A propósito de la declaración de culpabilidad del fundador de los Sodalicios
Es doloroso constatar que bajo capa de más
fidelidad y más cumplimiento de la ley, algunos cometen delitos muy graves que
se ocultan por años bajo coacciones y miedos y cuando salen a la luz revelan lo
peligroso que es cerrarse en una visión única y no haber ejercido la denuncia
en el momento oportuno. Me refiero a los fundadores de órdenes religiosas que
se han caracterizado por su apego a las doctrinas y su juicio negativo hacia lo
que supone renovación y avance y que ahora, con el paso de los años, han sido
denunciados como pederastas y distorsionadores del evangelio de Jesús. Además
han conseguido crear verdaderos emporios económicos que, al salir el escándalo
a la luz, logran mantener esas órdenes que, desde mi punto de vista, dejan
mucho que desear, si su origen proviene de intereses mezquinos, de engaños
sistemáticos. Me refiero en concreto a los Legionarios de Cristo y a los
Sodalicios. Y se podrían nombrar a otros grupos que también son profundamente
cuestionados pero que, por el poder institucional que han consolidado,
continúan llevando a cabo sus tareas y consiguen benefactores sin uno entender
muy bien, como lo logran. No podemos juzgar la autenticidad de muchos de los
miembros de esas órdenes que con la mejor buena voluntad están allí y que cuando
se denuncian estas realidades quedan en la tensión de tomar la mejor decisión
sobre su propia vida. Unos optan por abandonar esas órdenes y otros consideran
que pueden reformarlas. Ojala el espíritu les de la mejor claridad para bien de
sí mismos y de la Iglesia. Pero lo que nos interesa a nosotros es caer en
cuenta que también bajo el nombre de Dios se construyen muchos caminos
equivocados. De ahí que no podemos ser ingenuos y no podemos perder nuestro
sentido crítico para discernir dónde y de qué manera estamos alimentando
nuestra fe y si ese camino será el más adecuado. No lo olvidemos, eso es
cuestión de responsabilidad y de amor a la Iglesia, no de falta de fe o
debilidad de nuestras creencias.
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