Los jóvenes “le cantan la tabla a la
Iglesia”
Con
este titular, el pasado 28 de marzo, el periódico El Tiempo se refería al “Pre-sínodo
sobre los jóvenes” que se llevó a cabo del 18 al 24 de marzo en Roma como
preparación al “Sínodo sobre ‘Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’”
que tendrá lugar en el mes de octubre. Los sínodos son reuniones de Obispos que
tratan diferentes temas con el objetivo de responder a los desafíos que las
nuevas realidades presentan. Los jóvenes son uno de los desafíos actuales de la
Iglesia católica porque cada vez son menos los que participan en ella y, sin
jóvenes, no hay futuro para la Iglesia y de eso hemos de ser conscientes.
En
el Pre-sínodo se congregaron 300 jóvenes de muchas partes del mundo, además de
unos 15.000 conectados vía redes
sociales. El encuentro comenzó con las palabas que el Papa les dirigió a los
jóvenes invitándolos a “hablar con coraje, a decir todo lo que sintieran, a no
temer equivocarse”. Reconoció que la cultura actual alaba a los jóvenes pero
impide que sean protagonistas y por eso esa reunión quería ser un espacio para
escucharlos.
Francisco
afirmó que la Iglesia necesita descubrir caminos nuevos para responder al
objetivo del Sínodo: “Acompañar a
los jóvenes hacia la madurez de manera que, a través de un proceso de
discernimiento, puedan descubrir su proyecto de vida y participar activamente
en la edificación de la Iglesia y la sociedad”. Los jóvenes –les dijo
Francisco- han de atreverse
a abrir caminos nuevos, así impliquen riesgos porque una persona que no se
arriesga, no crece, no madura y lo mismo pasa con las instituciones.
El
llamado que el Papa hizo desde el inicio de su pontificado cobró especial
fuerza en sus palabras: se envejece porque “se tiene miedo de salir, de ir a
las periferias existenciales de la vida, de ir a donde se juega el futuro”. La
Iglesia necesita a los jóvenes porque son ellos los que la ayudan a salir de la
lógica del “siempre fue así”. Esto no quiere decir, aclaró el Papa, abandonar
las raíces de lo más genuino de la tradición cristiana porque sin las raíces no
hay paso nuevo que se sostenga. En esta
dinámica de mantener la tensión entre la tradición y lo nuevo, el Papa se
refirió a un pasaje del profeta Joel: “los ancianos soñarán y los jóvenes
profetizarán” (3,1). La iglesia necesita de jóvenes profetas pero esto será
posible en la medida que no se dejen de lado los sueños de los ancianos. El
Papa terminó su discurso invitando a los jóvenes a un diálogo intenso, a que se
expresaran con franqueza y con toda libertad, con “descaro” porque han de ser
los protagonistas del Sínodo y es importante que hablen abiertamente. Y el Papa
les prometió: “su contribución será tomada en serio”.
En
efecto, los jóvenes se expresaron como el Papa les pidió. Así se puede ver en
el “Documento final” que consignó sus peticiones a la iglesia y que se ofrecerá
como insumo para los obispos participantes del Sínodo de octubre. Los jóvenes
necesitan encontrar modelos atractivos, coherentes y auténticos. Quieren explicaciones
racionales y críticas para los asuntos complejos porque las respuestas simples
no les satisfacen. Que se hable con claridad y sin tabú sobre temas actuales: la
sexualidad, los matrimonios fracasados, el feminicidio, la corrupción, la
violencia, las cuestiones de género, etc.
Un
tema muy importante fue la pregunta por la participación de la mujer en la
Iglesia, tanto laica como consagrada. Se pidió que se favorezca su presencia
efectiva y se aborde esa problemática con discusiones concretas y apertura de
mente a las diferentes ideas y experiencias.
En
el mundo globalizado e interreligioso en el que hoy viven los jóvenes,
necesitan encontrar una iglesia que establezca el diálogo pacífico y
constructivo con otras creencias y tradiciones. De cara al futuro, los jóvenes
necesitan encontrar una iglesia que les ayude a discernir su vocación. Con
respecto a la tecnología, los jóvenes ven sus potencialidades y sus peligros.
En ese sentido quieren una iglesia capaz de comprender la tecnología para
ayudarles en el discernimiento sobre su uso y, a la vez, capaz de emplearla
para la evangelización.
No
se puede olvidar que los escándalos atribuidos a la iglesia merman la confianza
de los jóvenes en ella. De ahí la urgencia de coherencia y testimonio. Quieren
sentirla más como comunidad que como institución. Que sea auténtica y
“especialmente la jerarquía de la Iglesia debe ser una comunidad transparente,
acogedora, honesta, atractiva, comunicativa, asequible, alegre e interactiva”.
La iglesia no ha de tener miedo de mostrarse vulnerable y debe admitir sus
errores presentes y pasados. Debe fortalecer su posición de no tolerancia hacia
los abusos sexuales. Ser una iglesia en diálogo con la ciencia y comprometida
con lo ambiental; más empática y en salida hacia quienes están en la periferia,
los perseguidos y los pobres. Una iglesia atractiva es una iglesia relacional.
En
fin, muchos otros aspectos abordaron los jóvenes -todos ellos muy importantes-
para que los obispos tengan presentes en el Sínodo y den una respuesta
efectiva. Desde ahora es necesario rezar para que realmente los padres
sinodales escuchen esas voces y ofrezcan caminos nuevos que respondan a la sed
de Dios que tienen los jóvenes pero que no siempre pueden saciarla en la
institución eclesial. Será muy importante lo que el Sínodo defina. Pero es
igual de importante nuestro compromiso actual con esa preocupación. Dios llama
a los jóvenes pero hay que mostrarles la significatividad de ese llamado para
su vida. De nuestra manera de pensar y actuar sobre ellos también depende un
cambio efectivo en la iglesia (porque todos somos iglesia, no solo los obispos
reunidos en el Sínodo), un cambio que les haga sentir a ellos también iglesia,
con el protagonismo que reclaman y toda la fuerza juvenil que albergan. Soñemos,
por tanto, con una iglesia joven para que este sueño, los jóvenes lo hagan
realidad.
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