¿Cómo ilumina la
Palabra de Dios nuestro presente?
El mes de septiembre se conoce como el mes de la Biblia,
especialmente, porque el 30 de septiembre se celebra a San Jerónimo quien
tradujo la Biblia al latín, edición conocida como “la Vulgata” (esta palabra
significa edición para el pueblo). Con Vaticano II y, concretamente, con la constitución
Dei Verbum, se volvió a remarcar la centralidad de la palabra de Dios para la
vida cristiana y se invitó a apropiársela realmente.
Las iglesias cristianas (no católicas) han logrado que la
Biblia ocupe el centro de la vida creyente y sus cultos giran alrededor de la
palabra. Sin embargo, algunos de estos grupos, tienen como desafío asumir la
“interpretación” de la Biblia para no caer en una visión “literalista” o
“fundamentalista” que hace imposible el diálogo con ellos. Interpretar la
Biblia quiere decir preguntarse qué quiso decir el autor sagrado, cómo era su
contexto para usar esos ejemplos, qué géneros literarios utilizó, cuál sería el
propósito de esas afirmaciones, etc. Es decir, los estudios bíblicos son una
mediación indispensable para no hacerle decir a la Palabra de Dios lo que no
dice y para que esa palabra divina tenga sentido y vigencia para este presente.
En lo que respecta a los católicos, la Palabra de Dios es
muy importante y se reconoce la necesidad de acudir a ella. Pero, por una
parte, también se da, algunas veces, esa postura fundamentalista que señalamos
antes y, por otra, aún no llega a ser, en muchos casos, una referencia
fundamental para la vida de fe. Aunque en la celebración eucarística la “Liturgia
de la Palabra” ocupa toda la primera parte, pocos pueden, al terminar la
liturgia, recordar qué decían las lecturas. Y si a eso añadimos que a veces la
predicación de los presbíteros no se centra en la palabra de Dios, sino que se
alarga interminablemente tratando otros temas, es comprensible que la Sagrada
Escritura no llegue a ser tan conocida ni ocupe un lugar central en la vida de
muchos católicos. Sobre este aspecto de la predicación dominical, el Papa
Francisco dedica en la Exhortación Evangelii Gaudium un largo apartado a
la homilía y a su preparación (n.135-159) afirmando que esta no acaba de
responder a lo que debería ser y, de hecho, el pueblo de Dios lo resiente (n.135).
Señala que, a veces, el predicador se alarga tanto que el que brilla es el
predicador y no el misterio de fe que se celebra (n.138). También dice que no
se sabe escuchar la fe del pueblo para saber lo que se tiene que decir y cómo
decirlo (n.139) o se queda en una actitud moralista o adoctrinadora lo cual no
es el objetivo de ese momento (n.142). Pero, lo más importante -y que se
refiere a la reflexión que estamos haciendo-, la homilía ha de centrarse en el
texto bíblico buscando entenderlo bien para no manipular la Biblia (n.146)
porque por más que nos parezca entender las palabras que están traducidas a
nuestra lengua, eso no significa que comprendamos correctamente lo que quería
expresar el escritor sagrado (n.147). En definitiva, Francisco señala la
necesidad de un acercamiento serio a la Palabra de Dios realizando una
interpretación correcta y dejándose tocar existencialmente por ella para anunciarla
desde la propia experiencia (n.150).
Queda, por tanto, para todos los cristianos el desafío de
disponerse mucho más a escuchar la Palabra de Dios, entenderla seriamente y
dejar que esa palabra transforme la propia vida y el mundo en que vivimos. Ese
debería ser el fruto de este mes en que la conmemoramos especialmente.
Pero ¿Qué nos puede decir la Palabra de Dios para este
tiempo marcado por una pandemia que no ha discriminado ni países, ni estrato
social, ni cultura, ni edad, ni religión y ha afectado globalmente toda nuestra
realidad? Las consecuencias de sufrimiento y muerte han tocado, prácticamente todos
los lugares de la tierra, con algunos más vulnerables: los ancianos por su
edad, los que sufren otras enfermedades por su condición física y, la mayoría
de pobres porque no cuentan con los medios básicos para protegerse y cuidar
efectivamente de su vida.
¿Qué dice la Palabra de Dios a nuestra realidad presente? No
podemos encontrar en ella referencias al covid-19 porque este virus no existía en
ese tiempo como tampoco existían muchas otras realidades que son de este
presente y que los autores bíblicos ni imaginaban que existirían. Pero quienes
creen que allí están todas las respuestas ofrecen algunas soluciones bien
extrañas a esta realidad del virus, como proponer ciertos tipos de exorcismos o
rituales o curas milagrosas que nada tienen que ver con el texto bíblico.
Pero esto no quiere decir que la Biblia no ilumine nuestro
presente. Por supuesto que sí, pero haciéndole la pregunta adecuada: ¿cómo
entendió el pueblo de Dios y la primera comunidad cristiana la presencia de
Dios en su historia? Y desde esa perspectiva preguntar ¿cómo podemos entender
la nuestra y de qué manera Dios está presente en ella? Las respuestas surgirán
de muchos modos según el texto que leamos, pero seguramente encontremos una
actitud fundamental: Dios camina a nuestro lado, sosteniéndonos frente a toda
circunstancia. Y no deja de invitarnos -como lo dice el texto bíblico- a
superar esta situación con toda la fe, la esperanza y el amor que el Señor mismo
pone en nuestros corazones. La vida cristiana iluminada y sostenida por la
Palabra de Dios encuentra las fuerzas para estar ahí -en primera fila- atendiendo
las necesidades inminentes, buscando soluciones científicas y humanas a este
problema y proyectando un futuro más preparado para lo que siga aconteciendo. Una
vida comprometida con cada presente histórico, da testimonio de la palabra “que
desciende como la lluvia y no vuelve allá sin que empape la tierra, la fecunde
y la haga germinar” (Is 55, 10).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.