Congreso Eclesial: Profecía,
comunión y participación
La
II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, celebrada en la ciudad de
Medellín (1968) constituyó la puesta en marcha de Vaticano II en estas tierras.
Esa conferencia marcó un nuevo rumbo para la Iglesia del continente porque
respondió, desde la fe, a la realidad de pobreza e injusticia estructural y
delineó una Iglesia pobre, profética y misionera.
Por
ese motivo este año se han celebrado varios simposios y congresos y otros seguirán
celebrándose, en lo que resta del año. Pero quiero referirme a uno que, por
quienes lo convocaron y en el lugar que se hizo, resulta especialmente
significativo. Fue precisamente el CELAM (Consejo Episcopal
Latinoamericano), es decir, el mismo organismo que realizó la II Conferencia de
Medellín, y se llevó a cabo en el Seminario Mayor de Medellín, lugar donde hace
50 años se dio ese “paso del Espíritu”. El congreso se realizó del 23 al 26 de
Agosto con el título “Congreso Eclesial: Profecía, comunión y participación”.
También lo convocaron, la CLAR (Confederación Latinoamericana de religiosos/as),
Cáritas de América Latina y el Caribe y la Arquidiócesis de Medellín.
El
congreso tuvo ponencias por la mañana y trabajos en grupo por la tarde. Estos
grupos (Comunidades de vida y aprendizaje) profundizaron en los mismos temas de
la Conferencia de Medellín, añadiendo otros desafíos: Justicia/paz/reconciliación,
Familia, Educación, Juventud, Pastoral popular/religiosidad popular, Pastoral
de Élites/Pastoral Urbana, Catequesis, Liturgia, Pueblos indígenas/afroamericanos,
Protagonismo de los laicos, Sacerdotes, Vida consagrada, Formación del clero,
La iglesia y los pobres, Pastoral de conjunto, Medios de comunicación social,
La mujer en la Iglesia, ecología integral/cuidado de la creación, Formación de
discípulos misioneros/vocaciones en la Iglesia, Comunidades eclesiales de Base/pequeñas
comunidades, Migración /refugio/trata de personas y Animación Bíblica de la
pastoral. Además se compartió la oración y Eucaristía diaria, junto con algunos
momentos festivos. Participaron más de 500 personas.
Se
inició con la presentación del libro “Obispos de la Patria Grande: Pastores,
profetas y mártires”, obra colectiva compilada por la Dra. Ana María Bidegain y
publicada por el CELAM en el que se recogió la vida de 21 obispos que “tuvieron
una particular experiencia de lo que se reflexionó hace 50 años en Medellín y
luego lo hicieron vida en su trabajo pastoral”. El Presidente del CELAM, Mons.
Rubén Salazar, resumió el significado de la vida de estos profetas de la Patria
Grande, señalando que se constituían en marco para la conmemoración de los 50
años de Medellín: “21 pastores que supieron realizar en la historia el proyecto
salvífico de Dios, 21 profetas que hicieron resonar la voz de los sin voz, 21
mártires que con su vida dieron testimonio del amor misericordioso de Dios (…).
Dios quiere para América Latina y el Caribe, más allá de las dificultades que
enfrentamos, una iglesia en salida misionera, pobre y para los pobres, en
conversión permanente, en diálogo con el mundo. Una Iglesia donde lo que acabo
de decir no sea un simple slogan, una frase de cajón o un sueño romántico. Él
quiere darnos la oportunidad, en los 50 años de Medellín, de soñar una iglesia
distinta, más fiel a sus orígenes, más coherente con su misión, más
evangelizada y evangelizadora”.
Precisamente
esas palabras se profundizaron en las distintas ponencias y trabajos en grupo.
El segundo día, acorde con el método latinoamericano del “Ver-Juzgar-Actuar”,
se “vio” la realidad social, política, económica, cultural y ecológica de
América Latina, sus retrocesos, avances y nuevos escenarios con relación a hace
50 años. Los panelistas, Dr. Juan Luis Hernández, P. Francisco de Roux, S.J. y
Mons. José Luis Azuaje, ofrecieron una visión de la injusticia que todavía
golpea al continente y que no puede dejarnos tranquilos. Este día también, la
Dra. Yolanda Valero, P. Guillermo Campuzano, CM y Card. Pedro Barreto, S.J.,
presentaron la realidad socio religiosa y pastoral de América Latina.
El
tercer día, destinado al “Juzgar”, Pedro Trigo, S.J., habló sobre los
fundamentos bíblico-teológicos de Medellín y la Dra. María Clara Bingemer hizo
una valoración pastoral del Documento de Medellín a la luz del Magisterio del
Papa Francisco. En un segundo momento, correspondiente al paso del “Actuar”, la
H. María Cristiana Robaina, STJ, H. Alonso Murad, FMS y P. Augusto Zampini, trazaron
las perspectivas de futuro para la Iglesia Latinoamericana. El último día, la
Hna. Mercedes Casas, hizo una relectura de Medellín en una iglesia misionera,
pobre con los pobres. También se presentaron las líneas de acción que los
grupos de trabajo propusieron para el futuro eclesial.
Imposible
mostrar aquí los contenidos de todo lo que se habló, discutió y propuso para la
Iglesia del Continente (en la página del CELAM, se encuentran las ponencias).
Pero sí se puede afirmar que, en líneas generales, las opciones de Medellín se
volvieron a reafirmar no sin reconocer que esta manera de ser Iglesia ha sido
perseguida, calumniada y hasta suprimida en los mismos ambientes eclesiales.
Sin embargo, el Espíritu que no deja de soplar, vuelve a través del Magisterio
del Papa Francisco a conectar con esa inspiración de Medellín y nos lanza al
desafío de responder a los signos de los tiempos, respuesta que exige profecía,
audacia y mucho amor a los pobres desde una real conversión eclesial.
Cabe
anotar que faltó la presencia de más laicos/as en el congreso. Aún la iglesia
parece concentrase en los jerarcas cuando hay eventos convocados por ellos. Y,
cuando los convocan los laicos, solo pocos jerarcas acuden. También faltó una
liturgia más “Pueblo de Dios” donde todos -Jerarcas, religiosos/as y laicos/as-
comparten la mesa común en la que los que presiden no se separan del pueblo
sino que están en medio de él (Evangelii Gaudium 31). Pero, por encima de estos
aspectos que no son centrales, el congreso fue un espacio de reflexión donde la
voz profética de Medellín volvió a escucharse: “Patria Grande, Profetas,
mártires, opción por los pobres, signos de los tiempos, conversión eclesial,
iglesia pobre y para los pobres, protagonismo de los laicos/as, la mujer en la
iglesia, pueblos originarios y afroamericanos, conversión ecológica, ecumenismo
y diálogo interreligioso, etc.”. Todas estas palabras hablan mucho del gran
significado de Medellín. Pero aquí cabe decir: “el que pueda entender, que
entienda” (Mt 19,12; Ap 2,7). Esperemos que se acoja la voz del Espíritu y una
Iglesia según el querer de Dios sea realidad en nuestro Continente.