MIÉRCOLES DE CENIZA
Últimamente en Colombia ha aumentado la
práctica de acudir a la imposición de la ceniza pero no siempre con el sentido
que conlleva. A veces parece más un amuleto –por si acaso- que una verdadera
actitud de contrición que nos disponga a la conversión que se espera tengamos
en el tiempo de cuaresma.
Por eso conviene revisar nuestra propia postura
frente a ella. Su imposición no va a funcionar como un escudo protector contra
los peligros o una pócima de buena suerte para que nos vaya mejor. Es un signo
visible de una actitud interior que nos dispone a confrontarnos con el misterio
de nuestra fe para cambiar y convertirnos hacia la bondad de Dios.
Cuaresma es
tiempo de conversión y de cambio. Posibilidad de abrirnos al amor de Dios y
descubrir que no lo acogemos totalmente y por eso no lo transparentamos como debiéramos.
Es vivir la actitud del publicano que sabe acudir al templo reconociendo sus
pecados y pidiendo misericordia por ellos. Muy distinto de la actitud del
fariseo que también acude al templo pero para gloriarse de sus obras: “Oh Dios
te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos,
adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el
diezmo de todas mis ganancias”.
Pero conocemos el resultado de estas distintas
actitudes. El evangelio de Lucas lo pone en boca de Jesús: ¨les digo que el
publicano bajó justificado a su casa pero el fariseo no. Porque todo el que se
ensalce, será humillado y el que se humille, será ensalzado”. Comencemos, por
tanto, este tiempo de cuaresma escuchando las palabras que se pronuncian cuando
nos imponen la ceniza: “Conviértete y cree en el evangelio” y busquemos
hacerlas realidad. Que lo que hemos logrado hasta ahora no nos impidan ver todo
lo que aún nos falta y con humildad nos dispongamos a llevarlo a la práctica.
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