martes, 2 de octubre de 2018


El Sínodo de Jóvenes: una llamada a la conversión pastoral y misionera



Los jóvenes son el presente y el futuro de la sociedad y de la iglesia. El presente porque los jóvenes hoy ya no son aquellos relegados del espacio de los mayores, sin posibilidad de palabra o decisión. Por el contrario, cada vez se comprende mejor la capacidad que tienen para ser protagonistas, tomar la palabra y actuar en coherencia con lo que piensan. Por supuesto, necesitan seguir madurando y encontrando su camino pero ya son artífices de su propia historia y eso lo debemos reconocer. Son también el futuro porque sus acciones de hoy abren las sendas de lo que será el mañana.


Lamentablemente no es esa la experiencia de todos los jóvenes y, por eso en muchos otros, abunda el cansancio, la falta de oportunidades y, por consiguiente, la pérdida de sentido y, con gran preocupación, se constatan excesos, desvíos, equivocaciones, vidas que parece, van a perder definitivamente el rumbo. De ahí que toda la preocupación que la Iglesia muestra por los jóvenes, ha de ser secundada y apoyada. Eso es lo que tenemos entre manos, en el próximo “Sínodo sobre los Jóvenes” en octubre del presente año.


Este Sínodo corresponde a la XV Asamblea General Ordinaria de los Obispos y se llevará a cabo del 3 al 28 de octubre próximos. Desde el 13 de enero de 2017 comenzó su preparación con el Documento  elaborado para ello y siguieron varias consultas y encuentros concluyendo el pasado 19 de junio con la presentación del “Instrumentum Laboris”. En este documento se propone para la realización del Sínodo, el método del “discernimiento”. Este método estaba ya delineado en la Evangelii Gaudium (n. 51) a partir de tres verbos: “Reconocer”, “Interpretar” y “Elegir”.


Los primeros cinco capítulos del Instrumentum Laboris se refieren al primer verbo: “Reconocer” y en ellos se quiere presentar una iglesia que escucha a los jóvenes y su realidad. Es interesante destacar que en lo que respecta a los desafíos antropológicos y culturales se señalan seis aspectos que la iglesia ha de enfrentar en su compromiso pastoral con los jóvenes: (1) la nueva comprensión del cuerpo, de la afectividad y de la sexualidad; (2) el advenimiento de nuevos paradigmas cognitivos que transmiten un enfoque diferente de la verdad; (3) los efectos antropológicos del mundo digital, que impone una comprensión diferente del tiempo, el espacio y las relaciones humanas; (4) la desilusión institucional generalizada tanto en la esfera civil como eclesial; (5) la parálisis decisional que aprisiona a las generaciones más jóvenes en caminos limitados y limitantes; y (6) la nostalgia y la búsqueda espiritual de los jóvenes.


Los siguientes cuatro capítulos se refieren al “Interpretar” y se centran en la interpretación de la fe y el discernimiento vocacional. Se reconoce el don de la juventud y la vocación que se despierta en esa etapa de la vida. También la necesidad de un sólido acompañamiento. Precisamente por eso, el discernimiento es indispensable. El discernimiento se presenta como una posibilidad de leer los acontecimientos de la vida, los signos de los tiempos y la llamada de Dios en la historia, para responder a ella. La conciencia personal se erige como último juez y palabra decisiva de cada persona.


Los últimos cuatro capítulos referidos al “Elegir” señalan los caminos de conversión pastoral y misionera que urgen en la iglesia. No sólo los jóvenes se alejan de la iglesia sino que la iglesia se aleja de los jóvenes. Aquí se entiende con fuerza el llamado del Papa Francisco a una “Iglesia en salida”. Definitivamente hay que salir hacia el mundo juvenil, asumirlo y hacerlo partícipe de la misión evangelizadora de la Iglesia. Pasar de hacer pastoral “para los jóvenes” a hacer pastoral “con los jóvenes” (Instrumentum laboris, 199).


Todo lo anterior ilumina profundamente el horizonte de misión Ad gentes al que explícitamente se refiere esta reflexión. Los jóvenes se sienten muy atraídos por la misión cuando está se les presenta como una urgencia de la realidad y una oportunidad para ellos aportar lo mejor de sí mismos. Pero necesitan que se abra el espacio, que se les acompañe adecuadamente y se les invite a discernir cómo incorporar esa dimensión misionera en sus propias vidas. En ellos se ve mucha generosidad cuando encuentran testimonios creíbles y ven personas que han sabido vivir plenamente la dimensión misionera de la vida cristiana. Una Iglesia en salida será mucho más efectiva, cuando muchos jóvenes asuman esa responsabilidad.


Los tres verbos que el documento propone como posibilitadores del discernimiento son muy adecuados y nos conciernen a todos. ¿Hemos asumido realmente en nuestra vida la práctica del discernimiento? Nadie puede dar lo que no tiene y no podemos acompañar a los jóvenes en el discernimiento si nuestra vida no lo tiene como un ejercicio constante. El discernimiento nos abre a las llamadas del presente, nos permite escuchar lo que nos dice la realidad hoy, nos compromete a interpretarla bien pero, sobre todo, nos invita a tomar opciones conscientes y responsables que duren en el tiempo y puedan generar cambios efectivos.


Acompañemos, por tanto, el Sínodo de los jóvenes con nuestra oración pero, también, con nuestro discernimiento sobre el conocimiento del mundo juvenil y la respuesta que damos a sus desafíos actuales. Los cambios no vendrán, principalmente, de las orientaciones que los padres sinodales ofrezcan como conclusión del Sínodo. Vendrán, del movimiento interior que se suscite en todos los miembros de la Iglesia hacia una conversión pastoral y misionera que mire a los jóvenes y quiera caminar con ellos. Es nuestra responsabilidad motivarlos, apoyarlos y darles testimonio de que la vida misionera es inherente al seguimiento de Jesús y ellos están llamados a asumirla en este momento tan privilegiado de sus vidas.




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