Y las mujeres siguen pidiendo lo que les pertenece
¿cuándo se les devolverá lo que es suyo?
Olga Consuelo Vélez
Se ha dado a conocer el “Documento para el Discernimiento
comunitario” de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe que fue
inaugurada el 24 de enero de 2021, seguida por una fase de escucha cuyo
resultado ha sido este Documento y que tendrá su encuentro presencial y virtual
en la semana del 21 al 28 de noviembre próximos en la Basílica de Nuestra
Señora de Guadalupe en México. Recordemos que esta Asamblea tiene como novedad
que no es sólo Episcopal sino de todo el Pueblo de Dios. El propósito de esta
Primera Asamblea es hacer memoria de los aportes teológicos y pastorales de la
V Conferencia de Aparecida, celebrada en 2007 y formular las orientaciones
pastorales prioritarias que animarán nuestro caminar para los próximos años.
El Documento para el Discernimiento comunitario tiene cuatro
capítulos. El primero presenta el horizonte y propósito de la Asamblea
recordando que desde las Conferencias de Medellín y Puebla la opción
preferencial por los pobres ha sido una característica central de la Iglesia del
Continente. El segundo capítulo muestra el entronque de esta Asamblea con la
Conferencia de Aparecida resumiéndolo en la afirmación de “Todos somos
discípulos misioneros en salida”. El capítulo tercero se refiere a los signos
de nuestro tiempo que nos interpelan: la pandemia, el cuidado de la Casa Común,
la creciente violencia en nuestras sociedades, el fortalecimiento de la
democracia y la defensa y promoción de los derechos humanos y la educación
integral y transformadora. Finalmente, el capítulo cuarto, trata los signos
eclesiales que más nos interpelan: la Iglesia sinodal, el reto de anunciar el
evangelio a las familias hoy, los jóvenes protagonistas de la sociedad y de la
Iglesia hoy, de la pastoral en la ciudad a la pastoral urbana, un nuevo lugar
para la mujer en la Iglesia y en la sociedad, el clericalismo, los casos de
abuso en la Iglesia y el movimiento evangélico-pentecostal. En cada uno de
estos signos se recoge lo expresado en la fase de escucha. Con seguridad no
todos los participantes en esa fase expresaron las mismas inquietudes, ni las
plantearon desde la misma perspectiva. Pero el Documento hace una síntesis que
nos permite ver lo que preocupa, interpela, pide una respuesta.
En lo que me quiero fijar es en el signo eclesial sobre las
mujeres que es uno de los temas pendientes en la Iglesia y en el que no se
acaban de dar todos los pasos necesarios. Si recordamos, en el Documento final
del Sínodo sobre la Amazonía (2019), documento que el papa Francisco dice que
hay que tener en cuenta junto con la Exhortación Querida Amazonía (2020), se
hicieron peticiones muy concretas sobre conferir ministerios a las mujeres y a
los varones de forma equitativa e incluso se solicita el diaconado para las
mujeres. El papa responde en Querida Amazonía que los ministerios ordenados
están reservados a los varones. De todas maneras, hay que reconocer pequeños
pasos que se han dado desde entonces. Por una parte, se modificó, por petición
del papa, el canon del Derecho Canónico que restringía los ministerios de
lectorado y acolitado solo a varones. Ahora ya no hay excusa para que algunos
presbíteros impidan que la mujer ejerza esos ministerios. Por otra parte, el
papa ha nombrado a varias mujeres en algunos puestos de responsabilidad.
Pero la urgencia de una participación plena de las mujeres
en la Iglesia sigue pendiente y es así como se expresa en el Documento para el
Discernimiento comunitario de la Asamblea eclesial. En el numeral
correspondiente a este ítem se estructura con las siguientes expresiones: lo
que más duele, lo que nos da esperanza, lo más ausente, lo más presente y
propuestas. Se refiere al ámbito social en el que se pide, especialmente, erradicar
todas las violencias contra las mujeres y cómo la Iglesia también ha de
levantar su voz para denunciar y exigir un cambio en este aspecto. Pero en el
ámbito eclesial se sigue insistiendo en lo que todavía falta: que se acabe la desigualdad
en razón del género, fruto del machismo, la falta de escucha y el no reconocimiento
del empoderamiento de la mujer. Además, se recuerda, que la verdadera Iglesia
de Jesucristo será aquella que reconozca en plenitud el trabajo de las mujeres
y así contribuya también como institución social, a un mundo sin misoginia ya
que, en no pocos casos, algunas autoridades son conservadoras, machistas y
clericalistas dificultando el acceso de las mujeres a roles de liderazgo o
dirección en una Iglesia dominada por varones, cuando ellas son la gran mayoría
del pueblo de Dios. Refiriéndose a las religiosas llama la atención la
conciencia, cada vez mayor, de que muchas veces se les relega al servicio
doméstico de los varones, supeditadas al sacerdote o diácono permanente,
ignorando o minimizando su voz. En ámbitos eclesiales la teología sigue siendo
patriarcal, no liberadora, sin considerar el pensamiento de la mujer. La
Iglesia no se abre seriamente a la reflexión sobre la posibilidad de recepción
de ministerios ordenados para las mujeres cuando la Iglesia está poblada
mayoritariamente por mujeres y duele que la mujer no pueda votar en algunas de
las estructuras formales de la Iglesia.
Como puede verse, las mujeres siguen pidiendo lo que les
pertenece. En efecto, los estudios sobre la praxis de Jesús -su anuncio del
reinado de Dios y el discipulado que se formó en torno suyo- y la organización
de las primeras comunidades cristianas muestran la inclusión efectiva de las
mujeres en roles de decisión, liderazgo y ministerial. O sea, las mujeres no
están pidiendo algo inédito para ellas sino lo que les pertenece pero que la
institucionalización y sacerdotalización posterior de la Iglesia fue
quitándoles. Y, lamentablemente, la resistencia a hacer cambios es muy grande,
expresándose en la creación de comisiones para estudiar si hubo diaconas en los
orígenes de la Iglesia -vamos por la segunda comisión con el papa Francisco
pero este tema ya había sido abordado antes, sin resultados positivos- y
también en la resistencia de muchos cristianos, no solo clérigos sino varones y
muchas mujeres, que no logran entender el sistema patriarcal en el que vivimos
y se refleja en una iglesia encarnada en la historia y por eso, el documento
para el discernimiento, afirma explícitamente: “falta a la mujer una mayor
educación para cambiar el paradigma de sí misma y de su aporte a la sociedad y
a la Iglesia”.
En definitiva, la Asamblea ya está a puertas de realizarse y
esperemos dé frutos abundantes de renovación no solo para esta deuda pendiente
con las mujeres sino para todos los otros signos sociales y eclesiales que
interpelan y exigen una respuesta desde la fe. No me cabe la mejor duda de todo
el esfuerzo, dedicación y compromiso que han puesto los organizadores. Pero
mirando la dinámica de lo propuesto para su realización ya se ven ciertas
ausencias del protagonismo laical: los saludos de bienvenida y discursos
iniciales serán hechos por el clero. Las tres charlas sobre temas de reflexión
están a cargo de presbíteros. La secretaria general la encabezan los clérigos.
Sólo en algunos paneles y en ayudas para las síntesis y discernimiento aparecen
algunos laicos/as y religiosas. Por supuesto los grupos de discusión contarán
con la presencia fuerte del laicado, pero sigue la pregunta: ¿cuándo la
estructura de la Iglesia y la de los eventos eclesiales comenzará a reflejar
una Iglesia sinodal? Esperemos que algo se avance aquí y el Sínodo sobre la
sinodalidad continue trabajando hacia ello.
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