CRISTOLOGÍA Y MUJER
Una reflexión necesaria para una fe incluyente
La Facultad de Teología de la Javeriana acaba
de publicar mi libro “Cristología y Mujer. Una reflexión necesaria para una fe
incluyente”. Fue fruto de un semestre sabático pero sobre todo es fruto de mi
experiencia teológica y existencial de los últimos años. Como mujer teóloga no
he podido ser ajena a una realidad que es fácil de comprobar en la sociedad y
en la iglesia: la situación de la mujer ha cambiado en los últimos tiempos pero
todavía falta mucho para que, en todas partes, sea realidad que por el hecho de
“ser mujer” no se nos considere en una posición subordinada o en un segundo
lugar o, peor aún, como objeto sexual o propiedad de alguien. De ahí la
preocupación por contribuir a seguir cambiando esa situación y, concretamente
desde el campo de la teología y la experiencia de fe. De hecho la revelación
cristiana no ha propiciado esta situación: en el libro del Génesis se afirma la
igualdad fundamental de varón y mujer: “a imagen de Dios los creó, varón y
mujer los creó” (1,27) pero sí la ha permitido y la ha mantenido por una mala
interpretación del texto bíblico y por un acomodo a los patrones sociales donde
el modelo ha sido lo masculino.
Como dice la carátula del libro, enfatizó lo cristológico,
porque es un campo central en la teología y, por lo tanto, de una buena
comprensión cristológica que promueva a la mujer se puede desprender una
transformación de todos los demás campos teológicos. Muchos aspectos se pueden
tratar en la cristología, en el libro me fijo en algunos que considero relevantes.
En primer lugar me detengo a contextualizar la perspectiva desde la cual se
aborda la cristología. Esa perspectiva la llamamos teología feminista. Esta
afirmación tiene algunos prejuicios. La palabra “feminista” muchas veces se
identifica exclusivamente con posiciones contra la vida o con pérdida de la
feminidad. Pero hay que repetirlo “muchas veces” a ver si logra entenderse: hay
muchos feminismos y nos referimos al fundamental: aquel movimiento que permitió
que las mujeres hoy seamos ciudadanas y de ahí que podamos estudiar, ocupar
puestos reservados a los varones por siglos y aportemos todo lo que somos a la
construcción de la sociedad y de la iglesia en verdaderas condiciones de
reciprocidad e igualdad fundamental.
Una vez planteada esta perspectiva defino
algunos términos fundamentales: movimiento feminista, sexismo, patriarcado,
androcentrismo, kyriarcado, feminidad y género y luego me detengo en los
desarrollos que ya se han dado en la llamada “cristología feminista”, una
historia ya larga, de décadas, pero bastante desconocida en nuestro contexto.
Uno de los valores de este libro es acercar con un lenguaje sencillo –como es
mi estilo- ese trabajo ya realizado en Norteamérica y Europa- pero, como acabo
de decir, muy desconocido en nuestros centros teológicos.
En segundo lugar retomo lo que es más cercano a
nuestra reflexión y al que ya muchos teólogos y teólogas se refieren: la
actitud de Jesús con las mujeres en quien ya se reconoce su opción por ellas y
su inclusión en el grupo de los suyos de manera bastante significativa. Posteriormente
me refiero al lenguaje inclusivo que permita nombrar a Dios en masculino y
femenino: ese es su verdadero rostro y el lenguaje -como entidad viva- ha de
expresarlo. En este sentido el título “Sabiduría de Dios” que fue dejado de lado
privilegiando títulos en masculino como Logos, Señor, Salvador, etc., puede contribuir
a enriquecer una comprensión del Dios revelado en Jesús, incluyente de los dos
géneros.
Otro capítulo del libro se refiere a la
masculinidad de Jesús. No se niega que Jesús fue varón, sin duda y eso no se
pretende cambiar. Pero si se necesita liberar esa masculinidad de una visión
exclusivamente masculina para permitir que las mujeres también nos
identifiquemos con Jesús y podamos ser imagen suya, sin que se nos diga que por
no ser varones no podemos ocupar los lugares que ocupan los varones porque
Jesús fue varón. Es una discusión interesante porque enriquece mucho la visión
cristológica y se desprenden nuevos horizontes de comprensión para varones y
mujeres.
El último capítulo se refiere a la cruz de
Cristo, tema tan central en la experiencia de fe cristiana pero que teniendo
que ser un signo redentor y transformador, a veces se ha quedado en un signo de
aguante pasivo y aceptación resignada de la violencia que se sufre. En el caso
de las mujeres ha sido una historia repetida del llamado al aguante para salvar
a los miembros de la familia –llámense padre, madre, hermanos, esposo o hijos-
sin tener en consideración que la mujer tiene derecho a su propia vida y no por
eso deja de ser buena madre o buena esposa y mucho menos buena cristiana.
Recuperamos la cruz de Cristo en su sentido más auténtico, mostrando como la
cruz denuncia todas las violencias contra las mujeres y, en ningún momento,
contribuye a su resignación y negación de su dignidad fundamental.
En la contratapa del libro se dice que este va
dirigido a las mujeres que ya se conciben a sí mismas de manera distinta,
capaces de cuestionar los roles asumidos tradicionalmente y proponer otra
manera de ser y de actuar. Pero, por supuesto, el libro también va dirigido a
los varones porque ante la nueva manera de posicionarse las mujeres, necesitan
replantear su identidad y sentirse llamados a contribuir a esta nueva
configuración social que rompe con los roles establecidos en razón del sexo
biológico y construye identidades genéricas incluyentes y de auténtica
reciprocidad entre los sexos.
La invitación, por tanto, es a leer este libro
pero especialmente a comprender a fondo esta realidad patriarcal y machista que
nos ha constituido y de la que hoy todavía todos y todas somos deudores –como lo
afirma el Papa Francisco- y buscar caminos de transformación. Ojala que estas
reflexiones -que son limitadas y que solo exploran algunos campos-, puedan
seguir profundizándose pero, sobre todo, puedan vivirse para construir una
sociedad y una iglesia verdaderamente incluyente, liberadora, creadora de
comunión y reciprocidad entre todos y todas.
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