Algunas reflexiones
a propósito del 8 de marzo
Pasó el 8 de marzo, “Día Internacional de la mujer”, pero no
pasó la situación de las mujeres en busca de sus derechos. Las marchas fueron
nutridas en muchos países como, por ejemplo, en España, México, Chile,
Argentina, Colombia. Los medios informativos no les dieron mucha relevancia.
Pareciera que no hay una voluntad política de apoyar estas demandas. Lo que transmitieron
y repitieron varias veces, fue un video en que se veía a un grupo de
encapuchadas rompiendo vidrios, atacando monumentos y haciendo destrozos en
ciudad de México. Por supuesto que no estoy de acuerdo con la violencia, pero conviene
reflexionar más esos hechos. En realidad, casi ningún cambio se ha conseguido
por las buenas. Hay que gritar “muy alto” para ser escuchado. Además, hay
muchas maneras de enfocar las demandas y, para algunas, esta es una vía. No las
justifico, pero respeto su visión y me hacen seguir trabajando a favor de las
mujeres, para que dejen de existir los motivos que las llevan a ese tipo de
manifestaciones.
Otro aspecto que parece coaptar las marchas de las mujeres en
la mayoría de los países, es la petición de la legalización del aborto en todos
los casos. Hay que partir aclarando que la mayoría de las mujeres no están a
favor del aborto, sino de la despenalización. Eso ya pone el diálogo a otro
nivel. Y, aunque no estoy a favor del aborto, cuando veo los mensajes con la
que algunos católicos “no dialogan” sino que “atacan” esas demandas, no puedo
menos que sentir que hay una postura que no toma en serio la complejidad del
asunto y el respeto por todas las personas. Al menos la frase “El aborto: Pena
de muerte contra los inocentes”, no tiene en cuenta otra realidad que es muy
dura: la violencia ejercida contra tantas mujeres -y la mayoría niñas- al ser
violadas. Esa frase no permite entender el drama que también se ha cometido
contra otra inocente, no hay cabida para ello en esas frases que siguen
culpabilizando a las mujeres y les impiden asumir a fondo que pasa con la
realidad que viven y cómo encontrar caminos para superar lo que les ha sucedido.
Por supuesto este tema merece un largo y hondo debate, pero mientras no haya
una postura de apertura, de respeto y de entender que cada vez se vive más en
estados laicos, la palabra de la Iglesia en lugar de animar a defender la vida,
parece que provoca más rechazo y radicalización de la postura contraria.
Pero, lo que es más valioso de estas marchas es constatar
que las mujeres siguen pidiendo sus derechos y cada vez con más fuerza,
convicción y decisión. Porque en realidad sigue faltando mucho para que las
cosas estén como deben estar. Precisamente una religiosa benedictina de Pensilvania
(EEUU), Joan Chittister, escribió que a 25 años de la Conferencia de Beijing
(1995) muchas de las demandas de esa conferencia permanecían “en espera”. Esta
religiosa participó de ese evento y lo relata como una de las mejores
experiencias de su vida. Pero, precisamente por haber sido testiga de ese
momento tan importante para las mujeres donde pidieron con fuerza la igualdad,
la visibilidad, la no exclusión y el empoderamiento al que tienen derecho,
puede afirmar que, a veinte cinco años de ese acontecimiento, muy poco se ha
conseguido. Y hace una distinción que bien vale la pena reflexionar. Ella diferencia
feminismo de sexismo. Constata que el feminismo ha avanzado -leyes en muchos
sentidos para favorecer la participación de las mujeres- pero lo que parece
inamovible es el sexismo. Las puertas pueden estar abiertas pero los temores,
rechazos, descalificaciones, exigencias, etc., para las mujeres continúan.
Y eso fue lo que constate el propio 8 de marzo en mi
conversación con algunas mujeres. Me decían que ya era hora que las mujeres
acabaran con las marchas. Que no debían quejarse más. Que ya se les había dado
mucho. Y alertaban que ahora las víctimas eran los “varones” porque las mujeres
los demandaban por cualquier cosa y ellos no lograban defenderse. Aunque fue un
pequeño grupo el que opinaba esto, en realidad, muchas mujeres todavía viven
sin ninguna conciencia sobre el sexismo que ellas mismas sufren a diario. Están
acomodadas a vivir en la rutina del día a día -lógicamente con más derechos que
sus abuelas por las conquistas realizadas en estos años a nivel legal- pero sin
darse cuenta del sexismo vigente en la sociedad, incluida la violencia física
que ellas naturalizan o disimulan y retrasan así, con sus comentarios, actitudes,
valoraciones y acciones esta lucha tan difícil y compleja como es “reconocer y
entender” la sociedad patriarcal en la que vivimos y la violencia tan grande,
brutal, inhumana y absurda que por siglos han vivido las mujeres.
Definitivamente, los cambios se logran gracias a “pocas”
personas que entienden lo qué realmente pasa y lo dan todo por esa causa. Esas
personas se ganan, muchas veces, el desprecio o la crítica del común de las
gentes que no quieren ir más allá. Pero esas mujeres que marchan, piensan,
exigen, actúan, convocan, reflexionan, interpelan son, en verdad, personas
audaces, profetas, valientes que abren caminos de transformación y, poco a poco,
hacen posible un mundo más humano que garantice la dignidad y vida para todas y
todos. Mi admiración y agradecimiento a esas “muchas mujeres” pero a la vez
“pocas” (si se mira la proporción) que salieron a marchar y que siguen en el
día a día luchando desde el feminismo para que el sexismo sea erradicado de la
faz de la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.