Un
samaritano es quien da testimonio de fe
XXVIII
Domingo del TO (12-10-2025)
Olga
Consuelo Vélez
Al ir de
camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaría y Galilea; y, cuando iba
a entrar en un pueblo, le salieron al paso diez leprosos, que se detuvieron a
distancia y le dijeron gritando: Jesús, Maestro, ¡ten piedad de nosotros! Al
verlos, les dijo: Vayan y preséntense a los sacerdotes. Y mientras iban
quedaron limpios. Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios
a gritos, y fue a postrarse a sus pies dándole gracias. Y éste era samaritano.
Ante lo cual dijo Jesús: ¿No son diez los que han quedado limpios? Los otros
nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que
este extranjero? Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado (Lc 17, 11-19).
Este texto nos
habla de diez hombres curados de lepra y, cómo solo uno, samaritano, vuelve a
agradecer. Lucas ya nos había hablado de la curación de un leproso en el
capítulo 5, un texto que posiblemente proviene de Marcos. El texto de este
capítulo solo aparece en este evangelio y, a grandes rasgos sigue los mismos
pasos del primer relato de curación de un leproso, pero en este pasaje añade,
la parte final del agradecimiento por este samaritano.
Conviene recordar
lo que significa la lepra en el contexto judío. Esta enfermedad hace a las
personas impuras, teniendo que permanecer a distancia de cualquier prescripción
ritual y gritando que es “impuro” para no manchar a los que van a realizar
tales prescripciones. Pero en este texto los leprosos no gritan que son impuros,
sino que Jesús tenga compasión de ellos. Es costumbre de Lucas poner esa
petición de compasión en los que están sufriendo por algo y, según la tradición
judía, cuando Dios visita a su pueblo, les muestra su compasión. Pero este
texto destaca que los nueve curados que eran judíos, no parecen reconocer esa
visita de Dios. Solo el samaritano, un extranjero, lo hace.
Los gestos que
realiza el samaritano, nos aportan elementos interesantes. Al volver, se postra
a los pies de Jesús. De alguna manera esa actitud reverencial está mostrando
que ese samaritano reconoce en Jesús la presencia del mismo Dios y la
referencia a los “pies” nos hace pensar en el discipulado. Además, este hombre
curado “da gracias”, introduciendo un elemento eucarístico en este texto. Por
otra parte, recordemos la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 30-37), un texto
también propio de Lucas, en la que es el samaritano quien tiene “compasión” del
caído en el camino. En este caso el samaritano es testimonio de amor mientras
que, en el evangelio de hoy, el samaritano es testimonio de fe. El texto
termina con las palabras de Jesús “tu fe te ha curado”, reafirmando, así, ese
testimonio de fe.
Una vez más,
Jesús enfatiza la dificultad que tienen los que se creen mejores que los demás
por su cumplimiento de la ley para reconocer al Dios que sale a su encuentro,
mientras que son los excluidos los que sí le reconocen. Esperemos que, esta
vez, nosotros también, como el samaritano, reconozcamos la misericordia de Dios
que nos alcanza en tantos momentos y de tantas formas.
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