Por una Iglesia y
una espiritualidad profética y ecológica
Del 6 al 27 de octubre del presente año se llevará a cabo el
Sinodo Panamazónico convocado por el Papa Francisco en 2017 con el objetivo de
“encontrar nuevos caminos para la evangelización de aquella porción del Pueblo
de Dios, sobre todo de los indígenas, muchas veces olvidados y sin una
perspectiva de un futuro sereno, también por la causa de la crisis de la
foresta amazónica, pulmón de fundamental importancia para nuestro planeta”.
La Amazonía está formada por nueve países: Brasil, Bolivia,
Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Suriname, Guayana Inglesa y Guayana
Francesa. Allí se concentra un tercio de las reservas forestales primarias del
mundo. Habitan unos 34 millones de habitantes, de los cuales más de tres
millones son indígenas, pertenecientes a más de 390 grupos étnicos.
La preparación al Sínodo la inauguró oficialmente el Papa en
su viaje a Puerto Maldonado (Perú) en 2018, donde mostró su preocupación por
los indígenas: “Probablemente los pueblos originarios amazónicos, nunca
estuvieron tan amenazados como ahora. La Amazonía es una tierra disputada desde
varios frentes”. Posteriormente se elaboró el Documento preparatorio y se
escucharon alrededor de 87.000 voces distintas, unas 22.000 en consulta directa
y 65.000 en procesos preparatorios hacia la consulta. Participaron comunidades,
parroquias, vicariatos y diócesis. Hubo 260 eventos: asambleas territoriales,
foros temáticos y ruedas de conversación. El 90% de los obispos amazónicos
participó en el proceso. Todo esto lo recogió la REPAM (Red Eclesial
Panamazónica), organismo eclesial creado para establecer una pastoral de
conjunto con prioridades diferenciadas, buscando un modelo de desarrollo que
privilegie a los pobres y sirva al bien común. Este insumo contribuyó a la elaboración
del Documento de Trabajo (Instrumentum laboris). Este documento fue publicado
el pasado 17 de junio y será el punto de partida del Sínodo.
¿Qué tiene que ver este Sínodo con nuestra fe y espiritualidad?
Puede parecer una realidad distante y que prácticamente no nos afecta. Pero no
es así. El Sínodo nos hace una fuerte interpelación que deberíamos acoger y
dejarnos transformar por ella.
En primer lugar, el cuidado de la “casa común” nos implica a
todos y tiene que ver con nuestra fe. El libro del Génesis comienza afirmando a
Dios como creador de cielo y tierra y de todo lo que hay en ella, incluido el
ser humano. Ese mundo fue puesto en nuestras manos para preservarlo y
garantizar la vida en todos los sentidos. En otras palabras, la preocupación
ecológica no sólo es un problema mundial y un desafío actual, sino que también
es un compromiso inherente a la fe si creemos en el Dios bíblico. De ahí la
Encíclica de Francisco, “Laudato si” (2015), en la que nos llama a la “conversión
ecológica”, una conversión integral por la defensa de la vida en todo sentido
pero, especialmente, la vida de la creación, tan amenazada por la explotación
irracional que solo busca el lucro y la mayor ganancia y que afecta, en primer
lugar, a los más pobres de la tierra.
En segundo lugar, tanto la Encíclica Laudato Si como el
Sínodo Panamazónico, nos están hablando de una fe “profética” y “ecológica”. El
Instrumentum laboris es un ejemplo muy claro de una fe que se toma en serio la
realidad, se compromete con los problemas actuales y busca transformarlos pero,
no de cualquier manera, sino levantando la voz y “denunciando” todo aquello que
no está de acuerdo con el plan de Dios y necesita una conversión urgente.
El Instrumentum laboris está estructurado en tres partes:
(1) La voz de la Amazonía (2) Ecología integral: clamor de la tierra y de los
pobres (3) Iglesia profética en la Amazonía: desafíos y esperanzas-. Comienza
haciendo un llamado a los obispos para que “escuchen” a los pueblos amazónicos:
“Pidamos ante todo al Espíritu Santo, para los padres sinodales, el don de la
escucha: escucha de Dios, hasta escuchar con Él el clamor del pueblo; escucha del
pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama” y continua
describiendo muy bien las amenazas que afectan la Amazonía: la destrucción
extractivista, la urgencia de protección de los pueblos indígenas en
aislamiento voluntario, la migración, la urbanización, la corrupción, la falta
de salud, de educación, de respeto a sus culturas, etc. Y con la misma voz
profética de la Biblia que levanta la voz ante la opresión del pueblo en Egipto
(Ex 3, 7-8) (n.23), el instrumentum laboris denuncia “la connivencia o
permisividad de los gobiernos locales, nacionales y las autoridades
tradicionales (los mismos indígenas)” para permitir la explotación de la
creación solo buscando intereses económicos sin detenerse a pensar en las
nefastas consecuencias para la creación y los pueblos (n.14). Más aún, hace un
fuerte llamado a las instituciones eclesiales a que no caigan en el juego de
recibir donaciones que parece van a mejorar la situación, cuando en verdad, los
que las ofrecen están buscando solo intereses económicos (n. 83).
El instrumentum laboris “sugiere” lo que la Iglesia podría
hacer para responder a todas estas amenazas. Lógicamente la iglesia no pretende
solucionar un problema que es de toda la sociedad y que, además, excede sus
pretensiones que son propiamente evangelizadoras, pero el documento si muestra
“nuevos caminos para la Iglesia y para la ecología integral” -título del
sínodo- al proponer la “escucha” a esos pueblos, el “diálogo” con los pueblos
amazónicos considerándolos verdaderos interlocutores y la puesta en práctica de
la inculturación e interculturalidad (ser capaces de dejarse enseñar también
por la sabiduría indígena y el “buen vivir” que estos pueblos poseen) a nivel
de doctrina, liturgia, pastoral, ecología, conversión.
Los medios de comunicación se han centrado en la posibilidad
de ordenar varones casados de entre los mismos indígenas para responder a la
falta de ministros para celebrar la eucaristía en los lugares más apartados.
Pero esto no es lo más importante de este Sínodo. Lo importante es todo lo que dijimos
antes. “Escuchar, dialogar y transformar” permitirán una iglesia con rostro
amazónico, abriendo así la posibilidad a una iglesia con distintos rostros; una
iglesia en salida -como tanto ha repetido Francisco- en salida de sus propias
seguridades y puntos de vista para estrenar nuevos caminos de evangelización;
una iglesia profética que se compromete con la realidad actual y no teme ser
criticada por ello -se sabe de la incomodidad de algunos gobiernos y empresas
extractivistas por estas denuncias de la iglesia-; y una iglesia comprometida
con los más pobres de la tierra, en este caso, los indígenas que en el pasado
fueron colonizados con el beneplácito, muchas veces, de la misma iglesia, y que
aún hoy nos son tenidos en cuenta como verdaderos sujetos eclesiales.
Ojalá el sínodo sea un kairós de novedad, profecía y
compromiso. Y que todos en la iglesia acojamos esos horizontes para que lo que en
Amazonía se pueda hacer realidad, se haga también en todos los otros rostros de
la iglesia que necesitan pasos audaces para mostrar efectivamente que nuestra
fe no es un intimismo autoreferencial sino una fe profética y ecológica,
defensora de la vida en su sentido pleno: la creación y los más pobres de la
tierra.
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