Por
una Iglesia que incluya a las mujeres
El mes de
mayo se presta para hablar de las mujeres porque, al menos en Colombia, se
celebra el día de la madre y, además, es un mes mariano –aunque esta práctica,
lamentablemente, ha decaído bastante. Todo lo que se diga sobre las mujeres
ayuda a vivir una maternidad más plena. Y, tal vez, también ayuda a recrear la
devoción mariana que a veces ha contribuido a la sumisión de la mujer más que a
su liberación, por las imágenes distorsionadas que hemos tendido de María pero
que hoy se van renovando profundamente.
En todos los
aspectos de la vida social las mujeres aún necesitan ganar mucho más
reconocimiento. Todavía hay desconfianza frente a trabajos que ellas ejercen en
áreas en que antes solo estaban los varones y, como ya se ha denunciado, los
salarios no siempre son los mismos. A ellas, muchas veces, les pagan menos por
la misma tarea. Si hablamos de la violencia contra las mujeres, es un tema
demasiado serio y no deja de sorprender por todas las sutilezas que conlleva.
No solo está claro que durante siglos la mujer ha sido objeto de violencia
física por parte del esposo o compañero –y aún sigue siéndolo- sino que también
hay muchas otras formas de humillación, sumisión y opresión que ellas siguen
sufriendo, bien por aportar menos económicamente al hogar (aunque ya sabemos
que hacen todas las labores de la casa) o simplemente porque hay muchos
comentarios o actitudes que colocan a la mujer en estado de desventaja frente
al varón. Y en las calles y ámbitos laborales, últimamente ha crecido la
conciencia sobre los abusos y acosos que sufren las mujeres porque simplemente
el varón tiene el mando y sabe que puede ejercer ese tipo de violencia sobre ellas.
No faltarán algunos/as que al leer esto dirán que los varones también son
maltratados por sus esposas. Sin duda existen casos y no podemos desconocerlos,
pero hay que tener cuidado de que eso no sea una trampa para quitarle valor a
lo que de hecho ha existido en muchísimas más proporciones y que ha afectado y
sigue afectando a muchísimas mujeres.
Un capítulo
aparte es la realidad de las mujeres en la Iglesia. Su incorporación real en
los espacios de decisión sigue siendo un desafío por resolver. Ya no se
entienden las justificaciones en razón del sexo para excluirla de muchos
espacios. Precisamente el pasado 8 marzo, con ocasión del Día internacional de
la mujer, la Asociación de teólogas españolas (Se puede consultar su página en:
https://www.asociaciondeteologas.org/) le propuso a las mujeres que le dijeran algo
a la Iglesia en ese día. Veamos aquí dos aportaciones, entre muchas otras, que
pueden consultarse en la página antes citada: “Desde hace tiempo hay una grieta
en la Iglesia. Cada vez se va haciendo más grande. Ya no puede detener las
infiltraciones. La humedad avanza decidida. Hay riesgo de derrumbe. Contad con
nosotras, podemos repararla. Aún estáis a tempo. La esperanza persiste” (Nuria
Calduch-Benages). “La cuestión de la mujer sigue siendo el “signo de los
tiempos” más candente. Reconocer la dignidad de cada mujer y dejarla tomar su
lugar en las comunidades cristianas, es decisivo para la existencia y la
influencia de la Iglesia católica en la sociedad actual. Ha llegado el día de
la mujer y el momento de darles a las mujeres el acceso a todos los ámbitos y
responsabilidades abiertos en la Iglesia para los varones” (Angela Redddemann).
Estas dos mujeres son creyentes, teólogas, religiosas, es decir, sin ningún ánimo
de ir contra la iglesia sino, por el contrario, de empujarla a que sea cada vez
más fiel a la Iglesia de los orígenes, donde varones y mujeres, por el
bautismo, eran realmente iguales y ejercían tareas compartidas.
Para el 8 de marzo también escribí algunas líneas que transcribo
a continuación: “Esta fecha empuja a seguir con un compromiso decidido por el
reconocimiento real de la dignidad, valor e imprescindible participación de las
mujeres en las instancias eclesiales. Es verdad que en la sociedad hay avances,
aunque falta mucho. Pero en el catolicismo falta demasiado. El feminismo (o los
feminismos porque son movimientos diversos con luchas diversas) nos ha
permitido reclamar los derechos que por nuestra dignidad humana nos pertenecen
y denunciar todos los atropellos, subordinaciones y no reconocimientos de los
que hemos sido víctimas a lo largo de la historia. Cada día crece más la
conciencia de las violencias que se ejercen contra nosotras por el hecho de ser
mujeres y de los silencios que hemos mantenido porque ni nosotras mismas
teníamos suficiente conciencia de lo grave que son todas esas actitudes
machistas sobre nosotras. A la jerarquía se le junta el machismo y el
clericalismo. Nuestra voz no es tomada en cuenta. Se ha utilizado nuestra
“feminidad” (palabra que también exige muchas matizaciones pero aquí no hay
espacio para ello) para sostener las iglesias y ejercer todos los servicios
necesarios. Pero, aún hoy se duda, se evita, se niega nuestra participación en
los espacios de decisión y en los puestos de liderazgo. Muchas veces tenemos la
tentación de callar porque constatamos que muchos no quieren escuchar y
comenzamos a perder su aprecio. Pero, ¡Dios nos libre de la tentación de
callar! Que esta conmemoración nos empuje a seguir levantando la voz y a no
decaer hasta que el sueño de Dios de una iglesia inclusiva sea realidad”.
Revisemos seriamente si valoramos, sostenemos y
pedimos una participación efectiva de las mujeres en todos los ámbitos sociales
y eclesiales. Esto no es capricho, es designio divino que “nos creó varón y
mujer, a imagen y semejanza suya” (Gn 1,27) y una experiencia de las primeras
comunidades cristianas donde no había exclusiones en razón de ninguna realidad -tampoco
en razón del sexo- porque “ya no hay diferencia entre judío, ni griego; ni
esclavo, ni libre; ni varón, ni mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús”
(Gál 3, 28).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.