¿CÓMO RESPONDER A LA NUEVA SENSIBILIDAD
ESPIRITUAL?
Se está viviendo un resurgir espiritual. La gente busca cultivar su ser
interior, su armonía integral, su sed de trascendencia. Los inciensos, velas,
aromas, libros de autoayuda están a la orden del día. Tiendas especializadas en
estos artículos crecen y se auguran como un buen negocio. Se ofrecen cursos y
experiencias de crecimiento espiritual que también son acogidas. Es un momento
de apertura a la trascendencia y búsqueda de sentidos y caminos interiores. De
alguna manera todo esto nos muestra que la experiencia de Dios no es algo
extraño o pasado de moda. Por el contrario, tiene plena vigencia, continua
tocando el corazón de las personas y se ofrece como una respuesta válida para
la humanidad.
Pero ¿tiene el cristianismo la fuerza y significado que buscan hoy
tantas personas? La respuesta espontánea sería decir que sí. Sin embargo, hay
que tener en cuenta que no tenemos un ambiente a favor. Por ser el cristianismo
tan conocido -ya que impregna nuestra cultura de muchas maneras-, casi tiene el
efecto contrario. Existe algo así como un ambiente de rutina, de prejuicios, de
rechazo, que no es fácil romper. Por eso con tanta facilidad muchos critican –a
veces sin argumentos, ni con mayor conocimiento- la experiencia cristiana y la Iglesia.
La posibilidad de que esta situación cambie depende también de nosotros.
Nuestro testimonio es el que puede hablar y convocar a otros. No un testimonio
del que tiene la seguridad de cómo vivir y qué hacer, sino del que es capaz de
escuchar, buscar, descubrir, encontrar lo que los demás están sintiendo,
buscando, necesitando. En esto nos gana la sociedad de consumo que sí está
atenta a lo que la gente busca y responde de forma inmediata a sus
requerimientos.
Ahora bien, en todo esto hay que discernir. La gente busca una religión
que solucione sus problemas y algunos grupos lo prometen y consiguen muchos
adeptos. Esto es también una tentación. No podemos caer en ella. Pero tampoco
podemos permanecer ajenos a la sensibilidad actual. Discernir los “signos de
los tiempos” es una actitud profundamente cristiana y una responsabilidad actual.
¿Qué actitudes, qué símbolos, qué expresiones, qué música, qué gestos
convocan hoy a la gente? ¿Qué lenguaje es el que toca su corazón? Esto no es por
contentar a las personas sino porque si no nos situamos en la misma frecuencia,
no hay recepción posible. Hay que ser conscientes, además, de que estamos viviendo una realidad plural
–aunque la globalización nos uniforme en tantos sentidos- que exige respuestas distintas
a las mismas preguntas. No a todas las personas les convoca lo mismo y la tarea
evangelizadora tiene que llegar a todos(as). Como decía Pablo “Hacerse todo a
todos para ganar a algunos” (1 Cor 9, 22)
Junto a este esfuerzo por partir de la gente a la que queremos comunicar
el mensaje, está nuestra propia vivencia del evangelio. También nosotros hemos
de estar en búsqueda espiritual. Hemos de seguir creciendo en nuestra propia
experiencia. Estrenar nuevos caminos. Profundizarlos. Recrearlos. Sólo así
nuestra vida será esa luz que “ilumina a todos los que están en casa” (Mt 5,
15). Posiblemente algunos no se preguntaran de dónde viene la luz, pero lo
importante es que se ilumine el camino y todos(as) podamos andar por el.
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