MARÍA, COMPAÑERA DE CAMINO
En el mes de Mayo tenemos varios
acontecimientos en torno a la mujer. Por una parte, la celebración del día de
la Madre, por otra, el recuerdo de la Virgen María, especialmente, la
invocación de Fátima, el 13 de Mayo. Si nos damos cuenta, la figura de la mujer
y de la Virgen, están íntimamente relacionadas. Casi podríamos decir “dime qué
imagen de María tienes y te diré que imagen de mujer tienes” y viceversa. Esto
es normal porque el cristianismo ha permeado nuestra cultura y ha contribuido
decisivamente a la formación de nuestra manera de concebir nuestras identidades
femeninas y masculinas.
Hoy en día somos más conscientes
de que la doctrina cristiana ha estado modelada por una perspectiva masculina
porque, de hecho, sus dirigentes han sido varones y los que se han dedicado a
la teología –hasta época reciente- también han sido varones, con lo cual es
innegable esta influencia de lo masculino. Como consecuencia de esto, se
condensó en la figura de María todo lo femenino que hacía falta en las otras
instancias. Y aunque María ocupa un puesto central en la vida de la iglesia,
especialmente en la religiosidad popular, esa figura de la Virgen estuvo
modelada por la imagen femenina que el sistema patriarcal mantiene. Los rasgos
que más se resaltan de María son su humildad, silencio, servicio, obediencia,
disponibilidad, sacrificio, entrega, etc. Por tanto, ser una buena mujer
cristiana es encarnar esas mismas actitudes. No habría nada de malo en eso si
hubiera mayor conciencia de que esas actitudes son para todo cristiano –varones
y mujeres- y, sobre todo, que no se riñen con otras actitudes como la capacidad de preguntar, mantener una
conciencia crítica, ser creativa y proactiva, ofrecer su palabra y decidir con
libertad y responsabilidad, entre otras. Pero la historia no ha sido así. A la mujer
se le ha pedido que aguante, se sacrifique, sufra en silencio, ofrezca sus
dolores a Dios, se pierda ella misma por el bien de los demás, como algo
“esencial” a ella. De esa manera la mujer ha quedado en papel de subordinación
y, especialmente, las madres, con la responsabilidad de cargar con todo el peso
del hogar, llamadas a solucionar las dificultades que se presenten y si las
situaciones no se arreglan, sintiendo la “culpa” de no haber sido esa mujer
“virtuosa” que se niega a sí misma para que todos los demás vivan.
Toda esta situación no es fácil y
en la búsqueda por una manera de ser varones y mujeres en igualdad de
condiciones hay muchas idas y vueltas, errores y logros. Ahora bien, poco a
poco se van abriendo nuevos caminos. Entre otros, todo el trabajo teológico
y pastoral por devolver a María una
imagen más bíblica, más humana, más mujer, más real. Obras como “María,
verdadera hermana nuestra” de la teóloga Elisabeth Johnson, ofrecen
fundamentaciones muy sólidas sobre esta imagen de María que necesitamos
recuperar. También la Conferencia de Aparecida nos ofrece una figura de la
Virgen en esa misma línea. Sin dejar de mostrar la apertura de María a los
planes de Dios y su obediencia al plan divino de salvación, destaca su ser
“discípula y misionera”. Habla de ella como “Interlocutora del Padre” en el
proyecto de salvación, “mujer libre y fuerte” conscientemente orientada al verdadero
seguimiento de Jesús. “Cooperadora” del nacimiento de la iglesia misionera, más
aún, ella es la “gran misionera”. Dos veces hace referencia al canto del
Magnificat destacando que con esas palabras, María se muestra como una mujer
comprometida con su realidad y capaz de decir una voz profética ante ella. Destaca,
también, su capacidad de entrega y servicio, especialmente, a los más pobres y
la dimensión materna de la iglesia, llamada a ser verdadera casa de acogida,
misericordia y comunión para todos sus hijos (Cfr. 266-272.451).
Sin duda María es compañera de
camino en esta búsqueda de una manera más integral de ser mujer y ser madre,
acorde con las exigencias de este presente. Pero hemos de recuperar su figura
auténtica para que esto sea posible. Así también transmitiremos una figura de
María más creíble, más capaz de convocar a muchos al seguimiento de Jesús,
especialmente a los más jóvenes, que ya no aceptan imágenes idealizadas o
románticas de María y mucho menos que no contribuyan a su liderazgo y
protagonismo.
Foto tomada de:
http://www.ciudadredonda.org/admin/upload/Image/cerezo/cd2b2d67a65db73572f96846912d5e85.jpg
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