Mujeres nuevas
Tal vez muchos conocen la canción “Danos un corazón grande
para amar, danos un corazón fuerte para luchar” que comienza sus estrofas con
la frase “Hombres nuevos creadores de la historia (….) Hombres nuevos luchando
en esperanza (…) Hombres nuevos amando sin fronteras (….)”. Se ha cantado desde hace muchas décadas y su
mensaje es bien rico y comprometido. Pero acabo de conocer la versión adaptada
por el sacerdote jesuita Cristóbal Fones y una cantante Patricia Abarca con el título
“Mujeres nuevas” (Puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=ZtN2eaNP4qk)
y quiero compartir lo “bien que se siente” escuchar la palabra “Mujeres” y
“Mujeres nuevas” (en lugar de hombres nuevos) invitadas a ser gestoras de
transformación de la historia.
Pensé en todas las personas que se oponen al lenguaje
inclusivo, diciendo que con la palabra “Hombre” se están refiriendo a varones y
mujeres. Así se ha usado y todavía muchas personas siguen hablando solo “en
masculino” y defendiendo que así debe ser para “no dañar el lenguaje” (como si
el lenguaje fuera algo muerto que no se enriquece como la vida misma). Pero
desde que hemos tomado conciencia de la sociedad patriarcal en la que hemos
vivido y la invisibilización que esta configuración social y mental nos ha
dado, el lenguaje se ha convertido en uno de los recursos poderosos para dejar
de ser invisibles y darnos nombre, reconocernos, sentirnos presentes, cambiar
los imaginarios, dejando de pensar que solo los varones están presentes en
tantas realidades o solo ellos son capaces de hacer muchas cosas.
Al escuchar la canción, cantada por mujeres, pero también
con presencia de varones sin que les de vergüenza decir “mujeres” y cantar en “femenino”
-como nos ha pasado en la sociedad patriarcal que cuando hablamos en femenino y
hay varones, hay que pedir perdón porque ellos se ofenden- parece que se
agranda “el ser mujer” en este momento presente.
Todo lo que dice la canción -que fue super animador hace
décadas- y además se cantaba en la liturgia, introduciendo la vida y el compromiso
en ella, cobra de nuevo pertinencia y significado (aún se canta, pero creo que
sin la fuerza que tuvo en sus orígenes). Más aún, las jovencitas de hoy, cuando
oigan esta canción van a sentirse muy distintas. De hecho, ya se están
sintiendo bien distintas en la sociedad porque se han dado avances, pero, a veces,
no se sienten así en la iglesia porque se dan cuenta que es la institución que
más se aferra a modelos patriarcales sobre las mujeres y no acaba de comprender
el nuevo momento que ellas viven.
Es verdad que diferentes voces eclesiales afirman la
urgencia de abrir espacios para las mujeres en la iglesia pero las estructuras
se corren demasiado poco y no se ven avances de fondo, ni significativos.
Las “mujeres nuevas”, como dice la canción, conscientes de
su dignidad y sabiendo que son mucho más que lo que se les ha dicho, sienten,
muchas veces, “estrechos” los límites de la iglesia, los límites de la
teología, los límites de la liturgia que no acaban de abrir puertas y ventanas
y estrenar nuevas mentalidades que, en realidad, no son tan nuevas, si volvemos
al evangelio y a las comunidades cristianas de los orígenes en las que la
participación de las mujeres fue una realidad, cada día más comprobada por los
avances en los estudios bíblicos y teológicos.
Muchas canciones tienen que ser modificadas. Mucho lenguaje
de cada día tiene que visibilizar a las mujeres. Muchas conversiones de mente y
corazón se necesitan todavía en la sociedad y en la iglesia, en los varones y en
las mujeres para que el mundo sea un lugar donde todos y todas sean reconocidos/as
en su dignidad y se avance en la participación plena, especialmente de las
mujeres, en tantos espacios que todavía no se abren para ellas. Los cambios
siguen dándose, aunque haya tantos miedos y resistencias. Es que el Espíritu no
deja de soplar y, gracias a Dios, no faltan las personas que siguen sus impulsos.
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