Hacia una reforma eclesial: La “sinodalidad” en
la vida de la iglesia
El pasado 23 y 24 de abril se llevó a cabo el “Tercer Encuentro Ibero-Latino-Americano
de Teología”, en la Universidad Iberoamericana de la ciudad de Puebla (México).
Estos encuentros convocados por los teólogos Rafael Luciani y Carlos María
Galli han tenido como objetivo contribuir a las reformas del Papa Francisco
desde la reflexión teológico-pastoral[1].
En este tercer encuentro el tema fue “La sinodalidad en la vida de la
Iglesia” y participaron unas 30 personas entre teólogos, teólogas y profesionales
de otras ciencias humanas, además del Cardenal Baltazar Porras y Monseñor Raúl
Biord ambos, de la sufrida patria amiga, Venezuela.
La dinámica del encuentro consistió en charlas sobre diversos aspectos
de la sinodalidad y diálogos del grupo para profundizar en esta realidad, constatando
lo que en verdad se realiza y también lo que todavía falta. Uno de los textos
que acompañó la reflexión fue el de la Comisión Teológica Internacional, “La sinodalidad
en la vida y en la misión de la Iglesia” (2018), además de todas las excelentes
conferencias de los participantes.
¿Qué es la sinodalidad? “Es la corresponsabilidad y la participación de
todo el Pueblo de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”[2]. Esta realidad viene
impulsándose desde Vaticano II pero no llega a ser una manera de entenderse la
Iglesia a sí misma y por eso el Papa Francisco quiere darle un verdadero
impulso. Prácticas que se han llevado a cabo en este sentido, son las consultas
que se hacen a los diversos miembros de la Iglesia, antes de los Sínodos, aunque
esas consultas se diluyen bastante cuando llegan los propios sínodos en los que
solo tienen voto deliberativo los obispos.
Por eso, para tener una iglesia verdaderamente sinodal, necesitamos
trabajar desde diferentes frentes. De ahí que la fundamentación bíblico-teológica
e histórica, es indispensable. Pero también las actitudes y las acciones que se
puedan realizar, como estas que nombraré a continuación:
Una iglesia sinodal será una realidad cuando pensemos en ella como
Pueblo de Dios formado por sus diversos miembros: laicado y ministros
ordenados. Los religiosos/as participan del laicado y los que son ordenados de
la jerarquía. Es decir, al decir “Iglesia” debemos pensar en todos sus miembros
y no sólo en la jerarquía. Y al decir “pueblo de Dios” debemos pensar en todos
sus miembros y no solamente en el laicado. Así lo plantea la Constitución Lumen
Gentium en su segundo capítulo: La iglesia es “Pueblo de Dios”. Sólo después,
en los siguientes capítulos, trata de cada uno de los diferentes miembros que
forman ese pueblo.
El Papa Francisco propone la imagen de la “pirámide invertida” para indicar
que el Papa y los obispos están al servicio del pueblo de Dios y por eso en la
parte baja de la pirámide. Personalmente creo que una imagen circular ayudaría
más a no imaginar la iglesia como una pirámide con personas arriba y otras abajo
y, talvez, nos ayudaría a vivirla como una “comunidad” donde todos gozan de la
misma dignidad, ejerciendo carismas y ministerios distintos al servicio de esa
comunidad.
Otra realidad que es urgente trabajar es el “empoderamiento” del
laicado. La palabra “empoderamiento” molesta a algunos pero, en realidad, es
una palabra oportuna. El poder es parte de la realidad humana solo que ha de
ser ejercido para el servicio y no debe crear autosuficiencia ni demandar
honores y privilegios. Además, hay un tipo de poder que implica la autoestima, la
capacidad de mirar al otro como un igual con el que se dialoga sin sentirse -ni
más, ni menos-. En este sentido, se necesita el empoderamiento del laicado
porque ha sido tan honda su separación de la jerarquía, que muchos laicos/as -que
son autoridad en otros ámbitos de la realidad-, no son capaces de asumir su
vida de fe con la suficiente responsabilidad como para ser protagonistas del
caminar eclesial. Empoderarse es responsabilizarse de su propia fe, formarse en
ella y ser capaz de proponer acciones que se vean necesarias. Es capacidad de
dialogar con la jerarquía sabiendo que el valor de su palabra le viene del
bautismo, sacramento fundamental de la vida cristiana.
Por parte del clero podríamos decir que conviene que se “desempodere” de
cierta prepotencia o seguridad que le hace creer que lo sabe todo y por eso no
necesita consultar al laicado. No cabe duda de que hay muchos jerarcas humildes
y servidores de su pueblo. Pero falta todavía “demasiado” y lo dice el mismo Francisco:
el clericalismo ha causado mucho mal y lo sigue causando. Por eso lo denuncia -una
y otra vez- en todos sus encuentros con los jerarcas y no se cansa de
invitarles que vayan no solo delante de su comunidad, sino en medio y mejor,
detrás, para que tengan ese “olor a oveja” que los haría verdaderos servidores.
Y junto a esta conversión del laicado y de la jerarquía se necesitan
estructuras que hagan posible una iglesia sinodal. Ojalá se cambiara la
estructura de los Sínodos, de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas y
de otras instancias en las que se reflexiona y se decide sobre la vida de la iglesia.
Los temas que allí se tratan implican a todo el Pueblo de Dios y todos sus
miembros tienen mucho que decir, proponer y decidir. Es difícil mover esas
estructuras, además que se fundamentan en la tradición “de lo que siempre ha
sido así” y que tienen principios teológicos que las abalan. Pero el mundo
cambia y la iglesia no puede anquilosarse, aunque se levanten tantas voces en
contra y se escandalicen tantas otras.
A decir verdad, ya se escandalizaron de Jesús en su tiempo y, más aún,
lo mataron por su anuncio del reino que no sólo puso de cabeza la pirámide -de
la que habla Francisco- sino que la abolió porque en la mesa del reino, “todos
y todas” han de poder estar y no hay razón para excluir a nadie porque el Dios
del reino no deja a ninguno de sus hijos e hijas fuera del banquete.
[1] Una información
detallada de los mismos puede encontrarse en: https://www.bc.edu/content/bc-web/schools/stm/sites/formacion-continua/proyecto-iberoamericano-de-teologia0/grupo-iberoamericano-de-teologia-reunion--puebla-2019-.html
[2] Comisión Teológica
Internacional, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, 2018,
No. 7.
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