jueves, 16 de enero de 2025

 Comentario al evangelio de las Bodas de Caná 19-01-2025





miércoles, 15 de enero de 2025

 

En Caná, comienzan los signos del reino rebosando de abundancia

Comentario al evangelio del II Domingo del TO 19-01-2025

Olga Consuelo Vélez

 

Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea; allí estaba la madre de Jesús.  También Jesús y sus discípulos estaban invitados a la boda. Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dice: –No tienen vino.  Jesús le responde: –¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora. La madre dice a los que servían: –Hagan lo que él les diga.  Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, con una capacidad de setenta a cien litros cada una. Jesús les dice: –Llenen de agua las tinajas. Las llenaron hasta el borde. Les dice: –Ahora saquen un poco y llévenle al encargado del banquete para que lo pruebe. Se lo llevaron. Cuando el encargado del banquete probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde procedía, aunque los servidores que habían sacado el agua lo sabían, se dirige al novio y le dice: –Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los convidados están algo bebidos, saca el peor. Tú, en cambio has guardado hasta ahora el vino mejor. En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en él los discípulos. (Jn 2, 1-11)

El evangelio de Juan solamente tiene el texto que consideramos el domingo pasado sobre “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, para hacer alguna mención de los orígenes de Jesús. Inmediatamente entra a considerar su ministerio. Después de llamar a los primeros discípulos, nos encontramos con este texto de las bodas de Caná que servirá para hablar de los “signos” que realiza Jesús, a partir de los cuales quien le escucha creerá en él -o no creerá- y de “su hora” que en este texto queda claro que aún no ha llegado, pero que llegará en Jn 12, 23 cuando está terminando su ministerio público y comience su persecución.

Por tanto, este relato de unas bodas sirve para mostrar los “signos” realizados por Jesús. En este caso, la que provoca que se realice este primer signo es María. Notemos el trato que tiene Jesús con su madre: la llama “mujer”, dando a entender que la relación que se manifiesta en este texto con ella, es la de discípula, antes que de madre. Lo que María constata es la carencia de vino que están teniendo en la boda y las palabras que dirige a los que servían de “hacer lo que Él les diga” muestra la confianza absoluta de ella como discípula frente a Jesús, al cual ha reconocido como Mesías.

Este primer signo nos habla de los tiempos mesiánicos que llegan con Jesús y la abundancia que ellos significan. De ahí, las tinajas “llenas hasta el borde” y el vino mejor guardado para el final de la fiesta. El hecho de ser una boda también nos remite al signo del banquete mesiánico, signo de los tiempos definitivos. El texto termina afirmando que los discípulos reconocieron la gloria manifestada en Jesús y creyeron en él. La segunda parte del evangelio de Juan ya no hablará tanto de signos sino de Jesús mismo hecho signo, con la entrega de su vida, gesto en el que sus discípulos podrán reconocer la manifestación de Dios en Jesús.

Por tanto, el evangelio de hoy nos invita a ponernos en camino de discipulado, reconociendo los signos de Dios en nuestra vida, en la historia que vivimos, y creyendo en Jesús y en su predicación como la buena noticia de los tiempos de abundancia que Él nos trae. Es verdad que muchas realidades presentes de injusticia y dolor nos hacen difícil ver los signos del reino, pero al mismo tiempo, precisamente allí, donde hay tanta dificultad, no deja de brotar la esperanza, la solidaridad, la misericordia, haciendo real la presencia de Jesús en medio de su pueblo. Nuestro discipulado se concreta en reconocer en esos signos la presencia actuante de Dios en la historia y con nuestra fidelidad hacer posible que la gracia sea abundante y muchas tinajas de agua se conviertan en vino y, no cualquier vino, sino el mejor: el de la gracia de Dios hecha historia entre nosotros.

jueves, 9 de enero de 2025

 

Abrirnos a la acción del Espíritu para ser reconocidos también como predilectos del Padre

Bautismo de Jesús 12-01-2025

Olga Consuelo Vélez

 


Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban por dentro si Juan no sería el Mesías, Juan se dirigió a todos: –Yo los bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno para soltarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.
(…) Todo el pueblo se bautizaba y también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó una voz del cielo: –Tú eres mi hijo querido, mi predilecto (Lc 3, 15-16. 21-22)

La fiesta del bautismo de Jesús señala el comienzo de su vida pública. La primera parte del texto corresponde a la presentación de Juan el Bautista y la diferencia radical entre el bautismo que él practica y el de Jesús. El de Juan es con agua, el de Jesús con Espíritu Santo y fuego. Esta aclaración resultaba necesaria porque el pueblo se preguntaba si el Mesías no era Juan. Pero este conoce su lugar y no se atribuye lo que no le corresponde. Él es solamente el precursor y no es digno de desatarle las sandalias a Jesús. El desafío estará en que la gente entienda el mesianismo de Jesús y sea capaz de acoger su novedad o se quede, en cierto sentido, “atrapado” en el bautismo de conversión predicado por Juan. Esto nos ayudaría a pensar en la praxis cristiana de muchos cristianos hoy que parece se quedan “atrapados” también de las formas externas, de los tradicionalismos, de las normas, del pecado y no logran entender la Buena Noticia de salvación que trae Jesús con la libertad que ella implica: una ley, una liturgia, una norma, una espiritualidad al servicio de la vida y no la vida al servicio de estas. Conviene discernir para entrar en la dinámica del reino de Dios anunciado por Jesús, abriéndonos a la novedad que Él nos trae.

Notemos que la segunda parte del texto que hoy consideramos, no dice que Juan bautice a Jesús, sino que él se bautiza con todo el pueblo -por supuesto se puede sobreentender que es Juan el bautizador- pero es interesante notar la diferencia entre los evangelistas y los énfasis que cada uno señala. Marcos y Mateo explícitamente dicen que Juan lo bautiza, mientras que Juan no habla del bautismo de Jesús. Esto tal vez se deba a que el bautizo de Jesús causó problemas en los primeros siglos del cristianismo porque surgía la pregunta de si era necesario que Jesús se bautizara, sabiendo que él no tenía pecado. En realidad, hay que ver este bautismo en solidaridad con el pecado del pueblo y, como ya dijimos, como inicio de su misión, más que en el sentido de conversión de pecados que claramente Jesús no tenía.

Otro dato interesante de Lucas es que presenta a Jesús en actitud de oración y es, precisamente estando en oración, que se abre el cielo, baja el Espíritu Santo y se oye la voz que confirma la identidad de Jesús como Hijo de Dios. El evangelio de Lucas nos invita en muchos momentos a esta actitud de oración o, en otras palabras, de apertura a la presencia del Espíritu Santo entre nosotros. La paloma significa la forma corporal de lo que está aconteciendo, la encarnación real del Hijo de Dios entre nosotros y la misión que comienza a realizar Jesús entre los suyos.

Estamos, entonces, llamados a acoger la misión de Jesús y a abrirnos a la acción del Espíritu, para ser continuadores de su misma misión, esperando que el Padre pueda decir también de cada uno de nosotros que somos sus hijos e hijas, predilectos de su corazón.



martes, 7 de enero de 2025

 

Definitivamente, ¡sí es una buena noticia! el que haya más mujeres en la Curia Romana

Olga Consuelo Vélez

Los titulares de algunos diarios celebraron que el papa Francisco hubiera nombrado a la Hna. Simona Brambilla como Prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y lo consideraron un “regalo en la fiesta de Reyes”. Conocemos que la Hna. Simona ya era Secretaria de dicho Dicasterio desde el 7 de octubre de 2023. Junto a ella hay otras mujeres en los Dicasterios y en otras instancias del Vaticano, pero ninguna con el mismo rango de Prefecta de un Dicasterio. Inclusive, un Cardenal -Fernández Artime-, estará bajo su coordinación, al ocupar el puesto de Pro-Prefecto de ese mismo Dicasterio.

Entre otras mujeres que están en altos cargos, podemos recordar a la Hna. Alessandra Smerilli, Secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo humano integral; Bárbara Jatta, Directora de los Museos Vaticanos; Hna Raffaella Petrini, secretaria de la Gobernación; Hna. Carmen Ros Nortes, subsecretaria del Dicasterio para la Vida Consagrada; Gabriella Gambino y Linda Ghisoni, subsecretarias del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la vida; Emilce Cuda, secretaria de la Comisión Pontificia para América Latina; María Lía Zervino, miembro del Dicasterio para los obispos, por recordar a algunas. Con los nombramientos que ha hecho el papa, se estima que ya hay un 23.4% de porcentaje femenino en la Curia Vaticana.

Es buena noticia que se sigan dando pasos en esta dirección porque la Iglesia no puede ser una de las pocas instituciones con esa disparidad de género en los puestos de decisión. Es verdad que, en otras instancias políticas, económicas, etc., también la presencia femenina sigue siendo muy baja. Pero la diferencia es que en estos lugares no se invoca el hecho de ser mujer o de no tener un título eclesiástico para ocupar esos puestos. En la Iglesia todavía está muy metido en los imaginarios, sentimientos, percepciones y, por supuesto, en el Derecho Canónico, el rechazo a que las mujeres ejerzan muchas funciones. Basta ver la poca aceptación que tienen las “ministras de comunión” a la hora de distribuirla en los templos -esto en el ámbito cotidiano- o la poca invitación que reciben las mujeres para participar en congresos, seminarios, talleres, retiros, instituciones teológicas, etc., como ponentes principales de dichos eventos.

Necesitamos con urgencia que nuestros ojos se acostumbren a ver mujeres en los espacios de decisión, en los altares, en los lugares de importancia eclesial. Necesitamos con urgencia que nuestros oídos se acostumbren a las voces femeninas y creamos que esas voces tienen la misma autoridad que la de los varones. Necesitamos no extrañarnos de que se piense en paridad de género en todos los espacios eclesiales y también a que, en algunas ocasiones, haya más presencia femenina que masculina, como durante siglos hemos tenido de mayoría masculina -por no decir “solo” masculina- en la mayoría de espacios eclesiales.

No podemos olvidar que las mujeres ocupan muchos de los espacios de la “base” en la Iglesia y que son ellas las que realizan el trabajo arduo, continuo, difícil, en la mayoría de pastorales e Iglesias. Esto hace que para muchas personas no sea relevante el ocupar puestos de decisión y hasta dicen que mejor no ocuparlos para no caer en el “clericalismo” y seguir con ese trabajo generoso que hace tanto bien. Por supuesto siempre se pueden desvirtuar los cambios que se promueven. Pero esto no es excusa para no empujar la igualdad fundamental de todos en la Iglesia -como tanto se ha dicho en la experiencia sinodal-, especialmente de las mujeres que, hasta el día de hoy, siguen ocupando un lugar secundario en la Iglesia.

Es verdad que no es suficiente que se nombren mujeres en puestos de decisión para que la iglesia patriarcal y clerical se transforme. Cuando estos puestos se reciben como una “excepción” que rompe la regla de lo que siempre se había hecho, hay mucho temor de no hacerlo bien, de perder la oportunidad, de crear más recelo del que ya de hecho despierta el nombramiento y resulta muy fácil acomodarse al modo de actuar de esos espacios y no levantar demasiado la voz para seguir reclamando la participación plena de las mujeres en la Iglesia. No resulta fácil mantener una voz profética si se quiere permanecer en los espacios conquistados. Confiemos que haya más de una mujer que, desde la oportunidad recibida, siga trabajando porque de la excepción se pase a la normalización de esa práctica.

Finalmente, no sé si hay que agradecer tanto al Papa por estos nombramientos. El hacer posible una iglesia sinodal no puede depender de la voluntad de una persona, de cuando le parezca bien hacerlo. Es una deuda con las mujeres, muy retrasada, por cierto, de cumplirse. Por tanto, alegrémonos de que el Papa comience una praxis distinta, pero sigámosle diciendo que se dé prisa, porque el tiempo corre y si nuestra Iglesia no camina con decisión y empeño en su conversión sinodal, seguirá rezagada en muchos aspectos, viendo cómo los fieles se alejan más y más.

Definitivamente, sí hay que alegrarse por el nombramiento de la primera Prefecta de un Dicasterio, es un paso inmenso que se ha dado y una puesta en práctica de la Constitución Predicate Evangelium sobre la reforma de la Curia Romana publicada en 2022. Al mismo tiempo, sigamos presionando, sigamos pidiendo, sigamos exigiendo la plena participación de las mujeres para responder a “la Iglesia sinodal que Dios quiere para este tercer milenio”.

viernes, 3 de enero de 2025

 

Ser testigos de la luz en el aquí y ahora de nuestra historia

2° Domingo después de Navidad 5-01-2025

Olga Consuelo Vélez

Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella existía al principio junto a Dios. Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe.  En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres; la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de él.  Él no era la luz, sino un testigo de la luz. La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo. En el mundo estaba, el mundo existió por ella, y el mundo no la reconoció.  Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios:  ellos no han nacido de la sangre ni del deseo de la carne, ni del deseo del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.  La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad. Juan grita dando testimonio de él: Éste es aquél del que yo decía: El que viene detrás de mí, es más importante que yo, porque existía antes que yo. De su plenitud hemos recibido todos: gracia tras gracia. Porque la ley se promulgó por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad se realizaron por Jesús el Mesías. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre. Él nos lo dio a conocer. (Jn 1, 1-18)

Cada año dependiendo de la fecha en que caiga el 6 de enero, tenemos o no segundo domingo de navidad. En este año sí tenemos el segundo domingo y se nos pone a consideración la misma lectura de la misa de navidad, la del inicio del evangelio de Juan. Por tanto, ya hicimos un comentario a esta lectura ese día, pero podemos referirnos a algunos aspectos de distinta manera. El texto presenta a Juan el Bautista como testigo de la luz. Hemos de recordar que los contrastes en el evangelio de Juan son frecuentes y, en este caso, contrasta la luz con las tinieblas. Jesús es la luz verdadera que ilumina al mundo y Juan es el testigo de esta luz. Sin embargo, ese testimonio no fue recibido, como tampoco lo será el Hijo de Dios: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Pero el evangelio de Juan se inscribe entre los que lo recibieron y por eso han contemplado su gloria y de eso contemplado, pretende dar testimonio todo el evangelio. Recordemos que en el capítulo 8 Jesús dirá que Él es la luz del mundo y el que le sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8, 12).

Efectivamente, hay muchas tinieblas en nuestro mundo que no logramos iluminar. Las tinieblas de la injusticia social, de la exclusión, del racismo, la homofobia, el patriarcado, el clasismo, por nombrar algunas y, dentro de la institución eclesial, la falta de transparencia para que no se encubra ni un solo abuso, ni haya ningún lucro económico, ni estratificación de miembros en su seno. Hoy, nuevamente, se nos invita a reconocer en Jesús la luz que es capaz de iluminar lo que se ha aceptado “que sea así” y denunciar todo lo que no va con los valores del reino. No es una tarea fácil porque nadie quiere llegar al fondo de las situaciones para transformarlas. Ese trabajo requeriría reconocer las propias cegueras y complicidades y cuesta mucho asumirlo. Pero es la invitación que hoy se nos hace para vivir este año que estamos iniciando. Reconozcamos en Jesús la luz de la verdad, la justicia, la paz, la inclusión, la dignidad fundamental, etc., y empeñémonos en dar testimonio de esta luz en todos los lugares, en todas las instituciones, en la historia concreta que, a cada uno, el Señor le ha confiado.

 

Comentario al evangelio del 5 01 2025 - Consuelo Vélez