Jesús les pregunte si “un ciego puede guiar
a otro ciego”. En realidad, esto sucede también en nuestro presente, cuando
algunos, sin la preparación suficiente o sin la actualización que exigen los
signos de los tiempos, siguen apegados a tradicionalismos o fundamentalismos
que no dicen nada a los jóvenes de hoy y no permiten mostrar una fe más
significativa para nuestro presente.
La segunda parábola se refiere a
aquellos que ven todas las carencias en los demás y no se dan cuenta de sus
propias limitaciones e, incluso, de sus propios pecados. La parábola los
compara con quienes ven en los demás “vigas” y en sí mismo solo ve “pelusas”,
cuando en realidad, puede ser todo lo contrario. Es una llamada a la
comprensión y misericordia hacia los demás, actitudes que surgen cuando hay
humildad suficiente para saberse limitado y con necesidad de mejorar, como
todos los demás.
La tercera parábola, valiéndose de la
comparación con el árbol que da buenos frutos, llama a reconocer que estos
frutos solo pueden provenir de un árbol sano. Así es el corazón humano. Da los
frutos de lo que hay en él. Si tiene amor, dará amor, si tiene odio, dará odio.
De ahí la importancia de la propia autenticidad para que nuestra vida de los
frutos propios de quienes viven el bien y la bondad.
El evangelio de hoy, por tanto, es
interpelante para las comunidades cristianas, las cuales han de ser espacios de
crecimiento mutuo, con humildad y consideración, buscando ser personas buenas y
verdaderas para dar los frutos propios de quienes viven el programa del reino
de Dios anunciado por Jesús.
jueves, 20 de febrero de 2025
miércoles, 19 de febrero de 2025
Brindar al mundo “exceso” de amor
misericordioso como lo hace nuestro Dios
Comentario al evangelio del VII domingo del TO 23-02-2025
Olga Consuelo Vélez
A ustedes que me escuchan yo les digo: Amen a
sus enemigos, traten bien a los que los odian; bendigan a los que los maldicen,
recen por los que los injurian. Al que
te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le
niegues la túnica. Da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo
reclames. Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. Si
aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a sus
amigos. Si hacen el bien a los que les
hacen el bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen. Si prestan
algo a los que les pueden retribuir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores
prestan para recobrar otro tanto. Por el contrario, amen a sus enemigos, hagan
el bien y presten sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa y
serán hijos del Altísimo, que es generoso con ingratos y malvados. Sean
compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán
juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. Den y
se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, sacudida y rebosante.
Porque con la medida que ustedes midan serán medidos (Lucas 6, 27-38)
El domingo pasado reflexionábamos sobre el
pasaje de las bienaventuranzas. El evangelio de hoy continúa esa presentación
de los valores del reino mostrando tres actitudes concretas en las que se
presenta la diferencia entre una sociedad donde cada uno ve por su propio
interés y lo que ha de ser el actuar cristiano. La primera se refiere a los
enemigos, a los que tratan mal o injurian. Sobre ellos se dice que se han de
amar, tratar bien, bendecir, rezar por ellos. La segunda se refiere a los que
usan la violencia o roban las pertenencias. La respuesta es no poner
resistencia y darle todo lo que se tiene. La tercera es dar todo lo que pidan y
si alguien quita algo, no reclamarle. Vistas estas actitudes en sociedades como
las nuestras tan llenas de violencia y de aprovechamiento de unos sobre otros,
resulta muy difícil ponerlo en práctica. Pero la cuestión no es tomar al pie de
la letra los ejemplos señalados sino entender el espíritu de lo que significa
la vida cristiana. En realidad, se resume en la llamada “regla de oro”: hacer a
los otros lo que queremos que ellos nos hagan. Y la fundamentación de tal
actuar también radica en que la gente se porta bien con los que se portan bien,
con las personas que ama. Pero no lo hace con los que no ama. Y aquí viene la
pregunta para el cristiano: ¿Qué mérito se tiene si solo se hace el bien a los
que se ama? Eso lo hacen todas las personas. La vida cristiana tiene algo más
que ofrecer al mundo. Allí donde impera la violencia puede ponerse la paz. Allí
donde impera el egoísmo, puede implementarse el compartir. Allí donde prima la
indiferencia, puede ponerse la atención a los otros, buscando también lo mejor
para ellos.
Ahora bien, la razón para este comportamiento
lo explicita la segunda parte del evangelio: “Ser compasivos o misericordiosos
como Dios es misericordioso”. En este mismo texto, pero en la versión de Mateo,
se dice “sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Y ambos textos remiten
al texto del Levítico (19,2): “sean santos como Dios es santo”. Ahora bien, la
santidad en Israel implicaba la “separación” para participar de lo sagrado y se
hablaba de ello en el ámbito ritual. Conocemos que Jesús cuestiona esa pureza
ritual que excluye a muchos. Por tanto, hablar de Dios como misericordioso
puede ser mucho más significativo que los otros términos. De hecho, el Antiguo
Testamento también habla de Dios como misericordioso y el evangelio de Lucas lo
presenta en este texto muy diciente para sus destinatarios que son los pobres y
excluidos.
La vida cristiana, por tanto, está llamada a
testimoniar el amor misericordioso de Dios y esa misericordia siempre es
“generosa, apretada, sacudida, rebosante”. Si hay algo que los cristianos
pueden ofrecer al mundo de hoy es ese “exceso” de misericordia porque,
efectivamente, todos necesitan de ese amor gratuito en muchos momentos de la
vida y para algunos es la única posibilidad de levantarse de las situaciones de
injusticia a las que las estructuras de pecado los someten. El evangelio
termina con el refrán de oro expresado de otra manera: “de la forma que midan,
así serán medidos”. Ojalá que estos valores del reino sean vividos con mayor
radicalidad, con total generosidad como Dios mismo lo hace con absolutamente
todos sus hijos, aunque sean ingratos y malvados.
viernes, 14 de febrero de 2025
jueves, 13 de febrero de 2025
El programa del reino de Dios es para el hoy de nuestra realidad
Comentario al evangelio del VI domingo del TO 16-02-2025
Olga Consuelo Vélez
Jesús bajó con sus discípulos y se detuvo en un
llano. Había un gran número de discípulos y un gran gentío del pueblo, venidos
de toda Judea, de Jerusalén, de la costa de Tiro y Sidón. Dirigiendo la mirada
a los discípulos, les decía: Felices los pobres, porque el reino de Dios les pertenece.
Felices los que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Felices los que
ahora lloran, porque reirán. Felices cuando los hombres los odien, los
excluyan, los insulten y desprecien su nombre a causa del Hijo del Hombre. Alégrense y llénense de gozo, porque el
premio en el cielo es abundante. Del mismo modo los padres de ellos trataron a
los profetas. Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo!;
¡ay de ustedes, los que ahora están saciados!, porque pasarán hambre; ¡ay de
los que ahora ríen!, porque llorarán y harán duelo; ¡ay de ustedes cuando todos
los alaben! Del mismo modo los padres de ellos trataron a los falsos profetas (Lucas 6,
17.20-26).
El texto
de las bienaventuranzas que hoy nos relata el evangelio de Lucas, tiene su correspondiente
en la versión de Mateo (5, 1-12), con diferencias de destinatarios y de
énfasis. En Mateo Jesús se dirige a la muchedumbre, en Lucas a los discípulos
y, en este evangelio, además de las bienaventuranzas, están los “ayes” o
lamentos por la situación que van a vivir aquellos que ahora se creen plenos.
De todas maneras, en los dos casos, este texto constituye el programa del reino
de Dios que tiene como mensaje central el cambio de situaciones que ha de
comenzar a acontecer en este presente, no pensando que el cambio se dará solo en
el cielo. El mismo Lucas, en el libro de los Hechos, al hablar de la comunidad
cristiana nos muestra cómo es posible ese cambio, cuando se comparte lo que se
tiene y nadie pasa necesidad (Hch 2,42.44-45; 4,32.34-35).
Lucas nos
presenta cuatro bienaventuranzas y cuatro “ayes” referidos a los pobres, a los
que pasan hambre, los que lloran y a los que les persiguen y en los cuatro
casos muestra el cambio de situación: a los pobres les pertenece el reino, sus
primeros destinatarios; los hambrientos serán saciados, los que lloran reirán y
a los que los persiguen les recuerda que es la suerte que corren los profetas,
pero su recompensa será grande. En realidad, Lucas nos presenta, a lo largo del
evangelio, a un Jesús profeta, con lo cual, los discípulos viven la misma
realidad que su maestro.
En los “ayes”
la situación se revierte también: los ricos no recibirán nada más, los saciados
pasarán hambre, los que ríen, llorarán y harán duelo y a los que los alaban -es
decir no los persiguen- les recuerda que las adulaciones y alabanzas son las
que reciben los falsos profetas.
Hoy, por
tanto, se nos invita a vivir la vida cristiana con las consecuencias sociales
que ella tiene, siendo capaces de mirar la realidad y comprometernos con su
transformación. La situación de pobreza que siguen viviendo multitudes en la
humanidad no puede ser ajena a los que dicen seguir Jesús “profeta del reino”.
No se compagina una vida cristiana con la desigualdad, la injusticia social, la
exclusión, la resignación, la indiferencia, la falta de solidaridad, Menos con
un compromiso político que no mire al cambio de estructuras para transformar la
realidad. En este último aspecto queda la gran preocupación sobre qué pasa con
los cristianos que eligen gobernantes que, explícitamente, en sus programas de
gobierno fomentan el individualismo, la riqueza desmedida, la indiferencia con
la creación, el desprecio a los pobres, la exclusión por razones de clase, de
etnia, de género, etc. Convendría reflexionar, muy seriamente, si hemos
comprendido el programa del reino de Dios y lo ponemos en práctica. Nuestro
mensaje no se pude quedar en una “ideología” de un mundo justo para vivirlo en
el más allá sin el compromiso efectivo de hacerlo posible en el hoy de nuestra
historia. Hoy Jesús también dirige su mirada a nosotros y nos predica las
Bienaventuranzas. Ojalá encuentre una respuesta efectiva y generosa en los que
hoy decimos seguirlo.
sábado, 8 de febrero de 2025
martes, 4 de febrero de 2025
Un discipulado que implica a toda la persona
Comentario al evangelio del V domingo del TO 9-02-2025
Olga Consuelo Vélez
La gente se agolpaba junto a él para escuchar la
Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret. Vio dos barcas
junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando sus redes.
Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de
tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca. Cuando acabó
de hablar, dijo a Simón: Navega lago adentro y echa las redes para pescar. Le
replicó Simón: Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada;
pero, ya que lo dices, echaré las redes. Lo hicieron y capturaron tal cantidad
de peces que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de la otra barca
para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se
hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y dijo: ¡Apártate de
mí, Señor, que soy un pecador! Ya que el temor se había apoderado de él y de
todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo
sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Jesús
dijo a Simón: No temas, en adelante serás pescador de hombres. Entonces, amarrando
las barcas, lo dejaron todo y le siguieron (Lucas 5, 1-11).
La vida pública de Jesús, según los evangelistas, se va caracterizando
por su predicación, primero con mucho éxito -así como comienza este evangelio:
“se agolpaban junto a él para escuchar la Palabra de Dios”-, pero después, esas
multitudes van desapareciendo e incluso serán las que estén en su contra en los
momentos finales.
En este contexto inicial de éxito, comienzan las llamadas al seguimiento
de los primeros discípulos y aquí tenemos la llamada a Simón Pedro y a sus
compañeros Juan y Santiago, hijos de Zebedeo. En realidad, el protagonista del
texto es Simón porque es con quien se da el diálogo. De los otros dos solo dice
que “les sucedía lo mismo que a Simón Pedro”. Podríamos pensar que el milagro
por la abundancia de peces hizo que “inmediatamente” ellos siguieran a Jesús.
Pero, en realidad, si vemos los textos anteriores a este, en el evangelio de
Lucas, Jesús había curado a la suegra de Pedro y había hecho muchas otras curaciones.
De ahí que sea algo -relativamente normal- que Jesús pueda subir a la barca de
Pedro y desde allí siga la predicación a las multitudes.
Pero lo interesante es el diálogo que, valiéndose de la realidad de la
pesca, hace que ellos comprendan algo más del seguimiento. La predicación de
Jesús puede ser muy atrayente pero la realidad es contundente: no han pescado
nada en toda la noche. Será la confianza puesta en las palabras de Jesús la que
lleve a Pedro y a sus compañeros a echar las redes y, es ahí, donde la
abundancia de peces muestra la eficacia de la palabra de Jesús. El contraste
entre el desaliento de los pescadores y los frutos dados al poner la confianza
en Jesús hace que Pedro reconozca su pequeñez o su ser un pecador, como dice el
texto. De alguna manera está haciendo referencia al “temor sagrado” frente a la
persona de Jesús, reconociendo quién es él realmente.
Comienza así el discipulado de estos primeros seguidores de Jesús, no
tanto asombrados por los milagros como, posiblemente, lo hacía la multitud,
sino por el reconocimiento a la persona de Jesús por quien vale la pena dejarlo
todo para seguir tras sus mismos pasos. El dejarlo todo supone ese cambio de
valores hacia el reino de Dios predicado por Jesús que implica a toda la
persona en esa misión encomendada. A este mismo seguimiento nos sigue invitando
hoy Jesús, seguirlo a Él, la novedad de su reino, la puesta en práctica de sus
convicciones.