Nuestro
Dios “siempre” hace justicia
XXIX
Domingo del TO (19-10-2025)
Olga
Consuelo Vélez
En aquel
tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es
necesario orar siempre, sin desfallecer. Había un juez en una ciudad que ni temía
a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme justicia frente
a mi adversario. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí
mismo: Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me
está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada
momento a importunarme. Y el Señor añadió: Fíjense en lo que dice el juez
injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y
noche?; ¿o les dará largas? Les digo que les hará justicia sin tardar. Pero,
cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? (Lucas 18, 1-8).
En este
evangelio Jesús continúa enseñando a sus discípulos por medio de parábolas. El
tema del que se va a ocupar en esta ocasión, es el de la oración. Recordemos
que Lucas presenta muchas veces a Jesús en oración y enseñándoles a los
discípulos a orar. En este caso, quiere mostrar el valor de la “insistencia” en
la oración y para eso presenta dos personajes. Un juez no muy recomendable y
una viuda que necesitaba justicia. Al final esta obtiene la ayuda del juez, no
por su idoneidad sino porque prefiere hacerle justicia para quitársela de
encima ya que le importunaba con tanta insistencia.
Pero es curioso
que este juez no atienda a la viuda cuando para Israel es tan importante la
atención al “huérfano y a la viuda” (Dt 27, 19). Tal vez la reflexión que hace
el juez consigo mismo es una llamada a pensar que si no actúa como debería
hacerlo, puede perder el honor y, esto para el pueblo de Israel, es muy
importante. Ahora bien, igual que en la parábola del administrador astuto, este
juez no es ejemplo de justicia, pero justamente la parábola quiere señalar ese
contraste para mostrar que si un juez injusto, al final, hace justicia, cómo
Dios no va a hacerlo con sus hijos e hijas.
Es importante
señalar que ese ejemplo de la insistencia de la viuda no es para reforzar la
idea de que entre más le pidas a Dios, más te concederá o no lo hará si no le
pides con insistencia. Dios no está contando los rezos. No va por ahí el
mensaje. Lo que interesa es ver la actitud de Dios: siempre dispuesto a hacer
justicia. La oración es la actitud confiada en el Dios que siempre hace
justicia y esto es lo que Jesús quiere enseñar a sus discípulos.
El texto
termina con una pregunta que parece de otro tema: “cuando venga el Hijo de
hombre ¿encontrará fe en esta tierra?” y, efectivamente, además de la oración
Jesús invita a la confianza en su segunda venida y en la fe que se precisa para
ello. Lo que Jesús pide a sus discípulos es la fe inquebrantable, hasta que él
vuelva.
Repitamos una
vez más: la fe, la oración, la insistencia no se refiere a fomentar en los
creyentes una actitud de pedir mucho para ver si logramos sensibilizar a Dios y
conseguir lo que se pide. Por parte de Dios, está dándonos todo su amor, mejor
aún, “su espíritu se ha derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5). A lo que se
refiere es a la actitud de fe como respuesta al amor de Dios, la oración como
actitud confiada en ese amor y la insistencia en no dejar de construir el reino
de Dios, “a tiempo y a destiempo”, como dice Pablo en la carta a Timoteo (2 Tim
4,2).
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