En medio de las dificultades, muchos signos de “esperanza”
Cuando miramos la realidad latinoamericana se perciben muchas dificultades, con las particularidades específicas de cada país. Pero también hay muchos signos de esperanza que vale la pena explicitar porque, muchas veces, los medios de comunicación despliegan insistentemente lo negativo y pasan casi desapercibido lo positivo.
No me voy a referir a todos los signos, ni tal vez a los más
significativos, sino a los que tengo presentes en este momento. Cada persona
podrá recordar muchos otros o considerar que algunos de los que señalaré no son
signos de esperanza para ellos, pero lo que interesa es darnos cuenta que “no
todo pasado fue mejor” y que cada presente tiene grandes dificultades, pero
también infinitas esperanzas.
Pensando en Colombia, aunque casi todo está por resolverse
-después de estos dos últimos meses de marchas y demandas sociales- quedará
para la historia una juventud que ha sido capaz de levantarse y exigir lo que
les corresponde. Algunos se quedan atrapados en los desmanes y destrozos que
causan algunos -lo más seguro infiltrados- pero el énfasis no puede ponerse en
eso. La seguridad con la que los jóvenes hablan y exigen sus derechos es
conmovedora. Frente a opiniones que se escuchan de que la juventud no tiene
ideales, que es apática, que son superficiales, etc., la movilización juvenil
que se ha dado en Colombia las deja sin piso. Habrá jóvenes apáticos y
desinteresados frente a la realidad que viven, pero lo más cierto, es que con
la juventud viene el deseo de un futuro posible para ellos y, siempre hay
jóvenes dispuestos a luchar por conseguirlo. Justamente el 4 de julio conmemoramos
los treinta años de la Constitución que rige actualmente el país, la cual fue
también fruto de las iniciativas juveniles que creyeron que el cambio podía llegar
por esa vía constitucional. Según se ha recordado estos días, la Constitución
es muy buena pero aún falta reglamentarla suficientemente y vigilar porque no
sigan aprobándose modificaciones que, en realidad, son retrocesos promovidos
por aquellos que empujan la historia para atrás en aras de defender sus
privilegios o intereses particulares. Pero eso no impide que también quede en
la historia el hecho de haber conseguido una nueva Constitución y de los
cambios que ella ha permitido.
Chile ha comenzado el proceso de redactar una nueva
Constitución y, por lo menos, los inicios, parecen muy esperanzadores. Las
palabras de la presidenta de la Convención Constitucional, Elisa Loncon,
indígena, reconocida activista de la causa de su pueblo, con una preparación
intelectual muy sólida, mostró en su discurso de posesión, unos horizontes muy valiosos:
“… Felices por esta fuerza que nos dan, pero esta fuerza es para todo el pueblo
de Chile, para todos los sectores (…) para todos los pueblos de las naciones
originarias que nos acompañan (…). Este saludo y agradecimiento es también para
la diversidad sexual, este saludo es para las mujeres que caminaron en contra
de todo sistema de dominación (…) agradecer que estamos instalando aquí, una
manera de ser plurales, una manera de ser democráticos, una manera de ser
participativos (…) Esta convención que hoy me toca presidir transformará esta
nación en un Chile plurinacional, en un Chile intercultural, en un Chile que no
atente contra los derechos de las mujeres (…) en un Chile que cuide la madre
tierra (…)”. Desde mi punto de vista esto es un avance inmenso en un país que
lideraba una visión muy distinta -neoliberal- y que parecía nunca llegaría a su
fin.
Sobre este protagonismo de los indígenas, es bueno reconocer
cómo se levanta su voz en el Continente. Bolivia es un Estado plurinacional y las
constituciones de otros países también subrayan la pluralidad étnica. En
Colombia por Constitución se garantiza su representación en el congreso. Pero
bien sabemos que no es suficiente que quede escrito en las leyes, sino que la transformación
de las mentalidades es más lenta y requiere de mayor esfuerzo. Es así como la
práctica de derrumbar estatuas de los conquistadores se ha convertido en un
signo -que molesta a muchos- pero que interpela suficientemente la mentalidad
colonial que llevamos introyectada y la urgencia de reescribir la historia
desde los vencidos, desde los pueblos originarios quienes sufrieron la crueldad
de una colonización hecha con la “cruz y la espada” al mismo tiempo.
Muchos otros signos se podrían anotar porque en cada país, a
pesar de sus problemas, no dejan de levantarse voces, exigir derechos y
conquistar avances, lamentablemente tantas veces a costa de mucha sangre y
sufrimiento. Pero ojalá que los cristianos sepamos alimentar y mantener esta
mirada de esperanza. La resurrección que “esperamos” no es solo para después de
esta vida, sino que comienza aquí y ahora, en las circunstancias que vivimos.
Hay resurrección cuando los jóvenes, los indígenas, las mujeres, los negros, la
población de diversidad sexual y tantos otros, hoy levantan su voz pidiendo
igualdad, inclusión, respeto, derechos, etc., y creyendo que los cambios pueden
ser posibles.
Nuestra fe no puede ser ajena a estos procesos. Más aún, se
valida en ellos. Que si tantas veces en la historia algunos sectores eclesiales
han estado del lado equivocado -dictaduras, statu quo, poderosos, etc.- hoy procuremos
estar del lado correcto: allí donde se lucha por la vida, la dignidad para
todos los hijos e hijas de nuestro Dios y que los signos de esperanza que se
van constatando, nos sostengan para seguir adelante, apostando más y más por un
futuro distinto, difícil pero posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.