lunes, 23 de marzo de 2020


En cuarentena… orar de verdad y como a Dios le agrada





Un texto del evangelio de Mateo nos habla de las actitudes propias para este tiempo de cuaresma: el ayuno, la limosna y la oración. En los tres casos Jesús nos invita a no hacerlo para ser vistos por los demás porque lo único que interesa es que Dios nos vea. En concreto sobre la oración, Jesús dice: “Cuando recen no hagan como los hipócritas que gustan orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que todos los vean. Tú, cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre que comparte tus secretos y tu Padre, que ve los secretos, te premiará. Al orar no multipliquen las palabras, como hacen los paganos que piensan que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no recen de ese modo, porque, antes que pidan, el Padre sabe lo que necesitan” (6, 5-8).

Este texto me parece muy acorde con la situación que hoy vivimos. Nunca como ahora no hay otra alternativa para orar. No se puede ir al templo y no se puede participar de la Eucaristía. Pero confinados como estamos al encierro en nuestras propias casas, podemos entrar “en la habitación” y encontrarnos con el Dios de la vida. Y es que esto es realmente la oración. No es repetir muchas palabras, no es pedir que las situaciones cambien -como lo dice el mismo texto de Mateo- porque el Señor ya sabe lo que necesitamos y como le reafirma el salmo 139, el Señor conoce todos nuestros caminos, sabe cuándo nos sentamos y nos levantamos, conoce desde lejos lo que pensamos, conoce todos nuestros pasos.

Santa Teresa definía la oración como un “tratar de amistad con quien sabemos nos ama” y también decía que la oración “no es pensar mucho sino amar mucho”. “Entrar en la habitación” es esta experiencia de estar las 24 horas en el mismo lugar y saber que no puedes salir; es mirar hacia la calle y ver tan poca gente; es extrañar el ruido de la ciudad y sentir que hay demasiado silencio; es hablar con la gente, pero darse cuenta de que no se puede planear ningún encuentro presencial; en otras palabras, es tomar conciencia de este momento presente y vivirlo con el Señor. A su lado y de su mano contemplar lo que ahora es posible hacer y esperar que todo esto pase. No hacen falta muchas palabras, solo estar con “Él”, confiando que jamás se va de nuestro lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.