El diaconado femenino
¿una oportunidad de estructuras de inclusión?
Mucho se ha
escrito sobre las palabras del obispo de Roma, Francisco, acerca del Diaconado
femenino pronunciadas el 12 de mayo ante 870 religiosas participantes de la
Asamblea plenaria de la “Unión Internacional de Superioras Generales – UISG”.
La cuestión se sitúa en la respuesta que el Papa dio a la pregunta de una de
las asistentes de por qué no se restablecía el diaconado permanente para las
mujeres tal como existió en la Iglesia primitiva y por qué no constituir una
comisión oficial para que estudiara la cuestión. El Papa señaló que le parecía
bueno constituir esa comisión que aclarara bien este tema.
Como ya
está volviéndose costumbre con las intervenciones del Pontífice, con esas palabras,
para unos, el Papa ya abría la puerta para pensar en el sacerdocio femenino.
Para otros - que podemos ver representados en el director de la sala de prensa
de la Santa Sede, Federico Lombardi- el Papa no dijo que tuviera la intención
de introducir la ordenación sacerdotal de las mujeres y sólo dijo que pensaba
constituir una comisión para ver esa cuestión con mayor claridad.
¿Qué pensar
de esta situación? Este diálogo con las religiosas –que abordó más temas que
este punto del diaconado- muestra una realidad inaplazable: la plena
participación de las mujeres en la vida de la Iglesia. Pero como esto es un
paso que supone un giro muy grande –tal como ha sido el giro dado por Vaticano
II, por poner un ejemplo, del que llevamos 51 años sin haberlo puesto en
práctica plenamente- las respuestas no pueden menos que intentar argumentar lo
que es difícil de justificar y moverse en aguas muy complejas ante las posturas
en favor y en contra de ese cambio de situación de las mujeres en la Iglesia.
Lo que es cierto es que esta realidad aparece una y otra vez y sería insensato pasar
de largo sin afrontarla.
Ahora bien,
el tema del diaconado de la mujer en la iglesia primitiva es un tema sobre el
que se han hecho buenos y serios estudios. Se puede afirmar, con base en ellos,
que el diaconado femenino existió en las primeras comunidades. El desafío, sin
duda es, cómo restablecerlo y cómo descubrir la potencialidad que puede tener para
vivirlo, como bien señala el Papa, sin el clericalismo que desafortunadamente
ha desvirtuado tanto el ministerio ordenado en sus diferentes grados y que ha
llegado también a los diáconos permanentes casados. En ese mismo encuentro con
las religiosas el Papa habló del clericalismo que lleva a que los ministros
quieran clericalizar a los laicos y religiosas y estos quieran ser
clericalizados.
Ya en la
Conferencia de Aparecida (en la que el Papa participó) en la parte acerca de “La
dignidad y la participación de las mujeres” (451-458), se anotan aspectos muy
importantes de esa plena igualdad de la mujer con el varón –históricamente
negada- y se enfatiza en la urgencia de que “todas las mujeres puedan
participar plenamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y
económica, creando espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión
(454). ¿Habrá llegado la hora, gracias a las preguntas de estas religiosas, de
que se vuelva sobre el tema y se recuperen espacios posibles para las mujeres?,
¿será el momento de abrir nuevos caminos que hagan realidad esa plena igualdad
de varones y mujeres en todos los ámbitos, incluido el eclesial, para hacer
creíble el proyecto divino de que varón y mujer son imagen de Dios (Gn 1,27) y
por el bautismo varón y mujer son iguales (Gál 3,28)? Que el Espíritu siga
acompañando el caminar de la Iglesia y la primavera que parece tocarse con
Francisco pueda florecer y quedarse entre nosotros.
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