Ser
personas auténticas para dar buenos frutos
Comentario
al evangelio del VIII domingo del TO (2-03-2025)
Olga Consuelo Vélez
Y añadió una
comparación: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?
El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su
maestro. ¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no
miras la viga que hay en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano,
déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo?
¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente
para sacar la pelusa del ojo de tu hermano. No hay árbol sano que dé fruto
podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano. Cada árbol se reconoce por sus
frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos.
El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca
lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lc 6, 39-45)
Los domingos anteriores, el evangelio
de Lucas presentó a Jesús explicándole a sus discípulos en qué consiste el
programa del reino de Dios. En el evangelio de hoy, Jesús sigue dirigiéndose a
sus discípulos para mostrarles, con tres breves parábolas, las actitudes que
han de vivir. La intencionalidad de Lucas es que este mensaje llegue a las
comunidades y, especialmente, a los dirigentes. Estas mismas parábolas están
también en el evangelio de Mateo, pero con el objetivo de rebatir a los
fariseos.
Las parábolas son bastante claras y no
suponen demasiada explicación. La primera se refiere a los discípulos que han
de aprender de su maestro y solo, cuando estén instruidos, podrán hablar con
autoridad. Parece que algunos se atrevían a actuar como maestros sin tener la
suficiente preparación, de ahí que Jesús les pregunte si “un ciego puede guiar
a otro ciego”. En realidad, esto sucede también en nuestro presente, cuando
algunos, sin la preparación suficiente o sin la actualización que exigen los
signos de los tiempos, siguen apegados a tradicionalismos o fundamentalismos
que no dicen nada a los jóvenes de hoy y no permiten mostrar una fe más
significativa para nuestro presente.
La segunda parábola se refiere a
aquellos que ven todas las carencias en los demás y no se dan cuenta de sus
propias limitaciones e, incluso, de sus propios pecados. La parábola los
compara con quienes ven en los demás “vigas” y en sí mismo solo ve “pelusas”,
cuando en realidad, puede ser todo lo contrario. Es una llamada a la
comprensión y misericordia hacia los demás, actitudes que surgen cuando hay
humildad suficiente para saberse limitado y con necesidad de mejorar, como
todos los demás.
La tercera parábola, valiéndose de la
comparación con el árbol que da buenos frutos, llama a reconocer que estos
frutos solo pueden provenir de un árbol sano. Así es el corazón humano. Da los
frutos de lo que hay en él. Si tiene amor, dará amor, si tiene odio, dará odio.
De ahí la importancia de la propia autenticidad para que nuestra vida de los
frutos propios de quienes viven el bien y la bondad.
El evangelio de hoy, por tanto, es
interpelante para las comunidades cristianas, las cuales han de ser espacios de
crecimiento mutuo, con humildad y consideración, buscando ser personas buenas y
verdaderas para dar los frutos propios de quienes viven el programa del reino
de Dios anunciado por Jesús.
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