Vigilia Pascual:
alegría, anuncio, compromiso
Olga Consuelo Vélez
La Vigilia Pascual es el momento
de mayor solemnidad y de mayor significado en la vida cristiana. En una
confesión de fe, condensamos aquello que nos convoca y que estamos dispuestos a
testimoniar. Con palabras del Apóstol Pedro, según Hechos de los Apóstoles, afirmamos
que “a este Jesús, Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos”
(2, 32). También con palabras de Pablo, hacemos esta misma confesión de fe, mostrando
las consecuencias de que Cristo no hubiera resucitado: “Si Cristo no resucitó,
vana es nuestra predicación y vana es nuestra fe (1 Cor 15, 14). Es decir, proclamamos
que la muerte no fue la vencedora y la resurrección, ratificó la praxis de
Jesús, mostrándonos que hacer lo que Jesús hizo, permite la vida, posibilita la
vida, asegura la vida.
En efecto, cuando como Jesús nos
disponemos a amar a todos sin condiciones, ni medidas, se hace más fácil la
convivencia, la aceptación mutua, el respeto. Cuando como Jesús nos disponemos
a fijarnos en los últimos, en los que más sufren por diversas realidades, nuestra
vida se llena de proyectos a realizar, buscando transformar la injusticia en la
justicia del reino. Cuando como Jesús no buscamos el poder, ni el prestigio, la
vida se vuelve ágil y libre, sin temor a perder nada. Cuando como Jesús
levantamos la voz para denunciar lo que debía ser de otra manera, se va
entendido el proyecto del reino y todo se va enfocando hacia hacerlo posible.
Simplemente, cuando intentamos vivir como Jesús vivió, amar como él lo hizo,
servir como él nos enseñó, los signos de resurrección se hacen más claros, más
fuertes, más ciertos.
Ahora bien, no significa que todo
será fácil y fluirá sin ningún tropiezo. Por el contrario, muchas veces las
dificultades llegan más rápido de lo que esperamos. Buscando amar, encontramos malentendidos.
Buscando servir, encontramos desaires. Buscando aportar, encontramos poco reconocimiento.
Y así podríamos enumerar tantas situaciones que no logramos cambiar. Sin
embargo, esto es lo que nos permite entender que el misterio pascual no quedó
ya vivido en esta semana santa, sino que constituye la dinámica del día a día.
La muerte y la vida van de la mano, la dificultad y la solución se van
sucediendo, la bondad y el servicio se tropiezan con la realidad humana que no
siempre responde a lo esperado. Pero en esa situación es que la confesión de fe
en Cristo resucitado nos sostiene una y otra vez, permitiéndonos mantener la
esperanza, la fortaleza, la confianza.
Que el pregón pascual nos llene
de alegría y nos lance a la misión de compartir la buena noticia del reino,
pero con los pies en la tierra -como lo he descrito antes- porque, aunque
abundan los obstáculos, hay mucha tarea por hacer, muchos caminos por estrenar,
mucha esperanza por mantener. De la misma manera que los discípulos de Jesús se
pusieron en camino, superando sus miedos y convocando a otros, el pregón
pascual nos recuerda que hoy la posta -como en una carrera de relevos- está en
nuestras manos y dependerá de nuestro empeño en que avance mucho más.
¡Si! La Vigilia Pascual enciende
el corazón y renueva las fuerzas porque el Espíritu de Jesús Resucitado se hace
presente en nuestras vidas y nos lanza hacia adelante. Secundemos su impulso para
que un mundo con muchos signos de resurrección se haga posible en el aquí y
ahora de nuestra historia a todos los niveles: es posible cuidar de nuestra “casa
común”, es posible amar más y mejor a los pobres, es posible hacer una política
que privilegie el bien común por encima de los intereses individuales, es
posible construir un mundo donde haya lugar para todos, es posible un mundo más
cercano a lo que Dios ha soñado desde siempre para la humanidad y, por supuesto,
es posible una Iglesia que dejando sus lujos y privilegios, su clericalismo y
exclusión de los laicos -y entre ellos las mujeres-, su doble moral y su
lentitud para denunciar los abusos de todo tipo, se arriesgue a ser una iglesia
de puertas abiertas, una iglesia servidora, una iglesia misericordiosa, una
iglesia donde el “caminar juntos” sea la práctica cotidiana. Todo esto es
posible porque Cristo ha resucitado y nuevamente en esta pascua del 2023, lo
creemos y lo anunciamos.
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