En cuarentena…
orar de verdad y como a Dios le agrada
Un texto del evangelio de Mateo nos habla de las actitudes
propias para este tiempo de cuaresma: el ayuno, la limosna y la oración. En los
tres casos Jesús nos invita a no hacerlo para ser vistos por los demás porque
lo único que interesa es que Dios nos vea. En concreto sobre la oración, Jesús
dice: “Cuando recen no hagan como los hipócritas que gustan orar de pie en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas para que todos los vean. Tú, cuando
reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre que comparte
tus secretos y tu Padre, que ve los secretos, te premiará. Al orar no
multipliquen las palabras, como hacen los paganos que piensan que por mucho
hablar serán atendidos. Ustedes no recen de ese modo, porque, antes que pidan,
el Padre sabe lo que necesitan” (6, 5-8).
Este texto me parece muy acorde con la situación que hoy
vivimos. Nunca como ahora no hay otra alternativa para orar. No se puede ir al
templo y no se puede participar de la Eucaristía. Pero confinados como estamos
al encierro en nuestras propias casas, podemos entrar “en la habitación” y
encontrarnos con el Dios de la vida. Y es que esto es realmente la oración. No
es repetir muchas palabras, no es pedir que las situaciones cambien -como lo
dice el mismo texto de Mateo- porque el Señor ya sabe lo que necesitamos y como
le reafirma el salmo 139, el Señor conoce todos nuestros caminos, sabe cuándo
nos sentamos y nos levantamos, conoce desde lejos lo que pensamos, conoce todos
nuestros pasos.
Santa Teresa definía la oración como un “tratar de amistad
con quien sabemos nos ama” y también decía que la oración “no es pensar mucho
sino amar mucho”. “Entrar en la habitación” es esta experiencia de estar las 24
horas en el mismo lugar y saber que no puedes salir; es mirar hacia la calle y
ver tan poca gente; es extrañar el ruido de la ciudad y sentir que hay
demasiado silencio; es hablar con la gente, pero darse cuenta de que no se
puede planear ningún encuentro presencial; en otras palabras, es tomar
conciencia de este momento presente y vivirlo con el Señor. A su lado y de su
mano contemplar lo que ahora es posible hacer y esperar que todo esto pase. No hacen
falta muchas palabras, solo estar con “Él”, confiando que jamás se va de
nuestro lado.
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