El Sínodo
de Jóvenes: una llamada a la conversión pastoral y misionera
Los jóvenes son el presente y el futuro de la sociedad
y de la iglesia. El presente porque los jóvenes hoy ya no son aquellos
relegados del espacio de los mayores, sin posibilidad de palabra o decisión.
Por el contrario, cada vez se comprende mejor la capacidad que tienen para ser
protagonistas, tomar la palabra y actuar en coherencia con lo que piensan. Por
supuesto, necesitan seguir madurando y encontrando su camino pero ya son artífices
de su propia historia y eso lo debemos reconocer. Son también el futuro porque
sus acciones de hoy abren las sendas de lo que será el mañana.
Lamentablemente no es esa la experiencia de todos los
jóvenes y, por eso en muchos otros, abunda el cansancio, la falta de
oportunidades y, por consiguiente, la pérdida de sentido y, con gran
preocupación, se constatan excesos, desvíos, equivocaciones, vidas que parece,
van a perder definitivamente el rumbo. De ahí que toda la preocupación que la
Iglesia muestra por los jóvenes, ha de ser secundada y apoyada. Eso es lo que
tenemos entre manos, en el próximo “Sínodo sobre los Jóvenes” en octubre del
presente año.
Este Sínodo corresponde a la XV Asamblea General
Ordinaria de los Obispos y se llevará a cabo del 3 al 28 de octubre próximos.
Desde el 13 de enero de 2017 comenzó su preparación con el Documento elaborado para ello y siguieron varias
consultas y encuentros concluyendo el pasado 19 de junio con la presentación
del “Instrumentum Laboris”. En este
documento se propone para la realización del Sínodo, el método del
“discernimiento”. Este método estaba ya delineado en la Evangelii Gaudium (n. 51) a partir de tres verbos: “Reconocer”, “Interpretar”
y “Elegir”.
Los primeros cinco capítulos del Instrumentum Laboris se refieren al primer verbo: “Reconocer” y en
ellos se quiere presentar una iglesia que escucha a los jóvenes y su realidad.
Es interesante destacar que en lo que respecta a los desafíos antropológicos y
culturales se señalan seis aspectos que la iglesia ha de enfrentar en su
compromiso pastoral con los jóvenes: (1) la nueva comprensión del cuerpo, de la
afectividad y de la sexualidad; (2) el advenimiento de nuevos paradigmas
cognitivos que transmiten un enfoque diferente de la verdad; (3) los efectos
antropológicos del mundo digital, que impone una comprensión diferente del
tiempo, el espacio y las relaciones humanas; (4) la desilusión institucional
generalizada tanto en la esfera civil como eclesial; (5) la parálisis
decisional que aprisiona a las generaciones más jóvenes en caminos limitados y
limitantes; y (6) la nostalgia y la búsqueda espiritual de los jóvenes.
Los siguientes cuatro capítulos se refieren al
“Interpretar” y se centran en la interpretación de la fe y el discernimiento
vocacional. Se reconoce el don de la juventud y la vocación que se despierta en
esa etapa de la vida. También la necesidad de un sólido acompañamiento.
Precisamente por eso, el discernimiento es indispensable. El discernimiento se
presenta como una posibilidad de leer los acontecimientos de la vida, los
signos de los tiempos y la llamada de Dios en la historia, para responder a
ella. La conciencia personal se erige como último juez y palabra decisiva de
cada persona.
Los últimos cuatro capítulos referidos al “Elegir” señalan
los caminos de conversión pastoral y misionera que urgen en la iglesia. No sólo
los jóvenes se alejan de la iglesia sino que la iglesia se aleja de los
jóvenes. Aquí se entiende con fuerza el llamado del Papa Francisco a una
“Iglesia en salida”. Definitivamente hay que salir hacia el mundo juvenil,
asumirlo y hacerlo partícipe de la misión evangelizadora de la Iglesia. Pasar
de hacer pastoral “para los jóvenes” a hacer pastoral “con los jóvenes”
(Instrumentum laboris, 199).
Todo lo anterior ilumina profundamente el horizonte de
misión Ad gentes al que
explícitamente se refiere esta reflexión. Los jóvenes se sienten muy atraídos
por la misión cuando está se les presenta como una urgencia de la realidad y
una oportunidad para ellos aportar lo mejor de sí mismos. Pero necesitan que se
abra el espacio, que se les acompañe adecuadamente y se les invite a discernir
cómo incorporar esa dimensión misionera en sus propias vidas. En ellos se ve mucha
generosidad cuando encuentran testimonios creíbles y ven personas que han
sabido vivir plenamente la dimensión misionera de la vida cristiana. Una
Iglesia en salida será mucho más efectiva, cuando muchos jóvenes asuman esa
responsabilidad.
Los tres verbos que el documento propone como
posibilitadores del discernimiento son muy adecuados y nos conciernen a todos.
¿Hemos asumido realmente en nuestra vida la práctica del discernimiento? Nadie
puede dar lo que no tiene y no podemos acompañar a los jóvenes en el
discernimiento si nuestra vida no lo tiene como un ejercicio constante. El
discernimiento nos abre a las llamadas del presente, nos permite escuchar lo
que nos dice la realidad hoy, nos compromete a interpretarla bien pero, sobre
todo, nos invita a tomar opciones conscientes y responsables que duren en el
tiempo y puedan generar cambios efectivos.
Acompañemos, por tanto, el Sínodo de los jóvenes con
nuestra oración pero, también, con nuestro discernimiento sobre el conocimiento
del mundo juvenil y la respuesta que damos a sus desafíos actuales. Los cambios
no vendrán, principalmente, de las orientaciones que los padres sinodales ofrezcan
como conclusión del Sínodo. Vendrán, del movimiento interior que se suscite en
todos los miembros de la Iglesia hacia una conversión pastoral y misionera que
mire a los jóvenes y quiera caminar con ellos. Es nuestra responsabilidad
motivarlos, apoyarlos y darles testimonio de que la vida misionera es inherente
al seguimiento de Jesús y ellos están llamados a asumirla en este momento tan
privilegiado de sus vidas.
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