“Las mujeres no queremos ser como los hombres,
porque somos mejores”
Olga Consuelo Vélez
En el encuentro del Papa León XIV con los equipos sinodales (24-10-2025),
le preguntaron desde Europa: ¿qué esperanzas pueden alimentar legítimamente las
mujeres en una Iglesia sinodal? ¿Cree usted que se está produciendo un
auténtico cambio cultural en la Iglesia para que de cara al futuro exista
igualdad entre mujeres y hombres en la iglesia y que esto se pueda convertir en
una realidad?
El papa contestó con dos ejemplos. El primero diciendo que a su mamá le
habían preguntando si quería ser como los hombres y ella contestó que por
supuesto que no porque “las mujeres somos mejores”. El auditorio aplaudió como
si hubiera dada una respuesta brillante con ese ejemplo a la pregunta. Pero no
es así. Refleja la poca claridad para distinguir lo que son “derechos” para las
mujeres (de los cuales solo gozamos hace pocas décadas en la sociedad y no en “todas”
las sociedades), de comparaciones estereotipadas creyendo que cuando las
mujeres piden la igualdad de derechos en la sociedad o en la Iglesia, es porque
se quieren parecer a los varones. Son dos cosas muy distintas y ojalá fuéramos
capaces de hablar sobre los diferentes temas, con argumentos sólidos, y no con
frases slogan que solo confunden lo que es una exigencia justa. En la Iglesia
no tenemos la misma igualdad que los varones y, desafortunadamente, la Iglesia,
una institución que debería dar testimonio de ello, no ha sido capaz de dar el
paso.
El segundo ejemplo fue sobre una congregación religiosa en Perú que ejercen
la misión en una zona a la que no van los sacerdotes. Por ese motivo les han autorizado
bautizar, ser testigas de los matrimonios y realizar muchas actividades pastorales.
El Papa las alabo, dijo que muchos sacerdotes deberían aprender de ellas, etc.
Ahora bien, ¿las mujeres tienen que ejercer la ministerialidad por encargo,
porque no hay sacerdotes? ¿son para la suplencia? ¿no pueden ejercerlo a nombre
propio como miembros del pueblo de Dios que ejercen diversos ministerios según
las necesidades de las comunidades particulares? Sigue la deuda con las mujeres,
pero, a muchas mujeres, parece que eso les basta, especialmente las que han
recibido algún encargo y, por supuesto, ya se sienten en el círculo de las
privilegiadas con decisiones personales de alguna autoridad.
El Papa luego se extendió hablando de las dificultades culturales, en la
diferencia entre Europa y otros lugares, en los obispos que no creen que las
mujeres puedan ejercer responsabilidades eclesiales y, eso es verdad, la
cultura patriarcal tan arraigada en la sociedad y en la Iglesia, sigue vigente
en muchas partes y, lamentablemente, sostenida por muchas mujeres. Pero eso no
es del evangelio. Precisamente la Iglesia tendría que dar testimonio de una
Iglesia que transforma las culturas al vivir los valores del evangelio. Pero
aquí parece que la ceguera es total. El Papa habla con toda tranquilidad y no
se da cuenta de sus incoherencias, pero los asistentes aplauden porque tampoco
están liberados de la cultura clerical que nos hace creer que las cosas ya
están bien y que la insistencia de las mujeres por la igualdad en la Iglesia
responde a un capricho o a una no valoración de las mujeres “como mejores que
los varones”, afirmación que, por cierto, supondría un “hembrismo” donde las
mujeres estaríamos por encima de los varones. (“hembrismo” es la palabra opuesta
a “machismo”, aunque algunos no lo saben y creen que la opuesta al machismo es “feminismo”).
Finalmente fue muy bueno que el Papa se reuniera con los equipos sinodales
para darle un espaldarazo a la sinodalidad que, por cierto, no sabemos cuándo
los equipos de estudio darán respuestas -incluida la del diaconado femenino- y
no parece que tuviera demasiado impulso en la base del Pueblo de Dios, manteniéndose
más en los que de hecho participaron del sínodo y lo seguirán empujando hasta
la reunión presencial del 2028, pero que, personalmente, veo bastante
debilitada fuera de esos círculos más exclusivos. 

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