¿Qué celebrar en
esta Navidad?
Hace un año, por estas mismas fechas, decíamos que el año de
pandemia nos había confrontado con la limitación humana y con todas las
carencias que se develaron por esta situación: más pobreza, más violencia
intrafamiliar, más incertidumbre, más miedos y tantas otras realidades.
Esperábamos que llegará pronto el tiempo de postpandemia y que nuestro mundo
fuera mejor. Pero ha pasado otro año y la pandemia no se ha ido.
Algo hemos mejorado, bien sea por las vacunas (aunque su
distribución hasta hoy no ha sido equitativa para todos los países) o bien
porque se han retomado las actividades ya que no había más alternativa: sin
trabajo hay más pobreza y la situación estaba siendo insostenible. Además, los
centros educativos han ido retomando sus actividades porque la socialización es
indispensable para el desarrollo psicológico de niños y jóvenes y porque la
calidad de la educación ha sido muy poca, especialmente para los más pobres,
por la falta de conectividad y mediaciones tecnológicas que solo están al
alcance de unos pocos.
Desde este panorama nos preguntamos: ¿Qué celebrar en esta
Navidad? ¿Qué nos dice el Niño del pesebre? Posiblemente este año haya más
reuniones familiares y más encuentros de fe para conmemorar este misterio. Todo
dependerá de cómo estén las cosas en ese momento. Pero lo que sigue presente es
lo que significa el Jesús Niño “envuelto en pañales y acostado en un pesebre”
del que los ángeles dijeron aquel día: “Gloria a Dios en las alturas y en la
tierra paz a los hombres en quienes él se complace” (Lc 2, 12-14). El Niño
Jesús significa vida, esperanza, alegría, futuro.
Significa ‘vida’ porque el Dios hecho ser humano en Jesús
nos habla del valor de la vida de todo ser humano. Esta vida que se impone, a
pesar de tanta muerte que hemos palpado en este tiempo de covid, porque cada
persona que superó la infección, fue motivo de celebración y de agradecimiento.
No queremos la muerte y por eso se ponen las fuerzas en salvar todas las vidas
posibles. Y no nos contentamos con la vida, sino que aspiramos a una vida
digna, a una vida plena, a una vida feliz. La fe nos empuja, una y otra vez, a
no decaer en este esfuerzo por lograrlo.
Significa ‘esperanza’ porque, aunque a veces da la impresión
de que nada ha cambiado y no hemos aprendido lo suficiente de este tiempo de
pandemia, hay más conciencia de la necesidad de hacer algo para contrarrestar
el cambio climático y para garantizar una vida mejor para la humanidad.
Significa “alegría” porque el Niño que nace nos da la
certeza de que Dios se ha encarnado en nuestra historia y todo lo que nos pasa,
es de su interés. Más aún, hace suyas nuestras necesidades y sufrimientos y nos
acompaña para superarlas. No es una alegría ingenua que proviene de afuera por
una experiencia agradable sino es la alegría que viene de dentro, fruto de la
confianza y de la certeza de la fe.
Significa ‘futuro’ porque con Jesús en nuestra historia se
hace posible un nuevo comienzo no solo de los seres humanos sino de la creación:
“Mira que hago un mundo nuevo” (Ap 21,5). El libro del Apocalipsis cierra la
revelación consignada en la Sagrada Escritura con esa fe firme en el Señor de
la historia que cumple su promesa de poner su morada en medio de su pueblo para
que se cumpla lo dicho a los israelitas: “ellos serán su pueblo y Él, Dios con
ellos, será su Dios” (Ap 21, 3).
Junto a esto que acabamos de señalar está lo que cada uno
puede traer a la celebración de esta Navidad. Este tiempo es una buena
oportunidad para traer a los pies del niño Jesús lo que nos ha significado este
largo tiempo de pandemia. Si los magos llevaron al niño Jesús “oro, incienso y
mirra”, como dice el evangelio de Mateo (2,11) y los pastores, como dice el
evangelio de Lucas, “que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche
su rebaño (…) fueron y encontraron a María y a José y al niño acostado en el
pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel
niño y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les
decían” (2, 8.16-18); nosotros podemos llegar con todo lo que ha significado
este tiempo. Algunos podrán recordar a sus familiares difuntos. Otros llevarán
las secuelas del covid manifestadas en problemas de salud o en dificultades
económicas o pérdidas de otro tipo. No faltarán los que llevarán los caminos
abiertos en medio de esa dificultad ya que se dio la llamada ‘re-invención’,
con la que muchos lograron abrir las puertas que la pandemia cerró. Pero sea lo
que cada uno traiga, Navidad es ese lugar sencillo, pobre, donde esta María
“guardando todo en el corazón” (Lc 2, 19) y transmitiéndonos la confianza
infinita en el amor de Dios que no se va nunca de nuestra vida, sino que se
encarna en ella, quedándose definitivamente entre nosotros.
Preparémonos, por tanto, para una celebración de Navidad que
brote de lo que somos, vivimos, traemos en el corazón, soñamos para el futuro.
Recuperemos esa alegría que caracteriza esta época y que se expresa en los
villancicos, la novena, el compartir fraterno, las luces, la decoración, todo
aquello que ha acompañado la navidad colombiana y que el año pasado quedo tan
relegado por las circunstancias que vivíamos. No podemos perder la ‘prudencia’
que tenemos que seguir teniendo para controlar la pandemia. Pero aprovechemos esta
linda fiesta navideña para alimentar profundamente la esperanza y podamos
acoger el nuevo año con más fuerza, más amor mutuo, más compromiso con la
realidad que vivimos. Alegrémonos, entonces porque el niño Dios nace y ¡se
queda definitivamente entre nosotros! (Mt 1, 23)
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