La difícil tarea de evangelizar en contextos de
persecución religiosa
Olga Consuelo Vélez
He compartido en este espacio algo de la
experiencia vivida en la India y, en esta ocasión, teniendo en cuenta que, octubre
es el mes de las misiones, quisiera aportar también, desde India, una reflexión
en este aspecto. Mi estadía ha sido corta con lo cual, todo lo que diga tiene
mucha parcialidad e ignorancia, teniendo en cuenta, el país inmenso que es India
y cada región con cultura, lengua y tradiciones propias. Pero desde la pequeña
porción que he conocido, puedo decir que la experiencia de lo sagrado es muy
fuerte y se vive con mucho respeto, generosidad y dedicación en, prácticamente,
todos los lugares.
El gesto de quitarse los zapatos lo muestra, no
solo en el ámbito de los templos o lugares religiosos sino en el entrar a una
casa o a una tienda, señalando el respeto que merece ese lugar o esas personas
con las que se va a interactuar. Sin duda es una toma de conciencia del “lugar
sagrado” que pisas. También la devoción o religiosidad popular que llamamos en
el ámbito católico, es “omnipresente” en todas las expresiones religiosas. El
“tocar” los objetos sagrados forma parte de la práctica cotidiana, sea en el
templo hindú, sea en las iglesias católicas. Se realizan muchas ofrendas, con
bastante similitud que en nuestros santuarios: velas, figuras de cera con
partes del cuerpo que se espera sean curadas, agua bendita, aceites, etc. Aquí
se añaden flores, inciensos, polvos de colores, fuego, en fin, diferentes
objetos con los que se expresa la necesidad y se pide por ella y que, a veces
se llevan a casa para continuar prolongando las bendiciones en el hogar. El dar
la limosna es algo que se hace con devoción, sea a la salida de los templos,
por la calle o dejando ofrendas monetarias en los altares. Por ejemplo, según
pude ver, en la fiesta del dios Ganesh de los hindús, muchos hogares hacen un
altar especial por la fiesta y cuando van los invitados a cenar, en esos días
de festival, los invitados dejan dinero en el altar, cantidad que al finalizar
las fiestas se entrega como limosna a los necesitados.
En este contexto, desde la actitud misionera
que vivimos en la iglesia católica, surge la pregunta sobre cómo evangelizar en
países como este, donde hablar de Dios no es el problema -a diferencia de
nuestro mundo occidental donde la gente comienza a desconocer la palabra Dios o
no le interesa- sino de qué Dios, si hace falta hablar de Dios, si nuestros
ritos pueden decir algo a las demás creencias, etc.
Sabemos que en los primeros tiempos de la
evangelización los misioneros, efectivamente, viajaban a estos países tan
lejanos para nosotros, con el objetivo de dar a conocer a Jesucristo y,
arriesgaban su vida, en aras de ese propósito. Justamente, en la Basílica del
Buen Jesus, en Goa (India) reposan los restos de San Francisco Javier,
misionero jesuita que soñaba con ir a China para ganar almas para Cristo, sueño
que no consiguió. Sin embargo, fue un misionero incansable de este continente
asiático, siendo llamado “Apóstol de las Indias”. Pero los tiempos han cambiado
y la misión ya no se entiende solo en el sentido de anunciar explícitamente a
Jesucristo y bautizar a las gentes, sino sobre todo de vivir con el pueblo y
proponer proyectos que les ayuden en su formación integral. Así lo viven muchos
misioneros en este país, con colegios a los que acuden niños y jóvenes de todas
las religiones o con proyectos sociales para capacitar a las personas en
múltiples tareas, de manera que consigan trabajar y defender sus derechos.
Trabajar con mujeres es uno de los campos que más desarrollan las religiosas
porque las necesidades están a la vista. Aunque haya tantas mejoras a muchos
niveles, todavía hace falta más promoción e igualdad para ellas.
Fuera de esto, no parece haber demasiadas
posibilidades y menos con el gobierno actual que goza del apoyo popular y tiene
cómo principio fortalecer el hinduismo, buscando diezmar o perseguir a todos
los que no sean hinduistas. Las condiciones para venir a evangelizar no son
nada propicias y si el gobierno sospecha de cualquier vinculación religiosa de
la persona que llega al país, niega o suprime la visa. De hecho, pregunté a
muchas comunidades religiosas con cuánta gente extranjera contaban en sus casas
y la mayoría me respondió que prácticamente ya nadie viene por esta gran
dificultad de entrar al país. De turismo se puede venir, pero pensar en esas
largas estancias misioneras que tuvieron muchas comunidades religiosas en el
pasado, se hace cada vez más difícil.
Por lo tanto, se podría decir que, en este
país, el testimonio de caridad y cercanía, de promoción humana y solidaridad,
de presencia y compañía, constituyen el principal dinamismo de misión, de
evangelización, de anuncio de la buena noticia, o el llamado “primer anuncio”.
Queda también de lo que tanto se ha hablado en países occidentales donde la fe
se va perdiendo; la llamada “nueva evangelización”, porque siempre será
necesario mantener la renovación espiritual, bíblica, teológica, doctrinal de
los que acuden tan asiduamente a la Iglesia para que la fe no pierda la
novedad, camine al ritmo de los tiempos, acompañe los esfuerzos universales por
una iglesia más sinodal, más en sintonía con Vaticano II y, especialmente, para
que las nuevas generaciones encuentren en el seno de la Iglesia, una fe que
acompaña sus búsquedas. Esto último, porque se quiera o no, los jóvenes de
todos los países no son los que más frecuentan la iglesia y esto se da, en
parte, por no saber anunciar a Jesús de la manera cómo la juventud hoy se
siente llamada a vivir.
Pidamos en este mes misionero, capacidad de
entender por dónde Dios nos llama a evangelizar en cada momento, en cada
cultura, en cada realidad y, sea de una manera o de otra, el testimoniar el ser
y actuar de Jesús, se refleje en todas nuestras acciones y en todos los lugares
donde nos encontremos.
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