El 7 de agosto comienza
una nueva etapa para Colombia
Olga Consuelo Vélez
El próximo 7 de agosto se posesiona el presidente Gustavo
Petro y la vicepresidenta Francia Márquez. Fueron unas elecciones bien
difíciles porque se oponían dos proyectos diametralmente diferentes. Coincidían
-y eso parece convocó a muchos votantes- en que se quería un cambio, pero hay
cambios de fondo y cambios más superficiales. Petro representa un cambio
profundo, lo que nos entusiasmó a muchos y asustó a otros tantos. Ahora llega el momento de poner en práctica lo
prometido y, con toda seguridad, habrá muchas dificultades y tropiezos en el
camino. Ojalá este nuevo gobierno sepa sortear los problemas que se presenten,
pueda superar los obstáculos, no lo debilite el cansancio, no se venda a las
propuestas que -en aras de la conciliación- puedan rebajar metas más altas. De
antemano sabemos que no todo será perfecto y no faltarán las ocasiones de
expresar nuestra inconformidad, pero también hay mucho que celebrar
-independiente de lo que se logre hacer en el gobierno-.
Esta nueva etapa representa otra mirada de la realidad, una
apuesta explícita por la paz, una integración de otras etnias y otras visiones.
El que Gustavo Petro pueda ser nuestro presidente, reafirma que es posible el
diálogo y el reinsertarse a la sociedad, a tal punto, que incluso un exguerrillero
pueda ser presidente. Los que lo rechazan por ese pasado guerrillero, parece
que no entendieran que la opción guerrillera que tomaron muchos jóvenes, en
aquellas décadas, era la única posibilidad que veían, en ese momento, para lograr
un cambio. Algunos grupos, cuando constataron lo equivocado de dicha opción,
fueron capaces de acogerse a la amnistía y seguir trabajando por sus ideales
desde la legalidad. Así lo hizo Gustavo Petro y nadie debería negar que su paso
por el congreso ha sido muy fructífero y su gestión como alcalde tuvo logros -sin
dejar de reconocer los errores y oposiciones férreas con las que tuvo que
contar. Y, en este país, tan necesitado de diálogo para reinsertar a los demás
grupos guerrilleros, a los disidentes, a la delincuencia organizada, etc., un
presidente como él, puede ser ocasión de lograr, algún día, que se desmovilicen
todos los grupos armados. ¡Tenemos derecho a vivir en un país sin grupos
alzados en armas! Quiero anotar aquí, el papel que tanto el Nuncio Apostólico
como la Conferencia Episcopal Colombiana están jugando en esta apuesta por el diálogo
para conseguir la paz. Si en otros momentos han tenido posturas tibias -y
algunos de la jerarquía todavía muestran reticencia-, como Institución eclesial
han manifestado su apoyo incondicional. Otras confesiones cristianas también
están apostando por la construcción de la paz bajo tres énfasis: reconciliación,
no violencia y búsqueda de justicia y verdad. En el Encuentro Interreligioso
realizado el 3 de agosto reafirmaron esos compromisos.
Otra señal realmente valiosa que da este gobierno, es la figura
de Francia Márquez. Mujer, negra, líder social, ambientalista, feminista,
pobre, luchadora, capaz de abrirse caminos en un país que niega posibilidades a
la gente que tiene las características que ella representa. Su presencia rompe
varios techos de cristal que parecían imposibles de sobrepasar. Y, como ella
misma dijo en alguna ocasión, llegan al gobierno personas que hablan claro y
directo -lo cual trae problemas y confrontaciones- pero, precisamente eso es
señal de la libertad con la que quieren buscar el cambio, conscientes de que no
será nada fácil y, más de una vez, tendrán que rectificar. Su sola presencia es
un grito fuerte de esperanza para tantos jóvenes y niños/as que no soñaban con
llegar a algunos niveles de responsabilidad porque nadie como ellos lo había hecho,
pero con ella en la vicepresidencia, se abre la posibilidad de creer que un
futuro mejor para todos y todas puede lograrse, en la medida que,
estructuralmente, se creen la condiciones para ello.
El gabinete que el presidente ha ido designado ha
fortalecido la esperanza de que “otra organización política es posible”. Personas
valiosas, con trayectorias reconocidas, con visiones amplias y, sobre todo, con
ese deseo profundo de construcción de la paz. Vuelven a ponerse en primer plano
los Derechos Humanos, la justicia social, la reforma agraria, la superación del
conflicto, el diálogo, la reconciliación, la paz. Interesa mucho tener una
narrativa de amor y de encuentro como bien lo señala el papa Francisco en la Encíclica
Fratelli Tutti para fortalecer la esperanza y trabajar para conseguir un país
mejor.
No faltan los que se empeñan en mantener la guerra.
Lamentablemente, entre ellos, hay muchas personas que se dicen creyentes y,
aunque se han quedado algo silenciosas después del triunfo contundente del
Pacto Histórico -parece que Dios no libró a Colombia de ese personaje como
tanto lo invocaron en sus oraciones- ahora, próximos a la posesión presidencial,
se vuelven a oír esas “ideologías” -que curiosamente creen combatir cuando
parece que son ellos las que más las tienen. Ya escuché a personas diciendo que
con este gobierno entra la santería o la brujería -no acaban de entender la
incorporación de las culturas indígenas y afrocolombianas con sus valiosas
creencias ancestrales; o que se va a imponer la “ideología de género” con el
Informe de la Comisión de la Verdad -como si no tuviéramos derecho a conocer lo
que nos pasó-, o que nos van a expropiar -como si esto no fuera más que una
noticia falsa. En el fondo lo que defienden es su mirada individualista y su
incapacidad de pensar en el bien común.
Pero, en fin, volvamos a la fiesta, a la vida, a la
diversidad cultural y religiosa, a la esperanza, a la construcción de la paz.
Se prevé que la posesión del nuevo gobierno tendrá muchas expresiones
culturales para marcar el inicio de un tiempo nuevo para Colombia. ¡Tenemos derecho
a vivir sabroso! Y a esto le apostamos con este nuevo gobierno. Ojalá todos
deseemos que le vaya bien porque si a este gobierno le va bien, a toda Colombia
le va bien.
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