De votaciones,
ganadores y otras reflexiones
Ya está consolidado el triunfo de Duque como
presidente de Colombia. Y los que lo rodean, ya sabemos quiénes son. ¡Qué
susto! Desde el exprocurador Ordoñez hasta el “teflón” Uribe (como se le ha
dicho porque miles de acusaciones comprobadas le han resbalado). Pero nada de esto
era impredecible. El triunfo de David frente a Goliat (1 Sam 17) ocurre muy
pocas veces pero la semilla que crece por sí sola, sea que durmamos, sea que
trabajemos (evangelio de hoy, Mc 4, 26-34) es una realidad invencible. Es
decir, el seguir trabajando en todas las instancias porque las políticas sean
las mejores para el pueblo colombiano nos convoca a todos y ese trabajo continúa
sea que no hablemos de esto, sea que lo hagamos.
Colombia se alinea con la vuelta a la derecha
de muchos países de Latinoamérica que después de haber tenido gobiernos de
corte más social (con luces y sombras como “absolutamente todos los gobiernos”)
han vuelto a votar por personajes de derecha (aunque no todos han llegado por votación
sino también por imposición). Y la “cuestión social” sigue mal y muy mal en esos
países. La solución no es la derecha ni la izquierda sino la capacidad de mirar
a los más pobres y trabajar porque se cambien todas las políticas que los
oprimen y no les dan oportunidades. Es urgente la justicia social, la inclusión
y, en Colombia, la consolidación de la paz. Mucho trabajo le espera a Duque. Vamos
a acompañar lo que vaya llevando a la práctica y vamos a denunciar todo lo que
traiga peores condiciones de vida y todo lo que favorezca sólo a los que tienen
más.
Ahora bien, lo que más me preocupa y de lo que
en realidad tengo un poquito de más formación para hablar es del compromiso que
deberíamos tener las personas de fe con la justicia social. Sobre esto ¡cuánto trabajo hay todavía por
hacer! En una conversación sostenida hace días con gente conocida, recordábamos
la década 70/80 con todo lo que trajo de bueno para la vida de la Iglesia.
Fueron los tiempos del auge de las comunidades eclesiales de base, de juntar
vida y fe, de trabajar por mejorar las condiciones de vida de los más pobres y
todo eso se vivía con alegría, testimonio y se expresaba en reflexiones,
oraciones, canciones, marchas,
liturgias, etc. Pero todo eso fue contrarrestado con mucha fuerza por los “Goliat”
(porque esos también existen en el seno
de la iglesia) de algunos establecimientos eclesiales, acusando de sociologismo
a la fe y ahogando por todos los medios esas iniciativas. Pero un pequeño “David”,
venido del “fin del mundo” (no es que el Papa sea David pero a través suyo se
hace presente un cambio) ha reivindicado ese camino y felicita a Gustavo
Gutiérrez (uno de los padres de la teología de la liberación) por sus noventa
años y le dice que su contribución ha sido totalmente benéfica a la vida de la
iglesia, acelera la canonización de Romero y va por la de Angelelli, todos
ellos representantes idóneos de esa iglesia pobre y para los pobres que se
compromete con la justicia social. Ahora bien, lamentablemente esa oposición hizo
que la iglesia (entendida como sectores de la jerarquía) perdiera esa
oportunidad de fe viva y auténtica y hoy nos encontramos con un panorama
distinto: una iglesia cada vez más alejada de la realidad, con muchos menos
jóvenes participando de ella, herida muy gravemente por tantos abusos sexuales
comprobados y la manera como procedió frente a ello, buscando remontar pero sin
conseguirlo de fondo. Si, en la iglesia hay crisis y es otra realidad por la
cual trabajar.
Algunos afirman que hoy son tiempos no de
religión, ni de institución, sino de espiritualidad. Sí, me parece que sí pero lamentablemente
es una espiritualidad sin articulación con la justicia social. Hay muchas
búsquedas de integración personal, de relajación, de armonía, etc., pero no de
justicia social. Por todo esto creo que necesitamos trabajar mucho porque
nuestra fe sea comprometida con la realidad como lo anunció Jesús en su
discurso programático: “He venido para anunciar la liberación a los cautivos…”
(Lc 4, 16-18).
Y volvamos a la política: 8 millones de
votantes por otra visión que no sea la de esas fuerzas “camaleónicas” como
quedo tan evidente con Gaviria, dan mucha esperanza. ¡Si se puede pensar distinto!
Y la semilla que parece no verse, da su fruto y lo podemos saborear. De nuevo
otras semillas se siembran para seguir apoyando los cambios que se necesitan en
cada momento histórico, mientras que el árbol de Goliat proclama su triunfo en
la boca de aquellos personajes de terror que ya señalamos al inicio. Confiemos
que las distintas visiones de país hagan fuerza para que Duque no haga
barbaridades sino que pueda gobernar para el bien de todos y todas.
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